Ocurrió en el Realejo, Granada, 2007-08

5 de septiembre de 2009.

Reflexión autocrítica sobre el CSO la Fábrica de sueños en Granada

La fábrica de sueños es un nombre que se le da a un espacio, un espacio dónde un grupo de personas, nunca el mismo ni en número ni en individuos, quieren poner en práctica ideas que tienen en común.

No fue un proyecto. Simplemente por el hecho de que la gente que participaba dando vida a ese espacio era muy diferente y también porque no se conocían entre ellas. Se podría decir que ni siquiera esas personas sabían lo que querían, ya que nunca les habían dado la oportunidad de poner en práctica aquéllas ideas.

Esas ideas son básicas: igualdad entre las personas (ya sea por género, raza, clase o disposición económica), respeto a la naturaleza y a los demás animales, libre intercambio de conocimientos, trabajo en grupo y cooperativismo entre las personas (dejando a un lado la competitividad que obliga a tener entre la gente esta sociedad), etc…

Estas ideas, y las que se deducen de ellas, son las que estaban en la cabeza de esas personas que participaban en ese espacio llamado La fábrica de sueños. Esas ideas son las que se intentaron poner en práctica, en respuesta a la sociedad, la cual, aunque defienda esas mismas ideas, en la práctica es totalmente contraria.

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Ese espacio no era ni alquilado ni comprado, era ocupado. Y era ocupado porque esa gente piensa que una de las cosas que están mal en esta sociedad es la vivienda, ya que, a pesar de ser un bien de primera necesidad, hay gente que saca mucho dinero a costa de las necesidad de otra gente. Que la vivienda no tendría que ser tan cara, y menos aún si se benefician económicamente los que ya tienen mucho dinero, como las inmobiliarias, los ayuntamientos o personas particulares. Que no puede ser que haya muchas casas vacías durante mucho tiempo y que las que salen a la venta sean carísimas. Por eso se ocupó una casa que hacía más de quince años que estaba abandonada, ya que sería completamente incoherente quitarle la casa a nadie. Y esta casa nadie la quería, y si la quería alguien es para dejar que se cayera a lo largo de los años y así poner un edificio de lujo y caro, con todo el dinero que ganaría con esto. En todo caso, nadie la necesitaba, porque si la necesitaran estarían arreglándola o viviendo en ella.

Pero es más, cada una de esas personas que utilizó esa casa tenía su vivienda, por lo que esa casa no la querían para vivir ellos, sino para utilizarla para todo el mundo que quisiera, respetando siempre ese espacio, puesto que a esas personas no les gusta destruir, sino construir.

[Se arregló el jardín abandonado (podó la parra un jardinero, se quitaron las malas hierbas…) Cogieron muebles de la basura y que nadie quería para amueblar esta casa y ponerla bonita. Pintaron la casa de colores porque estaba descorchada…]

Por eso allí se hacían talleres, asambleas o comidas. Porque se quería poner en práctica aquéllas ideas fuera del alcance de los poderosos, del dinero y de la competitividad.

Todo esto, que es tan sencillo, tiene muchas complicaciones cuando se lleva a cabo entre gente que tiene otra forma de pensar y relacionarse, a pesar de los esfuerzos por parte de esas personas de integrarse entre los vecinos e invitarles a pasar a la casa:

Al vecino le molesta el ruido que se forma de las reuniones que se hacen (siempre por el día, puesto que por la noche había un caluroso respeto), pero en vez de ir a decírselo tranquilamente y llegar a un acuerdo fácilmente, increpaba por su balcón y escribía cosas en el periódico, sin que nunca hubiese hablado con esas personas, es como si les tuviese miedo. Desde un principio les trató como sus enemigos; como si alguien le hubiese dicho que por el simple echo de estar ahí fueran malas personas, salvajes sin capacidad de diálogo, en vez de tratarlos como sus vecinos.

La presidenta de la asociación de vecinos del barrio, casualmente con relaciones en el ayuntamiento y en los juzgados de la ciudad, empieza a boicotear los actos públicos que esas personas hacían; teatro en la calle, música… a lo cual asistía mucha gente y, si no a toda, a casi toda le agradaba (todo esto sin pedir nada a cambio y con el fin de aportar algo al barrio).

Los medios de comunicación locales empezaron a hablar muy frecuentemente de esas personas como gente que podría causar problemas, creando una opinión negativa de la población de toda la ciudad hacia lo que estaba ocurriendo. Decían que vestían mal, que estaban desaseados o que eran miembros de la Kale Borroka… Podría haber entre ellos alguno que tuviera mal gusto al vestir, otro que fuera despeinado, incluso algún otro que no se duchara desde hacía ya unos días, pero, ¿miembros de la Kale Borroka? Y además empezaron a definirles con palabras malsonantes como: antisistema, punkys o hipyes románticos.

Esas personas no se callaron, querían decirle a toda la gente que lo que contaba la prensa era falso. Pero nadie les apoyó más que un puñado de personas.

Intentaron hablar con los periódicos, pero éstos sólo querían contar cosas malas, ya que eran muy simpáticos con ellos cuando iban a preguntarles algo, pero luego contaban lo que ellos querían.

Intentaron hablar con el vecino, pero él no hacía otra cosa que insultarlos con palabras bonitas en el periódico.

Intentaron hablar con la asociación de vecinos, pero la presidenta les dijo que no tenía nada que hablar con ellos.

Al final, la policía (con los que tampoco pudieron hablar) mandó que dejaran la casa, y dejaron la casa. Y ahora los jueces han dicho que cinco personas son las culpables de todo esto y que a lo mejor les meten en la cárcel si no pagan mucho dinero.

¿No se darán cuenta los jueces de que esas personas no creen en el dinero?

Reflexión autocrítica sobre la Fábrica de sueños

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El centro social La fábrica de sueños se basó desde un principio en una cosa: en dar un servicio social, por mucho que nos esforzáramos en que no fuese así del todo. Y la verdad es que casi no hay más opciones cuando se trata de un centro social ocupado en medio de la ciudad, de una ciudad conservadora como Granada, y en un barrio conservador, turístico y pequeño como el Realejo. Tienes que dedicar mucho esfuerzo a que la gente comprenda tu punto de vista, tan raro para ellos que están sumergidos en un sistema tan bien montado y en el cual, todo lo que sale de sus esteriotipos, está mal visto y se intenta eliminar.

La gente que formaba el centro social, tan diferente, sin conocerse los unos a los otros y sin cohesión de grupo (que se fue trabajando en el trayecto); creíamos que estábamos llevando a cabo una lucha contra este sistema capitalista, pero, si hubo alguna lucha, fue contra el barrio, contra el que nos peleábamos para que nos entendiesen.

Cuando participas en un centro social ocupado en un contexto como este (ciudad y barrio conservadores…) habría que tener en cuenta que si tu objetivo es luchar contra “el sistema” lo tienes muy difícil puesto que toda la gente que te rodea te intentará pisar. Y si tu objetivo es aportar algo al barrio: en primer lugar, un barrio como el Realejo no es el lugar, puesto que tienen todas las comodidades a su disposición, viven sumergidos en el profundo sueño de la sociedad del bienestar, y, en segundo lugar, si buscas dar un servicio al barrio, no hace falta que ocupes, sólo ir a ofrecerte como animador sociocultural al centro cívico del barrio.

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Una estrategia mixta, es decir, luchar contra “el sistema” y dar un servicio al barrio a la vez, es prácticamente imposible y se podría dar en muy pocos contextos, y mucho menos en un contexto en el cual existe una tremenda pasividad social y rechazo al activismo.

La gente que participaba en el centro social tenía en común una tremenda ilusión que dio a luz cosas muy bonitas, pero la inexperiencia y el no tener las cosas claras desde el principio nos ha llevado a lo que ahora mismo tenemos; un proceso judicial en el cual nos vemos desbordados como grupo y más aún se desbordan las personas imputadas.

Por lo tanto nos han dado por todos los lados: al sistema no lo hemos golpeado porque primero teníamos que ocuparnos del barrio, hemos puesto todas nuestras ganas y nuestras fuerzas en un barrio dónde la gente consume bienestar en vez de humanismo y racionalidad (hablar a una pared) y además ahora tenemos un percal que flipas que no podemos asumir y que nos ha tenido jodidos un año si no es más…

Eso sí, fue precioso….y puede que hayamos aprendido muchísimo.
Pocas personas han seguido dándolo todo después del desalojo, a ellas, un fuerte abrazo.

Blog del CSO La Fábrica de Sueños


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