“Reconocer la prostitución como actividad laboral contribuiría a reforzar la masculinidad hegemónica”
28 de diciembre de 2024. Fuente: Pikara
La socióloga Beatriz Ranea es Triviño es autora de los ensayos ’Puteros’ y ’Desarmar la masculinidad’. Defiende una posición abolicionista, después de haber comprobado en sus investigaciones que las narrativas de los hombres que solicitan prostitución "son de cosificación y de deshumanización".
Por Esmeralda R. Vaquero
Feminista, de familia andaluza migrada, barrio obrero, ciudad periférica. Para Beatriz Ranea Triviño, estos son ejes imprescindibles en su identidad. Es socióloga especializada en la (re)construcción del género en los espacios de prostitución. Cree que es necesario focalizar el análisis en la “masculinidad prostituyente”. Tiene un posicionamiento claro, aunque siempre está abierta al debate.
¿Desde cuándo te defines como abolicionista?
Siempre me ha gustado formarme, pero no tenía una idea tan clara de la prostitución hasta que empecé a investigar. A medida que fui leyendo más sobre la demanda, derivé hacia el posicionamiento abolicionista. Fue un punto clave. También lo fue el momento en que pasé por el barrio rojo de Amsterdam. Me quedé en shock al ver a las mujeres tras las vitrinas, como instaladas en un expositor. Es la cosificación llevada al extremo.
“Habría que ir hacia una política pública que quiera hacer frente a lo que está ocurriendo con la precarización, que disponga distintos recursos en varias esferas, como la normativa de extranjería”
¿Por qué no te parece que la prostitución se pueda considerar un trabajo?
Creo que reconocer la prostitución como una actividad laboral contribuiría a reforzar ese modelo de masculinidad que es contrario a cualquier avance que propongamos en términos feministas. He tenido bastante contacto con mujeres en esta situación y con entidades que trabajan en este ámbito y me parece que la prostitución está en esa intersección de discriminación patriarcal, en cuanto a la vulnerabilidad social en términos de género, y las exclusiones sociales que provoca el capitalismo neoliberal. También está ligada a desigualdades relacionadas con el origen y la racialización. Reconocerla como trabajo sexual contribuiría a naturalizar que para las mujeres en situaciones más precarias la prostitución sea una opción legítima de supervivencia.
¿Cuál sería la alternativa para esas mujeres que ahora se dedican a ello por necesidad económica?
Proporcionar recursos suficientes para ofrecer apoyos y soluciones de salida, porque hay muchas mujeres que quieren abandonarla. Habría que ir hacia una política pública que quiera hacer frente a lo que está ocurriendo con la precarización, que disponga distintos recursos en varias esferas, como la normativa de extranjería. El hecho de que en el Estado la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución sean de origen migrante y en situación irregular nos tiene que hacer reflexionar sobre esta exclusión. En los circuitos informales de supervivencia, si eres mujer, esta es una de las principales salidas. Y España se considera uno de los burdeles de Europa.
Uno de los argumentos regulacionistas es precisamente que una normativa en torno a la prostitución podría beneficiar la situación administrativa de las mujeres migrantes, ¿qué opinas?
Si eso fuera así entenderíamos que la industria de la explotación sexual es muy bondadosa respecto a las mujeres en estos contextos. En algunos países donde se ha regulado, los proxenetas terminan no dando de alta a muchas mujeres y la situación no mejora sustancialmente. Seguimos reproduciendo lógicas colonialistas, porque vemos que la prostitución es para las otras, para las que no son autóctonas y acaban en estos contextos donde nosotras no queremos estar. Yo caminaría hacia otras realidades posibles donde el origen no te exponga a que la prostitución sea lo que te espera en el Estado español.
“A veces en el debate se invisibiliza la precariedad o la vulnerabilidad, o se representa la idea de hipervíctima”
¿Distingues entre la prostitución en la que están inmersas mujeres que han llegado con mafias de trata con fines de explotación sexual, la prostitución por necesidad, u otros tipos?
La prostitución y la trata son indisociables, pero cada situación tiene sus especificidades. En los últimos años hay muchos más recursos (aunque siempre son insuficientes) para mujeres potenciales víctimas de explotación sexual, pero no los hay para las mujeres en situaciones de vulnerabilidad que han terminado en la prostitución y quieren dejarla. En 2018 trabajé en una investigación que recogía las consecuencias de la crisis económica, y veíamos que en contextos de mucha precariedad, la supervivencia femenina a veces se enfoca en la prostitución como opción, pensando no solo en las mujeres sino en las personas que dependen de ellas. Para mí es indisociable con la precarización del mercado de empleo y con distintas situaciones de exclusión. A veces en el debate se invisibiliza la precariedad y la vulnerabilidad, o se representa la idea de hipervíctima. Hay que recoger realidades y proporcionar recursos. Y, por supuesto, las mujeres tienen que ser las protagonistas de cada uno de los procesos que vayan a llevar.
¿Y si hablamos de mujeres que eligen libremente ejercer la prostitución?
No pongo en duda la libertad, aunque podríamos plantear si somos libres o a qué llamamos libertad para decidir en determinados contextos. Es una parte de la prostitución, más minoritaria, pero una parte. Yo no voy a cuestionar el relato de quien dice que elige ejercer la prostitución, ese relato está ahí, pero me resulta difícil pensarlo, sobre todo basándome en la experiencia en estos contextos, donde las vivencias son más de vulnerabilidad social que de libre elección. Habrá quien tenga esta percepción, y creo que hay que escucharla. También hay que tener en cuenta la existencia de estrategias de supervivencia para contarte por qué has terminado en ciertas situaciones.
Si estas condiciones (en relación a la salud sexual, violencia durante los encuentros, consumo de drogas) no fuesen así, es decir, si las mujeres tomaran más poder en estos encuentros sexuales, ¿crees que cambiaría algo?
El hecho de que se regulase no cambiaría de forma sustancial las consecuencias que tiene la demanda de prostitución en las mujeres, ni tampoco los relatos de los puteros. Necesitamos poner el foco en la demanda. Las narrativas de los hombres que solicitan prostitución son de cosificación y de deshumanización. Además, una de las características que les incita a escoger a una u otra mujer en prostitución es que sean nuevas en los espacios, y cuanto más jóvenes mejor, porque de este modo han hablado con menos mujeres y tienen menos estrategias de defensa. Así que no creo que mejorase la situación de las mujeres. También es importante reflexionar sobre cómo a nivel social marcamos frontera de lo que ocurre fuera de los espacios de prostitución y lo que ocurre dentro, donde muchas prácticas las consideraríamos violencia sexual.
¿Por qué tiene más relevancia el cuerpo en este ámbito que en otros en los que también está implicado el cuerpo, como la pornografía?
En la prostitución, el cuerpo entra en el terreno de la negación de la subjetividad de las mujeres, está atravesado por la política sexual y la negación de su deseo. El abolicionismo es una mirada radical a la sexualidad y la reivindicación del deseo de las mujeres, porque en la prostitución se impone el deseo del putero. Y esto se ha construido así a lo largo de la historia. Estamos en ese cruce entre patriarcado, capitalismo y colonialismo. Tras entrevistar a los puteros para realizar mi tesis, una de las conclusiones a las que llegué es que utilizaban los espacios de prostitución para restituir el modelo de masculinidad hegemónica que no podían representar del mismo modo fuera de los espacios de prostitución. Entienden esos escenarios como lugar para restablecerlo, y ahí pueden llevar a cabo prácticas que fuera de estos espacios son cada vez más sancionadas. Y no quiero decir que las mujeres no puedan decir que no, pero están ahí porque necesitan el dinero. Frente al avance de nuestros derechos, en estos espacios ellos no tienen que hacerse cargo y el sujeto masculino vuelve a estar en el centro. Por eso difiere de otros contextos, por su significado político.
¿Hay distintos perfiles dentro de estos hombres demandantes de prostitución?
La percepción que tienen de las mujeres es similar, aunque el discurso a veces puede ser incluso crítico. Alguno me decía que él sabía que era egoísmo sexual, que estaba imponiendo una forma de vivir la sexualidad a otra persona, pero eso no le frenaba a la hora de acudir a los espacios de prostitución. Depende de lo normalizado que tengan acudir a ellos o si son puteros habituales o eventuales. En este último caso puede haber más posibilidades de transformación. Hay mucho que investigar por ahí, qué diferencias hay entre quienes demandan prostitución cis, trans…
¿Crees necesario aumentar las actuaciones orientadas a los hombres que consumen prostitución?
Sí, es una de las patas. Si hablamos de prevención, se pueden llevar a cabo acciones de medio y largo recorrido, como implementar proyectos de educación sexual desde una edad temprana, trabajar la masculinidad que permanece más rígida o trabajar otros modelos, medidas que se llevan reivindicando por parte del feminismo desde hace mucho tiempo. Pero, ¿qué hacemos con los puteros ahora? Creo que las campañas de sensibilización están relativamente bien, pero habría que ver su impacto real, porque los más jóvenes, sobre todo, no saben lo que está detrás. Otras medidas tendrían que abordar si criminalizar o no a los demandantes de prostitución, aunque no soy muy defensora de las medidas punitivistas, porque eso tendría que ir incluido dentro de una política pública que tuviera en cuenta disminuir el poder de la industria e la explotación sexual.
¿Qué te parecen los colectivos como la desaparecida Hetaira, que defendía los derechos de las prostitutas?
Es legítimo que se organicen y que defiendan su posicionamiento. Creo que necesitamos salir de una confrontación entre dos posturas, parece que el enfoque de las feministas peleadas entre ellas es muy mediático. Vende mucho ver a varias personas peleándose por algo que tiene que ver con la masculinidad prostituyente.
Fijándonos en otros países, ¿hay algún modelo abolicionista que te interese?
Partimos de que todos los modelos son imperfectos, aún más en cuestiones de violencias machistas. Pero si me fijo en distintos países abogaría por el modelo nórdico que inauguró Suecia y que después han seguido otros. En él la prostitución se contempla como una forma de explotación y violencia hacia las mujeres, se dedican fondos importantes para quienes quieren dejarlo, recursos de capacitación para el trabajo y educativos. Además, se penaliza la compra de servicios sexuales.
Esta entrevista fue publicada en el monográfico de Prostitución, publicado en el año 2021. Se puede conseguir en pdf en nuestratienda online.