El Modelo Español

12 de enero de 2012. Fuente: El Modelo Español

Antes de la debacle de 2008, la economía española era objeto de una particular admiración por parte de los analistas occidentales. Según una de las coloristas metáforas publicadas por la prensa financiera, en la década de 1990 y los primeros años del siglo XXI, el toro español se comportó bastante mejor que los melancólicos leones de la «Vieja Europa».

Isidro López Y Emmanuel Rodriguez - New Left Review

Arquitectos falangistas

La genealogía del modelo económico español es compleja, casi podríamos decir irónica. Sus orígenes se pueden rastrear en los programas de modernización que emprendiera la dictadura franquista a finales de la década de 1950, cuando se apostó por el desarrollo del turismo de masas, que atraía por esos años a los europeos del norte, y la inversión en vivienda. La «solución» española a su eterna debilidad competitiva en el sector industrial era una anomalía en el marco de crecimiento basado en la industria que permitió el despegue de posguerra en el resto de Europa. Pero, como dijera el ministro franquista de vivienda, el falangista José Luis Arrese en 1957: «Queremos un país de propietarios, no de proletarios». Este thatcherismo avant la lettre transformó por completo el mercado inmobiliario español. En la década de 1950 lo habitual aún era vivir de alquiler; en 1970, sin embargo, el 60 por 100 de los hogares tenía la propiedad de su vivienda. Estas cifras situaban a España unos 10 puntos por encima del Reino Unido (véase gráfico 1).

El legado de la dictadura de Franco y las deficiencias de la estructura industrial del país no auguraban nada bueno en un escenario caracterizado por la creciente competencia en los mercados internacionales. La recesión de 1973 afectó más a España que a la mayoría de los países europeos y se solapó con la transición política que siguió a la muerte de Franco en 1975. No obstante,la democracia parlamentaria no alteró la política macroeconómica. El Partido Socialista Obrero Español que estuvo en el poder de forma ininterrumpida bajo el liderazgo de Felipe González entre 1982 y 1996 no disponía de un modelo alternativo. Su estrategia para relanzar la economía española, en la década de 1980, se basó en las «especializaciones» previas: el turismo, el fomento de la construcción y el negocio inmobiliario, en tanto «ventajas competitivas » claramente adaptadas a las nuevas oportunidades de la emergente economía global, por ejemplo en lo que se refiere a la alta movilidad de capitales y a la creciente competitividad en la captación de fondos financieros.

El resto de los poderes europeos, que a la sazón negociaban con España su ingreso en la CEE, sancionaron este programa económico. En estos pactos, que efectivamente conformaron la agenda estratégica del país, el gobierno de González aceptó la desindustrialización parcial a cambio de subsidios extremadamente generosos: en torno a un 1 por 100 del PIB español entre 1986 y 2004. Como veremos, más de la mitad de los fondos juga con un papel crucial en la construcción de las infraestructuras (transporte, energía, etc.) que luego harían posible el boom inmobiliario. Por otro lado, la carrera de la integración en la CEE el 1 de enero de 1986 atrajo a muchos inversores. El capital europeo había tomado buena nota de que el ingreso de los países de la Península ibérica en la CEE les abría nuevos mercados.

Las multinacionales alemanas, francesas e italianas tomaron posiciones en la estructura productiva española, comprando la mayoría de las grandes industrias alimentarias y las empresas públicas privatizadas, haciéndose con gran parte de las cadenas de distribución y lo que quedaba de las grandes industrias. Sólo los bancos, las constructoras y el sector eléctrico y de las telecomunicaciones, a la sazón en manos del Estado, resultaron inmunes a la frenética compra de activos españoles.

El principal resultado de esta oleada de inversiones, que diera lugar al primer periodo de crecimiento sostenido desde 1973, fue un rápido recalentamiento de los mercados. La Bolsa de Madrid arrojó ganancias de un 200 por 100 entre 1986 y 1989 y el sector inmobiliario se convirtió en uno de los más rentables del planeta. El ciclo económico por el que atravesó España entre 1985 y 1991 coincidió con el thatcherismo en el Reino Unido y el reaganismo en los Estados Unidos; fue la primera tentativa de crecimiento en Europa continental por medio de una burbuja inmobiliario-financiera que tendría efectos devastadores sobre las economías domésticas y la demanda, sin contribuir significativamente a la expansión industrial2. La euforia, no obstante, no duró mucho. El creciente déficit exterior y la falta de fundamentos sólidos para el crecimiento acabaron desatando los ataques especulativos contra la peseta española, cuyo valor el gobierno trató de mantener a cualquier precio. En todo caso, la campaña de publicidad masiva centrada en la pompa y ceremonia de los juegos olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla en 1992 no pudo impedir el desplome de los mercados, rápidamente seguido de una serie de devaluaciones agresivas. A principios de la década de 1990, la economía española se enfrentaba de nuevo al problema de buscar su propia senda para el crecimiento (…) .

Fuente: http://www.newleftreview.es/

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