Anarquía, un presente continuo

9 de junio de 2011.

Hace 75 años, el pueblo español no solo demostró, tras la intentona golpista de aquel general que se hizo llamar “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, su capacidad para resistir la primera embestida de los militares. En aquel momento, cuando casi todas las instituciones del Estado se habían derrumbado como un castillo de naipes, también demostró su capacidad para construir un nuevo modelo de relaciones económicas, productivas y sociales.

Especial de la Fundación Aurora Intermitente con motivo de la Feria del Libro de Madrid 2011

El pueblo enseñó al mundo cómo era capaz de organizarse de forma autónoma e independiente, libre de las limitaciones y corsés de los modelos estatistas o capitalistas. Y lo hizo con esa explosión de energía, creatividad, imaginación y solidaridad que siempre sale a relucir cuando se le deja actuar libre y sin coacciones.

Pero este talento para darse a sí mismo nuevas formas de organización y de vida no sale de la nada. Fue el producto de una larga formación a lo largo de luchas, huelgas y debates, de una larga preparación a través de sindicatos, círculos y ateneos obreros, de escuelas racionalistas y neutras, de agrupaciones excursionistas y naturistas, etc.

Las colectividades quizá sean (hasta ahora) la mayor experiencia de autoorganización popular que se haya dado en la historia. El anarquismo fue el motor ideológico de dichas transformaciones, y lo fue por su idea intrínseca de que solo desde la libertad, la autonomía personal y la independencia económica se puede construir una sociedad justa, libre y solidaria en donde desaparezcan las desigualdades de todo tipo que esclavizan al individuo.

El anarquismo parte de la idea de que solo es posible conseguir una sociedad mejor y más justa si los individuos se relacionan y unen libremente. En consecuencia, los anarquistas pensamos que la libertad siempre está complementada por la del prójimo, no limitada por la de éste, ya que no se puede ser libre si no se es igual, y no es
posible ser iguales si se está sometido a otro. Que el ejercicio de esta libertad se basa siempre en el mutuo respeto y ayuda. Lógicamente, se requiere entonces de una ética basada en la concordancia entre fines y medios; es decir: los fines nunca justifican los medios y no se pueden separar.

A consecuencia de estas premisas, la lógica anarquista conlleva la negación y el rechazo del Estado, ya que éste es un orden superior coercitivo al que los individuos han de someterse a cambio de unos supuestos “orden” y “seguridad”, cediendo gran parte de su libertad. Lo mismo ocurre con la propiedad privada: si alguien tiene más que los demás, adopta una posición de ventaja sobre el resto, haciendo que los otros también pierdan su autonomía y su independencia económica, lo que evidentemente les condena al sometimiento y la servidumbre.

Por tanto, la conclusión es sencilla. La mejor (la única) forma de vivir en libertad e independencia pasa por la acción directa, que no es otra cosa que la capacidad que tiene todo individuo de ejercer por sí y para sí su capacidad y su voluntad de llegar a acuerdos de convivencia, organización e intercambio sin tener que delegar o ceder su libertad. No aceptando por tanto ningún tipo de mediación, sea ésta política o económica, provenga de personas o instituciones.

Esta voluntad de autodeterminación implica una radical negación del mundo tal y como esta ahora constituido, ya que el actual orden imperante está hecho precisamente para lo contrario: la dominación, ya sea por el sometimiento obligatorio o mediante la servidumbre voluntaria. Es por ello que la anarquía significa siempre un impulso de rebeldía, de no aceptación de lo establecido. De querer siempre ir un paso mas allá, de subvertir los limites…

Esta no aceptación de lo que se nos impone nos lleva siempre a cuestionar el modo con que los de arriba, los poderosos, quieren cercarnos y limitarnos, unas veces por la fuerza y otras mediante la religión y otros cuentos similares: ese relato maravilloso donde siempre hay un “Padre” o unos padres buenos que velan por nosotros para juzgarnos y castigarnos si somos malos, ya que debemos comportarnos como “niños buenos”, obedeciendo siempre al que manda. Cuentos para adocenar a niños y a no tan niños. Como aquellos vendedores de crecepelo que todos hemos visto en alguna vieja película del oeste, así se nos vende la obediencia planificada, la vida enlatada, ya mascada y predigerida, lista para consumir. Para ello, publicistas, comunicadores y políticos construyen todo un teatro al servicio del engaño y la mentira, fabricando simulacros y manipulando hasta los mas íntimos deseos.

El anarquismo, pues, arranca con esa chispa de rebeldía, de contestación, pero no se contenta con ello. Aspira a mucho más: a vivir de forma libre y sin coacciones. Por eso los anarquistas luchan de forma individual o colectiva contra todo aquello que consideran que nos limita y nos coarta, organizándose en grupos y federaciones en las que esa autonomía individual se respeta y se complementa a través del apoyo mutuo y la afinidad. Pero no crean que se trata de organizaciones para “gentes angélicas” o, como ahora se dice, “buenrrollistas”. Los anarquistas no negamos el conflicto entre personas, lo que sí proponemos es que, en un proceso de autoaprendizaje, la resolución de dichos conflictos no pasa ni por “instancias superiores” ni por autoridades instituidas.

Dice el refrán que “no hay dos personas iguales”. Lo mismo pasa con los anarquistas, de ahí que haya tantas formas de entender la anarquía y de organizarnos entre nosotros. Quizá esto no guste mucho a los adoradores del “dios del orden ordenado”, pero lo cierto es que este aparente guirigay o batiburrillo tiene mucho de similitud con lo que por la naturaleza acontece. La anarquía pertenece al orden de lo vivo y, como tal, su aparente desorden es la negación de la entropía, de la muerte. Es afirmación del caos de lo vivo, de lo complejo y de lo contradictorio, de lo que no tiene
nombre ni mandamiento.

Por lo tanto no es nada que esté fuera del tiempo, ni algo que esté fuera del espacio; no es ni una ucronía ni tampoco una utopía, pues se realiza aquí y ahora, en el presente y en lo cotidiano, construyendo relaciones libres igualitarias y solidarias en el devenir de cada día.

Esperamos que este periódico te resulte muy útil, no solo para envolver el bocata o como “sombrero-cucurucho” para protegerte del sol o de la consabida lluvia de la Feria; también para que, como una pequeña guía de lo que la anarquía abarca, puedas informarte acerca de una forma de vida y pensamiento que seguramente y sin saberlo ya es la tuya.

(Editorial del número especial de "La Aurora" con motivo de la Feria del Libro de Madrid 2011)

http://www.aurorafundacion.org/?Esp...


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