Empezamos a recuperar desde Nodo50 textos olvidados y que son antecesores de alguna manera del exitoso libro "Sociofobia" de César Rendueles.
El adiós a la Red de Hakim Bey
10 de diciembre de 2013. Fuente: Carta a Valencia
"En este punto empezó a parecerme que la Red es un espejo perfecto del Capital Global. Hay un "mercado libre" de información -pero no necesariamente hay libertad para ninguna otra cosa que no sea la información-, igual que hay un mercado libre para el dinero pero no hay ninguna libertad para cualquier otra cosa que no sea el dinero. Ahora bien, los seres humanos no son "información" excepto de manera metafórica. La comida no es "información’’. El placer no es "información’’. La vida no es "información’’. De manera que cuando el universo es definido como información, es mucho lo que se está quedando fuera. Igualmente, cuando la existencia humana es definida como un complejo informacional-conductista de las relaciones entre mercancías (relaciones entre cosas muertas), entonces también es mucho, en materia humana, lo que se está quedando fuera del modelo. El Capital y la Red tienen esto en común: una radical exclusión de lo humano". (Este texto fue leído telefónicamente por Hakim Bey en una jornadas sobre cibercultura celebradas en la Universidad de Alacant en noviembre de 1999. La traducción castellana es de Rosanna Mestre).
Por una curiosa coincidencia, Internet empezó a emerger
aproximadamente al mismo tiempo que el Capital Global, hacia el
final de los ochenta. Por supuesto que la Red tenía una
prehistoria en los ochenta y ya entonces se hicieron algunas
predicciones utópicas. Yo mismo hice algunas. Se despertaron
muchas expectativas a causa del aspecto "caótico’’ o sin
fronteras de esta tecnología, de su nivelación igualitaria o de
su estructura mucho-para muchos. Aparentemente, la Red era algo
no jerárquico, "fuera de control’’ -y, posiblemente, incluso
un tipo de revolución en sí mismo.
Actualmente el Capital Global también desea una especie de
ausencia de fronteras, de manera que el dinero pueda fluir
libremente por los mercados sin los bloqueos impuestos por los
Estados. De hecho, el Estado se ve ahora reteorizado como una
agencia de dinamización de flujos "privatizando’’ muchas de sus
funciones sociales y económicas de formación. El Capital revela
cada vez más su aspecto caótico, su organización alrededor de
extraños atractores y su complejidad. El Capital es "liberado’’
para seguir su propio hado -que consiste en una especie de
fatalidad, un totalitarismo del puro dinero. Resulta que así la
jerarquía ya no significa lo que solía significar. Cuando toda
relación humana está definida por el dinero, la ideología pierde
definición y parece evaporarse. Pero la frase "fuera de
control’’ describe aquí tan sólo una ilusión. El Control
solamente "desaparece’’ a causa de su perfección, su
universalización y su identificación como "puro’’ Capital.
La Red parece haber seguido una trayectoria paralela. El Estado
se muestra desconcertado por ciertos aspectos incontrolables de
la Red, pero el Capital no siente ninguna consternación por
ello. El Capital ya es "virtual’’ -menos del 10% circula en
efectivo y menos del 5% se refiere a cualquier forma de
producción-, es decir, la mayor parte de él es capital puramente
financiero, capital no productivo -un extraño azar quizá ni
siquiera previsto por Marx-. El Capital se adhiere a la Red
enseguida y la "capitaliza’’. En menos de diez años la Red parece
haber dejado de ser un dispositivo radical heurístico para
convertirse en una red de galácticas compras que se pueden hacer
desde casa. Quedan algunos fallos técnicos, claro. El dinero en
efectivo, por ejemplo, falla a la hora de materializarse en la
red y, sin embargo, se hacen fortunas especulando con compañías
con cero líneas de beneficio. Pero en Nueva York los autobuses
llevan a los lados anuncios en los que varias empresas
www.loquesea.com comercializan incomprensibles "servicios’’
ofrecidos por jóvenes modelos con problemas de actitud
completamente postmodernos; la pantalla de televisión se funde
con la pantalla del ordenador en un éxtasis de absoluta
vacuidad, una seducción totalmente vacía de contenido -una
cultura de lápidas sepulcrales en vídeo y
talk-shows para muertos vivientes.
A principios de los años noventa asistí a largas series de
conferencias en Europa, casi todas ellas dedicadas
principalmente a la teoría de la comunicación y específicamente
a la Red. Fui invitado porque había elaborado algunas teorías
tempranas y porque mis textos estaban ya presentes en la Red a
finales de los ochenta. Pero durante esas conferencias me
encontré a mí mismo jugando un papel bastante negativo. Primero
dirigí la mayor parte de mis críticas a lo que yo llamé
Cibergnosis: la tendencia a crear una especie de religión a
partir de las características descorporeizadas de la tecnología
informática, como si la alienación del cuerpo constituyera una
forma de transcendencia sobre la materialidad, una nueva versión
de "la promesa de la luna’’ rematada con el sacerdocio anoréxico
de "hackers legendarios’’ (siempre vestidos de negro, por
supuesto).
Segundo: es cierto que hubo algunos ejemplos de usos radicales
de la Red -los comunicados zapatistas, las campañas
anti-McDonalds y anti-Cienciología, Radio B-92 en
Belgrado-. Iba a añadir "etcétera’’ pero honestamente no puedo
pensar en ningún otro ejemplo. El vago sentimiento de que uno
está haciendo algo radical al sumergirse uno mismo en una nueva
tecnología no puede ser dignificado con el título de acción
radical. La verdad es que para mí en la Red cada vez se está
hablando más y se está hacíendo menos. Es por eso que empecé a
sospechar que las "aplicaciones’’ revolucionarias de la Red no
llegarían nunca. Habría "sentimientos’’, por supuesto, y se
invertirían grandes recursos emocionales en la noción de
"comunidad virtual’’. Pero en el mundo real, el de la producción,
el del poder y el de la corporeidad, nada esencial cambiaría. En
este punto empezó a parecerme que la Red es un espejo
perfecto del Capital Global. Hay un "mercado libre"
de información -pero no necesariamente hay libertad para ninguna
otra cosa que no sea la información-, igual que hay un mercado
libre para el dinero pero no hay ninguna libertad para cualquier
otra cosa que no sea el dinero. Ahora bien, los seres humanos
no son "información" excepto de manera metafórica. La comida no
es "información’’. El placer no es "información’’. La vida no es
"información’’. De manera que cuando el universo es definido como
información, es mucho lo que se está quedando fuera.
Igualmente, cuando la existencia humana es definida como un
complejo informacional-conductista de las relaciones entre
mercancías (relaciones entre cosas muertas), entonces también es
mucho, en materia humana, lo que se está quedando fuera del
modelo. El Capital y la Red tienen esto en común: una radical
exclusión de lo humano.
Con la velocidad de entrega del mensaje -la velocidad de la
luz-, se alcanza un estado terminal y ya no se puede esperar más
"progreso’’ en este terreno. Refinamiento, sí. Sólo es posible
E=mc2 (energía igual a masa por velocidad de la luz al cuadrado)
y éste es el final. De manera similar, uno puede teorizar que
la información ha alcanzado una condición terminal a través de
la Red. "Toda la información’’ está teóricamente presente, y
de manera simultánea y transparente, ante la mirada del
"usuario’’. Aparentemente ya no hay "jerarquías’’ de la
información ("la información quiere ser libre’’ -exactamente
igual que el Capital Global). Pero si todo es
conocido (como un acontecimiento pasivo, por así
decirlo), ¿por qué debería yo perseguir el conocimiento de una
forma activa? Mi acción de conocer no significa nada en un
universo donde todo es conocido. Paradójicamente, parece que el
conocimiento depende de la existencia del no-(o
anti-)conocimiento. La oscuridad es necesaria para dar
significado a la luz. Cuando todo está iluminado, entonces hasta
la propia luz es una forma de oscuridad. El conocimiento
universal es un tipo de agujero negro en el que todo se
desvanece sin dejar rastro. Una gravedad infinita.
1995 fue "el año de la Red’’ -esto es, su último año de
incertidumbre, de transformación, de potencial desconocido.
Desde entonces el interrogante de la Red ya no me parece
interesante. No diré que haya sido respondido, sino simplemente
que ya no me importa. Lo que me resulta interesante es lo que no
está en la Red. Por supuesto que, en algún sentido, parece
imposible descubrir algo que no tenga su propia página
web. Parece que se haya producido un cerramiento total -nada
queda ya de un Lugar Exterior, de ninguna resistencia a la
totalidad, de ningún margen. Bajo tales condiciones, sería
difícil decidir qué podría ser "interesante’’. En un mundo de
pura luz, la única difference está en los
puntos de oscuridad, quizá en las negaciones deliberadas.
¿No es curioso que no haya emergido ningún tipo de resistencia
global a través de la comunicación global en respuesta al
Capital Global? Hay muchos asuntos individuales, muchas áreas de
conflicto pero todavía no hay ningún sentido cohesivo de
movimiento. Los residuos de la Izquierda parecen haber aceptado
el triunfo del Capital y limitan sus respuestas a demandarle que
muestre una "cara humana’’. La vieja y malvada Derecha del
fundamentalismo y el nacionalismo étnico todavía lucha contra la
homogeneidad y el hegemonismo de la información postmoderna -el
nuevo fetichismo conductista de la mercancía-; es el último
cartucho del Mal contra la nada de un mundo que ya no puede
definirse como el "Bien’’. Sólo parece estar ausente el sentido
de un "movimiento de lo Social’’ (o de algún valor moral
equivalente) -de hecho, hablar de ello, hasta parece una broma
de mal gusto, una frívola ilusión dejada por los años sesenta.
En cualquier caso, adiós a la Red. Si es posible que algo
auténtico de la vida humana sobreviva en este Futuro al que
hemos sido precipitados, ese algo no tendrá lugar en la Red. La
red se ha convertido en un barrio demasiado frecuentado, en una
sofocante arqueología de esperanzas sepultadas. Quizás es algo
que (como diría Nietszche) puede ser "superado’’, el peso
muerto de la crisis epistemológica, de la ingravidez mórbida del
éxtasis virtual.
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