La brecha social abierta por el movimiento obrero argentino

La Patagonia rebelde.

5 de enero de 2022. Fuente: Todo por hacer

El desarrollo de la lucha obrera en América Latina ha tenido una naturaleza singular marcada por los procesos de decolonialidad, primeramente tras la independencia de España y Portugal, y luego marcada por las resistencias frente a la nueva metrópoli colonizadora del continente: los Estados Unidos. En este artículo hablaremos de un suceso protagonizado por el movimiento obrero de Argentina del cual se ha cumplido el centenario en este año, una huelga de trabajadores en la actual provincia de Santa Cruz que llevó a un enfrentamiento directo con los soldados argentinos durante el año 1921; se trata de la lucha en la Patagonia Rebelde. La inusitada represión del teniente coronel Héctor Benigno Varela enviado por el presidente Hipólito Yrigoyen supuso el asesinato de 1.500 obreros argentinos.

El movimiento obrero y el anarcosindicalismo en Argentina, las luchas por la tierra como origen de resistencia

Las raíces de la historia del movimiento obrero contemporáneo argentino deben buscarse en la Independencia argentina (1810-1825), si bien antes de ese proceso, frente al régimen racista de castas y la servidumbre de la Encomienda española, hubo numerosas guerras de resistencia y levantamientos indígenas. La abolición jurídica de la esclavitud conllevó la entrada de una corriente liberal que sentaban las bases ideológicas del Estado argentino en el siglo XIX y las violencias que impondría esta nueva autoridad. Se estaría conformando al mismo tiempo una nueva forma de tenencia de las tierras y una esclavitud renovada donde indígenas, gauchos (ganadero rural semi-nómada de la región argentina) y afrodescendientes serían perseguidos y masacrados.

Más de seis millones de trabajadores inmigrantes, provenientes en primer lugar de Italia y en segundo lugar de España, ingresaron en Argentina entre 1870 y 1930. La economía exportadora agrícola e industrial argentina era controlada por la expansión mundial del Imperio Británico. Esas transformaciones económicas y laborales abrieron una enorme discriminación social y explotación hacia la clase trabajadora tanto nativa como migrante, y por supuesto, especialmente hacia las mujeres obreras, muy numerosas en la industrial textil, como maestras y también cuidadoras en casas particulares. Hubo publicaciones obreras exclusivamente femeninas, como La Voz de la Mujer (1896-1899), dirigida por la anarcosindicalista Virginia Bolten, que tenía el lema de “Ni dios, ni patrón, ni marido”.

La influencia del anarquismo en el movimiento social argentino fue determinante desde 1885 hasta el primer tercio del siglo XX, específicamente en la fundación de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), con un periódico vinculado y conocido como La Protesta Humana (1897-actualidad). Las acciones de la lucha obrera argentina se centraban en un conflicto abierto contra el sistema latifundista de propiedad de la tierra y la fuerte estratificación social que fue acaparando privilegios para las élites nacionales. Fruto de este sistema se preparó el camino hacia el peronismo, sustentado en familias de la antigua clase privilegiada que se imponían sobre la masa obrera argentina y los miles de migrantes recién llegados de otras partes del mundo tras la Segunda Guerra Mundial.

Durante los inicios del siglo XX se constituyeron centrales de acción sindical que permitieron la expansión del movimiento obrero, y presentarse como un bloque, no ya como grupos locales de trabajadores solamente. Las huelgas aumentaron y también la represión hacia estas organizaciones obreras, sus locales eran allanados, sindicalistas y revolucionarios detenidos o expulsados del país, y también asesinatos de trabajadores destacados. En este ambiente de creciente organización popular sobrevinieron acontecimientos como la Huelga de inquilinos de 1907, la Semana Roja en mayo de 1909 con más de cien obreros muertos y la respuesta del anarquista Simón Radowitzky ejecutando al jefe de la policía de Buenos Aires, Ramón Lorenzo Falcón, por su sanguinaria represión. La huelga de ferroviarios en 1917 fue la antesala del comienzo de una nueva política de masacres y represiones al movimiento obrero.

De la Semana Trágica argentina a la Patagonia Rebelde, huelga general y conflicto rural de clase

El presidente argentino Hipólito Yrigoyen adoptaba una nueva política de mediación estatal ante conflictos laborales promoviendo su resolución en negociaciones colectivas y arbitrajes; favoreciendo la desmovilización social. Sin embargo, cuando esta mediación fracasaba, se echaba mano de una terrible represión contra los trabajadores, incluyendo la conformación de grupos parapoliciales de choque antiobreros, como la Liga Patriótica Argentina, de Manuel Carlés. Durante la Semana Trágica argentina centenares de personas fueron masacradas en enero de 1919, en la huelga de la fábrica metalúrgica de los Talleres Vasena en actos descarnados de terrorismo de Estado.

En noviembre de 1920 estallaba en Santa Cruz, provincia situada al sur de la región patagónica, una huelga de peones rurales y trabajadores de la industria, organizados en la Sociedad Obrera Río Gallegos, donde destacaba el anarquista español Antonio Soto, afiliado a la FORA. Esta región destacaba por la producción de lana con fines de exportación, y desde el final de la Primera Guerra Mundial había caído mucho el precio de la lana globalmente. Esto repercutió sobre las dinámicas laborales de los trabajadores que vivían en unas condiciones miserables, la jornada laboral de los obreros era de seis días semanales, de unas 12 horas diarias, y la de los esquiladores y arrieros de unas 16 horas diarias, salarios ínfimos o pagados en bonos o moneda extranjera de menor valor al momento de cambiarla en los comercios.

Algunas de las demandas obreras eran la exigencia de no dormir más de tres trabajadores en recintos de 16 m², que se entregase un paquete de velas a cada obrero mensualmente, que no se trabajase en sábado, la mejora de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100 pesos argentinos, y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como único representante legítimo de los trabajadores. El rechazo por parte de los estancieros de este pliego de peticiones obreras es lo que motivó la primera huelga general en todo el territorio santacruceño.

Durante el mes de noviembre de 1920 la patronal incrementó sus ataques a sindicalistas, de hecho, el propio Antonio Soto estuvo a punto de ser asesinado, huyendo clandestinamente a Buenos Aires en busca de apoyos en el Congreso de la FORA. En diciembre se extendía la huelga a otros sectores, y la policía asesinó al huelguista Domingo F. Olmedo. En enero, los huelguistas contraatacaron tomando como rehenes a policías y estancieros rurales, incautando armas y alimentos para el sustento de las columnas obreras movilizadas. Algunas partidas anarquistas asaltaban las estancias, uniéndose a ellos la peonada de jornaleros, y moviéndose rápidamente para evitar emboscadas policiales. La prensa local confraternizaba con la patronal y destacaban la violencia obrera para tratar de implicar al gobierno nacional en el conflicto, e incluso la Embajada de Gran Bretaña solicitó esta intervención para defender los intereses de sus empresarios en territorio argentino.

El presidente Yrigoyen da las órdenes de mediar en el conflicto para llegar a un acuerdo en enero de 1921, nombró a un nuevo gobernador, Ángel Yza, pero también respaldó con el envío del coronel Héctor Benigno Varela, al mando de un regimiento de soldados. El conflicto llega a un principio de solución el 22 de febrero de 1921, aceptando la mayoría de las demandas obreras a cambio de la liberación de los rehenes estancieros y la deposición de las armas. Inmediatamente después de que las tropas de Varela regresen a Buenos Aires, los estancieros organizados en la Sociedad Rural se saltaron cualquier acuerdo y tomaron durísimas represalias contra los obreros utilizando a los grupos parapoliciales.

Segunda huelga en la Patagonia, represión militar y memoria de los nadie

Durante los siguientes meses las organizaciones obreras trataron de reorganizarse, a pesar de las múltiples escisiones que hubo debido a las posturas reformistas y pacificadoras de algunas secciones. El 24 de octubre de 1921 se clausuraron locales de la Federación Obrera Río Gallegos, Puerto Deseado, o Puerto de Santa Cruz, entre otros enclaves. Detenidos sus dirigentes obreros y torturados por la policía, se impulsó la huelga y la toma de estancias rurales. Antonio Soto y Ramón Outerello, entre otros, enarbolaron la bandera rojinegra y movilizaron a los peones que se unieron en columnas obreras, dirigiéndose hacia los puertos para romper el aislamiento debido a las detenciones y deportaciones de destacados sindicalistas en las ciudades costeras.

A principios de noviembre el presidente Yrigoyen vuelve a enviar al coronel Varela al mando de un regimiento de doscientos hombres bien armados, mientras que los huelguistas ascendían a unos dos mil obreros organizados en columnas en distintos territorios. Desde el 11 de noviembre se le otorgaron poderes para ejecutar por pena de muerte inmediata a los huelguistas que se capturasen, y fue de esa manera que el coronel Varela recorrió las distintas estancias rurales deteniendo y fusilando a cientos de huelguistas. El 1 de diciembre, tendieron una emboscada al grupo del anarquista Ramón Outerello, que resultó asesinado, mientras al día siguiente salían en persecución de las columnas lideradas por Antonio Soto. Tras regar toda la región de cadáveres que fueron quemados y enterrados sin señalamiento alguno, los soldados de Varela al mando del capitán Viñas Ibarra dieron con Soto y ochenta hombres en la estancia de La Anita, fusilando a la mayoría de ellos. El 9 de diciembre Antonio Soto y otros doce compañeros lograron huir cruzando la frontera chilena y jamás pudo ser atrapado por los soldados argentinos.

La última columna obrera en ser doblegada fue la liderada por José Font, anarcosindicalista argentino conocido como Facón Grande, quien en solidaridad con sus compañeros dirigió a un grupo de cuatrocientos huelguistas que se enfrentó a balazos contra los soldados en la estación de Tehuelches del ferrocarril patagónico el 21 de diciembre. Se refugiaron en el cercano campamento del Cañadón del Carro, extenuados y acorralados decidieron parlamentar con Varela quien les prometió respetar su vida si se entregaban. Al contrario de lo prometido inicialmente, éste fusiló a Facón Grande y medio centenar de huelguistas. La represión continuó durante ese mes de diciembre fusilando a centenares de huelguistas y aplastando militarmente la rebelión obrera en la Patagonia, finalizando la operación de exterminio de obreros el 10 de enero de 1922. Además, de los líderes obreros fusilados por su tenacidad y estrategia en la lucha, muchos de los peones masacrados fueron trabajadores migrantes chilotes, procedentes del archipiélago chileno de Chiloé, componían un gran porcentaje de los trabajadores rurales movilizados y sufrieron especialmente una criminal represión.

El gobierno de Yrigoyen nunca hizo oficial una lista de las personas asesinadas ni realizó ningún informe de las operaciones. Un año después de la finalización de la matanza en la provincia de Santa Cruz, en la mañana del 27 de enero de 1923, el coronel Varela fue ejecutado cuando salía de su casa de Palermo por Kurt Gustav Wilckens, un obrero alemán de ideas anarquistas, que le arrojó una bomba y le disparó cuatro tiros, emulando los cuatro tiros que ordenaba dar el mismo Varela durante sus represiones.

El fusilamiento de obreros en la Patagonia fue intencionadamente escondido y olvidado; sin embargo, el historiador y escritor Osvaldo Bayer publicó medio siglo más tarde el ensayo Patagonia Rebelde, que serviría como base para la película dirigida por Héctor Olivera en 1974 y censurada hasta una década más tarde en Argentina.

No fue hasta 2014, que el gobierno argentino inició la búsqueda de los restos de los trabajadores fusilados en la Patagonia, para darles una digna sepultura. Un ejemplo más de la vida de los nadie que mencionaba el pensador Eduardo Galeano, que valen menos que la bala que los mata. También una tarea pendiente para rescatar la memoria social de los movimientos populares en cualquier parte del mundo y sus luchas como mapa que nos muestra el camino de la emancipación y una vida digna.


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