Tres años sin Chato Galante, generosidad e inteligencia

30 de marzo de 2023. Fuente: Lo que somos

Hay pocas personas como él que, al poco de conocerlas, ya sientas como parte de tu geografía emocional, como cuando te enamoras, ya sabes que formará parte de ti para siempre, y con Chato fue así, se estableció en mi imaginario personal de una forma permanente

Por Angelo Nero*

Chato Galante, cómo no quererte

Conocí a Chato Galante justamente en 2019, en Pontevedra, en un encuentro entre un puñado de compañeros y compañeras de la Iniciativa Galega pola Memoria, que agrupa a la mayoría de los colectivos memorialistas de Galicia, gracias a la generosidad de Montse Fajardo, portavoz de la IGM, a quien seguía en los caminos de la Memoria, primero desde la admiración, a través de sus libros, después desde la complicidad en cualquier acto en el que ella participara, finalmente desde la amistad, que se había fraguado a lo largo de los últimos años. No encontraré nunca la forma de agradecerle que me hubiera invitado a participar en aquella comida en la que junto a una docena de personas boas e xenerosas, nos sentamos a la mesa con Gus y con Chato, representantes de CeAQUA, la Coordinadora de Apoyo a la Querella Argentina, con la cual querían que nos sumásemos.

Un poco de humor tras declarar ante la jueza María de Sevini.

En el viaje a Pontevedra, donde se realizó aquel xantar de fraternidad, recordé cómo el día que había ido al cine a ver El silencio de otros, la larga cola que me había sorprendido en los Multicines Norte, algo que no recordaba en una película documental, y como ese día nos habíamos quedado unos cuantos sin entrada. Había regresado al día siguiente, para sentir en mi propia piel los recuerdos y la lucha de María Martín, de Carlos Slepoy, de Felisa Echegoyen, de Chato Galante… en la piel se me quedaron grabadas especialmente la mirada de María, señalando la cuneta donde habían enterrado a su madre, y la sonrisa de Chato, cuando la jueza María Servini había encausado a Martín Villa, uno de los responsable de la represión franquista.

Esa sonrisa fue lo primero que me recibió en aquel día en Pontevedra, recuerdo que Chato estaba hablando con Montse y con Luís Bará, otro de los incansables luchadores contra la desmemoria en nuestro país, y cuando me acerqué, con cierta timidez, a saludarlo, me estrechó la mano como lo haría un amigo de toda la vida. No hizo falta más para que se estableciera una fuerte corriente de afecto, como no quererte, Chato, nada más conocerte… Me senté frente a él en la comida, y esa corriente fue alimentándome durante toda la tarde, con sus palabras y sus sonrisas. Hay pocas personas como él que, al poco de conocerlas, ya sientas como parte de tu geografía emocional, como cuando te enamoras, ya sabes que formará parte de ti para siempre, y con Chato fue así, se estableció en mi imaginario personal de una forma permanente.

Tres meses después volvimos a coincidir en la illa de San Simón, en el homenaje que todos los años se realiza en ese antiguo campo de concentración a las víctimas del franquismo. Me acerqué a él para entregarle el cuaderno que hacemos para recordar el acto, y a cambio me regaló, junto a esa sonrisa de galán de cine, un abrazo de hermano, de esos que te quedan tatuados bajo la piel. En esta ocasión el acto estaría dedicado a la Querella Argentina, y él sería uno de los principales oradores, como en otros años lo fuera Darío Rivas, el primer querellante de la causa, que no había descansado hasta recuperar el cuerpo de su padre, alcalde republicano de Castro de Rei, asesinado por un grupo de falangistas, en los primeros meses de la longa noite de pedra. “Nosotros tenemos esa asignatura pendiente, no podemos pasar a siguientes generaciones esta ignominia, nosotros debemos conseguir que esos criminales sean llevados a la justicia, que sea condenado el régimen franquista, que se impida la existencia de asociaciones que hacen apología del fascismo en nuestro país”. Dijo Chato en su emotiva intervención.

Visitó Galiza varias veces durante este año pasado, sumando personas y colectivos al apoyo a la Querella Argentina, y en octubre volví a recoger su abrazo y su sonrisa, en unas jornadas sobre la Represión franquista a las mujeres en el Val Miñor, dónde volví a ver –ya era la tercera o cuarta vez- El silencio de otros, en un auditorio abarrotado, pese a la desapacible tarde de invierno. Como si fuese la primera vez, volví a emocionarme con María, con Kutxi, con Carlos, con Ana, pero sobre todo con Chato, con ese hombre que volvía a hablarnos de ese pasado incómodo, sin rencor, con la mirada limpia y las voz firme, dándonos más material para construir el sueño de conseguir un horizonte de Verdad, de Justicia, de Reparación.

Al mes siguiente regresó –pienso que, para entonces, ya estaba echando raíces en Galicia, a través de tanta gente que le quería-, a un gran acto institucional de apoyo a la querella en Pontevedra, dónde se sumaron las familias de Alexandre Bóveda, Amancio Caamaño y Ramiro Paz, asesinados por el franquismo. Después del emotivo acto, otra vez Montse –cómo agradecerle tanta generosidad-, me invitó a que me quedara a cenar con Chato y con un pequeño grupo, entre los que estaban Luís Bará, y dos abogados de CeAQUA, Jacinto Lara y Paloma García. Chato volvió a regalarnos anécdotas de su paso por la cárcel, su “verdadera universidad”, dónde estrechó amistades que durarían hasta hoy… Cómo no quererte, querido Chato, volví a pensar esa tarde, por esa manera tuya de compartir hasta los recuerdos más dolorosos y transformarlos en un arma para cambiar el mundo. Fue la última vez que lo vi, aunque para entonces sabía que su sonrisa estaría conmigo para siempre.

La noticia de su enfermedad me llegó en Pamplona, en un encuentro sindical en el que coincidí con Begoña Zabala, y me golpeó como el temporal que, en esos momentos, estaba azotando esa parte del mundo. Begoña y Sabino mantenían una estrecha relación, de militancia, pero sobre todo de amistad, con Chato y con Justa, y estaban seriamente preocupados por su salud, una preocupación que, desde entonces, se convirtió también en mía. En febrero Sabino vino a presentar su último libro a Vigo, y le pregunté por el estado de Chato, y me dio cierta esperanza al decirme “es un gran luchador, lleva toda la vida luchando, y esta lucha también la va a ganar”.

Desgraciadamente esos últimos días de marzo, justo un año después de aquella primera vez en Pontevedra, nos despertábamos con la terrible noticia. Aquel fue un día de llamadas y mensajes urgentes, de recopilar fotos, vídeos, recuerdos en común de los miembros de la Iniciativa Galega pola Memoria, de muchas publicaciones en todos los medios a nuestro alcance, emotivos especialmente los de Montse Fajardo y Luís Bará, – cómo no quererlos a ellos también-, o de los que me llegaron después en las mil formas que tiene la gente que seguir queriendo a Chato.


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