Mi primera vez -en comisaría-
25 de febrero de 2014. Fuente: AraInfo
El 10 de febrero de 1989 unos vecinos de la calle Rincón llamaban a la Policía Local de Zaragoza para quejarse de unos ruidos en un piso colindante. Intervenía la UVE -Unidad de Vigilancia Especial- de la Policía Local de Zaragoza y encontraba los estudios de la radio libre Onda Vorde (germen de lo que hoy es Radio Topo), sin ninguna orden judicial se llevaban todo el equipo y detenían a las personas que en ese momento emitían. En marzo tres jóvenes que pegaban carteles contra el cierre de la emisora fueron detenidos por la UVE, uno de ellos, hoy colaborador de Arainfo y de Nodo50, nos cuenta su experiencia.
Por Alberto Ezquerra
En 1989 pasábamos por un pelo la mayoría de edad, una nueva generación post-referéndum OTAN habíamos surgido de las movilizaciones estudiantiles en los institutos de finales de los 80. Rabia juvenil, rebeldía, inconformismo, espíritu punk unidos a inexperiencia política. Ya entonces no creíamos en eso que muchos años después se bautizaría como Cultura de la Transición e íbamos a por todas. En esa época se empezaba con la campaña de insumisión y tras unos inicios un tanto caóticos de la primera etapa de Onda Vorde, en enero, con mucho esfuerzo habíamos conseguido volver a poner en marcha la emisora en una nueva ubicación.
Tras el cierre de la emisora, se hizo una campaña de denuncia y octavillas, que a la prensa no llegaron hasta después de un mes tras las detenciones por pegar carteles. Se editó un cartel con la imagen de la Policía Nacional tirando una puerta (que era una foto del asalto a la emisora Eguzki Irratia - Iruñea- en esos años) y los lemas “Nos han robado”, “Onda Vorde asaltada por la UVE y el material secuestrado”, “Libertad de emisión”, “devolución del equipo y cierre de los cuarteles y no de las radios libres” era lo exigido en un guiño también a la campaña de insumisión al servicio militar que se iniciaba esos días. En aquellos años pre-internet sin apenas medios de difusión los carteles en la calle eran una forma habitual de presencia y agitación de los colectivos y organizaciones.
En una primaveral tarde del 7 de marzo cuando apenas llevábamos unos minutos pegando los carteles fuimos interceptados por una patrulla de la temida UVE en la plaza San Miguel. La UVE tenía toda una leyenda negra a sus espaldas, agresiones, palizas en descampados, e incluso muertes por disparos de bala como inmortalizaron IV Reich en su tema “¿quién te mató Miguel?”. Unos meses después en vísperas del 1 de mayo uno de los primeros conciertos de Manolo Kabezabolo en la asociación Barrio Verde también finalizó con intervención de la UVE y un rosario de detenciones al obligar a suspenderlo. Pese a que en esos tiempos estábamos muy fogueados con la policía, durante las huelgas de estudiantes había carreras día sí y día no, y algunos ya habíamos sufrido en nuestras carnes las hostias de la temible Brigada Antidusturbios con base en Logroño que intervenía habitualmente en Euskal Herria en esos años, pero también venían a Zaragoza si era necesario. Se les diferenciaba porque llevaban un pañuelo azul al cuello. Los tres que fuimos detenidos sentimos pánico en ese momento. Por suerte un conocido fue testigo de la detención y le avisamos que fuera a un conocido bar, entonces y también hoy, referencia de colectivos para avisar de nuestra situación. En aquellos tiempos el teléfono móvil y cosas como el whatsapp o twitter eran pura ciencia ficción. No recuerdo si tiramos la cola, pero sí que fuimos con el cubo, las escobas y los carteles a la Comisaría de la calle Ponzano.
El viaje fue tenso sin apenas comunicación con los agentes y sentimos una sensación de alivio al acabar en una comisaría de la policía nacional y no en un descampado de las afueras como se decía que había ocurrido muchas veces con pequeños delincuentes víctimas de la marginación social. Una vez en comisaría nos dejaron en un cuarto encerrados durante unos veinte minutos y llamaron a nuestras familias para decirles que estábamos en allí. Más tarde la Policía Local declaró que era para confirmar nuestros domicilios y que no dijeron que estábamos detenidos, pero nuestros familiares eso entendieron. Nos pusimos muy pesados al llegar a comisaría preguntando por nuestra situación legal y si estábamos o no detenidos, pero no nos decían nada. Nos habíamos leído los manuales antirepresivos de los fanzines y tratábamos de ponerlo en práctica. Ahora visto con el tiempo creo que ni los propios policías lo sabían.
Mientras permanecíamos ‘incomunicados’ debió haber una fuerte disputa entre la policía nacional que no entendía que hacían allí unos chavales y la local que nos quería imputar por injurias al cuerpo. Las relaciones entre la Policía Nacional y la Policía Local, en especial con el cuerpo de la UVE, no eran muy buenas debido a los excesos de estos últimos.
Finalmente apareció un comisario en plan paternalista. Era digno de parodia, ya mayor, con camisa blanca y tirantes, pantalones subidos hasta la barriga y bigotillo fino como los ministros franquistas de los años del desarrollismo. Nos dijo que nosotros éramos buenos chicos, pero que alguien nos había engañado y pagado para que pegáramos carteles contra la policía y que eso no estaba bien, que comprendía que nos quisiésemos ganar un dinerillo pero había que tener cuidado. Años después algunos siguen con las acusaciones de estar pagados o financiados por no se sabe quién (desde la CIA, Bilderberg, hasta los ilumminatis, en esa época era el ‘oro de Moscú’).
Debo ser muy tonto porque a mi el activismo solo me ha costado dinero, juicios y multas. Al final tras la reprimenda nos dijo que nos podríamos ir en un rato pero tenían que hacer unas gestiones para enviar un informe al juez por si había delito de injurias a la policía como pretendían los municipales. Los de la UVE estaban rondando, con cara de cabreo, pero no intervenían. Nos sacaron ya a una sala de espera y apareció el típico policía garrulaco, tipo ‘Romero el madero’ de los SKA-P y al ver el cartel nos dijo literalmente: “Llegáis a sacar un cartel con mi foto y os meto dos tiros a cada uno”.
Como el ambiente ya estaba distendido y el comisario paternal era hasta ya casi un amigo las risotadas fueron máximas. Finalmente salimos a la calle, sin los carteles que fueron incautados como prueba, y ya había un grupo de compañeros esperándonos en la puerta (la solidaridad y el apoyo mutuo han sido y serán nuestras mejores armas). Recuerdo ver la figura de mi padre, en la puerta de Comisaría, que llegaba justo en ese momento con cara de enfado ya que estaba en la cama cuando llamó la policía. Al principio temí una bronca o fuerte reprimenda. Mi padre es una persona de izquierdas, en aquellos años en el espacio entre PSOE e IU que no veía con buenos ojos que su hijo fuese un ‘antisistema’ (bueno el palabro se inventó mucho después). Mi sorpresa fue cuando mi padre en vez de echarme la bronca se encaró con los policías diciendo que no entendía como se podía detener a alguien por el simple hecho de pegar carteles “¿no se supone que hay democracia y libertad de expresión?” le interpeló a los agentes de la UVE que le miraban estupefactos.
Finalmente el juez archivó el proceso y no vio delito, ni falta, alguno. Pero la UVE al no poder ir contra nosotros por la vía judicial utilizó la vía administrativa. Nos llegó una multa por “por pegar carteles sin licencia municipal” en virtud de una ordenanza que no se usaba casi nunca. Ninguna organización pedía licencia para pegar carteles. Mis compañeros de detención tras varios requerimientos pagaron la multa. Creo que eran 10.000 pesetas que en esa época de estudiante aún era dinero y era mejor gastártelo en cervezas que en engrosar las arcas del Ay-untamiento del corrupto González Triviño.
Yo al final decidí que no iba a pagar nada, me declaré insolvente y una funcionaria del ayuntamiento bastante enrollada tras decirle que yo era un estudiante sin ingresos y sin ninguna cosa a mi nombre me anuló la multa, tras llevar un justificante de Hacienda.
El equipo de Onda Vorde fue devuelto años después, y ayudo a ampliar Radio Topo, tras multitud de trámites legales y administrativos. Al final fue localizado en un sótano del Gobierno Civil de la plaza del Pilar y recuperado el 3 de marzo del 94 entre la incredulidad de los funcionarios que no se explicaban cómo llegó allí y cómo se pudo decomisar sin denuncia previa; faltaba una mesa de mezclas del inventario. Dos días después se instaló en una carpa del Parque Tío Jorge durante la Cincomarzada; fue la última emisión como Onda Vorde.
Cuando cerraron Onda Vorde el programa en que participaba se trasladó a Radio La Granja, que comenzó a emitir en el 1985 a iniciativa de la A.V. de San José, y que en los años siguientes, 86-87, tuvo una importante relevancia social como voz de los trabajadores durante la larga huelga de autobuses urbanos de Zaragoza. En Radio Topo que inició sus emisiones en 1993 nunca llegué a participar directamente pero siempre me consideraron uno de los suyos y hasta tengo carnet de la emisora.
Tras esta primera experiencia en comisaría, en los años siguientes estaba más en comisarías y juzgados que en casa, por temas relacionados por la insumisión, okupaciones, solidaridad con luchas laborales, agresiones fascistas, etc. También recuerdo como unos compañeros de la radio fueron a pedir ayuda y solidaridad a una tertulia de la progesía local zaragozana que se reunían todos los viernes en un bar de la plaza Santa Cruz. Nuestra ‘gauche divine’ de provincias los miró entre con condescendencia y cara de asco y les vino a decir poco más o menos que nos merecíamos lo que nos había pasado.
Eran tiempos de apesebramiento y de compra a los movimientos sociales, con una izquierda destrozada tras el referéndum OTAN, un PSOE hegemónico con mayoría absoluta, unos sindicatos oficiales domesticados, unos movimientos vecinales comprados y desmovilizados a base de subvenciones y un movimiento libertario fracturado debido a luchas internas. El cierre de Onda Vorde coincidió en el tiempo con el pistoletazo de salida de la campaña de insumisión dónde íbamos a echar el nuevo órdago al sistema, pero bueno eso ya es otra guerra.