Nela Martínez Espinosa (1912 – 2004) Mujeres de lucha, mujeres en lucha

15 de mayo de 2022. Fuente: Tricontinental

La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por luchas de independencia en los países aún colonizados en África y Asia. En América Latina, las estructuras neocoloniales habían subordinado a las repúblicas constituidas como independientes a comienzos del siglo XIX, consolidando la posición subalterna de los nuevos Estados en la división internacional del trabajo.

Durante las décadas de crisis mundial (1914-1948), en América Latina se libraron combates entre una corriente oligárquica que intentó violentamente imponer el peso de la debacle sobre los hombros de las clases populares, y una corriente de izquierda nutrida por dos procesos: la creciente organización popular campesina y sindical, y una clase media radicalizada. Ambos sectores, mirando las nuevas formas desposesión material que hacían imposibles las promesas de la democracia republicana, enarbolaron un discurso sobre las contradicciones de clase, las dominaciones patriarcales y neocoloniales, junto con nuevas visiones de lo nacional así como perspectivas de un internacionalismo democrático y socialista contra el fascismo en despliegue. Fueron inspirados por las movilizaciones y transformaciones del poder público conseguidos por la Revolución mexicana y la Revolución rusa. La lucha por la igualdad y el poder popular con el liderazgo de la clase trabajadora continúa en las disputas antiimperialistas de nuestro tiempo. Las mujeres, en una infinidad de maneras, han dado y continúan dando forma a esta lucha contra el capitalismo oligopólico, patriarcal, racista y neocolonial.

En la serie Mujeres de lucha, mujeres en lucha del Instituto Tricontinental de Investigación Social presentamos las historias de mujeres que contribuyeron no solo al ámbito más amplio de la política, sino que también fueron pioneras en la creación de organizaciones de mujeres, abriendo caminos de resistencia y lucha feministas a lo largo del siglo XX.

La praxis, como conocimiento de la teoría y de los métodos organizativos de lucha a medida que cambian y responden a la historia, da sostén a los movimientos en marcha para enfrentar la opresión. Como militantes, estudiamos los diversos métodos de las mujeres y sus organizaciones no solo para entender mejor sus contribuciones políticas, sino también para inspirarnos mientras construimos en la actualidad las organizaciones necesarias para nuestra lucha contra la opresión y la explotación.

En este tercer estudio analizamos la vida y el legado de Nela Martínez Espinosa, una luchadora popular ecuatoriana. Escritora y militante comunista desde temprana edad, con una amplia trayectoria internacionalista, fue la primera diputada electa del Ecuador, creó una de las primeras organizaciones políticas amplias de mujeres en 1938 y como primera ministra de Gobierno mujer, en la práctica estuvo al mando del país en los caóticos tres días que sucedieron a la insurrección denominada La Gloriosa en mayo de 1944.

Su rica trayectoria de militancia nos enseña sobre la historia de las mujeres en las luchas locales, nacionales e internacionales que vinculan los derechos de las mujeres con las luchas anticapitalistas, antifascistas, antirracistas, anticoloniales y antiimperialistas a lo largo del siglo XX. En palabras de la propia Nela en el Congreso Nacional del Ecuador en 2003, un año antes de su muerte, refiriéndose a la primera vez que estuvo allí como diputada en 1945:

Vine, por primera vez, en trance de mi amor a esta Patria que aún continúa en lucha consigo misma, pero ya entonces rescatada de una dictadura que aumentaba la opresión. Quienes veían en la revolución que reclamábamos el mayor peligro, y nos negaban el derecho a hacerla, y vivirla, sencillamente se conmovieron. ¿Una mujer en el Congreso entre los que hablaban y no simplemente entre las que oían? La norma colonial heredada en la práctica del pensar y del hacer ha regido —palabra que viene de reinar, de Rey: el supremo, el que manda— durante la Colonia destructora de la otra cultura, la del indio, hasta el punto de constituirse en carácter, en forma de vida de quienes luego fueron republicanos. La práctica de la que hablamos quedó yacente en las normas y, más aún, en el actuar social. Por eso mi presencia era extraña en el Congreso Nacional, y al saludarla los dirigentes políticos reconocían, por primera vez, la ciudadanía de la mujer también en la altura del poder.

Primeros años

Nela Martínez nació en 1912 en Cañar, una pequeña ciudad al abrigo de los Andes del sur del Ecuador, en el seno de una familia propietaria de tierra y muy religiosa. El padre, César Martínez, era miembro del Partido Conservador. La madre, Enriqueta Espinosa, era una mujer culta y de tendencias liberales, que inculcó a sus quince hijos el amor por la lectura, el conocimiento y la cultura.

Desde su infancia, Nela se acercó a los hijos e hijas de los trabajadores indígenas de la hacienda de su padre, sometidos a la explotación económica y racial heredada de la Colonia y continuada en la época republicana. “De ahí mi apego a los temas indígenas. Cuando era muy niña, veía el mundo de los indios muy lejos del mundo de los patronos, el indio estaba ahí, en todo, pero estaba ausente a la vez”. A los diez u once años participó en una protesta de los indígenas de la hacienda contra su padre (Laurini, 1992).

A la edad de doce años, Nela ingresó en el internado del católico Colegio de los Sagrados Corazones de la ciudad de Cuenca. Fue durante esta etapa de joven adolescencia cuando tuvo su primer contacto con textos revolucionarios: la revista Amauta, editada y publicada por José Carlos Mariátegui en Lima (Perú), fue una de sus primeras lecturas. Gastaba el dinero de bolsillo que le daba su familia en libros y estudiaba socialismo andino. Volvió a su pueblo en 1927 sin diploma, porque en ese tiempo no se graduaba a las mujeres.

Pleno del Comité Central del Partido Comunista del Ecuador, reunido en Quito en 1947. Sentadas, las tres mujeres que formaban parte de él: a la izquierda Luisa Gómez de la Torre, a la derecha, Dolores Cacuango líder de la Federación Ecuatoriana de Indios y Nela Martínez Espinosa
Créditos: M. Wengerow / Archivo Martínez-Meriguet

La Revolución liberal y la crisis del proyecto liberal radical

La Revolución liberal de 1895, liderada por el general Eloy Alfaro, había comenzado el arduo proceso de remover los cimientos del Estado terrateniente-conservador en Ecuador: el predominio de la Iglesia (transnacional) sobre la República, la censura de prensa y de representación política impuesta al Partido Liberal y al Radicalismo [1] y la dominación servil de las comunidades indígenas de la Sierra, sustentada en el despojo de sus tierras ancestrales.

Estos nuevos horizontes políticos movilizaron a amplias capas rurales, plebeyas urbanas y hasta a sectores periféricos de la burguesía. La articulación exitosa de estos grupos sustentó la victoria militar que marcó una nueva vía de formación estatal, antagonista a la del tradicional partido terrateniente ultraconservador y clerical. El impacto del auge liberal permeó al Estado y marcó las identidades sociales de sectores progresistas en las décadas siguientes. Sin embargo, la expansión de la economía alrededor del cultivo y exportación del cacao, así como la dependencia financiera y comercial de las elites ecuatorianas del exterior, marcó una ruta oligárquica aún más pronunciada durante la crisis global tras la Primera Guerra Mundial.

El odio político de los conservadores y las disputas internas del Partido Liberal motivaron el cruel asesinato de Eloy Alfaro a manos de una turba enardecida en 1912. Este hecho no acabó con el régimen liberal, pero sí inició un periodo de recomposición de sus fuerzas internas. Una nueva alianza entre las oligarquías de la costa, asociadas al comercio y la banca, y la incipiente burguesía incrustada en las estructuras del Partido Liberal, hizo que los sectores más progresistas y revolucionarios de lxs trabajadorxs, el campesinado y las comunidades indígenas, mejor representados por la corriente de Alfaro, reaccionaran y cuestionaran la hegemonía liberal.

Las cruces sobre el agua: pujanza de las organizaciones clasistas

Ante la creciente desigualdad y el consiguiente descontento popular, el gobierno liberal recurría a la represión con mayor asiduidad y violencia. En la ciudad con mayor concentración proletaria del país, el puerto de Guayaquil, estalla una exitosa huelga general donde confluyen las demandas de numerosos sectores profesionales y del proletariado industrial. Tras la total paralización de la ciudad durante días, el gobierno liberal utiliza al Ejército para aplastar la movilización, resultando en una masacre con centenares de víctimas el 15 de noviembre de 1922. Joaquín Gallegos Lara inmortalizó la matanza de obreros en su obra Las cruces sobre el agua, aludiendo en el título a los cadáveres flotando en el río Guayas.

Lejos de apagar el conflicto, este brutal episodio radicalizó la acción de los sectores más organizados y revolucionarios de la clase trabajadora. En un contexto de creciente antagonismo de clases, consolidó la incorporación de nuevos actores políticos —el movimiento indígena, el movimiento campesino, el incipiente proletariado industrial, las mujeres—, antes privados de poder político y de representación efectiva ante el Estado y la oligarquía.

Algunos de estos nuevos actores articularon una crítica radical a la deriva del proyecto liberal. Por un lado, dentro de la propia estructura del Partido Liberal, grupos radicales cuestionaron las nuevas alianzas con la oligarquía comercial y financiera, y finalmente decantaron hacia el Partido Socialista Ecuatoriano. En segundo lugar, las comunidades indígenas y campesinas despojadas de tierras, crecientemente presionadas por la pujanza de los terratenientes (fueran estos conservadores o nuevos propietarios aliados a las élites liberales) fortalecieron sus demandas de reconocimiento político por parte del Estado liberal. En tercer lugar, las masas trabajadoras urbanas —el nuevo proletariado industrial— desarrollaron nuevas herramientas de organización y lucha a través de los recién creados sindicatos sectoriales y locales, siendo muy importante en este proceso el Partido Comunista del Ecuador. Otros sectores descontentos con el régimen liberal nutrieron la oposición progresista: amplios sectores de maestros y educadoras, jóvenes intelectuales, sectores progresistas del ejército, entre otros.

El Partido Comunista del Ecuador (PCE) se forma en 1931, a partir de una escisión del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), fundado en 1926. La discusión respecto de la adhesión a la Comintern —fue el PCE el partido que se unió a la III Internacional— fue el último capítulo en la creciente divergencia entre los líderes del PSE no solo en los ámbitos doctrinario e ideológico, sino también en lo organizativo y táctico.

El Partido Socialista había sido un actor fundamental en las reformas estatales implementadas a través del recién formado Ministerio de Previsión Social y Trabajo: redistribución de tierra a las comunidades indígenas, proscripción del trabajo servil dentro de las haciendas, consagración de derechos laborales e incluso la configuración del Senado, incluyendo la representación de las clases trabajadoras, indígenas, maestrxs y funcionarixs públicxs. A pesar de su apuesta por una intervención desde las estructuras del Estado para efectivizar una reforma democrática radical, las y los militantes socialistas no pudieron contener la presión de las elites para reprimir a las organizaciones autónomas de las clases populares. Aspiraciones reformistas de justicia social, representatividad, derechos sociales y políticos, así como el reconocimiento de derechos ancestrales (en el caso de los sectores indígenas) fueron recogidas en la Constitución de 1928, siendo clave el papel de los cuadros y abogados socialistas para plasmar esas reformas en la ley.

Por su parte, el PCE participó activamente en la organización de la clase obrera, tanto urbana como rural. Consciente de la importancia de fortalecer la acción organizada de clase para hacer efectivos los derechos plasmados en la nueva Constitución, la dirigencia comunista planteó un intenso trabajo con las comunidades indígenas de la Sierra Central y los sectores campesinos desposeídos, promovió articulaciones entre sectores de la clase trabajadora para fortalecer la solidaridad entre colectivos y en la organización de huelgas tanto a nivel local como en los sectores gremiales y profesionales, y fue clave en la batalla de las ideas, desarrollando una prensa crítica vigorosa.

Como organización política incipiente, el PCE se organizó en células locales formadas por pocos militantes, muy activas, y bien conectadas entre regiones. Esta estructura permitió la vinculación de la militancia comunista con un amplio número de organizaciones de diversa índole, desde comunidades indígenas en el centro y norte de la Sierra y el Litoral hasta sindicatos, asociaciones, etc. Algunos cálculos apuntan a que el Partido llegó a organizar hasta 600.000 campesinos en 1943 (Coronel 2022 en prensa). Fue ese trabajo de base militante, codo a codo con las organizaciones sindicales y campesinas en los centros de trabajo, en las localidades, y progresivamente en las instituciones —frecuentemente, en coordinación con el Partido Socialista Ecuatoriano, una estructura con mayor número de cuadros e inserción institucional—, el que colocó al Partido Comunista en la vanguardia del proceso de acumulación de fuerzas en el período 1941-1944, que desembocará en la insurrección denominada La Gloriosa.

Militancia primera: sindicatos, Partido Comunista del Ecuador y la Federación Ecuatoriana de Indios

El encuentro de Nela Martínez con Joaquín Gallegos Lara en 1930, durante una visita de Nela con su madre a Guayaquil, cambiaría para siempre la vida de ambos. Gallegos Lara, con apenas 21 años, ya era un escritor consagrado, vinculado con el mundo sindical y militante del Partido Comunista. Nela descubrió con Gallegos Lara un vínculo de vida y militancia, un «amor al futuro colectivo», en sus propias palabras.

En 1933, Nela se trasladó a Ambato, ciudad de la Sierra Central, y consiguió un humilde empleo de maestra. Ese mismo año se afilió al Partido Comunista, siendo la única mujer del núcleo local, e inició su actividad política mediante un intenso trabajo de organización de base con obreros y campesinos. En ese periodo estableció relaciones con sindicatos de diferentes gremios, publicó textos revolucionarios radicales y organizó protestas y manifestaciones.

La distancia física entre Nela Martínez y Joaquín Gallegos Lara no impide que su relación se haga cada vez más íntima en lo personal y más comprometida en lo político. Durante años, el epistolario entre ambos fue el sostén de su relación amorosa y el vehículo para el intercambio fructífero de ideas políticas que enriquecían en el diálogo entre Sierra y Costa. En una de las cartas que Nela escribe a sus 19 años, expresa a Joaquín su posición sobre la situación de las mujeres, refiriéndose al intento de su padre de casarla con el hijo de un hacendado:

Quiere detenerme en la inconsciencia de lo rutinario del vivir, volver una ironía mis pensamientos, los pocos que de mi conoce, en la realidad resignada que debiera ser. Darme un marido católico para que ni mis hijos, ni las generaciones del futuro cambien, para que yo misma sea lo que mi madre, lo que las mujeres desgraciadas de esta tierra son: la mujer-víctima, la mujer-cosa, la mujer-esclava. Mi negativa rotunda le ha exasperado.

Doc. N-19320102, Archivo Martínez-Meriguet

El padre de Nela Martínez nunca vio con buenos ojos su relación con Gallegos Lara. A pesar del rechazo, se casaron en Ambato en 1934. Poco tiempo después, huyendo de la persecución política por parte de las autoridades locales, Nela y Joaquín se trasladan a Guayaquil. Su reputación de militante comunista, sindicalista y agitadora impidió que Nela pudiese estabilizar su situación económica. A pesar de las dificultades, los dos desarrollaron una intensa actividad política tanto en la Sierra como en el Litoral. Su papel como dirigentes e intelectuales orgánicos del Partido Comunista, forjando vínculos y alianzas con distintos sectores de la clase trabajadora y la intelectualidad, fue clave a la hora de superar clivajes sectoriales y regionales que posibilitarían la unidad de acción de las clases populares.

En 1935, el PCE envía a Nela Martínez a Quito a una reunión con distintos sectores políticos del país. Ella decide establecerse en la capital, a donde la sigue Joaquín poco después. La convivencia se deteriora y viven separados, aunque continúan su matrimonio y su trabajo político.

En este año, Joaquín escribe los primeros capítulos de una obra fundamental en la literatura ecuatoriana, Los Guandos [2], un relato conmovedor sobre la desposesión y subyugación de los indígenas de la Sierra, la brutalidad del sistema de dominación impuesto por las clases terratenientes y las contradicciones de la modernización. La novela fue concebida conjuntamente por Nela y Joaquín y su historia principal surge de la narración de la violencia de la explotación a los indígenas que Nela presenció en sus infancia y juventud. “Un libro indio. El primer libro indio que se habrá hecho en nuestro Ecuador. Un libro nuevo. Pero no será solo con mi nombre que aparezca. Lo escribiremos i publicaremos juntos”, dice Gallegos Lara en una carta a Nela en 1930 (Doc J-19301123, Archivo Martínez-Meriguet). Décadas más tarde, en los años 80, sería Nela quien terminaría de escribir y publicaría el texto, que había quedado inconcluso a la muerte de Gallegos Lara. La obra forma parte de la literatura indigenista ecuatoriana en la que autores no indígenas escriben sobre los indígenas buscando reivindicarlos en el contexto de las luchas por la recuperación de su legado a la nación.

Tras intentar suicidarse, Gallegos Lara decide regresar a Guayaquil en 1936 acompañado de su madre, quien siempre lo cuidó debido a que él había nacido con una enfermedad que le impedía caminar. Esta nueva separación resultó ser definitiva: Nela escribió a Joaquín, expresando su deseo de divorciarse. El final de su historia de amor no impidió que continuaran siendo compañeros, de militancia y de vida, hasta la muerte de Joaquín en 1947.

Nela continuó sus tareas políticas en el Partido Comunista y estableció una relación con Ricardo Paredes, su primer secretario general y artífice de la escisión con el PSE. El hijo de ambos fue criado solo por Nela, ya que Ricardo Paredes, casado, no quiso divorciarse. Como madre soltera, Nela debió afrontar el rechazo de una sociedad profundamente conservadora que ella enfrentó desde el primer día paseándose abiertamente por la calle con su hijo (Martínez, y Costales, 2018). Nela fue a vivir con su amiga Luisa Gómez de la Torre, también maestra y militante del PCE, quien durante una década le ayudó a cuidar a su hijo.

Por estos años, Nela estuvo estrechamente involucrada en el proceso de formación de la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), primera organización nacional de los pueblos indígenas del Ecuador. La FEI, se formó a partir de varios sindicatos y organizaciones que existían desde la década de 1920, que habían luchado contra la brutalidad hacia los campesinos indígenas que trabajaban en la propiedad de los blancos, reivindicando la igualdad efectiva, el derecho a la tierra y su identidad. En 1930, se organiza una huelga en la hacienda Pesillo (Cayambe), que a la postre significó el evento fundacional de la federación. El Partido Comunista estaba implicado en esa y las posteriores movilizaciones y es en ese proceso que Nela Martínez se encuentra con la dirigente indígena Dolores Cacuango, conocida como «Mamá Dolores de los indios», figura clave del movimiento indígena y del PCE.

Como Dolores Cacuango era analfabeta, Nela hacía las veces de su secretaria. En este tiempo Nela profundiza su conciencia sobre la importancia de la educación como herramienta y proceso emancipatorio. Ya en 1940, Dolores, Nela y su amiga y compañera del partido, Luisa Gómez de la Torre, comenzaron a establecer centros de enseñanza bilingüe para que lxs niñxs indígenxs tuvieran una educación adecuada. Estos centros de enseñanza fueron diseñados para educarlos con la perspectiva de que pudieran ser maestrxs, pero también líderes y militantes, y favorecer así la construcción de herramientas de movilización popular.

La FEI fue finalmente fundada en 1944 por estos grupos indígenas movilizados y también por algunas personas blancas-mestizas. En ambos grupos había muchos militantes comunistas, por lo que desde el principio hay una estrecha relación entre la FEI y el PCE.

La lucha antifascista y la Alianza Femenina Ecuatoriana

Desde los años 30, Nela Martínez había participado en el movimiento antifascista y antitotalitario que resistía la influencia en Ecuador de los fascistas italianos y españoles, así como de los nazis alemanes. El programa nazi fue ampliamente difundido por la radio y en las universidades ecuatorianas, y simpatizantes nazis alemanes tenían una fuerte presencia en los negocios en el país, en particular en la industria petrolera. Oficiales de las SS dirigían las operaciones de los espías alemanes independientes, y de estrategas militares cercanos a la oficina del presidente que consultaban cómo estructurar el gobierno y el ejército. Asimismo, el gobierno fascista del general Franco también tuvo influencia en Ecuador a través del Partido Conservador.

Por otra parte, existía un movimiento por la España libre, compuesto por españoles y ecuatorianos que se oponían a la España fascista y varios grupos antifascistas que colaboraban y estaban en conversación sobre todo con los gobiernos inglés y soviético.

En 1941 se crea en Quito el Movimiento Popular Antitotalitario del Ecuador (MPAE), una organización de izquierda de militancia antifascista, impulsada principalmente por el militante francés antinazi Raymond Meriguet. Nela, que se convierte en secretaria de Organización y Propaganda del MPAE escribe sobre el antifascismo en diversos medios de comunicación, convocando a movilizarse en las asambleas populares que organizaban. En estas asambleas, las y los militantes antifascistas de varias tendencias, ecuatorianos y extranjeros, construyeron la unidad de acción en contra de la colaboración con las potencias del Eje. En 1942 Nela pasa a ser secretaria de Organización Femenina del MPAE.

Siendo a la par integrante del Comité Central y del Comité Ejecutivo del Partido Comunista, Nela Martínez creía firmemente en la necesidad de un trabajo de organización de base, y su implicación en esta tarea desafió en más de una ocasión a las estructuras del partido, especialmente en lo que se refiere a la participación activa de las mujeres. Ya en 1931 en una carta a Gallegos Lara decía que:

“La ideología socialista solo encauzando en su movimiento a la mujer puede encontrar triunfo completo en su idiosincrasia… ¿Quienes son los primeros en lanzar su anatema contra la mujer nueva? ¿En criticarla, calumniarla y poner barreras de imposible a su gesto redentor? Los hombres.” (Doc. N19310101, Archivo Martínez-Meriguet).

Desde la legitimidad construida en años de militancia de base y de incidencia en el debate público a través de sus escritos en prensa, Nela Martínez contribuyó a ampliar los espacios de unidad y articulación, particularmente con los sectores indígenas y las mujeres, a través de la formación de organizaciones autónomas que permitiesen a esos sectores excluidos expresarse con su propia voz. Nela fue consciente de la importancia de involucrar a otros destacados dirigentes y militantes comunistas regionales en esos espacios de unidad.

A pesar de que las mujeres tenían una importante participación e incluso liderazgo en las luchas de la clase trabajadora en Ecuador, esto no se reflejaba en la dirección de los partidos políticos. Durante su viaje a Quito en 1935, Nela conoció la existencia de organizaciones de mujeres de derecha y religiosas, pero ninguna que reuniera a las mujeres de izquierda. En ese momento, Nela puso en práctica su visión de unir a todas las mujeres de partidos de izquierda y de diferentes orígenes para luchar por causas comunes y participó en la fundación de la Alianza Femenina de Ecuador (AFE) en 1938. Se trataba de una plataforma amplia y heterogénea de mujeres de diferentes sectores sociales y políticos, entre las que se encontraban liberales progresistas que habían luchado por el derecho al sufragio femenino, lideresas indígenas como Dolores Cacuango, militantes comunistas como la propia Nela, otras socialistas, también obreras y mujeres de comités barriales. Nela pronto se convirtió en secretaria general y presidenta de la organización, construida sobre una propuesta de autonomía política de las mujeres, de tener una expresión propia en la esfera política nacional (Salazar, 2018).

Dentro del ideario de la AFE estaba la «igualdad de derechos económicos, sociales y políticos para todas las ecuatorianas». Las mujeres ecuatorianas fueron las primeras en la región que consagraron el derecho al sufragio, en 1929, por lo que esta demanda no fue el centro de su agenda política, como ocurrió en el resto de la región en las décadas de 1930 y 1940. Las mujeres de la AFE buscaban la unificación de todas las “fuerzas femeninas” en torno a la defensa de las mujeres y la transformación de todo el país. Inicialmente combinaron la lucha política con campañas de ayuda social, pero estas pronto se convirtieron en instancias políticas de apoyo mutuo y de socialización de la reproducción de la vida, como ocurrió con la creación de comedores populares, diversos talleres y la alfabetización de mujeres privadas de libertad en el Penal García Moreno de Quito. La organización se fortaleció con la lucha por los derechos laborales de las mujeres en medio del debate nacional sobre el nuevo Código del Trabajo (1938), cuando lucharon por igual salario por igual trabajo, la reserva del puesto de trabajo durante el embarazo, el descanso posparto, la creación de guarderías. Aunque no lo plantearan en esos términos, en ese momento ya pensaban en la política teniendo en cuenta las diferencias de género (Salazar, 2017a).

Como organización aliada pero no sujeta a la estructura del Partido Comunista, la AFE desarrolló sus actividades hasta 1950, principalmente en Quito, pero también procuró realizar actividades en otras localidades del Ecuador e incluso en el extranjero, llegando a tener delegadas en EE. UU.

Revolución La Gloriosa (1944)

El presidente de esa época, Carlos Alberto Arroyo del Río, que asumió en 1940, constituía una figura de la nueva élite financiera internacional, que intentaba reposicionar el poder del capital sobre los Estados reformistas de América Latina y poner freno a las políticas redistributivas a través de impuestos, nacionalizaciones de sectores estratégicos y extensión de los derechos laborales, asumidas por varios Estados de la región (Ecuador y México, entre otros) en la década de 1930.

La línea reaccionaria de Arroyo del Río, contraria a las Constituciones de 1928 y 1938, así como su enemistad con los empleados públicos de la educación nacional y las universidades y su intervención en contra de los derechos a la tierra y laborales alcanzados, sumado al uso de fuerza represiva, condensaron una oposición de izquierdas en lucha contra el retorno de la oligarquía (Coronel, en prensa, 2022).

En julio de 1941, el Perú invadió el Ecuador desde el sur y se apoderó de una extensión de territorio en la Amazonia equivalente a casi la mitad del país. Como detonante del conflicto estaban los intereses de compañías europeas y norteamericanas por los ricos yacimientos petrolíferos de la zona. El conflicto terminó —y el despojo fue sancionado— con la firma del Protocolo de Río de Janeiro en 1942, que establecía las nuevas fronteras. La gestión del conflicto por parte del gobierno de Arroyo del Río fue vista como una traición nacional en momentos críticos para la movilización nacional contra el gobierno oligárquico.

En el corto período entre 1943 y 1946, se aceleró el proceso de construcción de poder autónomo de las organizaciones populares en el Ecuador. Si bien en años anteriores se habían realizado esfuerzos para movilizar y organizar a la clase obrera a nivel local y sectorial, la prioridad ahora era formar alianzas a nivel nacional, buscando una acumulación de fuerzas que permitiera un enfrentamiento efectivo con los bloques dominantes en el ámbito político y económico. Por un lado estaba la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE), una amplia alianza de sindicatos y organizaciones campesinas de todo el país, fruto de un largo proceso de alianzas y creación de espacios de acción unitaria. Por otro, la ya referida Federación Ecuatoriana de Indios.

En su apuesta por un proyecto de «reconstrucción nacional» que superara las estructuras feudales e impulsara las fuerzas productivas en el camino hacia el socialismo, las fuerzas revolucionarias de izquierda, con el PCE a la vanguardia, impulsan la creación de un frente. Llaman a sumarse no solo a la izquierda socialista y comunista, sino también a los liberales seguidores del expresidente José María Velasco Ibarra y a «demócratas conservadores», para enfrentar con unidad el autoritarismo de Arroyo del Río, la crisis oligárquica, la amenaza del fascismo y avanzar en el programa del desarrollo industrializador nacional y la defensa de la democracia.

El resultado, la Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE), fue una coalición que incluía a los partidos Conservador, Liberal Radical Independiente, Socialista, Comunista, y a las plataformas Frente Democrático Nacional y Vanguardia Socialista Revolucionaria Ecuatoriana. La ADE redactó un documento programático que recogía demandas históricas de los sectores excluidos y consolidaba la unidad de acción hacia la construcción nacional. El programa posicionaba la demanda de la democracia popular, garantizando la libertad de organización y de prensa; la organización de la economía hacia el incremento de la capacidad productiva tanto en la industria como en la agricultura; la mejora del nivel de vida de la clase trabajadora y el campesinado, y el establecimiento del salario digno; la plena “integración del indio y el montubio” y el fomento de la educación; democratización de las FFAA y colaboración continental contra las fuerzas fascistas.

En esta coyuntura, el 28 de mayo de 1944 se produjo una gran insurrección popular contra el gobierno de Arroyo del Río, liderada por las fuerzas populares: obreros, estudiantes, indígenas y mujeres articuladas a través de la ADE. El 29 de mayo, cuando primero el presidente Arroyo se refugia en la Embajada de Colombia, luego los carabineros acuden a la sede de la ADE a indicar que no atacarán, solo se defenderán si son atacados y finalmente los militares reconocen el derecho a la insurrección y a la dirigencia de la ADE, Nela Martínez ve el vacío de poder y decide ocupar el Palacio de Gobierno acompañada de estudiantes. Nela ejerció como ministra de Gobierno y estuvo a cargo del país durante tres jornadas épicas.

Desde el Ministerio ordené la liberación de los presos, principalmente los del Movimiento Antifascista, que estaban en diferentes provincias o confinados en el Oriente, por luchar contra el régimen de Arroyo del Río. Se informó a todo el país que ADE se había hecho cargo de la Presidencia de la República; pedimos que se organizaran gobiernos seccionales para impedir que actuara la contrarrevolución –aunque el término no es exacto. Ordené lo que había que ordenar: la coordinación de toda la actividad a escala nacional (Martínez y Costales, 2018).

Cuando finalmente llegó Velasco Ibarra —que estaba al norte del país en el momento de la sublevación— y en vez de convocar elecciones se instala directamente en el poder, Nela se da cuenta de que la revuelta popular había sido traicionada y abandona el Palacio sin aceptar ningún cargo. Velasco inmediatamente cierra la oficina pública donde ella trabajaba, dejándola desempleada.

Una Asamblea Constituyente, formada por representantes de los trabajadores y diferentes sectores sociales antes excluidos, promulgó en 1945 una nueva Constitución, que consagró derechos sociales a favor de la clase trabajadora y los indígenas, subordinando la propiedad privada al interés general y reconociendo derechos ancestrales en las tierras de las comunidades. Asimismo, garantizó la representación parlamentaria de trabajadores, indígenas, educadores y otros sectores antes excluidos a través del sistema funcional [3] de elección.

Lideradas por Nela, las mujeres de la AFE buscaron una representación política formal en la Asamblea, por la que tuvieron que luchar a pesar de tener ya el derecho al voto y haber participado activamente en La Gloriosa. En la asamblea celebrada en la Central de Trabajadores del Ecuador (CTE) para designar las candidaturas a la Asamblea Nacional Constituyente, los dirigentes comunistas maniobraron para que la candidatura a asambleísta principal no recayese en Nela Martínez, pese a los apoyos a su favor. A pesar de ello, Nela concurrió como asambleísta suplente, ganó el escaño y cuando fue principalizada finalmente, se convirtió en 1945 en la primera mujer legisladora de Ecuador. Esta fue quizás la primera gran batalla interna que Nela tuvo que librar contra la clarísima discriminación de género de sus propios compañeros del PCE.

Velasco Ibarra aprovechó las luchas internas en la ADE, multipartidista e interclasista, y maniobró para derogar la constitución de 1945 y proclamarse dictador en 1946. La contrarrevolución que encabezó ayudó a consolidar el poder de los sectores conservadores en el Estado, pero no logró debilitar de manera inmediata el impulso de la organización popular construida en las dos décadas anteriores.

Intervención de Nela Martínez en el Primer Congreso de la Mujer Trabajadora. Quito, 1956.
Créditos: Pacheco / ArchivoMartínez-Meriguet

Militante comunista internacionalista

Tras la derrota de las fuerzas populares en mayo de 1944, Nela Martínez se distanció completamente del gobierno y dedicó importantes años a la lucha internacionalista.

En un largo viaje que comenzó con una invitación al Congreso Interamericano de Mujeres en Guatemala en 1946, ayudó clandestinamente en la reorganización del Partido Comunista de ese país, proscrito por la dictadura, y en la formación de una organización nacional de mujeres, la Alianza Femenina. En Honduras y Nicaragua ̣conoció de primera mano la represión a la militancia comunista. En Costa Rica y Panamá encontró partidos comunistas más organizados y que podían participar en la política local. Finalmente, en Colombia, donde desempeñó un importante papel en la formación de la Alianza de Mujeres.

En 1949, inicia una estancia en Europa de un año. Viaja a París como representante de las mujeres comunistas de Ecuador, invitada por la Federación Democrática Internacional de Mujeres, donde contribuye con la organización del Primer Congreso Mundial por la Paz. A continuación, fue invitada a participar en un encuentro internacional de mujeres comunistas en Moscú. Este viaje le permitió conocer a dirigentes y militantes comunistas, no solo de varios países de Europa sino también de Cuba, escala de su viaje trasatlántico, lazos estos últimos que fortalecería aún más luego del triunfo de la Revolución cubana en 1959.

Tras sus viajes, Nela vuelve a su militancia en el Partido Comunista y la AFE. Junto a Dolores Cacuango, Luisa Gómez de la Torre y otros militantes comunistas, trabajó los años siguientes en la consolidación de escuelas indígenas en Cayambe.

En 1950, Nela se casa con Raymond Meriguet, un militante comunista y antifascista francés, como se mencionó, uno de los fundadores y secretario general del Movimiento Popular Antitotalitario de Ecuador (MPAE). Meriguet se radicó en el Ecuador en los años 30 y ambos se conocían desde la época del MPAE. Tuvieron tres hijxs y compartieron vida y militancia hasta la muerte de él en 1988.

La Unión Revolucionaria de Mujeres del Ecuador

En las décadas de 1950 y 1960 el PCE se enfrentó a fuertes tensiones en torno a la lucha armada y la participación de las mujeres y la juventud. La muerte de Stalin en 1953 pone en cuestión el denominado “culto al líder” y el triunfo de la Revolución cubana en 1959 abre fuertes debates sobre la lucha armada. El PCE, que en su congreso de 1962 define que la lucha armada es el camino para la revolución, finalmente sanciona y expulsa en 1964 a militantes que habían organizado una intentona guerrillera en 1962 con el frente de masas de la juventud del partido, la Unión Revolucionaria de la Juventud Ecuatoriana (URJE).

Entre 1954 y 1955 se presentaron tres proyectos al Comité Central del PCE para crear una organización de mujeres. La Comisión Nacional de Mujeres del PCE, presentó dos proyectos (probablemente redactados por Nela Martínez y Luisa Gómez de la Torre): una Organización de las Mujeres Democráticas y luego una Federación Democrática de Mujeres Ecuatorianas. Por su parte, Pedro Saad y Rafael Echeverría, del Comité Central, presentaron un “Plan de organización para el trabajo entre las mujeres”. Finalmente se creó la Unión Democrática de Mujeres Ecuatorianas (Salazar, 2017b) sobre la cual hay muy poca información.

En un incidente poco claro, pero expresado como “enfrentamientos internos con miembros del Comité Central”, Nela Martínez fue suspendida del PCE en 1957 (Ibíd). En los años siguientes, además de cuidar a sus tres hijxs pequeñxs, se dedica a la acción feminista y a la solidaridad con refugiados que llegaban al país huyendo de las múltiples dictaduras del continente.

El PCE mantuvo su alineamiento con la URSS y la línea de crear alianzas con la burguesía y la pequeña burguesía para participar en elecciones. Además de varios episodios de expulsión de militantes a los que se denominaba ultraizquierdistas, a partir de esta época el PCE critica duramente al Partido Comunista Chino en reiteradas ocasiones. Un grupo de cuadros y militantes se separó del PCE en 1964 para crear el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador, de tendencia maoísta.

La Revolución Cubana, con su importante protagonismo femenino y la creación de la Federación de Mujeres Cubanas, así como las guerrilleras vietnamitas, influyeron en cierta apertura del PCE a un mayor protagonismo de las mujeres. El PCE entendía que el rol de la mujer, como el de todo militante, era participar en la lucha de clases para acabar con el capitalismo; no obstante, sus problemáticas específicas eran reducidas a la lucha por la paz, el rol materno y, por ende, la defensa de la infancia. El PCE siempre consideró que, si hubiera alguna organización de mujeres, esta debía estar tutelada por el Comité Central, tanto por el peligro del denominado “fraccionalismo”, como porque temían la influencia reformista del feminismo burgués (Salazar, 2017b, 2018). La apuesta del partido era la construcción de frentes de masas de mujeres, mientras la necesidad de mejorar la representación política de las mujeres, las condiciones para su participación o cuestionar la división sexual del trabajo no eran parte de los planteamientos en la época.

La AFE había funcionado solo hasta comienzos de la década de 1950, pero buena parte del colectivo de mujeres que la había formado se mantenía activo. Establecieron y estableciendo vínculos con universitarias y sindicalistas crean en 1962 la Unión Revolucionaria de Mujeres del Ecuador (URME). Su objetivo era “la liberación efectiva de la mujer ecuatoriana que le permita ejercer sus derechos como ciudadana, sin restricciones ni limitaciones; la independencia real del Ecuador, en ejercicio pleno de su soberanía; la soberanía popular como expresión política, social y económica de un pueblo cuyos derechos han sido escamoteados o traicionados sistemáticamente” (Estatuto, citado en Salazar, 2017a).

La URME se creó como una organización sin estructura jerárquica clásica, sino que organizaron su trabajo en torno a comisiones. La organización no se identificó como feminista; de hecho, rechazaron de plano el concepto por considerarlo burgués y reformista, una concepción generalmente compartida en la izquierda ecuatoriana de la época.

En 1963, la URME, el Comité de Unidad por la Paz y la Soberanía, y la Unión Democrática de Mujeres del Ecuador convocaron a una reunión a propósito del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, en la que además de las organizaciones convocantes, participaron ​​militantes de los partidos socialista, socialista revolucionario y comunista. La reunión fue interrumpida por un altercado con integrantes de la Alianza Femenina Universitaria (AFU), organización creada por el PCE en 1952, que según la URME acudieron con intenciones “saboteadoras”. ​​Tras este incidente, el PCE declaró, en marzo de 1963, que Nela Martínez ya no era miembro del partido. La acusaron de no haber pedido su reingreso luego de ser separada en 1957, de “una actitud contraria a la línea del partido” y de atacar a los dirigentes. En la misma situación quedaron los otros dos integrantes de su célula, Primitivo Barreto y Modesto Rivera. También fueron expulsados del partido Jaime Galarza y José María Roura que fueron acusados de fraccionalistas: ultraizquierdista el primero y maoísta el segundo.

En realidad, para las dirigentas de la URME y especialmente para Nela, el conflicto estaba en que se negaban a que la organización de las mujeres fuera totalmente tutelada por el Comité Central del PCE. Además, Nela (y su célula también) mantenían diferencias de larga data con el Comité Central respecto a la relación del PCE con otras fuerzas políticas por considerar que estaba influenciado por el browderismo. [4]

En lo internacional, la URME estableció relaciones formales con la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), la organización mundial comunista de mujeres creada en 1945 y que fue la mayor influencia del PCE hasta la década de los 70 en lo que tiene que ver con las mujeres comunistas, sus demandas y formas de organización. Esta afiliación fue una nueva fuente de conflicto con el PCE, que se consideraba el único interlocutor legítimo para la FDIM en el Ecuador.

Nela escribió sistemáticamente para Nuestra Palabra, publicación oficial de la URME, fundada en 1963, un hito de la prensa del movimiento de mujeres ecuatoriano que no solo publicaba sobre la situación de las mujeres, incluyendo asuntos como la doble discriminación de afroecuatorianas e indígenas, sino que debatía los temas más relevantes de la coyuntura nacional. El editorial de su primer número expresa la ideología de la organización:

NUESTRA PALABRA llega desde un silencio de siglos, desde la centenaria servidumbre, desde un dolor que nos pesa como parte de un pueblo sufrido, cuya carga aumenta cuando se es mujer. Tenemos que decir Nuestra Palabra para expresar un pensamiento: la liberación de la mujer tiene que ser obra de ella misma. Nuestra voz ha sido silenciada, desoída, vilipendiada. El sello de una sociedad injusta ha pesado como piedra sepulcral sobre el destino de la mujer ecuatoriana. Las supervivencias patriarcales y feudales, los prejuicios burgueses, el egoísmo de las clases dominantes, se extienden a todos los sectores, aun a aquellos que por su carácter revolucionario, deberían ser los primeros en limpiar las telarañas de sus mentes… (citado en Martínez y Costales, 2018).

Nuestra Palabra dejó de publicarse luego de cuatro números, cuando el quinto fue parado en la imprenta tras un golpe de Estado. La Junta Militar que asumió comenzó a reprimir a todas las organizaciones de izquierda, pero especialmente a las comunistas, declarando oficialmente ilegales al comunismo y al PCE. La URME tuvo que pasar a la clandestinidad. Varias militantes tuvieron que esconderse o exiliarse. Nela se refugió con sus tres hijxs menores de edad en la casa de su madre, cerca de Cañar, su ciudad natal.

La URME se mantuvo activa hasta 1966 —el mismo año en que termina la dictadura—, por fuera de la tutela que el PCE pretendía ejercer a través de algunas de sus integrantes. Siguieron reuniéndose y repartiendo panfletos de resistencia en defensa de las personas privadas de libertad y perseguidas, contra el imperialismo estadounidense, reflejado claramente en las acciones de la Junta Militar, rechazando el bloqueo a Cuba y a favor de la soberanía, la paz y el desarme mundial. Colaboraron constantemente con otras organizaciones de mujeres como el Comité Femenino de Defensa de los Derechos Humanos, el Frente Nacional de Mujeres contra la Dictadura y la Comisión de Derechos Humanos. No quedan claras las causas de la disolución de la organización.

Clase en una de las escuelas bilingües para indígenas, creadas por la Federación Ecuatoriana de Indios en Cayambe que Luisa Gómez de la Torre y Nela Martínez contribuyeron a formar.
Créditos: Blomberg / Archivo Martínez-Meriguet

Lucha contra las dictaduras y solidaridad con la Revolución sandinista

Siempre, pero con mayor énfasis durante los años 70, la casa de los Martínez Meriguet acogió a muchos refugiados políticos de las dictaduras que asolaron Latinoamérica. En 1983, Nela Martínez participó activamente en la conformación del Frente Continental de Mujeres por la Paz y contra la Intervención. Formó parte de la Coordinadora, como plataforma de denuncia, tanto en Ecuador como a nivel internacional, del plan intervencionista estadounidense. El Frente Continental de Mujeres nació bajo el signo de la solidaridad internacional latinoamericana: Cuba, bloqueada y victoriosa; Nicaragua, bajo la guerra impuesta por Reagan; Guatemala y El Salvador, en heroica lucha por los derechos de sus pueblos; Chile, bajo la cruel dictadura de Pinochet; Argentina, con su dictadura cívico-militar y sus treinta mil personas detenidas y desaparecidas.

Durante las reuniones internacionales se ratificaron cuatro puntos esenciales:

  • La solidaridad que las mujeres construyen a diario.
  • El antiimperialismo fuerte y combativo.
  • La necesidad de autodeterminación.
  • La toma de conciencia de la condición de las mujeres, la profundización de su autoestima y la voluntad de luchar contra toda forma de discriminación.

Durante los años 80, el Comité también convocó a las mujeres de América Latina para reconocer y honrar a Manuela Sáenz, quiteña, prócer de la independencia sudamericana, en su calidad de política y por su participación directa en las batallas por la independencia.

Solidaridad con Cuba

En 1977 fundó, junto con otros intelectuales, el Instituto Cultural José Martí. En 1979, tras la vuelta a la democracia, luego del último período de dictadura (1971-1979), Ecuador retoma las relaciones diplomáticas con Cuba. En ese momento, Nela devuelve al nuevo Embajador de Cuba la bandera de ese país que estaba en la antigua embajada y que le había sido entregada para su custodia por el embajador cubano cuando en 1962 el Ecuador, presionado por Estados Unidos, rompió relaciones diplomáticas con Cuba.

Nela apoyó la iniciativa liderada por Oswaldo Guayasamín, el pintor ecuatoriano más importante del siglo pasado, con estrechas relaciones con la Revolución Cubana y miembro destacado del Instituto Cultural Ecuatoriano-Cubano José Martí, de crear la Coordinadora Nacional Ecuatoriana de Amistad y Solidaridad con Cuba en 1992, entidad que presidió durante varios años.

También, en solidaridad con Nicaragua, Nela Martínez fundó la Casa de la Amistad Ecuatoriano-Nicaragüense y continuó con el trabajo del Tribunal Antiimperialista de Nuestra América.

Nela escribió toda su vida artículos y ensayos, pero también poesía y algunos cuentos. Sus textos fueron publicados a veces en los periódicos, pero sobre todo en publicaciones y revistas comunistas y de las diferentes organizaciones feministas y antifascistas en las cuales militó. Muchísimas veces —más de cien dice ella en una entrevista— publicó bajo seudónimos. Cada vez que una de las frecuentes dictaduras o gobiernos autoritarios del Ecuador descubría que era ella, una mujer comunista, quien escribía con un determinado seudónimo, se prohibía ese seudónimo y ella tenía que inventar uno nuevo.

Mujeres de la Unión Revolucionaria de Mujeres del Ecuador (URME). Quito, 1963.
Créditos: Utreras / Archivo Martínez-Meriguet

Oposición a la Base militar en Manta y al Plan Colombia

Nela se mantuvo activa hasta sus últimos días. En los años 90, Nela se opuso a la participación del Ecuador en el Plan Colombia, una iniciativa estadounidense parte de lo que denominaron la “Guerra contra las drogas”, un paso más de sus constantes intentos de control geopolítico de Latinoamérica, en este caso a través de la penetración en las policías y ejércitos.

En el año 2000, como presidenta del Frente Continental de Mujeres, participó en una demanda para oponerse al establecimiento de una base militar estadounidense en el puerto de Manta. La base fue establecida, pero tuvo que ser desmantelada tras la aprobación en 2008 de una nueva Constitución que prohíbe las bases militares extranjeras en territorio ecuatoriano. En mayo de 2003, al recibir la condecoración Dra. Matilde Hidalgo de Prócel [5] dijo:

La colonización regresa. Concretamente la tierra del luchador y presidente Eloy Alfaro es hoy norteamericana. Manta; base de barcos e implementos de guerra y en préstamo para la nueva arremetida yanqui. También Esmeraldas y toda su bahía y posiblemente Galápagos. Nosotros, los sobrevivientes, aprendimos –yo en una escuela de monjas– a amar las hazañas de Bolívar y sus ejércitos de patriotas ¿Cómo saldremos de esta colonización? ¿Cómo justificarnos ante nuestra cobardía?

En los años 80 una enfermedad la dejó casi paralizada, pero consiguió recuperarse merced a sus enormes esfuerzos y tras dos años de intensa rehabilitación. A pesar de su enfermedad, siguió trabajando duro en las décadas siguientes.

En 2004, Nela ya bastante enferma fue a La Habana a recibir tratamiento médico y murió allí en julio del mismo año. Sus cenizas reposan tanto en La Habana como en Quito. Recibió sendos homenajes en los dos países.


Este estudio estuvo a cargo de un equipo compuesto por Pilar Troya del Instituto Tricontinental de Investigación Social, la historiadora Valeria Coronel, y Daniela Schroder e Iván Orosa que fueron parte del grupo de investigación sobre Nela Martínez formado en el curso “Marxismo y liberación nacional”, dictado en 2020 por el Instituto Tricontinental de Investigación Social y la Asamblea Internacional de los Pueblos.

Esta es una publicación conjunta con el Archivo Martínez-Meriguet, institución a la que agradecemos por la enorme apertura y dedicada colaboración en la persona de Nela Meriguet Martínez.

Mujeres de diversos movimientos políticos en la Plaza de la Independencia, Quito, en rechazo a la presencia de bases militares extranjeras en el Ecuador. Circa, 2000.
Fuente: Archivo Martínez-Meriguet

Referencias bibliográficas

Fuentes primarias:

Archivo Martínez Mériguet (Quito, Ecuador)

Fondo Epistolario entre Nela Martínez Espinosa y Joaquín Gallegos Lara

Documento N-19300101, Carta de Nela Martínez a Joaquín Gallegos, 1 de enero de 1930.

Documento N-19320102, Carta de Nela Martínez a Joaquín Gallegos, 2 de enero de 1932.

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Notas

[1Ala izquierda del Partido Liberal que junto con algunas organizaciones sociales de base abogaba por la lucha armada y anteponer siempre la voluntad popular.

[2Cargadores en kichwa, referido a los indígenas que transportaban todo tipo de mercadería a hombros.

[3Elección de una parte de los diputados del Congreso de modo que representaban específicamente a sectores de la sociedad como profesores, estudiantes, científicos, industriales, comerciantes, pero también trabajadores, campesinos e indígenas.

[4El browderismo fue una corriente ideológica marxista de corta duración que sostenía la necesidad de que los partidos comunistas hicieran alianzas y crearan frentes interclasistas con gobiernos y sectores de centro y derecha en nombre de enfrentar la amenaza del fascismo. Su nombre deriva del secretario general (1930- 1945) y presidente (1932 – 1945) del Partido Comunista de Estados Unidos, Earl Browder y tuvo influencia sobre todo en Latinoamérica. Nela Martínez escribió posteriormente un artículo al respecto: «Pedro Saad y el browderismo», en Mañana, Época III, No. 225, 11 de enero de 1968, p. 16. (citado en Ycaza, 1991).

[5Alocución al recibir este reconocimiento, otorgado por el Congreso Nacional (hoy Asamblea Nacional) del Ecuador, que lleva el nombre de la primera mujer que votó en el Ecuador (1924), que además de ser pionera en la lucha por el voto femenino en el país, conseguido en 1929, fue la primera médica y la primera mujer candidata (y electa) concejala.

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