Reflexión sobre los valores que transmite el deporte y contradicciones entre deporte y deporte-negocio.
¿Transmite valores el deporte?
5 de agosto. Fuente: El salto
España ganó la Eurocopa de fútbol. ¿Alguien no se habrá enterado?. Una de las cosas que llaman la atención, es ver tanta gente unida saliendo a la calle, esta muy bien, el fútbol, toca lo emocional y como consecuencia consigue esta comunión.... Yo particularmente echo de menos esta unión en otros temas que nos tocan mucho más como que la vivienda sea considerada por fin como un derecho y no como una inversión de unos pocos, aquí como en otros muchos temas los partidos, el sistema, los ricos, (llámalo como quieras) nos mantienen divididos no sea que vayamos a cambiar algo importante...
Manolo Rodrigo Martínez
Otro asunto muy llamativo fue ver como muchas personas que insultan habitualmente a jugadores negros esta vez han brindado por el triunfo de una selección que por fin ha reflejado un país diverso como el nuestro con importante protagonismo de jugadores hijos de inmigrantes. Desgraciadamente, esto no nos curará nuestro habitual racismo porque principalmente éste va dirigido al pobre no al que le va bien.
Esto me lleva a pensar sobre los valores que transmite el deporte, los de verdad no con los que se llenan la boca muchos. Aunque primero habría que definir qué es el deporte. Deporte es lo que yo hago por las mañanas cuando salgo a correr o lo que sale por la tele que despierta tantas pasiones... muchas personas les oigo decir que les gusta el fútbol, pero lo que realmente les gusta es sentarse en el sofá con unas cervezas y varias bolsas de patatas fritas. Esto no es deporte.
El deporte de elite, el profesional, es un negocio y un espectáculo, ni siquiera es sano para los que lo practican.... No sería nada sin los inversores públicos y privados que lo mantienen. Como espectáculo puede estar muy bien, igual que pagas por ver una película, una obra de teatro o a un grupo musical pues pagas por ver un buen partido. Nada que objetar.
Lo que me remueve por dentro es cuando nos insisten en la transmisión de valores humanos y lo bueno que es para la formación de la juventud, es que no me lo creo. Lo primero es la monserga positivista con la que nos bombardean continuamente, que con trabajo y esfuerzo, todo lo podemos conseguir... ¡Mentira! Todos conocemos a personas que se esfuerzan mucho y no consiguen nada por plantearse objetivos que no son realistas, por falta de capacidad o por mil motivos más.
El único valor que se transmite es la competición (el ganar, ganar y ganar de Luis Aragonés) y si no ganas, ¿qué queda? Incluso se fomenta la competición dentro del equipo por los puestos titulares. Lo más feo es que esto se lleva, en demasiadas ocasiones, al fútbol de formación y niños que se les da un poco peor juegan menos, siendo contradictorio pues jugando poco es más difícil mejorar.
Yo me quedo más con el deporte de la calle, el aficionado. Si el fútbol es un deporte tan de masas no solo es por el apoyo de los medios y de todos aquellos que se forran con él, sino también porque no necesitamos nada para jugarlo, algunas veces recuerdo jugarlo con una lata de refresco y las porterías hechas con piedras o los abrigos en invierno, cuantas discusiones por si había sido alta o no por la falta de larguero.
En ese deporte callejero sí veo algo más, salir a correr en soledad haciendo silencio en medio de la vorágine habitual o el fútbol de parque o cancha de barrio. Qué bonito contemplar cómo se acerca un niño desconocido a los que están ya jugando con el clásico “¿puedo jugar?”. Nunca he visto una respuesta negativa, ni que nadie le pregunte por su nivel ni nada parecido. Si hace falta se reorganizan los equipos. El resultado es lo de menos, ese niño ha conocido a amigos nuevos, ha realizado una actividad física (con lo que implica en su salud física y mental) y con eso basta. Si ya le sale un buen regate o mete un gol pues se convertirá en el mejor día de su vida de esa semana.
Quizás el fútbol-negocio nos enganche también por ahí, nos hace revivir esas emociones del pasado, las que sentíamos con nuestros amigos en el parque.