Identificado genéticamente el padre de Ascensión Mendieta

10 de junio de 2017. Fuente: ARMH

Este viernes, el juzgado de Guadalajara ha recibido del laboratorio Lab Genetics la confirmación de que uno de los cuerpos exhumados recientemente en el Cementerio de Guadalajara es el de Timoteo Mendieta, padre de Ascensión Mendieta, la mujer que cumplió 88 años viajando en un avión a Argentina para pedir ayuda a la jueza que ha ordenado a través del principio de justicia universal la exhumación de la fosa, dentro del proceso penal abierto en Argentina para investigar los crímenes de la dictadura franquista.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que ha llevado a cabo las exhumaciones sin ayudas públicas, realizó una primera exhumación en enero de 2016 que finalmente no dio con los restos de Timoteo. Cómo dedujeron los técnicos de la ARMH, Timoteo Mendieta fue arrojado en una fosa y anotado en otra, algo que se ha podido constatar ahora mediante una identificación científica.

El cuerpo de Timoteo Mendieta fue enterrado el 16 de noviembre de 1939, un día después de su asesinato, y aunque los libros del cementerio lo ubicaban en la Fosa 2, finalmente ha sido encontrado en la Fosa número 1, exhumada recientemente.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica quiere agradecer y reconocer el tesón de Ascensión Mendieta, su valentía, su gran ejemplo de amor por su padre y su enorme esfuerzo en la lucha por los derechos humanos, en un país en el que ningún Gobierno de la democracia ha hecho nada por ayudarla. El empeño por encontrar los restos de su padre permitirá a otras 27 familias identificar a sus seres queridos, como resultado de las dos exhumaciones llevadas a cabo en su búsqueda.

Timoteo, guíanos a tu encuentro

Texto escrito por Aitana Vargas, bisnieta de Timoteo el 17 de mayo de 2017

Nunca hubieras imaginado que tu nombre sería pronunciado tantas veces por tantos españoles. Nunca, mientras tus ojos castaños buscaban misericordia en las manos que te fusilaron y que osaron dejar tu cuerpo desvalido en una fosa común en Guadalajara, pensaste que tu nombre sería coreado por miles de españoles que buscan desesperados tus restos y los de sus familiares desaparecidos.

Te fuiste un día de 1939, cuando tu cuerpo fue perforado por las balas de un régimen franquista que aún late con intensidad en el espíritu de algunos españoles, esos españoles que se niegan a reconocer que los ideales del dictador no tienen cabida en la España actual.

“Mi abuelo también está en alguna fosa”, me confesaba hace unos días un amigo madrileño que vive en Estados Unidos.

Poco sé de ti, Timoteo. Y ese poco que sí sé es parte del legado que dos de tus hijas, Paz y mi abuela Ascensión, se han empeñado en venerar y transmitir al mundo. Quizá, Timoteo, lo que te distinga de otros represaliados es que tus hijas lucharon para mantenerte vivo en su memoria, para encontrarte como otros no pudieron ni se atrevieron.

En su más absoluta penuria, donde otros han perecido y fracasado, ellas nunca se rindieron ni te olvidaron. Mantuvieron esa imagen paternal, ese recuerdo doloroso de tu desaparición, de tu asesinato…intacta. Quisieron que tu nombre e imagen trascendiera. Y lo han logrado.

Me ha costado años entender el inmenso dolor y pesar que inunda los corazones de tus hijas – por mi propia inmadurez y debido a una sociedad española que se niega a enseñar en sus escuelas su más terrible pasado.

Cuando tenía 18 años me subí a un avión y emigré a Estados Unidos dejando atrás una historia familiar que apenas conocía. Discúlpame por haber tardado tantos años en descubrirte, en entender el simbolismo que tu muerte y la de decenas de miles de españoles más tiene en mi bienestar y en el de nuestra amada España.

Creo que mi primer encuentro contigo fue un día de 1999 cuando me matriculé en una clase de arte en la universidad y me pidieron que presentara un proyecto ante un aula repleta de estudiantes. ¡Quién me hubiera dicho que, a miles de kilómetros de mi país y a través de “El Guernica” de Pablo Picasso, me sumergiría en tu historia! Aquel día, frente a decenas de jóvenes estadounidenses, me embarqué en un viaje hacia el pasado que me permitió desenredar y desenhebrar la historia más oscura de nuestro país – esa que tú encarnas.

Fue ahí, en ese encuentro entre mi presente y tu infortunio, donde hallé el palpitar de una historia familiar plagada de sufrimiento, pero también de esperanza. Quiero que sepas que en su 89 cumpleaños, tu hija Ascensión surcó el océano para clamar por tu justicia ante el pueblo argentino. Quiero que sepas que ha llorado tu memoria, tu nombre y el inmensurable vacío que tatuaste en su espíritu con tan solo 13 años. Quiero que sepas que te añora y que su desconsuelo no tiene límites conocidos. Quiero que sepas que allí donde tú estés, a pesar de que la muerte acecha su existencia cada segundo de sus últimos días, ella te está buscando.

Desconozco cómo fue aquel día en que una bala destrozó tu espíritu, tu presente y el de tu familia. No sé cómo viviste tus últimos días, ni qué pensamientos te consumían mientras las balas te arrebataban la vida. Tampoco sé a qué sabe tu último suspiro ni dónde reposan tus huesos. Pero aquí, más allá incluso de las mesetas y de los valles ibéricos, somos muchos los que te estamos buscando.

Antes de irme, Timoteo…Quiero que conozcas a René Pacheco, el arqueólogo que lidera los esfuerzos por buscarte. De él sé que sigue tus pasos de cerca, que él habla con los huesos, con la tierra y con el polvo que durante décadas ha protegido tu cuerpo. Quiero que conozcas a Emilio Silva, fundador de la ARMH, la persona que inició la causa a la que tú también perteneces. Quiero que conozcas a Gonzo, un afable periodista que se solidarizó y propulsó tu causa hacia el infinito. Quiero que, allí donde estés, en ese plasma celestial donde reside tu recuerdo, dejes que te encontremos. Quiero que sepas que tu memoria sigue palpitando en nuestro presente y que España necesita reencontrarse contigo.

Y deseo que, si tu alma aún navega por algún recóndito lugar del universo, pueda escuchar los aullidos que desde aquí invocan su presencia. Ascensión te quiere y necesita darte su último adiós.

Aitana


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