Artículo: Panorama alternativo de Internet (Agenda Latinoamericana)

1ro de enero de 2001.

Las metamorfosis que la tecnología moderna opera en el campo social parecen sustentar un nuevo conjunto de relaciones y posibilidades que escapan a catalogaciones y etiquetas clásicas. La rapidez de la difusión y la fulgurante asimilación de las llamadas "nuevas tecnologías de la información" no han permitido estudiar la centralidad que están asumiendo dentro de los procesos sociales y políticos. En este sentido, el denso mundo que rodea las comunicaciones telemáticas y la informática del cambio de siglo se ha constituido punto de apoyo de una serie de dinámicas sociales básicas. La retórica técnico-apocalíptica y una estética multimedia desbordante han eclipsado todas las dislocaciones que las comunicaciones electrónicas han producido tanto en la vida cotidiana de las personas como de los movimientos políticos alternativos. Ha cambiado tanto la comunicación de la política y como la política comunicativa.

Nos encontramos ante un/a internet que ha llegado a su mayoría de edad a pesar de su paradójica juventud (su predecesora la red militar ARPANET expiró oficialmente en 1989). Un entramado comunicativo que se ha asentado, que ha hecho familiar la "cultura de las redes" y se muestra constante en nuestras rutinas, discursos y hábitos. Sin embargo, internet es todavía una tecnología cuya difusión está limitada por cuestiones de renta, queda acotada a los segmentos más pudientes, es una tecnología estratificante. Todavía, el contorno tecnológico dibuja un escenario donde hay un primer mundo "conectado" frente a terceros mundos (que ya son casi todo el mundo). Como premisa básica debemos reconocer que internet, ese circo global multimedia, veta y acota el acceso a determinados colectivos culturales, económicos y lingüísticos.

Por desgracia, también nos hemos quedado anclados en el mito de internet como un gran mercado mundial de la información orientado a los grandes oligopolios financieros e intereses económicos privados. Un lugar para fomentar la cultura del consumo audiovisual, la industria mediática y el telemarketing. Nos han acostumbrado a imaginarlo como un gran bazar hecho de cables donde las multinacionales se devoran mutuamente y los imperios empresariales amasan fortunas en los laberintos cibernéticos. La información, como capital simbólico o mercancía inmaterial, permite en estos momentos que los tentáculos de los Gates o Soros de turno acaparen y se enriquezcan a costa de los demás, construyendo un mundo globalizado donde la igualdad queda reducida a las fórmulas aritméticas. internet es, sin duda, una golosa pieza para el cibercapitalismo para dar una vuelta de tuerca más a la uniformización globalizante, a la homogeneización cultural, al consumo desorbitado, a la explotación económica y al despilfarro salvaje.

Pero existe otra cara, el reverso del marketing virtual o de la telemática macrofinanciera: el uso social y político de internet. Hay más protagonistas en el guión de esta historia que se resisten a ser simplemente extras. Lejos de mitificar las nuevas redes telemáticas como el edén democrático, internet es un instrumento que ofrece grandes posibilidades para los grupos populares y para los militantes, que facilita nuevas formas de participación política y social. Internet permite una inversión de doble signo respecto a los media tradicionales: la difusión y distribución de informaciones que quedan sombreadas por las grandes corporaciones mediáticas y la horizontalidad comunicativa como forma de intercambio democrático de información.

En primer lugar y respecto únicamente a los avances técnicos que aporta la Red, hemos de reconocer una serie de rupturas frente a los medios clásicos: instantaneidad o comunicación en tiempo real, interactividad o comunicación bidireccional, virtualidad o amplitud comunicacional y unicidad o integración comunicacional. Lo que converge con la ventaja de que el coste de transmisión no es proporcional a la distancia. La deslocalización geográfica y el desenclave temporal favorecen numerosos usos originales de este medio de comunicación (circulación rápida de información, facilidad para la interactividad, sencillez para participar, respuestas inmediatas, difusión mundial,...). Internet permite técnicamente la multiplicación de centros activos y emisores frente al rancio paradigma de los media clásicos que nos reduce a receptores pasivos.

Y en segundo lugar, señalar que, en la corta vida de la red de redes, ante nuestros ojos han desfilado numerosas experiencias en las que se han desarrollado prácticas sociales antagonistas y políticamente transformadoras que cimentan este nuevo escenario: actores sociales generando redes de intercambio no mercantiles que trascienden fronteras, nuevas formas de participación y extensión de la ciudadanía, resistencias distantes que se conectan, expresiones de acción colectiva que interactúan constructivamente, diálogos multiculturales y democratizantes, la posibilidad de internacionalizar la solidaridad en los conflictos (recuérdese Chiapas), movilizaciones internacionales que se superponen y refuerzan, nuevos repertorios de protesta al alcance de tod@s (huelgas, mailbombings, sabotajes electrónicos, convocatorias mundiales, saturación por información, hacktivismo...), expresiones mundiales de lucha por la justicia social y por los derechos humanos, luchas micro que se amplifican, formación de comunidades virtuales que favorecen la organización, la coordinación y el intercambio, etc. Emergen también nuevas formas de cooperación social y trabajo en red utilizando la información en un desarrollo compartido descentralizando los centros de decisión. Lo que ha quedado patente en la paradigmática comunidad Linux y el efecto open source (código libre) formando "comunidades de conocimiento". Movimiento que compite actualmente en igualdad con el imperio Micro$oft y ejemplo de colectivos horizontales cuya gestión no jerárquica llega a competir con las multinacionales. Por no citar las luchas por la libertad de expresión e información (free speech), por la privacidad de las comunicaciones (PGP), por la condonación de la deuda externa, los referendums globales, etc., que se muestran como intentos de democratizar la red.

La moraleja aprendida es que el tejido comunicativo crea tejido social, favoreciendo nuevos repertorios de recursos y acciones para los movimientos sociales y populares en los territorios formados por el comunitarismo virtual. Los flujos comunicativos configuran nuevas dinámicas organizativas y propician la emergencia de redes sociales. Redes humanas que, dada la alta interactividad comunicativa, activan y potencian la participación militante (frente al terrible "absentismo político"). Por otra parte, hoy en día, cualquier organización se fortalece si desarrolla formas de gestión integral de la información (la savia que circula por sus venas).

Si, durante largos siglos, la izquierda pecó del excesivo recelo y distanciamiento de los avances de la ciencia y la técnica, ahora realiza una pirueta silenciosa y se coloca del otro lado. Ha vuelto a andar el camino completo comprendiendo que negó una posibilidad histórica para su despegue. Abandonando, de esta forma, una postura de ermitaño e intentando abrazar ese abanico de potencialidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información.

No está de más, sin embargo, recordar los temores de la vertiente sombría de la Red, las consecuencias perversas de la comunicación hipermediada: la formación de muchedumbres solitarias convertidas en voyeurs de historias ajenas, el excesivo uso de interfaces individualizantes y atomizadores, la división mundial entre conectados y no (un nuevo muro centro-periferia basado en el acceso a la información), las fantasías de liberación cibernética que sustituyen las problematizaciones diarias por la pantalla de nuestro ordenador, la excesiva abstracción de un mundo hipercodificado (relaciones personales mediadas hipervisualmente), códigos expertos que se convierten en una "droga multimedia", etc. Internet se mueve en un próspero desequilibrio, cruce de caminos o campo de tensiones altamente prometedor. Cuando se inventó el ferrocarril hubo quien alertó de que nuestro aparato perceptivo no estaba preparado para el vértigo producido por la visión de imágenes a tal velocidad. Ahora, este ágora mundial es el territorio virgen para un futuro espacio social democrático. Aunque el cambio (de siglo) no justifica los medios, es innegable que la presencia, la participación y la intervención de los movimientos sociales y ciudadanos es cada vez más necesaria para reformular las intenciones de lo tecnológico. Internet es un instrumento ideal (pero no el único) para canalizar nuestra solidaridad, expresar nuestras demandas, plasmar el igualitarismo y proyectar nuestras utopías. La red es hoy la condición de posibilidad de muchas transformaciones y cambios sociales, una caja de herramientas para apuntalar un nuevo mundo. Sin embargo, enfaticemos que el valor de uso de la red está en los militantes y la reapropiación que hagan de ella y no en los dispositivos tecnológicos formales (internet es un producto humano). Recuperar la administración de nuestras vidas pasa por conectar el archipiélago de esas pequeñas islas o nudos de libertad que se tejen la red. Si, como decía Cortázar, "un escritor revolucionario debe ser revolucionario en la escritura", un comunicador revolucionario debe ser revolucionario en la forma de comunicar.

NODO50, Agenda Latinoamericana 2001


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