#FRAGUASREVIVE El pueblo de Fraguas hace un llamamiento a la resistencia para sobrevivir a un desalojo inminente
24 de septiembre de 2019. Fuente: Por María Duarte
Decenas de voluntarios acuden en solidaridad con los miembros de la asociación de Repobladores Rurales de la Sierra Norte de Guadalajara, condenados a un año y medio de cárcel por reconstruir y habitar el antiguo municipio abandonado.
Los repobladores del pueblo de Fraguas, ubicado en la Serranía de Guadalajara, esperan con incertidumbre el momento de la demolición de las casas que ellos mismos han reconstruido y por lo que les han condenado a un año y medio de prisión. El colectivo, que se instaló en la pequeña aldea en 2013, aún desconoce en qué momento se producirá el desalojo y si les notificarán con suficiente antelación o no.
Los activistas han lanzado unas «jornadas indefinidas de resistencia» donde piden ayuda para los preparativos y las tareas que se requieren de cara a defender el pueblo. «Esto solo podrá pararse si hay una afluencia masiva de gente dispuesta a defender el proyecto», afirman en sus redes sociales.
En Fraguas normalmente reside una decena de personas de forma permanente, sin embargo, durante este verano la cifra se duplicó con la llegada de numerosos voluntarios. Algunos deciden ir unos pocos días y otros prefieren quedarse por períodos más largos o indefinidos.
«Estamos aquí para apoyar la causa y ayudar en lo que podamos, nosotras venimos de otros colectivos donde defendemos la ocupación como resistencia» comenta una de las jóvenes voluntarias procedente de Catalunya. Así, durante este verano han recibido el apoyo de más de un centenar de personas para tratar de evitar la desaparición de la aldea.
La aldea de fraguas vista desde el camino forestal de Arbancón.
Seis años de lucha
La lucha del colectivo de Fraguas se remonta a 2013, cuando un grupo de jóvenes decidieron repoblar el antiguo municipio y reedificar las casas que habían sido derruidas en los años sesenta.
Por este hecho, seis de los activistas de la asociación de Repobladores Rurales de la Sierra Norte fueron condenados a un año y seis meses de prisión por delitos de usurpación y contra la ordenación del territorio. Además, la Audiencia Provincial les impuso sufragar los costes de la demolición de aquellas edificaciones que habían rehabilitado.
La denuncia por usurpación fue iniciada en un primer momento por la Junta de Castilla-La Mancha, propietaria del territorio, durante la presidencia de María Dolores de Cospedal. No obstante, en el año 2015 con la llegada a la Junta del socialista Emiliano García-Page se añadieron dos nuevos delitos a la denuncia: uno en contra de la ordenación del territorio y el otro por motivos medioambientales. Este último fue retirado al no comprobarse daños de este tipo sobre el terreno.
Cartel que enuncia «sembraremos rebeldía hasta cosechar libertad» en el huerto de Fraguas.
A principios de este año, la condena fue confirmada por la Audiencia Provincial de Guadalajara y ya no cabe posibilidad de recurso, por lo que las condenas de cárcel siguen en pie. Así mismo, los seis jóvenes deben pagar una multa de 2.160 euros cada uno y costear “de forma conjunta y solidaria”, según el fallo, el precio de la demolición de las construcciones y de la retirada de residuos de la finca ocupada.
Los pueblos de Guadalajara son los que más sufren la pérdida de habitantes al año
‘Lalo’ Aracil, uno de los seis condenados, asegura que están pagando la multa tal y como lo pide la Audiencia Provincial, aunque considera que los 27.000 euros que costaría la demolición, según la primera tasación, es un precio “desorbitado” y adelanta que no van a abonar la cantidad. El colectivo sostiene que “no hay ningún delito en repoblar un pueblo abandonado sobre todo teniendo en cuenta el problema de la despoblación rural en España”, donde los pueblos de Guadalajara son los que más sufren la pérdida de habitantes al año.
Del mismo modo, Aracil se muestra preocupado por los plazos que les den para la demolición, cree que únicamente les darán 24 horas para «pillarlos por sorpresa», según comenta a este diario.
Fotografía antigua del pueblo de Fraguas antes de su demolición.
Un pueblo fantasma que fue devastado
El pequeño pueblo de Fraguas, escondido entre pinares y robledos, desapareció cuando en 1968 Franco ordenó la expropiación de más de sesenta edificaciones que había él para replantar pinos y declararlo monte de utilidad pública. Sus habitantes se vieron obligados a marcharse del pueblo a la fuerza sin encontrar otro modo de subsistencia ya que en el proceso se arrasaron grandes terrenos de vegetación autóctona.
Años después, el poblado se convirtió en un área de prácticas militares donde el impacto de las balas y las bombas aún dejan un rastro visible. «¿Os preguntareis por qué el pueblo está tan devastado?» pregunta uno de los activistas mientras da la «bienvenida» a un pequeño grupo de voluntarios. «En los años noventa las maniobras militares destrozaron lo poco que quedaba en pie» concluye mientras señala la pared de la antigua iglesia perforada.
Marcas de las maniobras militares sobre la pared de la iglesia del pueblo de Fraguas.
El colectivo denuncia agresiones fascistas
Durante el pasado mes de agosto el colectivo denunció en un comunicado que un grupo de cinco hombres, armados con barras de metal y palos, atacaron a ocho activistas del pueblo de Fraguas que se encontraban durmiendo en los alrededores. Estos hombres golpearon a cuatro de ellos y amenazaron con volver con más personas. Según el comunicado, «las personas agredidas les escucharon hablar de que entre ellos había algún militar y alguno se autodenominó nazi».
Isidro, antiguo habitante, recuerda que «instituciones tanto militares como religiosas» han tratado de destruir la historia de Fraguas
Por otro lado, desde el colectivo destacan el apoyo de algunos de los antiguos habitantes del pueblo, como es el caso de Isidro, un hombre de más de 70 años que se ha acercado en numerosas ocasiones para mostrar solidaridad. El anciano espera que los nuevos habitantes de Fraguas recuperen “la historia de nuevo de este pueblo, aunque algunas instituciones tanto militares como religiosas hayan tratado de destruirla y hasta el gobierno quiere venderlo a particulares”, según compartió la asociación en su Facebook.
Así mismo, les recuerda que traten “con el cariño y el respeto que se merecen esas piedras que hoy están muertas y caídas entre las zarzas y la maleza, que en otros tiempos tuvieron vida y formaron parte de la historia de estas gentes que tanto lucharon por la vida y tantas calamidades pasaron”.
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