Rossana Rossanda: orgullosamente comunista, atea y feminista hasta el final de sus días

1ro de octubre de 2020.

El pasado domingo día 20 de septiembre, a los 96 años ha muerto Rossana Rossanda, una histórica militante italiana que dedicó su vida a lucha al lado de los oprimidos, de los que hoy de forma piadosa llaman “vulnerables” o de forma despectiva y cínica denominan “perdedores”. Siempre rebelde, siempre, en modo diverso, en el lado “justo”.

Por Marco Rizzardini

Rossana Rossanda era antes que nada una comunista en el sentido pleno, sufrido y crítico de esta palabra. Pensando en ella, uno recuerda a Rosa Luxemburgo, a Aleksándra Kolontai, enormes mujeres y militantes, muy adelantadas a su tiempo, demasiado a menudo olvidadas en nombre de un feminismo “tuerto”, aburguesado y demasiado anglosajón. También ella era de una inteligencia gigantesca, reforzada por una indiscutible intransigencia moral.

Con sus capacidades y estatura cultural, sin duda podría haber alcanzado un puesto prominente en el campo académico, sin embargo, sólo era una estudiante de 19 años cuando se unió a la Resistencia en las filas comunistas. Y de esa elección surgió el compromiso directo con la política, abrazado como una vocación sin dogmas que la llevaría a abrirse camino en el Partido Comunista Italiano (PCI) y luego a criticar sus posiciones desde la izquierda.

Después de la guerra, en 1946, Rossana Rossanda se había licenciado en filosofía y había encontrado su primer trabajo en la enciclopedia Hoepli. Al poco lo dejó para dedicarse con creciente intensidad al trabajo político. Su convicción era que el PCI tenía límites muy serios, pero era "el único que hace viable la protesta y la esperanza, para dar conciencia a las masas que nunca la habían tenido".

A principios de los años cincuenta se le dio una tarea perfecta para su talento: revitalizar la Casa de la Cultura como pieza central de la actividad intelectual progresista en Milán. Fue un éxito indudable, porque sus iniciativas se combinaron con energías que iban mucho más allá del círculo comunista: personajes como Giorgio Strehler, Cesare Musatti, Piero Calamandrei, Franco Fortini, o Dario Fo, por nombrar algunos. En 1958 ingresa en el Comité Central del PCI.

En 1962, Rossana Rossanda fue llamada a Roma para dirigir el área cultural del partido y al año siguiente fue elegida diputada en el Parlamento en Roma. Pudo haber sido un despegue definitivo en su carrera, pero empezaron crecientes desavenencias y conflictos, acelerados por la muerte de Palmiro Togliatti en 1964. Los intentos innovadores de Rossana Rossanda, posicionada políticamente en la corriente “movimentista” de Pietro Ingrao, fueron recibidos con perplejidad, a veces amargamente rechazados. Sus tesis de que se empezaban a dar las condiciones para un cambio radical en la sociedad no encontraron una respuesta en la línea excesivamente timorata del PCI.

Desde el 11º Congreso del partido en 1966, la izquierda comunista fue derrotada y marginada, pero la parte más combativa, de la que formó parte junto con Luigi Pintor, Aldo Natoli, Lucio Magri, Luciana Castellina, decidió no desmovilizarse, especialmente a partir de ese 1968 que parecía afianzar sus esperanzas. En el ensayo El año de los estudiantes (De Donato, 1968) Rossana Rossanda argumentó que la protesta juvenil podría "actuar como un detonador de una explosión social más profunda".

Analiza el 68 italiano en las universidades de Trento, Pisa, Turín, Venecia y socializa una convicción: "Los estudiantes no son un tema aparte, con quien simpatizar o rechazar, o simplemente entender; son un aspecto del capitalismo maduro que explota y exige una salida". En su análisis original del movimiento italiano, empiezan a evidenciarse las aportaciones poco ortodoxas de Louis Althusser y Jean-Paul Sartre.

Para ella y para Lucio Magri, el movimiento estudiantil, generado por la escolarización masiva, es un nuevo tema político que expresa su propia crítica a la sociedad capitalista: es necesario investigar su cultura y potencial, además de las formas de auto organización que propone.

La nueva estratificación de las sociedades del capitalismo maduro también produce subjetividad social inexpresada, como iba demostrando con intensidad en Italia todo el ciclo de lucha del sesenta y ocho y de los años siguientes. La lectura tradicional de la política de alianzas que proviene de la tradición del PCI es anquilosada: trabajadores y campesinos más algún sector de clase media sin definir. Asumiendo la lección de Antonio Gramsci, Rossanda cree que en Occidente parece confirmarse el proceso revolucionario de transformación social, complejo, duradero, una guerra de trinchera con continua la conquista de "casamatas”, de reductos que aumentan los niveles de politización masiva.

Rossana Rossanda, ya es casi un icono de la nueva izquierda internacional, amiga de Sartre y Foucault, es finalmente expulsada del PCI en 1969. Las posiciones tomadas en contraste con la línea mayoritaria del Partido, en particular sobre la invasión soviética de Checoslovaquia, determinaron su inhabilitación y la de otros de esa corriente del PCI. Ese hecho, así como el prometedor ambiente conflictual de esos años, la llevaron a fundar en ese mismo año el grupo político y la revista Il Manifesto, que será diario a partir de 1971, junto con Luigi Pintor, Valentino Parlato, Lucio Magri, Aldo Natoli y Luciana Castellina. Más tarde, en 1972, ese grupo político pasará a formar parte del Partito di Unità Proletaria (PDUP).

Después de ser directora de Il Manifesto, continuó reflexionando y dialogando sobre los movimientos de trabajadores y el feminismo, y se dedicó principalmente a la literatura y el periodismo a través de diversas publicaciones, incluyendo, en 1979, “Le Altre. Conversazioni sulle parole della política” (Feltrinelli); en el 1981 “Un viaggio inutile“ (Einaudi); en el 1987 “Anche per me. Donna, persona, memoria, dal 1973 al 1986” (Feltrinelli); y en 1994 “Brigate rosse. Una storia italiana”, con Carla Mosca, por Anabasi. Este último libro es el fruto de una serie de entrevistas a Mario Moretti (dirigente de las Brigadas Rojas que sucedió a Renato Curcio), realizadas en la cárcel, y fue publicado en España en 2002 por Akal.
En el 2005 se publica por Einaudi La ragazza del secolo scorso (La muchacha del siglo pasado), autobiografía entre historia y memoria. Frente a los liquidadores de toda experiencia y memoria revolucionaria allí afirma: “Yo pertenezco al siglo XX y lo defiendo. Ha sido el primer siglo en el que el pueblo ha tomado la palabra y en todos los lugares. Y cuando la ha tomado, lo ha hecho apoyado por la izquierda”.

Ya mayor vivió una larga temporada en París, donde su compañero de vida, Karol Kewes murió en 2014. Conocido como K.S.Karol, hebreo polaco, superviviente del nazismo refugiado en la Unión Soviética donde se enroló en la Armada Roja, fue uno de los fundadores de la revista Nouvel Observateur, colaborador de Il Manifesto desde el primer número y también de Le Monde Diplomatique.

Vi por primera vez a Rossana Rossanda en un mitin electoral en junio de 1975. Vietnam acababa de ganarle la guerra al Imperialismo y ella había venido a apoyar la candidatura local de Democrazia Proletaria (sigla electoral en la que se englobaban el PDUP, Avanguardia Operaia e il Movimento Lavoratori per il Socialismo). Yo era un joven estudiante comprometido, radicalizado y todavía en búsqueda de una organización donde ubicarme. No creía mucho en la utilidad de las elecciones, pero todavía recuerdo como escuché con interés a esa señora madura, discretamente elegante, inconfundible con su lunar encima del labio superior, hilar fino con conceptos claros, palabras precisas y sin ningún aspaviento ni vociferación. Una clase magistral de lucidez y consistencia, con un enlazamiento perfecto entre economía, cultura, política local, estatal e internacional…y sin enemigos a la izquierda. Una auténtica compañera: más allá de los posicionamientos organizativos e ideológicos, más allá de las formas y métodos de lucha escogidos, desde ese momento la consideré siempre como tal.

Volví a verla en Madrid en el mayo del año 2008 en la presentación de la edición española de “La muchacha del siglo pasado”, de Akal. Era ya anciana y yo madurito…me emocionó verla y sobre todo escucharla. Al final me atreví a saludarla y nos apretamos las manos.

Han sido muchos años de derrotas y desazón tras las exaltantes luchas de la gloriosa década roja protagonizadas por obreros, técnicos y estudiantes…, años de desencanto, traiciones, psicolabilidad masiva, de impotencia, de desbandada, pero Rossana Rossanda, Gauche algo divine si se quiere, nunca se confundió de bando. Es más, todavía me resuena en la cabeza una frase suya escrita en un ensayo de 1990 y en cierto modo polémica con el obrerismo ultra subjetivista de Negri y otros autónomos y el proliferar de pseudo estrategias individuales e individualistas: “El sujeto marxiano no es entonces sólo el que se quiere libre, sino el que ve su libertad en la negación del mecanismo capitalista”…”La centralidad obrera o del asalariado, no deriva de ser este último numeroso y, aún menos, “bueno”; viene del ser figura simbólica de la negación en una relación totalmente falsificada de intercambio. Éste existe como “sujeto” únicamente en cuanto se define “en contra” de su ilusoria fenomenología sociológica (el ser en sí y el ser para sí). Y más: …El único modo de encontrar el sujeto marxiano (que tampoco esta vez será al estado puro) tras la derrota de nuestras fuerzas en el campo en los años Sesenta y Setenta, está en la capacidad de individuar las figuras y la consistencia de los sujetos lesionados en las diferentes fronteras en las que hoy en día se sitúa la acumulación del capital”.

Criticó a E. Berlinguer por su propuesta claudicante de Compromesso Storico con el adversario demócrata cristiano de siempre; de lo que pasó en Italia entre el 1977 y el 1982, con el mal logrado intento de “forzar el horizonte” y “asaltar los cielos” probablemente no se enteró o no quiso enterarse del todo, como casi nadie de la izquierda tradicional, sin embargo rechazó las leyes especiales “antiterroristas” y mantuvo siempre canales de solidaridad con los presos políticos; permaneció firme en su análisis y en su oposición a la OTAN, condenó todas las invasiones militares y las llamadas “injerencias humanitarias”; se confundió completamente con Lech Walesa: probablemente por su origen obrera, le presupuso cierta integridad y un posible papel positivo. El dirigente de Solidarnosc se reveló únicamente como una marioneta en las manos de la Internacional reaccionaria, de Reagan, del papa Karol Woitila, hasta llegar a las fundaciones gusanos/cubanas de más Canosa; aunque nunca llegó a creerse mucho las posibilidades de Rifondazione Comunista, denunció activamente el papel destructivo de los liquidadores de la izquierda partidista italiana: Ochetto primero y el indigno “desguazador” Renzi después; mantuvo siempre una firme oposición a la Unión Europea de los Tratados y del Banco Central Europeo; fue una gran feminista que siempre supo mantener también la discriminante anticapitalista: “El rugido de este tiempo ha sido tan fuerte que no puedo recordar la voz de las mujeres; la que descifro hoy en las amigas feministas nunca la había sentido antes. La mujer era un dolor añadido, una forma particular de sufrir o huir”, escribe en el libro Le Altre (Las Otras). En un artículo de 2008 titulado Let’s Talk About Women, Rossanda propone “que las Cámaras estén compuestas por mitad hombres y mitad mujeres. Al menos mientras exista en Italia, y no se haya estrellado durante más de medio siglo, una democracia que discrimine al género”.

Rossana Rossanda, una vez regresada de París ya recientemente, había expresado su horror e indignación por esa Italia que se había convertido en un país sin columna vertebral, irreconocible para ella Partigiana de toda la vida, desde la vieja Resistencia al Fascismo.

Pero, como siempre, seguía preguntándose el “¿Por qué?” sin limitarse a la mera constatación de la realidad, ni a echarle únicamente la culpa a los demás. Para ella, la responsabilidad de la degradación reaccionaria y fascistoide de Italia ha sido principalmente de la misma izquierda, que en gran parte abrazó el neoliberalismo y renunció a ser de forma nítida ella misma.

En fin, una mujer comprometida, de vida plena, cuyo recordatorio de que “la riqueza no se acumula por partenogénesis”, me parece una idea fundamental a no olvidar nunca, propio de una comunista nunca arrepentida sino siempre critica, una “eminente marxista”, como la presentaban orgullosamente en las plazas de los pueblos antes de los mítines. Una auténtica compagna.

“Compañero o compañera” es como se llamaban a sí mismos los militantes italianos. Sobre este sustantivo (compagno) nos deja ella misma, como no, esta deliciosa reflexión: “Por supuesto es difícil decir esa palabra hoy. Ya no entienden en qué sentido lo decíamos. Es una bonita palabra, así como es una bonita relación la que se da entre compañeros. Es algo parecido y a la vez diverso de amigos. Amigos es algo más interior, compañeros es también la proyección pública y civil de una relación en la cual se puede no ser amigos pero se acuerda trabajar juntos. Y esto es importante, me parece”.
¡Hasta siempre compagna Rossana!

Marco Rizzardini. Militante internacionalista


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