¿Consiguió algo la resistencia a Itoiz, al desalojo de Kukutza o del Euskal Jai?
28 de agosto de 2018.
Son solo algunos ejemplos que podrían ser extendidos a otros casos en los que aparentemente el luchar, el resistir a un embate, no consigue el objetivo planteado ni nada material. La presa de Itoiz se construyó, los gaztetxes de Kukutza o Euskal jai fueron desalojados y destruidos. Sin embargo, más allá de la apariencia y el momento concreto, toda lucha o resistencia es un proceso dialéctico, nunca un compartimento estanco en la historia. De ahí que esas resistencias sí que obtuvieran resultados palpables y materiales definidos en sentido positivo.
Desgraciadamente no se pudo impedir que el pantano de Itoiz fuera construido pero la intensa resistencia a ese proyecto del capital, con sabotaje espectacular incluido, impidió que durante esas fechas y en los siguientes meses más de 100 proyectos del capital que estaban siendo contestados popularmente tanto en Euskal Herria como en el estado español fueran llevados a cabo resultando paralizados por temor en partidos, empresas y capitalistas a que se generara un conflicto de similar magnitud, pérdidas monetarias o de legitimidad.
Desgraciadamente la resistencia no pudo evitar que Kukutza fuera derribado pero otros muchos gaztetxes han surgido desde entonces por Bilbo siguiendo su hilo y naciendo de sus escombros y su espíritu de resistencia y pese a que hubiera amenazas por entonces a otros gaztetxes no se llevaron a cabo acciones de desalojo por similar temor a una reacción popular de resistencia como la de Errekalde. Aunque no sea “una victoria” cuando desalojaron Kukutza, escribí un texto sobre ello y finalmente decidí publicar el blog al mundo. En cierta manera este blog es también un hijo de los escombros de Kukutza ya que fue la rabia detonante para dar el paso. El día que perdamos la rabia ante lo que nos tienen montado, estamos perdidos.
Desgraciadamente la resistencia no pudo evitar el desalojo del Euskal Jai, pero si no lo hubiera habido, si Euskal jai se hubiera rendido de buenas a primeras, si Euskal Jai hubiera cedido a los designios institucionales burgueses, difícilmente años más tarde una nueva generación de jóvenes hubieran recogido su testigo y su memoria. La resistencia hoy al desalojo de Maravillas no solo ha paralizado por ahora su desalojo sino que ya ha salvado e impedido seguro que algún otro gaztetxe sea atacado porque no acaban de atreverse.
Está claro que si el estado, sus instituciones y sus leyes se ponen con toda la policía, violencia y medios que tienen, pueden desalojar lo que quieran o destruir lo que deseen o levantar los proyectos del capital que les plazca. Pero ahí afloran sus contradicciones debido a la resistencia y es en esas contradicciones, en esas grietas, donde la resistencia hace palanca, donde se enraíza y donde los proyectos populares florecen y pueden llegar a vencer por encima de toda amenaza. Por eso la resistencia en todo momento trae resultados y es al mismo tiempo creadora de condiciones nuevas y positivas. A veces con victorias directas de a lo que se resiste (por ejemplo Lemoiz o innumerables gaztetxes que no han podido ser desalojados) y otras veces con victorias indirectas de una dialéctica extendida en el tiempo que repercute favorablemente.
Si de hecho existe claramente la victoria material, incluso en resistencias que a corto plazo no pudieron evitar algo. El ejemplo de lucha pervive generación tras generación y es alimento para cualquiera de los presentes,ya que si ahora “se es” es porque antes “se fue”. El 3 de marzo, el 1 de mayo, el 8 de marzo incluso el Aberri eguna ( que se basa en el levantamiento de pascua irlandés que fracasó) todos ellos fueron derrotas en su día o reivindicaciones que no se llegaron a conseguir, pero al mismo tiempo memoria histórica imperecedera para la clase trabajadora y generadora de condiciones que fueron creando elementos favorables o victorias.
La resistencia jamás trae por si sola la victoria pero es un condimento imprescindible para ella. No existe victoria sin resistencia a la opresión. Por eso el pueblo oprimido de cualquier parte del mundo nació para resistir, crear y vencer.
Frente al resistencialismo y la gestión, resistencia y autogestión
Cuando un Estado recibe ataques o se le plantean situaciones determinadas responde. Es una necesidad evidente aunque no suficiente. A parte de responder y resistir los embates, estratégicamente necesitará de ofensivas, anular las alternativas al status-quo que defiende, seguir construyendo su modelo asentándolo y destruir toda amenaza. Todo eso es necesario para que un régimen determinado no caiga, para que un estado determinado no se erosione.
Cuando se pretende liberar ocurre exactamente lo mismo. Se hace necesaria la resistencia, ofensiva, alternativa, construcción y destrucción.
¿Qué ocurre cuando una fuerza está siendo ejercida sobre un objeto que opone poca resistencia? Que esa fuerza condicionará el movimiento del objeto con más eficacia.
La voluntad de un pueblo o de una clase social es del todo insuficiente sin elementos que hagan imponer esa voluntad frente a las fuerzas contrarias. Al fin y al cabo frente al monopolio de la violencia del capital.
Nunca dejará de haber elementos de resistencia, salvo en caso de absoluta derrota. Resistencia, ofensiva, alternativa, construcción y destrucción siempre serán elementos de cualquier fase de cualquier conflicto se expresen o se estructuren de cualquier forma. Perder la iniciativa en cualquiera de esos apartados puede afectar escalonadamente a todo debido a su interrelación.
Sin embargo, es muy diferente la resistencia y la autogestión comparadas con el resistencialismo y la gestión.
La resistencia suele tomar el aspecto de autodefensa frente a los ataques, una resistencia con doble carácter ya que en cualquier momento puede pasar a la ofensiva. No entender el factor de resistencia como siempre necesario en cualquier etapa de liberación es no compartir que el mundo se rige por una lucha de contrarios siendo el motor de la historia precisamente ello. Es decir vivir en un mundo en el que por arte de magia la lucha de clases no existe.O sea, en un mundo de fantasía.
La autogestión en su sentido amplio serían los elementos de construcción unilaterales del proyecto al que se aspira, y debido precisamente a esa lucha de contrarios latente, resistencia/ofensiva frente a reacción (es decir confrontación), hace que para levantarlos o defenderlos la resistencia sea un componente ineludible.
Por su parte el resistencialismo no sería una aplicación de la resistencia enmarcada en un proceso amplio de liberación sino en el mantenimiento de lo que hay, lo cual puede ser perfectamente una derrota enquistada. El resistencialismo es sinónimo de reformismo, es decir, de intento de parcheo de lo existente sin una política estratégica que transcienda. Por ello el resistencialismo va unido con la gestión y no con la autogestión. La gestión de lo existente por tanto se convierte en punto final debido a la visión de embudo que imposibilita salidas estratégicas. Es por ello que la gestión teme a la resistencia.
El sindicalismo y la lucha institucional casi siempre son paradigmas del resistencialismo y de la gestión debido al enorme poder tractor del sistema. Su labor rara vez puede salir del esquema sistémico porque precisamente son herramientas del propio sistema, no elementos de un nuevo modelo. Es por ello que su función no puede superar casi nunca los propios límites del sistema y se reducen a gestionar, no a construir un nuevo modelo (ellos son parte del viejo). Tanto el impulso del sindicalismo como de la lucha institucional burguesa, en su día fueron promovidos por la izquierda revolucionaria en la mayoría de países no con la conciencia de que a través de ellos se puedan alcanzar los objetivos sino con la conciencia de que sean partes instrumentales por una parte para favorecer mejoras en momentos determinados pero sobre todo para ser bombas de relojería que llegado el momento, cuando cualquier movimiento de liberación haya alcanzado un punto de inflexión que precisamente ponga contra las cuerdas a todos los estamentos políticos, sociales y económicos de una realidad concreta, estallen. Es por ello que su función no sería otra que la del caballo de troya. Claro que del dicho al hecho va un trecho, y en ausencia de tal movimiento de resistencia y autogestión, o ante su bloqueo o derrota, la lucha institucional o el sindicalismo se vuelven plenamente inútiles de cara a cualquier objetivo estratégico y la tendencia histórica es que acaben reforzando precisamente lo existente.
Por ello es importante que tanto la lucha institucional burguesa como el sindicalismo jueguen en la medida de lo posible con elementos de resistencia y autogestión. Es decir, que aporten en la vía de la deconstrucción sistémica. Convertir el poder sistémico que reciben en poder popular u obrero y defender el poder popular u obrero que nace fuera del sistema e intenta rebasar sus limitaciones son dos caras de la misma moneda sin la cuales el resistencialismo y la gestión institucional o sindical no salen de su laberinto. Si algo ha quedado medianamente claro en décadas y siglos de historia es que no existe ningún proceso institucional burgués ni sindical que haya creado ni conseguido nada por sí solo más allá del tacticismo en un marco impuesto, son los procesos sociales que nacen fuera de la celda sistémica la palanca para ello. De ahí que entre otras cosas el centro de gravedad de todo proceso sea el movimiento popular, el revolucionario y el poder obrero, es decir el pueblo trabajador por sí mismo, no algunos de sus instrumentos por sí solos. Instrumentos que en muchas ocasiones no pueden más que gestionar una derrota cuando se piensan el centro de gravedad y ponen de satélite y en dependencia al resto (gracias al poder sistémico recibido que no lo transfieren). En esa falta de transferencia es donde se encuentran los múltiples choques entre movimiento popular e institucionalismo. Es una deriva burocrática que se conoce desde antes de los soviets, en los soviets, y hasta hoy, exquisitamente comprobada una y otra vez en uno y otro lugar.
Hoy Euskal Herria y su clase trabajadora necesita de la resistencia y de la autogestión en su sentido amplio, como agua de mayo, la otra alternativa es el derrotismo, la desidia o la deriva policial ante la ausencia de estrategia rupturista.
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