Cuba: médicos, interferón e internacionalismo
2 de abril de 2020. Fuente: Por Eduardo García Granado
Ningún gobierno en el mundo invirtió recursos humanos, económicos y tecnológicos en el estudio de los interferones tanto como lo hizo Cuba, por eso la isla es vanguardia en estos tiempos. No tiene una solución mágica ni mucho menos una suerte de vacuna pero sí una herramienta útil para el tratamiento del covid19, que no es poco.
La caricatura que la derecha europea, norteamericana y latinoamericana hacen de Cuba es, en palabras de Ben Burgis, la de un infierno totalitario. También abraza esta definición una parte para nada desdeñable del progresismo más avergonzado (o desvergonzado, según se mire), que por desconocimiento o por omisión voluntaria no habla de Cuba en los términos en los que sería veraz hacerlo.
Sin embargo, una firme convicción de solidaridad y humanidad atraviesa todas las capas culturales del país y los avances en cuidado social, económico y sanitario parecen quiméricos si se tienen en cuenta la limitación que soporta. Este límite es el tantas veces mencionado que ya casi suena a argumentario de libreta. Todo lo contrario. No por ser consabido hay que dejar de mencionar el bloqueo económico que sufre la isla desde hace seis décadas, pues se corre el riesgo de confundir persistencia con normalidad. El hándicap que el embargo supone para la economía cubana es abrumador y omitirlo como factor es un acto grosero.
LA REVOLUCIÓN DEL INTERFERÓN
La Revolución cubana se puso al mando de un país destejido y lo convirtió en uno en el que, como entonaba Carlos Puebla, daba gusto cantar. Cantar boleros, para no faltar al genio. ¿Cómo no hacerlo en el país de los boleros? Se puede escuchar el ritmo de uno solo con pensar en las calles de La Habana.
Sucede que la música popular es el más fiel reflejo del estado de ánimo de las naciones, y en la práctica la evocación a Cuba tiene a estos boleros como banda sonora. Antonio Machín y el resto de iconos del género le cantaron a casi todo. Al amor, a la patria, a la revolución... pero le deben un bolero a un gran símbolo de su Revolución: el Interferón.
«Antonio Machín y el resto de iconos del bolero le cantaron a casi todo. Al amor, a la patria, a la revolución... pero le deben un bolero a un gran símbolo la Revolución cubana: el Interferón»
Desde que el país tuviera que luchar en la década de los ochenta contra el dengue, ha profundizado en el estudio y uso de diferentes interferones convirtiendo a su industria en puntera en este campo, enmarcada en un sistema sanitario profundamente avanzado que cuenta con un número verdaderamente elevado de profesionales, desde médicos y enfermeros hasta científicos y productores.
Estos interferones se han venido usando también en tratamientos frente a la Hepatitis B y C, la conjuntivitis hemorrágica o diversas enfermedades cancerígenas. Cerca de cuarenta años ahondando en el aprendizaje y la utilización de esta proteína fascinante.
Pero ¿qué hacen los interferones? En realidad, múltiples procesos. En última instancia actúan como una suerte de mensajeros, activando el sistema inmunitario y avisando a las células sanas de que existe una amenaza, así como empujando al organismo para que mate a las células infectadas. Hasta tal punto se encuentra avanzada su investigación al respecto que el antiviral cubano Interferón Alfa-2B ha sido una de las principales herramientas para combatir al covid19 en China.
Evidentemente, también se ha empleado en la propia Cuba y de manera más eficaz por cuanto la isla dispone de casi cinco veces más médicos por habitante que China (8.2 frente a 1.8). Hay muchas expectativas en torno a este interferón y su potencial de aplicación en otros países afectados por la pandemia.
Quince países han solicitado ya a Cuba suministros de este antiviral que se ha demostrado, a falta de seguir constatándose con el paso de las semanas, como una herramienta poderosa en la lucha contra el virus. Concretamente, el Interferón Alfa-2B ayuda a que los pacientes con peligroso potencial no alcancen la fase crítica en la que podrían llegar a perder la vida. De esta forma no solo se evitarían fallecimientos de forma directa gracias al tratamiento con el interferón, sino que se podrían suavizar las dimensiones del colapso de las UCI nacionales.
Ningún gobierno en el mundo apostó por la biotecnología tanto como el cubano. No invirtieron recursos humanos, económicos y tecnológicos en el estudio de los interferones tanto como lo hizo Cuba y es por eso que es vanguardia en estos tiempos trémulos. En realidad Cuba no tiene una solución mágica ni mucho menos una suerte de vacuna. Tiene, ni más ni menos, una herramienta útil para el tratamiento del dichoso virus, que no es poco.
INTERNACIONALISMO CONSTATABLE
Pero Cuba no solo aporta sus tratamientos a la lucha global contra esta perversa cadena de ARN que está quebrando sistemas sanitarios, económicos, políticos y culturales a lo largo y ancho del globo. También aporta capital humano, doctores y doctoras imbuidas del profundo conocimiento que la isla produce. Cargados no solo con su conocimiento, sino también con unas sólidas creencias internacionalistas.
Así han podido comprobarlo en Italia. Cuando esta pesadilla pase y el pueblo italiano mire hacia atrás con esa peculiar perspectiva de la que se dotan los traumas colectivos, no olvidará las imágenes de los profesionales cubanos bajando de un avión, banderas cubana e italiana en mano, a ayudar a su gente. En los archivos de la región de Lombardía quedará por siempre el registro de los médicos que respondieron a su pedido de ayuda.
En los fundamentos doctrinales del proyecto revolucionario está inscrita en letra mayúscula la profunda fascinación que Fidel Castro tenía por la ciencia en general y por la medicina en particular. “Médicos y no bombas” decía en vida. Todavía hoy este mantra se hace eco en el pensar general del pueblo cubano, que lo replica y aplica.
« La Revolución Cubana quería que su país fuera uno de hombres de ciencia, que se encontrase a la cabeza en la investigación »
La Revolución Cubana quería que su país fuera uno de hombres de ciencia, que se encontrase a la cabeza en la investigación, pero no para cualquier propósito. El objetivo es progresar, salvar vidas y concretar el ideal internacionalista con el que Fidel quería saldar su “deuda con la humanidad”.
La pasión que el Comandante profesaba por la ciencia se ha visto reflejada especialmente en el campo de la biotecnología, donde Cuba es referencia a nivel internacional. No es casualidad, Fidel lo quiso así y el pueblo acompañó. Con la producción de interferones en los años ochenta el país comenzó una carrera que no es armamentística ni de propaganda, sino humanitaria. Una carrera en la que las bombas de hidrógeno y las grandes producciones publicitarias hollywoodienses no tienen cabida. Cuba no tiene a ‘Tony’ Montana, pero tiene el Heberprot-P y la CIMAVAX EGF.
El ‘ejército de batas blancas’ con que la Revolución Cubana se ha armado durante décadas ha desplegado brigadas en varios países además de Italia. Para sumar en la batalla contra el COVID-19 el país ha puesto su empuje internacionalista al servicio de Venezuela, Nicaragua y Jamaica, entre otros. En concreto, el equipo cubano desplazado al país de las siete colinas llegó a Crema para días después marchar al hospital de campaña en Bérgamo. Allí prestarán servicios en cooperación con las autoridades sanitarias italianas.
Es un apoyo altamente experimentado. Varios de los especialistas que han arribado estuvieron en diversos países africanos ayudando en la lucha contra el ébola, en un esfuerzo que aún hoy es recordado en lugares como Sierra Leona. Sería inmensamente naíf sorprenderse por esta muestra de amparo por parte de Cuba, que viene prestando ayuda internacional durante décadas.
Especialmente llamativo es el caso del Brasil de Bolsonaro, que en un acto de apartheid ideológico expulsó a los sanitarios cubanos que se encontraban desde 2013 realizando tareas en el marco del programa ‘Mais Médicos’. Se desempeñaban en zonas a las que el sistema de salud brasileño no es capaz de llegar, tales como reservas indígenas o periferias de grandes urbes. Lugares estos que han quedado huérfanos de protección ante el avance del coronavirus y bajo la inoperancia de un gobierno que ni está ni se le espera. Dilma constató el parecer de muchos brasileños al dirigirse a Bolsonaro en los siguientes términos: “¿Viste lo que has hecho?”
HUMANISMO CON CURRÍCULUM
El soporte médico que Cuba realiza en multitud de países del planeta es ingente: cerca de 30.000 trabajadores de la salud se encuentran circunstancialmente fuera de las fronteras patrias. Sin ir más lejos, la profunda amistad entre Cuba y Pakistán se explica por este motivo. En 2005, cuando Pakistán sufrió el terremoto en Cachemira, encontró en Cuba su principal apoyo externo. El gobierno de Fidel Castro trasladó hacia tierras cubanas a enfermos locales para ser tratados, destinó más de 2.000 profesionales a Pakistán, envió una cantidad colosal de material sanitario e incluso estableció hospitales de campaña (con todos los requerimientos técnicos que ello conlleva). Pakistán pudo comprobar de primera mano que nunca fue pose lo que Castro dijo una vez: “Nuestro país no lanza bombas contra otros pueblos. [...] Las decenas de miles de científicos con que cuenta nuestro país han sido educados en la idea de salvar vidas”.
« No es la primera vez que Cuba socorre a otros pueblos en una crisis sanitaria cuando esta desborda sus capacidades para atajarla. Quizá sí es la vez que Europa lo ha visto más de cerca »
Aunque si existe un país en el que Cuba ha redoblado esfuerzos durante años, siguiendo el ideal josemartiano de la Patria Grande, ese país es sin lugar a dudas Haití. Si en otros países el efecto de la ayuda cubana es simplemente constatable, en Haití ha sido absolutamente determinante. El 2010 haitiano fue funesto, probablemente una de las peores catástrofes humanitarias de la Historia. En enero un terremoto que dejó más de doscientos mil muertos en un solo mes; en octubre, un brote de cólera que rozó el millón de casos. Aunque Cuba se deshizo en esfuerzos aquel año, la verdad es que la prestación de ayuda había comenzado ya en 1998 como respuesta al huracán George. Desde entonces, múltiples acuerdos de colaboración, intercambios de estudiantes, una presencia continuada de trabajadores sanitarios cubanos. En 2016 se multiplicó de nuevo el trabajo con motivo del huracán Matthew.
¿Dónde se ubica, entonces, la ayuda prestada a Italia para combatir al coronavirus? En el corazón mismo de la Revolución, con la pasión por la ciencia y las convicciones humanistas e internacionalistas formando un cóctel preciso y operante. No es la primera vez que Cuba socorre a otros pueblos en sus urgencias logísticas, de personal y de material en una crisis sanitaria cuando esta desborda sus capacidades para atajarla. Quizá sí es la vez que Europa lo ha visto más de cerca. No será tampoco la última, como no será Bolsonaro el último mandatario que trate de estigmatizar al país. El bloqueo seguirá imponiéndose a fuerza de indiferencia y en la Historia quedará escrita la enésima llamada de socorro atendida por el pueblo cubano.
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