Ana Messuti, nuestra gran Ana se nos fue

28 de octubre. Fuente: Por Elsa Osaba Bailo. Lo que somos

Se fue calladamente. Silenciosamente lúcida. Quiso controlar su vida hasta el final, como lo pidió: “hasta que mi cuerpo aguante”. Si. Se nos fue. Ana Messuti era simplemente Ana, la Inmensa Ana. Magna persona, con muchas cualidades humanas: bondad y generosidad se dieron la mano en ella. Sacrificó lo que podría haber sido una jubilación placentera a través de Europa o en su tierra natal: Argentina. Lo trocó por un trabajo titánico contra una justicia española anquilosada, de raíces dictatoriales con décadas de impunidad en esta tierra nuestra, que no era la suya. Y aquí, en una ciudad que desconocía, lejos de sus hijos y nietos…

Ana, reiniciaste otra vida con tu amado Pablo. ¡Qué atrevida! ¡Qué atrevidos y aventureros los dos, Pablo! Y todo por una pasión, que se podría titular: A la búsqueda de la Justicia Universal oculta y, amasasteis los dos el derecho a la Justicia de las víctimas con los Derechos Humanos.

Desde tu formación sobre Derecho, impartiste clases en la Universidad de Buenos Aires y tropezando en contradicciones, sentías cuán lejos puede estar el derecho de la justicia.

Muchos de tus escritos arrancan de la antigua Grecia y te especializaste en Filosofía del Derecho en la Sapienza de Roma. Como funcionaria de las Naciones Unidas recalaste en Viena (entre risas comentabas el frío que padeciste en esos nueve largos inviernos y el carácter gélido de sus gentes) y te jubilaste como tal, en Ginebra.

Te relacionabas con el juez Raúl Zaffaroni, con Joan Garcés y Emilio Silva. Entre todos, distéis ya, (con más compañeros abogados con Máximo Castex; con el ilustre Beinusz Szmukler; Bailone; Huñis…), las primeras puntadas de ese zurcido del roto que eran los crímenes del franquismo. Llegaron las primeras querellas y sus querellantes: el recordado Darío Rivas, más tarde con Adriana Fernández e Inés García Holgado un mágico día ¡¡¡¡14 de abril 2010!!!! Y nació con fuerza la Querella Argentina, a ejemplo de las realizadas en tu país que lanzaron a la cárcel a Videla y sus cómplices.

Y te empeñaste en doctorarte en la Universidad de Salamanca donde obtuviste el premio extraordinario. Y fuiste anidando una visión de transformar la Justicia y, revolucionaste a nuestro país. Cada vez eran más las denuncias, las querellas que redactabais. Impartías con elocuencia en mesas redondas por toda España, con Carlos Slepoy- que se fue también demasiado pronto- y otros compañeros, la buena nueva. Nos enseñaste el lema de: “Verdad, Justicia, Reparación para tener garantías de no repetición”. No parabas de conceder entrevistas; te grababan; escribías artículos; publicaste varios libros incluso aconsejados en la universidad… Ay, Ana te multiplicabas. Llegabas en una ciudad; te reunías con nosotros. Aclarabas dudas. Nos creaste ilusiones mil y aprendimos un lenguaje nuevo de corte jurídico.

Si. Tu empatía, revolucionó muchos conceptos y creaste inquietudes para la transformación del derecho. Te sentaste con jueces, abogados, fiscales y sembraste… Ay Ana ¡cuánto perdemos contigo!

Mostraste una exquisita compasión en el dolor de las víctimas. Desplegaste honestidad en lo profesional y en lo privado, has sido: valerosa, autoexigente con contagiosa esperanza. No te has quejado por las horas, que redactabas interminables, minuciosas querellas. Repasabas para no dejar resquicios al rechazo de estas. Cuán agradecidos estamos por todo lo que nos has brindado.

Tuya es la frase: “No dar respuestas a las víctimas del franquismo es una forma de amparar los crímenes”. Nos enseñaste que cualquier estado del mundo está obligado a no dejar sin investigar los crímenes de lesa humanidad y allá fuimos hasta Buenos Aires, cuya querella asumió la conocida jueza María Servini.

Luchaste por la aplicación del principio de Justicia universal en los casos de desapariciones forzosas, tanto de fusilados y abandonados en fosas como la de los bebés robados.

Cuánto respeto humano mostrabas hacia los ancianos víctimas del franquismo de larga duración. Cuan pendiente estuviste del anarquista Félix Padín para que se viera con María Servini (le prohibieron que declarara ante ella, pero le escuchó extraoficialmente). Y gracias al exhorto de nuestra jueza argentina y tu persistencia pudo declarar en el juzgado de Miranda de Ebro. A Ascensión Mendieta se le iluminaban sus ojillos cuando te veía. Otro de tus éxitos tuyos fue que, los hermanos Julen y Luisa Kalzada declararan en un juzgado de Gernika. Cuando viste la imagen de la anciana María Martín junto a la fosa de su madre ejecutada al ras de una carretera, se te retorcieron las tripas ante tamaña maldad. Y mi madre, casi centenaria, se ponía en pie, cuando la visitabas, en señal de respeto y admiración hacia ti. Gracias, Ana. Gracias en el nombre de todos. Te labraste sin quererlo, todo un carisma merecido.

Sufrías ante los casos de torturas que sufrieron en sus carnes muchos, muchos compañeros. Y yo te preguntaba: ¿Puedes dormir con todos estos relatos?

También tuviste alegrías compartidas con Carlos Slepoy, que nos contagiabais a todos. Cuando la jueza pidió investigar a 17 franquistas reclamados por la juez María Servini. Y cuando tuvo lugar la exhumación de Timoteo Mendieta y los 49 compañeros que lo fueron también. El cementerio de Guadalajara fue noticia internacional. Si, Ana. Te has ido con los deberes hechos y el honor muy altos.

Y finalmente, me mostraste tu faceta comprensiva y solidaria cuando me tomaste declaración para confeccionar mi querella familiar del Exilio y la Deportación de los míos en campos nazis. Cuando me embargaba la emoción, el dolor, la angustia… te levantabas y me traías un vaso de agua, un té y entremezclabas similitudes con tu historia personal del otro lado del charco, de donde huiste con tu bebé Santiago de meses y Andrés de apenas dos añitos, por culpa, también, de militares levantiscos, traidores y felones… Sufriste el exilio, la incertidumbre, lo desconocido. Y me sentí comprendida y confraternizamos.

No podré tampoco olvidar, que ante mi declaración en el Tribunal Pomodoro Pi de Buenos Aires, me acompañaste. Te sentaste enfrente mío, en silencio (no podías intervenir). Eso me dio tanta confianza que mi declaración por todos los míos, duró tres horas y cuarto. Y como todos/as fue liberador. Recuerdo esa sensación de paz, que no se repite. Gracias mil, Ana. Ha sido un privilegio el haberte conocido. Tu amistad, esas pequeñas complicidades que nos ha deparado la vida. No he dejado de admirar ese don divino, especial de tu intelecto y esa cultura literaria inmensa que recreabas, disfrutabas. ¡¡Cuánto te voy/ vamos a echar de menos!!

Hemos perdido una gran mujer, una amiga, una profesional especial. Gloria y paz a ti, Ana Messuti.

– Ana messuti, falleció en una clínica madrileña, en la tarde del sábado 26 de octubre, 2024.


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