Sobre-peso, y sobre-no-peso

5 de enero de 2016. Fuente: Pikara Magazine

“Sé que toda esa gente que nos valora más cuando somos menos gordas, lo hace por nuestro bien y nunca porque los estándares de belleza del siglo XXI actuales les influyen. Sé que los comentarios por mi salud, no son gordofobia sino consejos responsables”. María Unanue ironiza sobre la gordofobia.
Ilustración de Núria Frago para el texto ’Gorda’, de María Unanue, publicado en el tercer número de Pikara en papel

Es martes. No he ido a trabajar. Gracias al cielo, el médico me ha hecho un justificante en el que no dice que tengo un dedo roto por motivos que no vienen a cuento, pero sí una gastroenteritis de agárrate que vienen curvas. En ese papelucho de letra ilegible supongo que pone que no puedo con mi vida y estoy pal arrastre, así que me dejan no madrugar y vaguear en la cama por un día. Los médicos son personas influyentes. Benditos derechos de las trabajadoras. Me imagino adoctrinando a mis pupilas y pupilos en la ikastola con este percal tripil interno, y doy gracias a quienes han conseguido que se me permita no ir a currar por enfermedad. Total. Que en los lapsos de tiempo en los que no estoy expulsando líquidos (y no tan líquidos) de mi cuerpo como la niña del exorcista que soy, he dado un par de dignos paseos con las perras y me sentía un poco carpanta, porque veía comida volante por todas partes. Comida volante que no puedo comer. Porque sólo me dejan tomar una conocida marca de refresco que empieza por Aqua y termina por Rius, o lo que viene siendo agua con limón y unas gotitas de sal. Por algún desconocido motivo todo el mundo me insiste en que estoy perdiendo muchas sales minerales. Yo me acuerdo del chiste. Y parece que estoy castigada. ¿Conocéis el chiste, no? Esto no sé si le importará a alguien pero quiero contarlo porque es muy importante: he bañado a las perras y les he puesto unas gotas de árbol de té. El árbol de té es un método infalible natural y relativamente barato para ahuyentar a las pulgas. Yo personalmente no tengo hábitos naturistas, y tampoco tengo nada contra estos diminutos seres que vienen a mi casa con el único fin de alimentarse, pero como soy una pardilla, me dejo llevar por los comentarios de las masas sabias y sabiondas, que no ven con muy buenos ojos que las perras se rasquen en público. Total. Que lo que quería contaros hoy, es que mientras veo Mujeres, Hombres y Viceversa totalmente hecha mierda, me da por pensar en las consecuencias de, una vez más, haber perdido peso. Y entonces os preguntaréis: ¿Y esta tía por qué sólo habla de sus gorduras cuando adelgaza? Pues no lo sé. Pero igual es porque como todo el mundo cursi dice: una empieza a valorar lo que tiene cuando lo pierde. ¿Puede ser? Hubo una vez, hace un par de años, en el que comentaba por estos lares que había perdido peso leyendo a Silvia Federicci. Mano de Santa, oye. Voy a decir que lo pongan en la portada de la Cosmopolitan. Escribí aquellas líneas con un poco de acojono en la cuerpa. Porque no me gustan los cambios. Han pasado meses y más meses. Que no cunda el pánico. He engordado, he ganado estrías de diferentes formas y colores en los brazos y piernas. Se me han inflado las tetas hasta límites insospechados. Mi lorza de la espalda era tan pronunciada que este verano, tenía marca del sol, porque dicen algunas lenguas que aquella zona jamás vio la luz. Mi raya del pelo sí. Doy fe. Total, que hubo un día en el que nadie sabe por qué, aunque sea una acción que no llevo a cabo muy a menudo, como estaba en casa de mi abuela, y tiene una báscula vintage en el wc, me pesé. Y la flecha indicaba 110 kilates. Con mis 165 cms de altura. Guay. La verdad que todo el mundo me decía que estaba muy guapa. Bueno, todo el mundo que no es mi madre, o la gente de mi entorno que hace dietas y quiere estar delgada. Esa gente no me dice nada. Esa gente cuenta las aceitunas que se come, no mezcla carbohidratos con proteínas y bebe cerveza Light. Me parece bien. No quiero saber lo que piensan de mí. Seguramente les daré pena. O pensarán que soy de otra especie humana defectuosa. Total. Que mi amiga Jaula que me conoce desde que no era gorda, me dice a menudo que es la época de mi vida en la que más guapa me ve. Y diréis: UNO: ¿quién es tu amiga Jaula? Mi amiga Jaula es una de la uni, que sigue en la uni, para hacer de este mundo un lugar que valore las lenguas minoritarias. Y tal. Y no me deja extenderme más, porque ella, unlike me, no habla de su vida con extrañxs. Yo creo que mi amiga Jaula es una eminencia y su opinión me importa más que la de Risto Mejide. No sé si me explico. DOS: ¿ qué coño importa estar guapa? Ya. Ahí sí. Uso ese adjetivo muy a la ligera y de manera poco sesuda, pero normativa. ¡Qué razón tenéis! Da igual. Es una gilipollez. Pero como mezclar gorda y guapa es sorprendentemente polémico en los tiempos que corren, pues lo digo, para que conste en acta. No vaya a ser que en vuestro imaginario, ambos términos sean antitéticos. Salgo en elvídeo de promoción de Pikara en papel 3. Soy la cerda que chupa la pantalla y dice “terrorismo” en vez de feminismo mientras canta. Lo digo por si queréis conocerme físicamente. Soy normativamente guapa. Gorda, pesada, vaga. Sí. Pero soy guapa. Es así. A pesar de que mi peso está clasificado en la casillota de obesidad y debiendo tener todas las miradas de nutricionistas y comecocos sobre mis carnes, mis amigas verdaderas me ven mejor que nunca. ¿Por qué será? Porque me conozco. Porque me acepto. Porque me respeto. Y sobre todo, porque me la suda. Porque en mi vida jamás había llevado transparencias, terciopelo, puntillas o faldas de tubo. Tampoco había empezado a salir a la calle con el pelo sucio o la ropa de dormir. Y ahora como me la pica un pollo entrar o no entrar en los finos estándares de belleza, pues bailo sobre la tumba del abismo que separa la 44 de las siguientes tallas. Y me columpio en la 48 o en la 52. Según me dé por comer ese mes. Así. Con tranquilidad. Llámalo ansiedad. Llámalo actitud. Me da lo mismo. Yo cuando estoy contenta como. Cuando estoy triste también. Cuando me cabreo, obvio que me empapuzo. Pero ahora he hecho un descubrimiento deprimente. Me doy cuenta de que cuando estoy estresada dejo de comer. No lo hago conscientemente. Es una tendencia natural por establecer incoscientemente prioridades en mi vida. Resulta que ha llegado la mala racha. En junio me vi siendo madre soltera de dos perras pastoras y con un curro a turnos de educadora en un centro, impuesto sobre mi persona por la gracia de dios. Antes de nada quiero mandar desde aquí un fuerte aplauso y todo mi reconocimiento a las personas que trabajan a turnos. ¡Sois la hostia! ¡¡No entiendo nada, pero sois la hostia!! Ahora bien, tengo un mensaje especial para la gente que lo hace sin rechistar: siempre me debato entre regalarte un ramo de chupachuses o mirarte de reojo para intentar entender what´s actually wrong with you. ¿Persona que trabajas a turnos, por qué no te quejas? ¿Acaso te has acostumbrado ya a tu mierda de vida? No lo entiendo. Juro que no lo entiendo. La frase “no me puedo quejar” no es más que un slogan que algún millonario nos ha metido a traición en la cabeza. ¡¡Sí podemos quejarnos!! Y lo diré en todos los artículos de aquí hasta que me echen de esta sección. SIEMPRE HAY MOTIVOS PARA QUEJARNOS. Leche. Me da igual que trabajes con cajas de cerillas o menores. Currar turnos de 12 horas es matador. Y todo el mundo debería saberlo. La primera persona que debería saberlo, es la responsable de los diferentes centros, o fábricas de cerillas, que posiblemente empezó con ese tipo de turnos… ¿por qué se permite que la gente se deslome tanto tiempo seguido? Lo pregunto así en general, porque realmente no conozco la respuesta. ¿Qué mierda de convenio es ese? No es que conozca mejores convenios ¡Diosa me libre! El de enseñanza no reglada de las academias es para arrancarte la piel a tiras con sus 40 horas a la semana por 7 sarnosos euros la hora. El de cuidadora o monitora no es ni medio mejor, teniendo en cuenta que a veces vives interna de lunes a viernes por el módico precio de 1020 euros. Hijxs de Satán. Cómo os odio. Total, vuelvo a mis gorduras. Que intentando compaginar la maternidad perruna, (gracias desde aquí a mi red de apoyo que me ha ayudado lo que no está escrito y por ello y mucho más os debo la vida: ¡LEIRE ,SUSAN, JOSUNE, ENERITZ OS ADORO!), con curros imposibles… ha vuelto a pasar. He vuelto a casa de mi abuela de visita, porque la quiero y porque hace las mejores patatas fritas del universo. Me he vuelto a pesar. 90 kilogramos. Y escribo kilogramos con todas las letras porque me da la sensación de que estoy hablando de un sobre de chopet, o salchichón. “Ponme cuarto y mitad de María Unanue. Y déjame lo gordo que se lo voy a dar a las perras”. ¿? ¿Lo de hablar en números sobre una misma no es un poco así? ¿Soy yo muy susceptible igual? Claro que hablar en esos términos de cadáveres de animales de granja, tampoco acaba de ser la panacea. Es todo un poco sádico. Y asqueroso. ¿No creéis? Este 2016 voy a volver al vegetarianismo porque en este mar de bacon y pollo no me hallo demasiado cómoda ideológicamente. Por todo el mundo es sabido, que sabroso está un ratón. Pero hay algo de todo esto que no me acaba de compensar. Pero aparco este thought y volveré a ello otro día. (Un aplauso a lxs vegetarianxs y veganxs que hacéis de este planeta un lugar menos apestoso evitando sufrimiento a seres de diferente especie a la humana. ¡Os idolatro absolutamente!) El asunto que hoy nos concierne, es que desde la última incierta y poco clara vez que me subí al infierno bascular, he perdido 20 kilogramos. Y ahora que Jaula está en otro continente, mi madre me dice que estoy muy guapa. La gente que hace tiempo no me ve, me dice que estoy muy guapa.. Y ¡señoras y señoras! mi PADRE me ve por la calle un día de sorpresa (hacía meses que no le veía y de lo inesperado hasta me puse contenta) y la primera cosa que me suelta es “hostia cómo has adelgazado, ahora a ver si te mantienes”. Así. Sin miramientos. ¡Olé! Tengo miedo. Siempre que consigo la aprobación de algún miembro de mi familia que no es mi hermana, es que algo muy malo está pasando. ¡Y vaya si está pasando! Me he tirado los últimos cinco meses currando como una esclava por cuatro duros, con unos niveles de ansiedad que baten records, sin ver a penas a nadie, huyendo de cualquier diversión que no fueran las perras (¡os quiero, perrillas!). Si tuviera otra personalidad, al pasar tiempo lejos de la gente, me darían ganas de verla. Pero como desgraciada o afortunadamente tengo mi personalidad, cuando paso tiempo lejos de la gente (y utilizo “gente” de manera generalizada como si fuera un grupo uniforme) me aíslo más, porque me da vergüenza, y pereza, y un poquito de estrés. Al entrar en este espiral, nunca me había pasado, pero resulta que estás tan cansada que , ojo, no es que se te olvide comer, como mucha gente dice (sospecho que mienten para hacerse lxs guays), pero sí es cierto que te da tanta pereza ponerte a hacerte un sándwich en la sartén o meter una pizza en el horno, que prefieres comerte una galleta mientras te estás tapando para no perder tiempo de dormir. Cuando duermes con migas, pelos de perras y las sábanas del mes pasado, es que te importa un bledo todo. Me asusta que en los meses en los que más demacrada me veo, se me diga lo bien que me ve el resto. Todavía me impacta más que me pregunten “qué he hecho” para perder peso. ¿Hola? ¿Qué he hecho? ¿Acaso me has visto en los últimos cinco meses? Pues mira, es un truco infalible: he dejado de vivir. Me he dedicado solamente a trabajar. Y aunque te zampes un bocadillo de nocilla entre horas, se ve que cuando estás muy histérica, lo cagas directamente. O lo sudas. O se auto absorbe. O ni idea. A quién le importa. El caso es que cuando pasas de llevar una vida ultra sedentaria, a la vida más nómada del universo sideral, pierdes kilos y espíritu. Y a la gente que no te quiere bien, le parece que estás estupenda. Así que yo te digo en estas líneas, que no te fíes de la gente que te ve guapa un día sí y al otro no. Si tu peculiaridad es que ingieres alimentos sin medida, y no te afecta en tu vida diaria, no escuches a toda esa gente que te come la cabeza pensando en lo mejor para ti. Lo mejor para ti es que quienes te quieren te respeten. Y que el resto no te toque las narices. Hostia. Yo llevo con anemia desde que salí de casa de mi madre. Porque como mal. Como mal porque al habérseme prohibido los platos muy calóricos o sabrosos de pequeña, “por mi bien”, hoy siento una ansiedad incontenible cada vez que veo patatas fritas, bocadillos, pizza, pipas, palomitas y demás manjares que se me vetaban en mis tiempos mozos. Esto es como la gente que pasea a perros, que cuando ve bolsas de plástico que pone el ayuntamiento en las papeleras, en vez de coger una para esa mierda puntual coge todas las que encuentra porque no sabe cuando volverá a encontrar más. ¿Me explico? Hay gente que es bulímica de bolsas de mierda de perro. Hay otra gente que es bulímica de patatas fritas y aunque sean las tres de la madrugada y esté dormida, a mí si me despiertas y me pones patatas fritas, me las tengo que comer. ¿Sentido? Ninguno. ¿Y qué? ¿Cuántas cosas hago sin sentido a lo largo de mi día? Me despierto a las seis y cuarto de la mañana aunque no haya dormido lo suficiente para estar descansada, me ducho aunque no esté sucia, elijo la ropa que gustará más en mi lugar de trabajo, me paso diez horas fuera de casa dando clase, enseñando cosas que no importan a criaturas de 12 a 16 años. Comparto conversaciones absurdas en mis veinte minutos de comer y cuando hay silencios incómodos empiezo a contar historias revelando demasiada información sobre mi persona, porque aunque todo el mundo (menos tres) de mi curro me caen mal, siento que no puedo soportar silencios parlanchines en entornos tan hostiles. Recordemos que curro en una ikastola. Nadie entiende nada. Publico mi vida por fascículos en esta revista, aún sabiendo que dentro de unos años me arrepentiré porque ya empieza a

Radiografía del dedo de María Unanue

pasarme que me doy vergüenza ajena al releerme. El otro día fui a quitarle un hueso de la boca a Anais, una de las perras que vive conmigo, y pensando que mi dedo era el hueso, me lo fracturó por diferentes lugares, y la zona de la uña parecía una caja con apertura en la que podían meterse macetas. ¿Y qué? Vamos a ver. ¿Y qué? Usar la comida como método para calmar este desasosiego con el que vivo, es lo menos grave, ¡os lo juro! que hago. Más estúpida me parece cualquier otro hábito aprendido o practicado puntualmente. Como ir al gimnasio a correr en una cinta cuando hay calles donde por ahora te dejan correr gratis. ¿Hola? Cada cual tiene sus obsesiones. Y yo quiero repetir, como el otro día leí en un meme de facebook “yo cuando era flaca” era monitora de aeróbic. Se puede ser monitora de aeróbic. Ser atlética. Y comer mal. Lo que parece que no está bien visto es ser profesora de secundaria, tener un caos de vida que no sabes por donde coger, comer lo que se te pone en la punta del pezón sin ABSOLUTAMENTE NINGÚN MIRAMIENTO no relacionado con el sufrimiento animal, y ser gorda. Menuda estupidez supina. Hay gente que es adicta a tener pareja. Otra no sabe vivir sin su cuadrilla. O sin su familia. O sin nicotina. O sin trabajo. O sin dinero. Me da lo mismo. Yo tengo la comida. Las series. La lectura. Ahora convivo con las perras. Son factores en mi vida que sólo dependen de mí. Que no comparto con nadie. Antes usaba las compras como actitud compulsiva para premiarme cuando mis días eran una mierda. Conocía todos los precios de la ropa de H&M sin haberla visto nunca. Tenía tal control, que sólo con ver si el vestido tenía este tipo de botones u otros, te podía decir sin equivocación si valía 19´90 o 24´90. Hay quien lo consideraba un don. Ojo. Yo lo consideraba una doña. Ahora gracias a las perras, llego a casa y hay dos seres adorables y geniales que me aman y me colman de amor (Nota aclaratoria: las perras están acompañadas las 10 horas que no estoy en casa, porque pago a mis amigas desempleadas para que las cuiden. Puede decirse que soy empresaria. En b.) que me sacan de casa a pasear por el monte, no me gasto ni un euro en mis horas de “descanso”. Bueno, miento: me gasto pasta en vacunas, arneses, árbol de té, pienso etc. Pero no sé si me explico. Aquí cada cual hace lo que puede para sobrevivir de la manera más digna que sabe. Yo no me voy a poner a discutir con nadie sobre si pintarse la raya del ojo a diario es más o menos estúpido que tener la imperiosa necesidad de comerme un falafel al volver de fiesta. Es que me da lo mismo. Yo sólo sé que me he pasado toda la noche esperando ese momento. Y que de haber ligado, lo hubiera pasado fatal, porque prefiero mil veces ponerme como un cristo chupando el papel albal de mi durum con salsa blanca. Cada cual que haga lo que buenamente pueda con su día a día. Yo como comidas calóricas para sobrellevar esta incertidumbre diaria lo mejor que me sale. Si a ti te preocupa mi salud, te doy mi número de cuenta y empezamos a recaudar dinero para que vuelva a terapia. De lo demás me encargo yo. En serio. Sé que toda esa gente que nos valora más cuando somos menos gordas, lo hace por nuestro bien y nunca porque los estándares de belleza del siglo XXI actuales les influyen. Sé que los comentarios por mi salud, no son gordofobia sino consejos responsables. Mi hermana siempre ha sido muy desordenada. Y gorda. Mi madre recuerdo que decía que era desordenada porque era gorda. Mi hermana ahora es delgada. Y es igual de desordenada que antes. Porque más desordenada no se puede ser. Mi madre sigue diciendo que es desordenada porque antes era gorda. Quiero decir. Hay razonamientos gordófobos, que me da igual que me los haga el médico que estudió 15 años de su vida para acabar sentado en un despacho haciéndome justificantes con mala letra, o la madre que me parió. La gordofobia está ahí. Y existe. Entre nosotras. Nos afecta. Nos presiona. Nos pone nerviosas. Hay gente que vive cada día con miedo a engordar. Tiene pavor a ponerse kilos encima. Francamente. No voy a jugar al ranking. Pero no me siento peor del bolo que esa gente. ¿Cuál es mi delito? ¿Estar obsesionada con las patatas fritas? La gente ve fútbol cada domingo. Más la Champion. Más la uefa. Más el mundial. ¡Hay cromos de fútbol!. La gente colecciona bolsos. Se gasta pastizales en bolsos que no tienen espacio ni para meter los kleenex. Y tienen 30 iguales. La gente ve capítulos de series uno detrás de otro hasta que termina temporada tras temporada en una sola tarde. Y en todos los casos, estos actos compulsivos, se ven como algo normal. Incluso gracioso. ¿Qué hostias les pasa a las comidas calóricas? Es físicamente imposible que alguien que no me conoce se preocupe por mí. No me lo trago. Sólo puede ser odio. Miedo. O rabia. Porque yo tengo una preocupación menos que tú. Y no. Aviso. No tengo colesterol. Soy una gorda con resultados de análisis normales. Estoy saludable. Oigo a mi madre decir “Sí, claro. Ahora. Pero ya verá en unos años”. En unos años me han podido dar tres ictus. En unos años quizás las patatas cambien de sabor. En unos años lo mismo la eutanasia está de venta en las farmacias. Yo estoy hablando de ahora. Y ahora tenemos el cuerpo que tenemos. Y dos opciones: odiarnos, o querernos. Así que yo, opto por la segunda. ¿Tanto te jode? ¿Es tan insoportable para ti que yo no viva con lipofobia crónica? Gordas del mundo: traca final rapidita. Si tenéis facebook haceos fan de STOP GORDOFOBIA, GORDA ZINE, ORGULLO GORDO, MI VIDA COMO GORDA , FAT GRRL ACTIVISM , RAD FAT VEGAN, RACHELE CATEYES o TESS HOLLIDAY. Por mencionar unas cuantas. El otro día fui a una charla en Gasteiz, en Sukubo, donde La cerda punk vendía su libro. Léetelo. Sin falta. Léetelo. O si no te lo quieres leer: que te lo cuenten. Hablaré de esto en otro momento. Me da rabia que todo mi vocabulario antigordófobo sea en inglés. Pero se acabaron las compañías del body shaming. Basta de diet talk. Rodéate de gente que te haga sentirte bien. Que sea como tú. O al menos que se sienta como tú. Vente al feminismo. En serio. Vas a empoderarte en un chasquido de dedos. Y si te arrimas al bollerío, el subidón se multiplica por mil. Y por supuesto: vive con humor, humor y humor. ¡¡Un abrazo gorrrdísimo para todas!!


Versión PDF: Descargar artículo en PDF | Enlace permanente: https://info.nodo50.org/5640