Violencia

5 de marzo de 2013. Fuente: Violencia

"Las reuniones de individuos, aunque sean enormes, son frágiles. La multitud a lo mejor es ingobernable pero a hostias se disuelve con facilidad. Los vínculos débiles están muy bien para compartir vídeos sobre gatos en algún foro, pero ningún comunity manager te va a convencer de que no te pires a gran velocidad cuando un psicópata uniformado se baja de su furgoneta para intentar sacarte un ojo con una bala de goma".

Darwin Palermo ataca de nuevo. Se le echaba de menos.

En los años noventa, tres representantes de los trabajadores de una empresa que llevaban varios meses en huelga fueron discretamente invitados al palacio de la Moncloa para reunirse con el ministro de Fomento. Al llegar a la puerta el policía nacional que estaba de guardia les hizo el saludo militar. El sindicalista que iba delante retrocedió y se cubrió la cara con el brazo. “Pensé que me iba a soltar una hostia”, me contó después.

Me ha pegado una amplia variedad de fuerzas y cuerpos de seguridad: nacionales –normales, antidisturbios y secretas–, municipales, policía militar, guardia civil, seguretas de varias empresas e incluso el servicio de orden del SOMA-UGT (uno de los motivos por los que no comparto el entusiasmo generalizado por la minería). Por el momento me he librado del hecho diferencial y los monos de escuadra y la txakurrada aún no me han aporreado.

Uno de los muchos efectos positivos del 15M ha sido cuestionar la imagen hegemónica de la policía y difundir un retrato más acorde con la realidad: abusones de patio de colegio con placa y pasados de anabolizantes. Aún así, me voy a permitir romper por un momento este clima de consenso y armonía. NO OS QUEJABAIS TANTO CUANDO SÓLO NOS PEGABAN A LOS DEMÁS.

No lo digo por rencor. Bueno, sí. Pero es verdad que mucha gente cree que la policía ha sufrido una mutación demoníaca en el último año. Que han recibido instrucciones detalladas desde el lado oscuro de la fuerza para apalear a probos ciudadanos. Los heroicos cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, que luchaban contra el terrorismo y rescataban gatitos de los árboles, se han convertido en matones con licencia de armas.

Breaking News: La policía agrede indiscriminadamente, se infiltra en las manifestaciones, tortura en comisaría e inventa pruebas en los juicios. Siempre lo ha hecho. Resulta que ese su trabajo.

Sí, vaya puta mierda de trabajo. Pero a algunos les gusta. A veces hablo con gente convencida de que nadie puede disfrutar mandando al hospital a otra persona indefensa, en particular si vas armado hasta los dientes y pesas treinta kilos más que tu víctima.

En fin, yo no sé en que jodida comuna rousseauniana habrán pasado su adolescencia. En mi instituto había un montón de tíos que jamás desaprovechaban la oportunidad de romperle la cara a alguien, sobre todo si estaban seguros de que no les iba a pasar nada. Algunos se hicieron policías, otros militares, otros estudiaron ADE y otros están en la cárcel.

La pregunta interesante no es por qué la policía pega a los manifestantes sino por nos dejamos pegar. No tiene nada que ver con la fuerza física, el entrenamiento o misteriosas habilidades ninja. Curzio Malaparte contaba como grupos de niños pequeños sicilianos saltaban encima de los soldados alemanes, los inmovilizaban y los mataban clavándoles un clavo de gran tamaño en la cabeza (que conste que no estoy dando ideas).

Ningún antidisturbios puede detener a dos personas al mismo tiempo en medio de un tumulto. Con una proporción de 20 a 1 la policía sencillamente no debería atreverse a aparecer. Por encima de esa ratio, deberían estar pensando en quemar sus uniformes y enterrar sus placas.

Por qué entonces son tan eficaces? ¿Cómo puede ser que un par de cientos de paniaguados disuelvan manifestaciones de miles de personas convencidas de que tienen el derecho y la obligación de hacer lo que están haciendo?

“No hay casi ninguna actividad humana que sea tan intensamente social como la guerra moderna. Cuando una unidad militar pierde su cohesión interna y sus integrantes empiezan a pelear como individuos, se produce un cambio tan radical y desfavorable en la proporción de víctimas que es casi siempre decisivo. Desde 1914, todo alto mando en el mundo ha sabido que la valentía individual de los soldados en la guerra moderna es tan esencial como el hecho de que sean apuestos”. (Leo Cawley en From Hanoi to Hollwywood, citado en J.G. Ballard, Guía del usuario para el nuevo milenio).

Aguantamos las ganas racionales de salir corriendo cuando la vergüenza y la preocupación por los que se quedan atrás vencen al miedo. Hay gente lo suficientemente valiente y altruista como para comportase así cuando están rodeados desconocidos. La mayoría no podemos. Nuestra escasa capacidad de hacer frente a un puñado de mercenarios subnormales dice mucho sobre algunos límites de la organización política informal y reticular.

Las reuniones de individuos, aunque sean enormes, son frágiles. La multitud a lo mejor es ingobernable pero a hostias se disuelve con facilidad. Los vínculos débiles están muy bien para compartir vídeos sobre gatos en algún foro, pero ningún comunity manager te va a convencer de que no te pires a gran velocidad cuando un psicópata uniformado se baja de su furgoneta para intentar sacarte un ojo con una bala de goma.

Los más tontos de nuestra pandilla, claro, lo entienden todo al revés. Como para pegarte en condiciones con la policía es buena idea estar muy comprometido con la gente que te acompaña, se imaginan que lo importante son las piedras, los pasamontañas o, en su defecto, los chistes sobre guillotinas. Cuando es exactamente al contrario. Con poca o ninguna violencia se puede ofrecer una resistencia brutal si tienes la certeza de que los demás van a hacer lo mismo.

Para que el número de gente importe, tenemos que ser algo más que un número. Por eso el lema del 99% queda muy mono en los vídeos virales pero siempre me ha parecido una mierda.


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