Billy el Niño, torturador
8 de mayo de 2020.
Nota de CEAQUA
Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, fue un conocido y reconocido torturador durante la última etapa de la dictadura franquista. Torturaba brutal y salvajemente a todas aquellas personas que eran detenidas por la Brigada Político-Social como consecuencia de la oposición que ejercían contra aquella dictadura sanguinaria. Era su método de trabajo habitual.
Nota de CEAQUA y más
Hoy hemos conocido que ha fallecido en un hospital de Madrid por coronavirus.
Billy el Niño ha fallecido bajo el manto de protección que el Estado español le ha ofrecido en todo momento. El Estado español en su conjunto le protegió, le promocionó, le premió y condecoró, convirtiéndose de esta manera en cómplice activo de un criminal franquista. El Estado ha articulado y fortalecido durante cuarenta años de democracia unas políticas de impunidad que han impedido que las actuaciones criminales de Antonio González Pacheco pudieran ser investigadas y enjuiciadas por los Tribunales españoles.
Estas políticas de impunidad no han funcionado socialmente gracias al empuje y al trabajo de una sociedad civil que de forma continuada ha denunciado sus crímenes y la situación de impunidad mantenida que resultan incompatibles con un Estado democrático.
Conviene recordar que en la denominada “Querella Argentina” Antonio González Pacheco estaba imputado por crímenes contra la humanidad y que las autoridades argentinas habían solicitado su extradición, extradición que fue rechazada por una resolución judicial dictada por la Audiencia Nacional española en el año 2014.
De igual forma los Tribunales españoles han rechazado las 18 querellas criminales que, por delitos de torturas en un contexto de crímenes contra la humanidad, se habían presentado desde junio de 2017 hasta la fecha contra Billy el Niño.
Si bien su muerte extingue la responsabilidad criminal, dichos procesos continuarán tramitándose a través de los pertinentes recursos y reclamaciones, pues la mayoría de ellos no solo se dirigen contra Antonio González Pacheco, sino también contra otros torturadores integrados en la Brigada Político Social franquista.
Desde CEAQUA nos repugna que Antonio González Pacheco haya fallecido sin que sus crímenes hayan sido investigados por los Tribunales españoles, sin que se hayan respetado los derechos humanos de las personas que sufrieron sus torturas y sin que, en definitiva a la sociedad en su conjunto el Estado le haya ofrecido una respuesta acorde con el Derecho Penal Internacional y con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. No hay reconciliación posible sin que recuperemos la confianza en un Estado que juega con el tiempo como elemento principal en sus políticas de impunidad.
Desde CEAQUA nos comprometemos a continuar trabajando para que todos los criminales franquistas sean investigados, para poner fin a las políticas sórdidas y siniestras del Estado español que impiden un reconocimiento efectivo del derecho a la tutela judicial efectiva.
Y en ese trabajo, como siempre, recordaremos y serán referentes aquellos que se marcharon pero que siguen muy presentes, a nuestros queridos Carlos Slepoy y Chato Galante, que tanto hicieron para que los crímenes cometidos por Antonio González Pacheco fueran investigados.
CeAqua
Nota publicada por La Comuna, presxs del franquismo
El torturador González Pacheco ha escapado, una vez más, de la justicia. Algo que llevaba haciendo desde hacía mucho tiempo. Toda su vida fue así: solo fue valiente delante de las víctimas indefensas a las que torturaba con total impunidad en compañía de sus compinches de la Brigada de Información Social. Asumió la representación pública de todos ellos, pero solo para presumir de sus hazañas y nunca para dar la cara cuando fue requerido por la justicia. La justicia argentina, porque siempre disfrutó de la protección de los tribunales y todos los poderes del estado español.
Ha representado con su muerte la misma escena que vimos nosotros un día de abril de 2014 en la puerta de la Audiencia Nacional: un canalla que huía una vez más de la justicia y de sus víctimas, que le veíamos escapar en una moto embozado para que no le viésemos la cara, protegido una vez más por los poderes de esta democracia española que ha sido incapaz de darnos a sus víctimas uno de los derechos humanos más fundamentales: el derecho a la justicia.
Quedará en la memoria la vergüenza de su vida y de nuestra democracia que le protegió, pero también nuestra lucha por conseguir verdad, justicia y reparación para todas las víctimas del franquismo. Esperamos que nuestra sociedad nos acompañe en la lucha por estos derechos que nuestro estado siempre nos negó.
Jesús Rodríguez Barrio, miembro de la Comuna
Un día para la vergüenza nacional: muere un torturador, se entierra la Justicia
Por Luis Suárez-Carreño, víctima de Billy el Niño y miembro de La Comuna
Para las víctimas de G. Pacheco (Billy el Niño) la noticia este jueves de su fallecimiento no puede ser motivo de alegría, al menos para mí no lo es. La muerte no puede sustituir a la justicia. Cuando un presunto criminal muere impune, sin siquiera haber sido procesado, sus víctimas siguen sin ser reconocidas, mucho menos reparadas, y la democracia, en su conjunto, se degrada; este virus, el de la impunidad, lleva entre nosotros mucho tiempo y afecta a nuestra salud democrática.
Se han producido innumerables reacciones espontáneas a su muerte, algunas, seguramente poco meditadas, celebrándolo. Yo no celebro la muerte de nadie; tampoco me consolaría saber que hubiera tenido una muerte dolorosa; a diferencia de él, yo no disfruto del dolor ajeno. Siento, sí, que se haya ido no sólo sin sentarse, como merecía, en un banquillo, sino sin haber jamás expresado el menor remordimiento o arrepentimiento, la mínima empatía hacia sus víctimas. Esa misma que unánimemente se les exige, por ejemplo, a los terroristas condenados.
Pensemos fríamente el significado de la muerte impune de González Pacheco: un torturador que ha vivido a sus anchas durante más de 40 años de democracia, a pesar de los innumerables testimonios que hemos aportado sobre sus delitos, investigados incluso fuera de nuestro país, sin que el Estado español se haya atrevido a toserle: ni se le habían llegado a retirar las condecoraciones recibidas por sus "servicios".
¿Qué dice esto de nuestra democracia, de nuestro Estado de Derecho?
… cuando los organismos internacionales más respetados en materia de derechos humanos han reclamado por activa y por pasiva al Estado español que investigue y juzgue los crímenes del franquismo, dando así amparo a sus víctimas…
… cuando las víctimas de esos crímenes nos hemos tenido que desplazar a Buenos Aires en búsqueda de justicia, y hemos recorrido cientos de juzgados españoles…
… y cuando el Estado, a través de la Fiscalía y del sistema judicial, ha bloqueado cualquier acceso a la justicia –ya sea juzgando, ya extraditando…–.
Lo que esto dice de nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho es que están corrompidos, que las instituciones a las que pagamos renuncian a sus obligaciones, que se ampara la impunidad.
Hoy no es solamente un día triste, de constatación del desamparo, para las víctimas del franquismo. Hoy es un día de vergüenza nacional y así debería recordarse para las venideras generaciones; para que sepan de una sociedad tan cobarde, tan hipócrita, que fue incapaz de encararse con presuntos criminales que disfrutaban de privilegios y prebendas oficiales, que fue incapaz, más de 40 años después, de sacudirse la sombra del franquismo de sus togas y tarimas.
Con el fallecimiento en olor de impunidad del torturador, nuestra sociedad e instituciones desnudan su impotencia: un personaje que ha medrado por las cloacas del Estado en el franquismo, en la transición y seguramente en la democracia, ha tenido agarrado al poder por las partes, chantajeándole hasta no poder tocarle ni sus espurias condecoraciones y beneficios oficiales.
Para quienes luchamos desde hace mucho contra la impunidad del franquismo, la sensación hoy podría pensarse tal vez agridulce: por una parte, la justicia ha sido una vez más eludida, pero, en contraposición, nuestra lucha todos estos años ha conseguido poner en la agenda pública los crímenes y la impunidad; hemos conseguido una, digamos, condena mediática y popular de personajes como Pacheco. Sin embargo, no nos engañemos, es muy superior el sentimiento de derrota y humillación. Ninguna condena moral pública, por unánime que pueda parecer, sustituye a la que imparten los tribunales.
Hoy sí tienen motivos de celebración, en cambio, sus cómplices, quienes han compartido su siniestra hoja de servicios: un testigo menos. Quizás solo le echen en falta en esas cuchipandas a las que le invitaban en comisarías hasta ayer mismo.
Finalizo recordando a Chato Galante, amigo y compañero entrañable y adalid de la lucha contra la impunidad, fallecido hace solo unos días, y que ante la opinión pública aparecía en cierta forma como la némesis de Pacheco, quien le torturó salvajemente en los años 70. Por la memoria de Chato, también por la de Carlos Slepoy, y por la de tantas personas que han luchado y ya no nos acompañan; hasta nuestro último aliento seguiremos reclamando justicia ante todas las instancias. Como ellos y ellas hicieron. Por su memoria, y por quienes nos seguirán, porque es seguro que nos seguirán.
Paco Lobatón, víctima de Billy el Niño: «Quisiera reivindicar la memoria de las víctimas y que se retiren las condecoraciones»
Por José Antonio Gómez
Obituario con hurras *
Los canallas viven mucho, pero algún día se mueren
Vamos a festejarlo
vengan todos
los inocentes
los damnificados los que gritan de noche
los que sueñan de día
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.
Mario Benedetti
* Escrito tras la muerte de Pinochet
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