Insumisión. Veinte años después

10 de enero de 2010.

Febrero de 1989 fue un mes clave para el antimilitarismo en el estado español: cincuenta y siete
jóvenes se declararon insumisos al Servicio Militar
Obligatorio. Desde entonces y hasta 2001, fecha
en que se abolió la mili, 1.670 desobedientes
pasaron por prisión. LDNM ha charlado con media
docena de activistas de la época.

David García Aristegui (Fuente: LaDinamo)

¿Cómo explicarías qué era el Servicio Militar Obligatorio a un
chaval de hoy?

Iñaki Otamendi, Coordinadora Antimilitarista Kakitzat: La mili fue la
manera en la que el Estado Español dotó durante años de mano de
obra gratuita al ejército, obligando a todos los nacidos hombres a
pasar un largo período de instrucción militar en los cuarteles.
Además pretendía ser una escuela en la que los hombres asumieran
valores patrióticos españoles y aprendieran obediencia a la
jerarquía ante los posibles enemigos exteriores e interiores. Las
condiciones en las que se cumplía la mili eran muy precarias, y la
violencia no sólo provenía de los mandos militares: las “novatadas”
servían para humillar a los nuevos y para fomentar el individualismo.
El número de suicidios y accidentes era bastante elevado.

Cthuchi Zamarra, ex Grupo Antimilitarista de Carabanchel: Se
inventaron el rollo de la Prestación Social Sustitutoria (trabajo
en servicios sociales) para parecer que daban libertad de
opciones. En realidad tenían a los jóvenes trabajando gratis.
La desobediencia se hizo para cambiar el sistema, no para
escaquearse de la mili, y aunque el servicio obligatorio terminó
aboliéndose, todavía siguen gastando nuestro dinero en
pagar a profesionales de la violencia y comprar armas de destrucción
masiva.

¿Quiénes fueron los primeros insumisos?

Carlos Barranco, Movimiento de Objeción de Conciencia,
Valencia:
Los primeros desobedientes se llamaron a sí mismos
“objetores de conciencia”.Hablo del período desde 1971 hasta
1986, antes de la entrada en vigor de la Prestación Social
Sustitutoria. Estos primeros objetores provenían mayoritariamente
de comunidades cristianas de base, muy influidas por la
Teología de la Liberación, de ciudades como Valencia, Madrid,
Bilbao y Barcelona. Pero no explicaban su toma de postura en
términos religiosos, sino que se presentaban como “no violentos”
y abrazaban toda una tradición de pacifismo y desobediencia
de siglos de antigüedad. Éste fue el caso del primer objetor
de conciencia político, Pepe Beunza, que en 1971, en Valencia,
anunció públicamente su negativa a acudir al servicio militar. La
campaña de apoyo que llevaba varios años preparando tuvo el
efecto deseado: no sólo provocó debates en las cortes franquistas
y acciones de apoyo a escala internacional, sino que arrastró
a varios jóvenes a declararse también objetores de conciencia,
lo que generó una dinámica imparable que no cesó hasta la
abolición del servicio militar treinta años después.

Mar Rodríguez, Asamblea Antimilitarista: Aparte de los encarcelados,
muchas personas participaron en los grupos de apoyo a
los insumisos, entre ellos el de padres y madres. Casi todas
esas personas fuimos mujeres, pero no éramos sólo las novias
y madres, que también; no queríamos ser el lugar de descanso
del guerrero/insumiso, sino que era nuestra opción política. No
sin dificultades fuimos superando los roles de género, tan marcados
al principio: ellos a la cárcel, nosotras a visitarlos. Fuimos
muy activas y también formamos espacios propios, sólo de
mujeres, en los que debatir acerca del objetivo final: un mundo
sin ejércitos ni guerras.

¿Por qué tuvo la insumisión tanta repercusión social y cuáles
fueron sus principales logros?

Antonio Carretero, antimilitarista de Valladolid: El movimiento
de objeción de conciencia e insumisión ha sido hasta el
momento el movimiento social autoorganizado de mayor calado
y duración que ha existido en el estado español. Su repercusión
fue fruto de un conjunto de condiciones favorables: por
una parte, el éxito arrollador de la objeción colectiva a principios
de los ochenta, que acrecentó y consolidó el antimilitarismo
como alimento ideológico; por otra, la percepción social de
que la transición política tenía con el ejército una cuenta pendiente,
de que el franquismo seguía demasiado vivo en la institución
castrense, lo que quedaba especialmente patente en la
mili obligatoria.

Pablo San José, grupo Antimilitarista Tortuga: La repercusión se
la dio la represión. Encarcelar a cientos de personas por el simple
hecho de negarse a portar un arma en un ejército produjo
un gran escándalo. La dimensión ética de los insumisos era
intachable. La institución estatal, a pesar de todos sus esfuerzos,
nunca pudo llevar la iniciativa en el plano simbólico-ideológico.
La represión, en lugar de tener un efecto disuasorio,
multiplicó el número de insumisos, ampliando el efecto publicitario
de la campaña, que acabó siendo imparable.

Chtuchi Zamarra: La insumisión no fue un movimiento, sino una
estrategia que partió del movimiento antimilitarista y caló en
otros movimientos. Sus principales hitos fueron lanzar a la calle
el debate sobre la necesidad de la existencia de ejércitos y
difundir en los movimientos sociales las técnicas de acción no
violenta y el rechazo a la lucha armada, que aún estaba de
moda en aquella época; en los setenta había varios grupos
armados: ETA, Terra Lliure, GRAPO y FRAP, entre otros.

¿Cómo se organizaban los colectivos de insumisos?

Carlos Barranco: El Movimiento de Objeción de Conciencia
(MOC), fundado formalmente en 1977 –aunque ya llevaba algunos
años actuando– fue la red de grupos con mayor actividad
durante este ciclo de treinta años de lucha. La red la formaban
grupos locales pequeños, autónomos y de funcionamiento horizontal
y asambleario, que se coordinaban y decidían sus campañas
a escala estatal en asambleas periódicas. Durante el
período de la insumisión aparecieron otros grupos que siguieron
básicamente la campaña del MOC, como la Coordinadora
de Colectivos Anti-mili Mili-KK, surgida de partidos de izquierda
como el Movimiento Comunista, que tuvo especial fuerza en
Barcelona, Madrid y el País Vasco. Otros colectivos pusieron en
práctica la llamada “insumisión total”, que se diferenciaba de
la del MOC y Mili-KK en que el desobediente rechazaba acudir
al juicio e ingresar en prisión, pasando así a la clandestinidad y
renunciando a utilizar el juicio y la eventual estancia en la cárcel
para dar dimensión pública a su acción. Estos “insumisos
totales” pertenecían a grupos anarquistas y autónomos.

¿Qué recepción tuvo la insumisión entre las organizaciones
de izquierdas tradicionales?

Pablo San José: Al principio la obviaron por completo, ya que no
encajaba en su esquema de acción política. Cuando la campaña
alcanzó difusión, vieron una ocasión de obtener réditos políticos
y se sumaron a ella. Su manera de participar, a mi juicio,
fue torticera: se llenaron la boca con discursos a favor de la
insumisión y muchos de sus miembros o cargos públicos participaron
en concentraciones de apoyo o como testigos en juicios, pero nunca se implicaron al cien por cien favoreciendo
que surgieran nuevos insumisos desde sus filas. En esta generalización
incluyo a toda la izquierda tradicional más allá del
PSOE: sindicatos, Partido Comunista, sectas leninistas…
Imagino que nunca confiaron en una historia que no podían
controlar.

Carlos Barranco: En los setenta, los referentes de estas organizaciones
eran las guerrillas latinoamericanas de El Salvador,
Nicaragua, Cuba... Muchas de estas organizaciones postulaban
entonces la utilidad de hacer el servicio militar para aprender
lo que más tarde podría ser usado en la lucha armada. En el
País Vasco, la izquierda abertzale defendía aquello de “la mili
con los milis” (ETA Militar) como propuesta general para la
juventud vasca. Pero con el crecimiento del movimiento de
desobediencia civil, especialmente de la insumisión, empezaron
a verlo como un instrumento más. Muchas de estas organizaciones
cambiaron de táctica e intentaron instrumentalizarlo
para sus propios fines, creando sus grupos afines de insumisión.
Es el caso del Movimiento Comunista y la Liga
Comunista Revolucionaria con Mili-KK, o la insumisión “al ejército
español” promovida por las juventudes de Herri Batasuna
en el País Vasco y por las juventudes de Esquerra Republicana
en Catalunya.

¿Cómo evolucionó la respuesta institucional a la insumisión?

Pablo San José: Fue una partida de ajedrez entre el movimiento
antimilitarista y el estado. En los años setenta se
encarceló a algunos objetores. Con la transición se aparcó el
problema en espera de una ley que regulara el tema, tratando
de invisibilizarlo. A partir de la promulgación de la Ley
Objeción de Conciencia con el PSOE se comenzó a encarcelar
a los insumisos. En Navarra hubo una encarcelación masiva.
En todo caso, la represión siempre fue selectiva. La mayoría
de insumisos eran condenados a penas inferiores a las marcadas
por la Ley para evitar su entrada en prisión. Creo que
esto obedecía en parte a los escrúpulos personales de numerosos
jueces, pero pienso que hubo también una estrategia de
estado instrumentalizada desde la fiscalía: la insumisión
encarcelada había tenido un poderoso efecto llamada y se
habían disparado las estadísticas de objetores e insumisos; a
partir de ahí, el estado recula. Primero lo intentó con la aplicación
del tercer grado automático, pero los insumisos se
plantaron y dejaron la medida en agua de borrajas.
Posteriormente, con la “reforma Belloch” del Código Penal, se
sustituyó la pena de cárcel por la de inhabilitación. En la fase
final de insumisión en los cuarteles, volvió a haber un pequeño
grupo de insumisos en una prisión militar, pero como eran
pocos y ya estaba anunciado el fin del servicio militar, el
Estado consideró inocua su estancia en prisión.

Antonio Carretero: El gobierno, la justicia y el estado mostraron
su cara abrupta pero siempre queriendo parecer “amables”. La
insumisión generó en las instancias del poder tensiones entre
quienes andaban diseñando la posibilidad de eliminar la mili
obligatoria y configurar un nuevo ejército profesional y moderno
–en las coordenadas de la OTAN y la UE– y quienes defendían
la necesidad de una mili reducida, pedagógicamente
modernizada y humanizada como medio de acercar a los jóvenes
y a la sociedad en general al nuevo ejército… El problema
fue que, entre tanto, un sector importante de la juventud ya
había decidido por ellos, lo que aceleró sin duda la opción de
eliminar el servicio militar obligatorio. En este sentido, la objeción
de conciencia y la insumisión han sido, en conjunto, el
único acto de democracia directa y radical que se ha producido
en la España postfranquista, lo que corrobora que la desobediencia
civil sigue siendo una de las estrategias políticas
fundamentales para actuar contra el poder instituido.

José Manuel López, MOC y Asamblea Antimilitarista: Al principio
se intentó presentar a los insumisos como insolidarios. No
se dudó en mentir descaradamente, como cuando Televisión
Española presentó como jóvenes que hacían la Prestación
Social Sustitutoria a un grupo de insumisos que habían ido a
Bosnia a trabajar durante la guerra. Después montaron el
Movimiento por la Paz el Desarme y la Libertad (MPDL, oficiosamente
Menuda Panda De Ladrones), orquestado por Paca
Sauquillo, que organizó el envío de prestacionistas (esta vez de
verdad) a la ex Yugoslavia, pero la jugada les salió mal porque,
a su regreso, los chicos dieron una rueda de prensa muy sonada
en la que denunciaron el mamoneo de la supuesta ONG y
apoyaron sin reservas a los insumisos. Otra estrategia importante
fue identificar a los insumisos con “independentistas” y
partidarios de Herri Batasuna, sugiriendo la incoherencia de
declararse pacifista y “apoyar terroristas”. La guinda de esta
estrategia la puso el ministro de defensa Tomás de la Quadra
comparando a los insumisos con “terroristas que asesinan
niños”, lo que le valió la reprimenda incluso de sus compañeros
del PSOE.

¿Como afectó al movimiento de insumisión la encarcelación
de insumisos?

Iñaki Otamendi: Este castigo supuso un altavoz para los mensajes
antimilitaristas. La presencia activa de insumisos en las cárceles
también sirvió para sacar a la luz las condiciones que
sufrían los presos sociales y denunciar el sistema penitenciario.

Cthuchi Zamarra: Al movimiento le dio mucha fuerza, pues lejos
de asustar a los chavales, se fueron sumando a la estrategia
cada vez más jóvenes. Se trataba de un modelo heroico que, en
cierto modo, invisibilizó el trabajo de otro tipo que también se
llevó a cabo en estos colectivos.

¿Se intentó dar continuidad a la experiencia de la insumisión
tras la profesionalización del ejército?

Iñaki Otamendi: El movimiento antiglobalización asumió la
lucha contra las guerras, el relevo generacional fue escaso, y
desaparecieron muchos grupos antimilitaristas, pero aún hay
colectivos que continúan trabajando en el antimilitarismo e
intentan denunciar el gasto militar y el papel de los ejércitos en
el desorden mundial, aunque ahora los medios de comunicación
no estén interesados en dar voz a estos colectivos.

Cthuchi Zamarra: Entre las propuestas de desobediencia civil
se mantiene desde 1983 la objeción fiscal, es decir, dedicar el
importe de los impuestos que se destinan a gastos militares a
proyectos de construcción de alternativas pacíficas.

José Manuel López: Con el anuncio del fin de la mili se adoptó
la estrategia de insumisión en los cuarteles, pensada, en principio,
para el período de agonía de la mili, aunque creo que
también se pretendía probar como posible herramienta contra
el ejército profesional. Como esta nueva fase fue algo problemática
dentro del movimiento, no se planteó continuarla después.
También se han valorado otras estrategias de desobediencia
civil directa, como el allanamiento de instalaciones
militares, pero tampoco han cuajado. La profesionalización del
ejército y el fin de la insumisión han sido sin duda un momento
muy complicado para los movimientos antimilitaristas, y en
concreto para el MOC, con un bajón importante de la militancia.
Ahora, una vez tomada la distancia necesaria, seguimos un
poco perdidas a la hora de orientar nuestro trabajo antimilitarista.
Probablemente no podía haber sido de otra manera… Al
menos, aquí seguimos.

David García Aristegui (Fuente original: LaDinamo)

Cronología

1960-1970 Cientos de Testigos de Jehová cumplen penas de
más de diez años en prisión por negarse a hacer el servicio militar.

1971-1973 Campaña de Pepe Beunza, primer objetor de conciencia,
con acciones internacionales de apoyo y una marcha desde
Ginebra a la cárcel de Valencia en la que estaba preso.

1975 Campaña de servicios sociales autogestionados organizados
por los objetores en “busca y captura” en barrios marginales. El
más célebre fue el de Can Serra, en L’Hospitalet de Llobregat, que
marcó el comienzo del despegue de las cifras de desobedientes.

1977 Fundación del Movimiento de Objeción de Conciencia y su primera
acción de calle en Madrid. El MOC y otros antimilitaristas no
aceptan que un tribunal decida sobre la condición de objetor, ni
aceptan un servicio sustitutorio al militar.

1986 Campaña contra el referéndum de la OTAN, que sumó al antimilitarismo
a jóvenes y partidos de izquierda.

1989 Los primeros insumisos se niegan a acudir a los cuarteles. El
boicot inicial a la Prestación Social Sustitutoria por parte de sindicatos
y organizaciones sociales contribuyó a generar un gran
número de objetores “legales” y a cortocircuitar los intentos de asimilación
del Gobierno.

1990 La primera Guerra del Golfo extiende el rechazo al militarismo.

1992 Se denuncia la represión selectiva con la campaña “O
todos o ninguno”.

1993 Plante de los insumisos al tercer grado penitenciario.

1995 Aprobación del Nuevo Código Penal por el que los insumisos
serán “inhabilitados”, aunque se mantiene la cárcel como castigo.

1997 Defensa invierte 2.000 millones de pesetas en una intensa
campaña de imagen y reclutamiento del Ejército profesional.

2001 Los últimos soldados de reemplazo abandonan los cuarteles;
ese año solo hacen la mili 5.000 de los 91.000 sorteados.

2002 El Gobierno se ve forzado a reformar el Código Penal y el
Código Penal Militar para eliminar los delitos relacionados con la
insumisión. Amnistía para cerca de 4.000 insumisos procesados y
unos veinte insumisos en los cuarteles.

Esbozo de una bibliografía antimilitarista

VV AA.
En legítima desobediencia.
MOC y Traficantes de Sueños, 2002.
Disponible online en:
www.antimilitaristas.org/spip.php?a...

Enric Prat.
Moviéndose por la paz. De Pax Christi a las movilizaciones contra la guerra.
Hacer, 2006

VV AA.
500 ejemplos de no violencia. Otra forma de contar la historia.
Bidea Helburu, 2009

Manuel Ortiz Heras (coord.).
Culturas políticas del nacionalismo español: del franquismo a la transición.
La Catarata, 2009

Pedro Oliver.
La utopía insumisa de Pepe Beunza.
Disponible online en:
http://www.nodo50.org/tortuga/La-Ut...
Virus, 2002

Rosario Domínguez.
Insumisión. Una forma de vida.
Antimilitaristas.org
www.antimilitaristas.org/spip.php?a...

Mapa web del antimilitarismo actual

Grupo Antimilitarista Tortuga: www.nodo50.org/tortuga
Antimilitaristas.org (Insumissia): www.antimilitaristas.org
Objeción al Gasto Militar: www.nodo50.org/objecionfiscal
La Guerra No Es Un Juego: http://laguerranoesunjuego.blogspot.com
Centre d’Estudis per la Pau JM Delàs: www.centredelas.org
Utopía Contagiosa: http://utopiacontagiosa.wordpress.com
Col.lectiu Antimilitarista de Sant Cugat: www.nodo50.org/casc


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