"Lo peor de estar preso es estar allí dentro, las torturas y las palizas"
2 de abril de 2010.
Tarda menos en enumerar las cárceles en las que no ha estado que por las que ha pasado. Treinta y dos años y medio preso, 24 de ellos en aislamiento, dan para mucho, tanto como para conseguir el record de ser el recluso de la historia de la democracia sin delitos de sangre, sexuales o de terrorismo que más tiempo ha permanecido entre rejas. Desde hace 25 días es un hombre sin cuentas pendientes con la Justicia. Debe ser por eso que, pese al vértigo de su incorporación al mundo de los libres, asegura que ya empieza a caminar sin mirar hacia atrás por si alguien le sigue los pasos. Como cuando se fugaba. Y de eso sabe algo: lo hizo en siete ocasiones.
Entrevista a Manuel Pinteño
Tiene mejor aspecto que cuando el pasado día 3 atravesó las puertas de la prisión granadina de Albolote poniendo punto y final a un largo periplo por prisiones de prácticamente todo el país en las que entró siendo adolescente y ha salido abuelo. La cita es en plena sobremesa y, pese a lo temprano de la hora, la casa luce recogida, sin rastro de la comida familiar que acaba de compartir con su mujer, Mercedes, y con dos de sus seis hijos. Y él, acicalado como un novio. Polo blanco y negro, vaqueros, americana de cuero y pulcramente afeitado y peinado. Muy diferente de la imagen de aquel Pinteño que en la repetición del juico por el motín de Fontcalent del 91, encaramado en el tejado de la prisión y blandiendo un pincho, le lanzó a la fama, cuando lucía barba y melena de naúfrago. Y todo por una promesa, explica, la que le hizo a la mayor de sus nueve nietas de no cortarse el pelo ni afeitarse hasta que no volvieran a verse. Y pasaron cinco años.
Dicen que la cárcel rehabilita. ¿Usted qué cree?
Todo lo contrario, la cárcel te hace más borde.
Algo bueno tendrá el sistema penitenciario, ¿no?
Absolutamente nada. Hablan mucho de reinserción, pero es falso. Una cosa es lo que muestran de puertas para fuera y otra, lo que no se ve, que es donde están los presos.
¿Qué es lo peor de estar preso?
Estar allí dentro. Y las torturas, las palizas...
¿A usted le han torturado?
He tenido muchas broncas con los carceleros, peleas... yo he ido al hospital, pero ellos también.
Ha estado preso casi 33 años de los que 24 han sido en régimen de aislamiento. ¿Cómo se explica que ahora esté aquí, lúcido, respondiendo a las preguntas de una entrevista?
Yo mismo me sorprendo, no me lo explico... Quizá lo haya superado por las ganas de recuperar lo que tenía antes del entrar en la cárcel, de recuperar, sobre todo, a los míos. Eso ayuda mucho. Ha habido veces en que me he hundido, pero pensar en volver a estar con mi familia y ser libre me daba mucha fuerza.
Eso lo dice ahora que está en la calle, pero ¿cómo se sobrelleva el día a día?
Con la cabeza, disciplina y un poco de deporte (jugaba al frontenis). Sin el deporte y las rutinas que me imponía la mente me hubiera traicionado porque he estado 24 años sin relacionarme nada más que con un preso con el que coincidía en el patio. También tenía el apoyo de los compañeros anarquistas y de los medios de comunicación.
¿Barajó en algún momento quitarse la vida?
Nunca, y conocí a mucha gente que lo hizo. Pero antes de matarme yo me hubiera cargado a alguien. O pensaba así o me venía abajo.
¿Qué pensaba cuando por las noches se apagaba la luz?
Siempre piensas lo mismo, de noche y de día: en el momento en que se abra la puerta y vuelvas a ser libre. O en saltar un muro y salir. Pero es mejor la forma en que lo he hecho. Ahora voy por la calle sin mirar hacia atrás. Cuando he estado evadido iba todo el día en tensión. Ahora puedo caminar tranquilo, aunque no me gusta hacerlo solo.
¿De qué tiene miedo?
No es miedo. Es verdad que los coches van ahora más rápidos. Pero lo de ir con alguien no es sólo por eso, es que ya no conozco Elda. Yo soy de aquí, pero en estos años el pueblo ha crecido mucho y me cuesta orientarme. Y después de tanto tiempo solo me gusta estar acompañado, sobre todo de mis hijos, que se turnan para estar conmigo. Aún no me he movido ni un metro solo.
Sentado en el sofá, junto a Manuel, le escucha con atención Daniel, el menor de su seis hijos que tenía once meses la última vez que vio a su padre libre. Y fue durante la fuga del 14 de agosto del 86, la última de su largo historial de evasiones.
¿Qué le llevaba a fugarse a sabiendas de que con eso empeoraba su situación?
Yo sabía el riesgo que corría, pero salía y en esos días ayudaba a la familia en lo que podía.
¿Era consciente de que le acabarían pillando?
O matando. Tenía más presente eso que el que me pudieran echar el guante porque las órdenes eran de disparar a dar. En Valencia salí a tiros, en Barcelona también, por Las Ramblas, como en las películas. Me dieron el alto y como yo también llevaba un arma ... pero nunca hubo muertos.
¿Cuándo llegó a la conclusión de que no valía la pena fugarse?
Nunca dejé de pensar en fugarme, hasta el último segundo antes de salir libre. Incluso ahora lo sigo pensando.
¿Pero usted es consciente de que ya está en libertad?
Soy consciente desde el primer día, pero pega fuerte salir después de tanto tiempo. Además, este último año lo he pasado fatal porque tenía que haber salido el 17 de junio del pasado y entonces me aplicaron la ley terrorista esa (por la doctrina Parot, que obliga al cumplimiento íntegro de las penas).
¿A qué atribuye que, sin delitos de sangre, sexuales o de terrorismo haya estado tanto tiempo preso?
Pues por rebelarme contra las normas. Cuando entras en una cárcel, o te dejas pisotear o sales por encima. Y si te sales se crea todo esto que se ha montado en torno a mí cuando sólo soy un pobre desgraciado. Y supongo que también pesó el que no accediera a la proposición que me hicieron de matar a unos etarras.
Usted siempre ha mantenido esa historia.
Es que es verdad. Como Eta estaba matando fuera, unos señores nos propusieron, a mí y a otros, que acabáramos con los cabecillas (Parot y Troitiño) que estaban presos con nosotros a cambio de liberarnos.
¿Por qué no aceptó?
Porque traicionaba a un compañero y luego, cuando saliera, me hubieran pegado un tiro. Como le pasó al Nani.
¿Temió por su vida después de rechazar la propuesta?
Lo pensaba, pero tenía más miedo a que le hicieran algo a mi familia. Mercedes, una gitana de ojos vivos, su mujer y la madre de sus seis hijos, ha estado trajinando y ahora se incorpora al salón de la casita de dos plantas, situada a medio camino entre Elda y Petrer, donde han comenzado esta nueva andadura después de una vida separados. El mayor era un niño cuando el padre cayó preso pero gracias a las fugas y a los vis a vis la familia fue creciendo hasta los seis varones que hoy se reparten entre la veintena y la treintena. "Y todo lo tuvo que hacer ella sola, es una luchadora", interrumpe Manuel para precisar que es su mujer y no él quien de verdad tiene una historia humana y bonita que contar.
Ingresó en prisión con 19 años y un hijo pequeño y ha salido con 52 años, cinco hijos más y diez nietos. ¿Cómo se sobrelleva ser padre y abuelo entre rejas?
Es muy duro porque me daba cuenta de que me estaba perdiendo compartir el día a día con ellos. Y aunque de joven haya sido un golfante, que lo he sido, mi familia siempre ha estado por delante.
¿Qué le gustaría transmitirles?
Lo único que les puedo enseñar ahora es que no cometan los errores que yo he cometido e intentar llevarles por el buen camino, porque son jóvenes y se pueden desmadrar. Ahora quiero ejercer de padre, lo estoy haciendo y es muy agradable.
¿Cree en la Justicia?
No puedo creer porque... tengo un hijo condenado por un delito que no ha cometido, sólo por llevar el apellido Pinteño.
¿Piensa que su apellido les perjudica?
En cierto modo sí. Ahora se están cebando con ellos por lo que no han podido hacerme a mí.
¿Hay una Justicia para ricos y otra para pobres?
Hay una justicia para los ricos y una injusticia para los pobres.
¿Le han atribuido algún delito que no hubiera cometido?
Me han condenado por cosas que no he hecho. Hubo tres atracos por la zona de Sax con los que no tuve nada que ver pero por los que me metieron seis, seis y seis: dieciocho años en total sin haberlo comido ni bebido.
Pero seguro que también se habrá librado de alguno.
De muchas (risas)... si me hubiesen pillado en todos, me fusilan. Me he librado de algunos porque era escurridizo. No es una vida agradable, pero una vez que te metes es muy difícil salir porque ves dinero fácil. En mi caso no era por la droga, yo nunca me he drogado. Mi propósito era tener una casa propia y tal vez, si lo hubiera conseguido, lo habría dejado. No sé... Sólo quería darle todo lo mejor a mis hijos pero me salió mal y en vez de darles lo mejor les he dado lo peor.
¿Se arrepiente de algo?
No soy una persona de arrepentirme. Miro hacia atrás y pienso que algunas cosas no las haría o las haría de otra forma. Pero una vez hecho algo ¿de qué sirve arrepentirse? Soy más de mirar a lo que viene.
¿Y qué ve?
Cuando no haya tanto paro, trabajar. No me da miedo el trabajo. Lo que sé es que he rectificado mi vida y que no voy a volver a caer.
Si pudiera, ¿les pediría perdón a sus víctimas?
Sí, porque cometí errores ... Ya entonces, cuando tenía un arma entre mis manos, era consciente de que estaba jugando con la vida de gente que no me había hecho nada.
¿Siente rencor por esas tres décadas encerrado?
A veces sí, pero no tengo intención de sacarlo a relucir ni que me condicione la vida.
¿Qué les dice a quienes apuestan que no tardará mucho en volver a delinquir?
Que no me afecta. Cada uno es libre de opinar lo que quiera, pero hay que darle tiempo al tiempo.
¿Hay algún momento de su estancia en prisión que recuerde con cariño?
Lo mejor, los amigos que he hecho y el apoyo que me han brindado.
¿Y alguno especialmente malo?
Todos, pero el peor fue cuando falleció mi padre. Yo estaba preso en Alicante y no me dejaron ir al entierro. Fue uno de los momentos más duros y del que me costó recuperarme. ¡Que no te saquen cuando se te muere un ser querido! Luego vinieron el director y un subdirector a hablar conmigo y se lo dije: "os tengo que dejar un recuerdo peor que el mal trago que me estáis haciendo pasar a mí". La impotencia que sentí fue muy grande y eso tuvo mucho que ver en el motín de Fontcalent.
Pero su actuación en el motín, dicho por el juez que investigó el caso, impidió que fuera más sangriento de lo que fue.
El juez... si, Luis Segovia. He leído sus artículos y una vez lo vi en televisión diciendo que lo que estaban haciendo conmigo era una cadena perpetua encubierta. Ha sido el único juez que me ha defendido, que ha mirado más allá en vez de aplicar la ley y nada más. Ha estado dando la cara denunciando la pasada que se han pegado conmigo. Porque yo entiendo que cometí delitos y que tengo que pagar, pero joder... de ahí a tirarme 32 años y medio dentro.
Le preguntaba por su papel en el motín.
Mi objetivo principal en el motín era intentar fugarme. El segundo, las reivindicaciones. Había compañeros que se estaban muriendo de sida postrados en una cama... Se lío todo y se montó el tumulto.
Un tumulto al que usted puso cierto freno.
Claro, es que si no, la gente se desmadra y en vez de un motín aquello hubiera sido una carnicería. De eso era consciente desde antes de que empezara el follón. El riesgo de que se desmadrara era muy grande y, si se nos iba de las manos, el objetivo que buscábamos se cambiaba de blanco a negro.
Fuente: Tortuga
Nota de edición: Las preguntas no pueden ser más patéticas, pero publicamos la entrevista por ser la primera vez que contamos con un testimonio en primera persona de Manuel Pinteño. Nodo50
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