Giulia Tamayo

15 de mayo de 2014. Fuente: Diagonal

Histórica activista de los derechos humanos, Giulia Tamayo murió el pasado 9 de abril. Jugó un papel crucial en terminar con el plan de esterilizaciones forzadas del presidente peruano Alberto Fujimori.

Giulia Tamayo, abogada defensora de derechos humanos, recibió un cassette a finales de 1995. Ahí estaban los audios que le enviaba su amiga y compañera feminista Hilaria Supa, líder indígena de la región de Cusco. Ese cassette recogía una de las primeras pruebas del programa de esterilizaciones forzadas que estaba llevando a cabo el presidente Alberto Fujimori.

Como investigadora para el Comité de América Latina y el Caribe para la defensa de los derechos de las mujeres, Giulia Tamayo empezó a entrevistar a mujeres andinas de Anta y Ayacucho, que “aun a sabiendas de que a ellas las podían desaparecer en cualquier momento”, habían sido las primeras en reaccionar. La abogada descubrió también casos en la Amazonía, en el norte, en las áreas periféricas de Lima... “De pronto, se me va llenando todo el mapa”, contaba a DIAGONAL en mayo de 2012.

Gracias a la investigación de Tamayo y su informe, Nada Personal, se destapó que el programa de Anticoncepción Quirúrgica Voluntaria (AQV) implantado por el Gobierno de Fujimori era en realidad de carácter obligatorio: se estima que entre 1996 y 1998 más de 300.000 mujeres fueron sometidas a un programa de esterilización forzada.

Alberto Fujimori, en la actualidad preso por crímenes de lesa humanidad, dio un autogolpe en 1992. Varios defensores de derechos humanos fueron asesinados en este periodo. Otros muchos amenazados. Giulia Tamayo tuvo intervenida la línea telefónica y sufrió el robo de sus archivos. Resultaba muy incómoda.

Contaba Tamayo a DIAGONAL que cuando la empresa aeronáutica Antonov solicitó la licencia para operar en Perú, Fujimori y su mano derecha, Vladimiro Montesinos, pidieron a cambio un avión para cada uno, como patrimonio personal. El oficial que tenía la concesión de Antonov y estaba negociando el acuerdo se indignó ante tan chapucero chantaje; él era un héroe ucraniano y no podía aceptar algo así.

Tras ser perseguido, Tamayo lo sacó por la frontera. En aquel momento, por actuar como defensora de los derechos humanos, el régimen te podía destruir en un santiamén acusándote de pertenecer a la guerrilla Sendero Luminoso.

—A mí lo que me blinda es que llevo en la pierna la bala de Sendero— decía la abogada.
—¿La bala de Sendero?

La bala de Sendero Luminoso

Cuando en 1992 Sendero Luminoso asesinó a la feminista negra María Elena Moyano, histórica líder comunitaria de Villa El Salvador, Giulia Tamayo era su abogada. Con las organizaciones sociales todavía conmocionadas, Tamayo fue a recoger sus restos a la morge. “Ese día no había nadie. Estaban todos aterrados. Eran las 7 de la mañana y encuentro una mujer con un bebé . ’¡Qué extraordinario! —dije yo— por lo menos una mujer viene a velar... Y cuando la voy a abrazar, conmovida yo, me sujeto y ella agarra y me dice ’Perra feminista, te vamos a matar’”. A los pocos días, cuando Tamayo salía de una reunión, le dispararon.

Paradójicamente, esa bala, contaba la abogada, impidió luego que Fujimori la acusara de ’terruca’, de terrorista. El asesinato de María Elena Moyano no fue un caso aislado. “Lo que en Chile hizo Pinochet, de manera más eficiente en Perú lo hizo Sendero. La gente de los movimientos sociales estuvo entre dos fuegos”, explicaba.

"Es un cambio de perspectiva, que ojalá sepamos trasmitir, cuando el miedo se vuelve rabia y de la rabia viene la fuerza y la capacidad de movilización”, decía TamayoTamayo tuvo que dejar el país y viajar a España. Como investigadora de Amnistía Internacional (AI), realizó el primer informe de esta organización sobre víctimas de la guerra civil y el franquismo, de 2005, y también denunció las violaciones de derechos humanos en República Democrática del Congo, en Honduras y en Colombia.

El pasado 9 de abril, Giulia Tamayo murió en Montevideo a los 55 años. Sobre cómo la organización desde la base consigue erosionar los procesos de dictadura y extrema violencia, Tamayo explicaba a DIAGONAL lo siguiente: “De los más vulnerables, que incluso me han protegido, no se habla nunca. Me da cólera. Los verdaderos héroes y heroínas estaban al lado y eran muchos, con una generosidad de vida, que sabían que podían perderlo todo, pero ellos no tenían cálculo. Eso es de las cosas que más me impresionaban. Es un cambio de perspectiva, que ojalá sepamos trasmitir, cuando el miedo se vuelve rabia y de la rabia viene la fuerza y la capacidad de movilización”.

A Giulia Tamayo. Mujer resistente, luchadora, tenaz y afectuosa

Por Pepe Mejía

Un domingo de marzo, a última hora de la tarde, después de una reunión de portavoces de Podemos en Madrid, Inés, coportavoz del Círculo Carabanchel-Latina, me informó de que Giulia estaba gravemente enferma. Recordé los momentos que pasé con ella cuando desde Amnistía Internacional (IA) se me apoyaba mi regreso a Perú a pesar de una orden de búsqueda y captura internacional y una petición del Fiscal Contra el Terrorismo de 20 años de cárcel.

Por indicación de Esteban Beltrán tenía que reunirme con Giulia. Llegué a las oficinas de AI con la lógica preocupación porque era bastante probable de que los esbirros de la dictadura de Fujimori me detuvieran si pisaba suelo peruano. Giulia me recibió con esa amplia y sincera sonrisa que le caracterizaba. Desde el primer momento empatizamos. Hablamos de compañeras de lucha, de Flora Tristán, y defensa de los derechos humanos comunes. Hablamos de Cecilia Olea y la campaña que organizamos para denunciar las amenazas de muerte que había recibido de los grupos paramilitares en tiempos del socialdemócrata Alan García.

Sin perder la sonrisa organizó toda la red de alerta para que pudiera viajar a Perú, dar las conferencias que estaban programadas, presentar un libro, recibir un homenaje de la Municipalidad de Ica que me declaró "huesped ilustre", clausurar un curso de periodismo electrónico, visitar a los amigos y amigas y palpar la nueva realidad después de Fujimori. Logró que AI desde Londres enviara una carta al Ministro de Interior, Ketín Vidal, comunicando oficialmente mi regreso a Perú y advirtiendo de que si se me detenía AI me declaraba "preso de conciencia".

Giulia era muy tenaz. No paró un instante en tocar todas las puertas para asegurar mi seguridad personal y evitar la detención. Tocamos "teclas" muy concretas en el Ministerio de Exteriores del Palacio de Santa Cruz, Presidencia del Gobierno y, por supuesto, a la prensa.

Seguí a pies juntillas todos los consejos que me dió porque Giulia, desde el primer momento, me transmitió confianza y seguridad. Con ella yo podía ser capaz de ir a donde sea.

Después de mi regreso de Perú sin sobresaltos, seguimos en contacto y nos veíamos de vez en cuando en actos y reuniones. Siempre con esa sonrisa franca, abierta, transparente y que te animaba acercarte hacia ella. Muy cálida y afectuosa. La humanidad a flor de piel.

Otro momento fue su memorable denuncia de las esterilizaciones forzosas ocurridas durante el segundo mandato del dictador Fujimori (1996-2000). Ella fue la que tuvo los primeros testimonios grabados en quechua por Hilaria Supa. No paró hasta traducirlas, elaborar la denuncia y seguir con la investigación. Un trabajo extraordinario que lo complementé desde prensa, denunciando que la campaña de esterilizaciones había sido financiado por la USAID, un organismo independiente pero que recibe directrices estratégicas del Departamento de Estado norteamericano y que colabora con la CIA.

Esta denuncia sólo la podía haber hecho una mujer como Giulia. Hoy no estás con nosotrxs. No estás para seguir y explorar otras líneas de investigación. Para concertar acciones y repartos de tareas. Para avanzar en la defensa de los derechos humanos que era tu ideal, tu objetivo permanente y por el cual te desvivías. Giulia siempre estarás presente en nuestros corazones. En los corazones de activistas y represaliados. El mejor homenaje que podemos hacerte es elevar nuestro compromiso en defensa de los más desprotegidos. Como lo hicistes tú en vida. Que la tierra te sea leve, compañera.


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