El espionaje informático y la acumulación de datos

6 de diciembre de 2013. Fuente: En Lucha

"Por supuesto, no había manera de saber si le contemplaban a uno en un momento dado. Lo único posible era figurarse la frecuencia y el plan que utilizaba la Policía del Pensamiento para controlar un hilo privado. Incluso se concebía que los vigilaran a todos a la vez. Pero, por supuesto, podían intervenir su línea cada vez que les pareciera. Tenía usted que vivir, y en eso el hábito se convertía en un instinto, con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados."

Por Paco Priego

Empezar citando Orwell para hablar de un tema como el que trataremos entra dentro del terreno de los tópicos gastados, pero la tentación es demasiado fuerte. El pasado 28 de octubre, como parte de una nueva serie de informaciones reveladas por el ex-analista de la NSA Edward Snowden sobre el espionaje a líderes políticos y mandatarios gubernamentales, así como a ciudadanos anónimos en una larga lista de países, aparecía en el diario El Mundo la noticia de que la NSA habría interceptado en el Estado español 60 millones de llamadas telefónicas sólo entre el 10 de diciembre de 2012 y el 8 de enero de 2013.

La NSA accedió también a través de las operaciones con metadata a información personal de los usuarios mediante el navegador de internet, el correo electrónico y redes sociales como Facebook o Twitter. Tanto la magnitud del número como la tibia reacción del Gobierno español han sido motivo de escándalo. Pero conviene reflexionar sobre el tema con un poco mas de calma.

En primer lugar, la reacción del Gobierno ha sido sumisa, digna de un virrey colonial que no quiere ofender al emperador bajo pena de perder su cargo. Pero al menos ha sido sincera, consecuente con el hecho de que tan sólo es un actor secundario. Podemos envidiar las palabras más airadas y el posado más ofendido que otros gobernantes han adoptado en este asunto, pero es sólo eso, un posado.

El numerito de hacerse los ofendidos es tan creíble como (y perdonen el segundo tópico) la famosa escena de Casablanca donde Claude Rains le suelta a Humphrey Bogart "¡Qué escándalo, aquí se juega!" mientras recoge sus ganancias. De acuerdo, hubiera sido más estético un poco de indignación aparente, pero todos sabemos que era sólo hablar por hablar. No harán nada para que cambien las cosas.

Lo que resulta más interesante de estas informaciones es la otra parte, el gigantesco número, 60 millones de pinchazos telefónicos en un mes, y tan sólo en el Estado español. La cantidad total es astronómica para tan corto espacio de tiempo. ¿Tantas personas sospechosas hay? ¿O responde a una voluntad obsesiva de control global por parte de los estadounidenses? Dicen, como si esto fuera tranquilizador, que no se registró el contenido de las comunicaciones, sólo el número de serie de los aparatos conectados, el lugar en que se realiza la llamada, el número de las tarjetas SIM y la duración de la llamada.

Ya es gravísimo por la cantidad de cosas que alguien puede deducir, o al menos, sospechar con tan sólo estos datos. ¿Pero realmente hay el personal suficiente para hacer esto? ¿Para analizar con perspicacia esta montaña de datos? Lo dudo mucho. Pero si no existe ¿Porque la molestia?

Minería de datos

En las informaciones referidas al asunto, hay un dato curioso que a pasado casi desapercibido: no se recogieron datos durante las fiestas de fin de año. Quien estaba recogiendo esta montaña de información, le interesaba la fotografía de un tráfico de datos normal, y estos días en que todo el mundo llama por teléfono o envía mensajes de felicitación a personas a las que el resto del año apenas saluda, sencillamente no le interesaban porque se salían de la normalidad. ¿Porque tanto interés en la normalidad? Porque lo más probable es que esta montaña de datos no le eran entregadas a un ejército de detectives, sino directamente a máquinas. A sistemas capaces de establecer patrones a partir de todos estos datos recogidos puramente al azar y detectar anomalías.

No es ciencia ficción, es una técnica conocida como minería de datos. Pero para establecer que es la normalidad se necesita una gran cantidad de datos en bruto, y de gente " normal", que no suela tener conversaciones sobre cómo y dónde colocar una bomba. De aquí se deduce, por un lado, que no estar metido en asuntos que puedan resultar inconvenientes al poder no te salvará de ser espiado, porque el ciudadano "normal" es un objeto de estudio muy interesante. Y por otro, que los servicios de espionaje no renunciarán a una tecnología que les puede indicar muy fácilmente donde hay un patrón discordante de la normalidad que justifica echar un vistazo más de cerca .

Pero tanto hablar de espías puede hacernos creer que estas tecnologías son algo un poco esotérico y secreto, cuando en realidad están cada día en nuestra vida. ¿Quien no utiliza prácticamente cada día un buscador de internet o una red social? ¿Como creemos que funcionan?

La inteligencia artificial ya está entre nosotros y ha venido para quedarse. No se trata de ser paranoico, ni de disparar contra una tecnología que, sin ir más lejos, nos permite compartir estas reflexiones con un número de personas a las que, con los medios de hace 20 años, difícilmente hubiera podido llegar .

La tecnofobia está fuera de lugar hoy en día. Las nuevas tecnologías son útiles, pero, como todo en la vida, tienen un lado oscuro, y hay que saber usarlas. De la misma manera que, si no eres un loco imprudente o un irresponsable peligroso, no te pondrías al volante estando borracho, hay que saber controlar porque, como y cuando usamos internet.

Tengamos claro que servicios como Google o Facebook, por poner unos ejemplos conocidos, necesitan para funcionar de una costosa infraestructura, así como de un personal que puede estar mejor o peor pagado, pero que tiene que cobrar a fin de mes. En un mundo capitalista, esto no se hace por amor al arte. Si no nos están cobrando una cuota mensual por usar sus servicios es porque los pagamos de otra manera.

El contenido de nuestras comunicaciones no lo tocarán, no están locos, pero esto no es necesario. El simple fluir de los datos es una forma de sentir el pulso del mundo en tiempo real, una información de enorme valor y todos participamos en ello voluntariamente. Naturalmente, esto no hace menos despreciable el atropello presuntamente cometido por el NSA, pero es algo que no siempre se tiene en cuenta. Cada día regalamos pequeñas parcelas de nuestra intimidad y hay que considerar las ventajas, pero también los riesgos.


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