Y la fiesta continúa...

12 de julio de 2014. Fuente: Natalie Mistral, guerrillera de las FARC-EP

Con todo respeto para los millones de hinchas que invirtieron toda su pasión en la gran fiesta mundial del fútbol, no me puedo quedar callada viendo lo que sucede en nuestro planeta, en el preciso momento en que la gran mayoría de los pueblos ha enfocado su atención en Brasil.

No creo sorprender a nadie, y mi intención no es de chocar con los apasionados, recordando a Eduardo Galeano, cuando afirma que el fútbol es el nuevo opio del pueblo, o mejor, la arena donde los gladiadores del siglo 21 apaciguan los anhelos de justicia social de la plebe mundial.

No hubiera podido, el estado israelí, haber elegido mejor momento para llevar a cabo su más reciente invasión a la Franja de Gaza. En efecto, ¿a quién le interesa los palestinos aplastados bajo las bombas invasoras, cuando estamos, al fin, por coronar el vencedor de la contienda mundial más mediatizada? El mundo retiene su respiración antes la próxima batalla deportiva, y nada podrá desviar su atención.

Este nuevo ataque a Palestina no es una sorpresa, no podemos pues, olvidar que la franja de Gaza es un territorio cercado permanentemente y bajo constante amenaza. Este minúsculo pedazo de tierra es todo lo que queda de la Palestina que acogió pacíficamente a los judíos huyando de otro holocausto, el perpetrado en la Alemania nazi en los años de la segunda guerra mundial, Alemania que se apresta a ganar el tan esperado partido final.

Y el mundo está mirando por otro lado, mientras se lleva a cabo la fase final de un plan de aniquilación del pueblo palestino, Un genocidio fríamente calculado. No me extenderé más en comparativos históricos, tristemente válidos, aunque me gustaría entender el cómo un Estado nacido de similar horror puede, con tal frialdad, reproducir una violencia que hace un poco más de medio siglo, su pueblo padecía.

Israel detiene un terrible récord de violaciones a los derechos humanos, todos los organismos internacionales poseen pesados y bien documentados expedientes sobre masacres, torturas y desapariciones, cuyo blanco privilegiado son los niños y jóvenes, lo que refuerza la idea de una voluntad real de desaparecer la población palestina. Sin embargo Israel parece realmente intocable. Entonces solo quedan los pueblos solidarios; protestar, gritar, marchar... nada es suficiente...

Pero el Estado de Israel no es el único en haber aprovechado la embriaguez colectiva. Ucrania también fue el escenario de una sangrienta ofensiva del gobierno nacionalista de
Kiev contra los territorios rebeldes, que tuvo por resultado la muerte de 500 civiles y mas de 1500 heridos, en su primera fase.

Y aquí, en Colombia, el ejército aprovechó semejante oportunidad para llevar a cabo bombardeos indiscriminados, arrestos arbitrarios y ejecuciones de civiles en el Catatumbo y el Meta. Los habitantes de San José de Apartado acaban de denunciar prácticas similares, sin contar las denuncias de ataques paramilitares sobre poblaciones rurales, en muchas regiones del país. Y el Gooool!!!! impide escuchar los gritos de dolor de las víctimas, como impide también oír las voces de los hombres y mujeres que en este momento se están preparando para abordar en todo el país el tema difícil de la verdad sobre el conflicto colombiano.

Casi nadie hace nada, y sin embargo, soñando despierta, me pongo a pensar que existe un pequeño grupo de individuos que tendría el poder de presionar a los pueblos y los estados. Dos equipos que pueden concentrar y redirigir la gran energía popular hacia una solidaridad apremiante. Siguiendo el ejemplo de los jugadores argelinos que dieron sus primas de de participación al mundial a los niños de la Franja de Gaza, que bueno sería que los jugadores de los equipos de Alemania y Argentina puedan, como un gesto humanitario, negarse a jugar la tan esperada final mundialista y, en cambio, volcar las barras a las calles a exigir la retirada de las tropas israelíes de la Franja de Gaza.

Esta idea puede sonar descabellada, pero me surge como un recurso ante la pasividad de la llamada comunidad internacional, segura de la fuerza que podemos ejercer los pueblos, si empleamos el poder de cohesión y decisión con que apoyamos nuestros equipos, para el bien de la humanidad. La solidaridad puede ser la clave que despierte la consciencia.


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