Gaztetxe de Gasteiz, un proyecto que se coció a fuego lento
29 de abril de 2020. Fuente: Halabedi
El 28 de abril se cumplen 32 años desde la primera patada. Una patada al edificio de las cocheras del Obispado que pocas podrían pensar que tendría tanto recorrido. Asambleas, ocupaciones simbólicas, mociones o charlas informativas fueron las que labraron el camino de la ocupación del Gaztetxe de Gasteiz.
Año 1986. En mitad de una vorágine de movilizaciones, sonidos punk-rock, los GAL actuando fin de semana si y fin de semana también, enfrentamientos con la Policía Nacional y movimientos obreros y estudiantiles, el movimiento juvenil alternativo continuaba organizándose para hacer frente a las diferentes problemáticas. En una Gasteiz sin recuperarse de heridas como las del 3 de Marzo de 1976, el movimiento libertario tomaba forma a una velocidad más acelerada que el resto de Euskal Herria.
Hala Bedi Irratia trataba de asentarse, pese a los continuos chapes de sus centros de emisión, y servía de base y altavoz de este movimiento incipiente. También el fanzine ‘Resiste’ era referente del movimiento autónomo en la ciudad. Ese mismo año nació la ‘Asociación Cultural de la Zapa’, entorno a la calle Zapatería de Alde Zaharra, organizando conciertos, exposiciones, actos de protesta… Pero no era suficiente. Las ansias por un local propio sin control institucional eran cada día mayores y fue en el verano de ese año cuando se empezó a juntar un grupo de jóvenes para dar forma a aquella idea.
Junto al fracaso escolar, los índices de paro superiores al 30% en la juventud, la potilica especulativa de vivienda… condenaban a la juventud gasteiztarra a un ‘No Future’, a vagar por las calles, y a estar tutelados por las instituciones en todas sus actuaciones, imposibilitando su emancipación. En diferentes asambleas, este pequeño pero diverso grupo de jóvenes, autónomo y libertario, sacó diferentes conclusiones tras reflexionar sobre la situación que vivían entonces las personas la capital alavesa.
Una de éstas era la clara necesidad de organizarse en diferentes marcos que pudieran afectar directamente a las personas jóvenes, estuviesen organizadas o no. El elevado coste que tenía entonces la vivienda fue un tema que apareció reiteradamente, asamblea sí y asamblea también, ya que éste impedía la posibilidad de acceder a una casa a la hora de emanciparse.
La autogestión -postulado clave en el movimiento autónomo de Euskal Herria-, una forma de organizarse que comenzaba a sonar con fuerza a mediados de los 80, era otro tema candente. ¿Cómo autogestionarse? ¿Qué es la autogestión? ¿Significa prescindir de cualquier tipo de ayuda exterior? Este debate, que sigue presente 32 años después en los diferentes colectivos del movimiento popular, dejaba muchas dudas, pero también cosas claras. Una de ellas era la innegable necesidad de un local que, en principio, no se planteaba como ‘local juvenil’. Se necesitaba un local autogestionado. Punto.
Otro tema central era el aumento de la represión por parte de la Policía Municipal de Gasteiz, colaborando con la Policía Nacional en tareas represivas contra las continuas movilizaciones a favor de los refugiados políticos y en contra de las actuaciones de los GAL. Si antes se limitaban principalmente a multas de tráfico y control de drogas, comenzaron a realizar acciones conjuntas con la Policía Nacional -que entonces tenía la comisaría en la calle Correría-.
Los problemas eran muy variados, al igual que los debates. Pero se necesitaba algo común y eso sería el local autogestionado. Era hora de ir todas a una.
Al principio, esta idea sólo se propagó entre la gente más cercana al movimiento, pero más adelante se impulsó la participación de cualquier persona interesada en el proyecto. No había miedo: del boca a boca se pasó a avisar por carteles de las asambleas que se realizaban todos los sábados a las seis de la tarde en el local de la junta de desempleados del barrio de Zaramaga. Una, dos, tres, cuatro… La ‘Asamblea juvenil de Gasteiz’ comenzaba a andar a un ritmo frenético, ya que asamblea tras asamblea el número de participantes crecía, pese a las reticencias de algunas familias políticas. En concreto, la izquierda abertzale, que hoy es partícipe del proyecto, pero en su origen no participaba en el mismo.
Del boca a boca a los carteles, de reuniones pequeñas a asambleas anunciadas, y de reflexiones internas a reivindicaciones en los medios de comunicación. Poco a poco, periódicos o radios se hacían eco de las reivindicaciones, que eran acompañadas de charlas informativas en diferentes puntos de la ciudad.
Se desarrolló una labor expansiva y extensiva a grupos sociales de la ciudad, como grupos de tiempo libre. Tan solo dos meses y medio antes de la ocupación, el 13 de febrero de 1988, una kalejira recorrío las calles de Gasteiz exigiendo la necesidad de un Gaztetxe. Eran tales las ansias, que se ocupó de manera simbólica la Asociación de Vecinos Gasteiz Txiki, denunciando la falta de locales para el desarrollo de las inquietudes de la juventud gasteiztarra.
Tan solo 10 días más tarde, llegó la hora de mostrar públicamente quién estaba detras de estos actos. El 24 de febrero de 1988, se presentaba oficialmente la Asamblea Juvenil de Gasteiz.
Paralelamente, los medios de comunicación no ocultaban la labor de la asamblea. Tanto que se planteó la opción de presentar una moción en el Ayuntamiento, reivindicando la necesidad de que cada barrio tuviera su local, con un funcionamiento libre, autogestionado, abierto a diferentes colectivos, sin horarios ni ‘jefes’ y sin ningún tipo de control policial.
Dicha moción tuvo que hacer frente a diferentes problemas logísticos y de apoyo. No se podía esperar. Había que buscar locales para ocupar y seguir con los proyectos que tenían entre manos de una forma más libre.
Años de asambleas, reflexiones, charlas… Que no terminarían pero que si que tomarían una nueva forma de lucha a partir del 28 de abril de 1988.
Ese día, sobre la una del mediodía y atraídos por unos pasquines, alrededor de 300 personas se juntaron y comenzaron una manifestación que comenzó en Fariñas y que acabaría con la okupación de lo que hoy en día conocemos como Gasteizko Gaztetxea.
Patada y pa’ dentro que esta vez no sería simbólica. A las 300 personas se les siguió sumando gente para realizar obras o limpiar el local de las cocheras del obispado de Gasteiz. Mientras que se sacaban cientos de kilos de basura del interior del edificio, se comenzaban a organizar distintos sistemas de resistencia.
Las primeras semanas estuvieron llenas de tensión y trabajo. Todos los días dormían 20 personas en el interior, ante el altísimo riesgo de desalojo. Reuniones todos los días, acompañadas por visitas diarias de la policía… Pero había tanta gente congregada que no se atrevían a intervenir.
Estaba hecho: el movimiento popular de Gasteiz y la juventud habían ganado una de las partidas más importantes de los últimos años. No tenía vuelta atrás, nacía el Gaztetxe de Gasteiz.
A día de hoy, este proyecto puede presumir de ser uno de los más consolidados de Gasteiz. Pocas personas pueden decir que no han estado, no hayan conocido a alguien que milite, que no se haya pasado por las asambleas o no se haya echado una cerveza en ‘la casa de la colina’. Una casa en la que una asamblea de jóvenes -que no eran casi ni ‘proyecto de vida’ en 1988- sucede a quienes se echaron a un lado, para organizarse en otros marcos pero compartiendo objetivos.