¿Antidisturbios? Todos somos George Holliday
29 de septiembre de 2012. Fuente: Madrilonia
Cargas policiales ante manifestantes inmóviles, agentes infiltrados que comienzan disturbios, cabezas abiertas, palizas en el Metro, jóvenes defendidos por un hostelero del PP… El 25-S deja imágenes y vídeos para el recuerdo. Tienen en común su distribución por Internet antes de alcanzar a los grandes medios de comunicación, en una situación que alerta –y mucho- a los gobiernos occidentales.
El legado de George Holliday
Rodney King era un joven afroamericano de la ciudad de Los Ángeles. Había obtenido recientemente la libertad condicional. El 3 de Marzo de 1991, conduciendo, presumiblemente, bajo los efectos de estupefacientes se dio a la fuga ante la policía. Temía volver a prisión. Tras una persecución por la ciudad, finalmente paró su vehículo. Una vez inmovilizado, los agentes comenzaban a apalearle. La escena, capturada en vídeo por el videoaficionado George Holliday, un anónimo que no tendrá nunca página en Wikipedia, daría la vuelta al mundo. El 29 de Abril de 1992, en un juicio contra esos policías, un jurado compuesto exclusivamente por blancos, les absolvía. La indignación de la población afroamericana en Los Ángeles incendió las calles durante 5 jornadas, en unas protestas que causarían entre 50 y 60 muertos. El caso de Rodney King podía haber sido uno más entre los miles de violencia policial. Pero, gracias a Holliday, rompió el habitual anonimato.
20 años más tarde, Internet ha evolucionado mucho más que nuestras débiles democracias. Los gobiernos siguen criminalizando a los disidentes y la policía reprimiendo, mientras las oligarquías financieras continúan utilizando su tráfico de influencias en la política. Pero el avance de las nuevas tecnologías ha hecho que hoy todos seamos George Holiday. La revolución de los ‘Smartphone’ nos dado cámaras que transmiten en Internet en tiempo real. Y la hemos usado no sólo para sacarnos fotos y vídeos con familia, pareja o amigos, sino para cubrir desahucios o manifestaciones, distribuidas viralmente en las redes sociales. Nos hemos convertido en periodistas ocasionales. Siempre ha habido cargas policiales, toletazos e infiltrados en las movilizaciones. Pero quedaban en el anonimato de la censura de los medios de comunicación. No nos engañemos, Facebook y Twitter no nacieron para dar cabida a las luchas políticas. La politización de la red vino después. Ahora, usando esas herramientas –y las creadas por un ejército de activistas informáticos anónimos- un acto de violencia policial en una ciudad periférica puede dar la vuelta al mundo.
¿Criminalización? Los gobernantes siempre usan las mismas armas
Los movimientos sociales contestatarios han sufrido históricamente la manipulación y criminalización. El manual del ‘gobernante’ se aplica una y otra vez, independientemente del contexto y la situación. En 1980, el sociólogo Todd Gitlin publicó un impactante estudio sobre el trato que los medios de comunicación americanos dispensaron en los 60 al exitoso colectivo estudiantil de izquierdas Students for a Democratic Society –del que fue presidente-, hasta acabar con él en 1969. Entre las estrategias, Gitlin señalaba trivialización (edad, forma de vestir); polarización (presentarlos como opuestos a otros grupos extremistas); énfasis en disensiones internas; marginalización (“desviados”, no representativos); cuestionar su apoyo real entre la población y la efectividad de lo que hacían; declaraciones de autoridades (negativas) sobre ellos; alertar de la presencia de “radicales” y violentos en sus filas; estereotipar y dramatizar las situaciones de violencia; criticar su simbología; deslegitimar sus eslóganes más positivos (como una “marcha por la paz” que pusieron en marcha)… ¿Nos resultan familiares?
A cientos de miles de activistas en las últimas décadas les suena perfectamente. El propio 15-M fue acusado de “perroflautas”, “no tener propuestas reales”, “ser violentos”, o “radicales”, o el fatalista y falso “no han conseguido nada”. Con el 25-S, se ha vuelto a repetir: “Neonazis”, “golpistas”, “movilización inútil”, “violentos”… El mismo guion que Gitlin reconoció en los 60 y que ha bloqueado a los movimientos sociales una y otra vez desde entonces.
Políticos y policías no entienden las Nuevas Tecnologías
El PP había planificado concienzudamente el 25-S: Calentó el ambiente previo, situó una desproporcionada presencia policial, infiltró policías para generar disturbios, y aseguró una cobertura mediática excepcional. Esperaba y deseaba las imágenes de violencia. Todo estaba preparado para el comienzo de la propaganda, con conexiones en directo de RTVE al comienzo de las cargas. Como el 15 de Junio de 2011, cuando, tras la presión ante la entrada de los diputados al Parlament, cientos de medios de comunicación criticaban la deriva violenta del 15-M. Pero en la era ‘smartphone’, el grabador también está siendo grabado, cada acción observada. Antes de que un antidisturbios termine de levantar su porra, ya habrá recibido decenas de fotografías y su acción estará siendo retransmitida. La lucha ya no es sólo por la acción ‘en sí’ sino por la ‘interpretación’ de las acciones, con una opinión pública que puede virar de un día para otro en función de las redes sociales.
El espíritu de George Holliday se ha extendido a lo largo del planeta. Pero las grabaciones de estos periodistas ‘anónimos’ necesitaban un medio en el que difundirlas. Lo sabe bien el movimiento ‘antiglobalización’, que comunicaba pruebas de represión entre sus activistas, pero que sufría para convertirlo en información para el gran público. Sin embargo, panfletos, carteles o webs ‘precarias’ se han transformado, en apenas 10 años, en proyectos comunicativos que, apoyándose en redes sociales –y la comunicación sin mediación-, pueden resistir mejor el acoso hacia los disidentes. Así pasó el 15-J. A la vez que el acoso mediático se recrudecía, se difundían vídeos ‘virales’ mostrando a la policía instigar esos actos violentes. Al poco, conseguían detener la criminalización y fortalecer al movimiento, en un ejemplo que se repetiría durante la ‘primavera valenciana’ y que catapultó el movimiento Occupy Wall Street en Octubre de 2011, como explica Ernesto Semán:
“La estrategia policial fue particularmente torpe: los manifestantes fueron inducidos por los uniformados a cortar el tránsito en el Puente de Brooklyn, y una vez sobre éste, fueron rodeados con una red y arrestados bajo la acusación de haber cortado el tránsito sin autorización policial. La detención masiva e injustificada de 700 personas que marchaban pacíficamente, en uno de los lugares más vistos de una de las ciudades más observadas del mundo, tuvo un impacto unívoco: al día siguiente, OWS tenía toda la cobertura periodística que sus organizadores no habían logrado en las semanas anteriores, además de la simpatía de una parte importante de la opinión pública. […] Bajo el paraguas simbólico de OWS, crecieron centenares de protestas similares en EEUU [… y] las ocupaciones se expandieron rápidamente a Europa y a algunas capitales de América Latina”.
Gitlin sonreiría. La comunicación alternativa ha avanzado increíblemente en cuatro décadas y las redes sociales –para bien y para mal- se están convirtiendo en hegemónicos entre ciertos grupos sociales, como los jóvenes. Pero la partida no ha acabado. Como bien sabe el PP, estos medios son minoritarios entre los más mayores y entre una buena parte de sus votantes. Además, poco pueden hacer en la formación diaria de la opinión pública, la que sucede sutilmente y que cambia actitudes y estilos de vida, la que nos insta a esperar sentados a que baje la ‘prima de riesgo’. También existen riesgos: ¿Nos acostumbraremos a la violencia? ¿Dejará de impresionarnos una carga policial? Esperemos, mientras tanto, que George Holliday siga estando con nosotros.
El autor de este artículo, Daniel Mari Ripa, es investigador en Psicología Social en la Universidad de Oviedo.