Obituario del periódico que no podía salir

25 de mayo de 2011.

El 1 de abril tendría que haberse publicado un nuevo periódico de izquierdas, pero fracasó antes de empezar. Se llamaba ‘La Voz de la Calle’ y era incapaz de salir. Ni siquiera llegó a imprimirse uno sólo de los 90.000 ejemplares que se pretendían poner a diario en los quioscos españoles.

En 2011, en los albores de la era digital que todavía está por madurar, La Voz de la Calle podría haber sido el último periódico diario que apareciese en España. Pero nunca lo será. Aunque tal vez pesasen sobre él las maldiciones de algunos que pudieran temerlo, su destino no estaba escrito y el suyo es un fracaso sólo atribuible a su mala planificación y peor gestión.

Los primeros rumores de su lanzamiento empezaron a cobrar forma entre enero y febrero. Teodulfo Lagunero, acaudalado militante histórico del PCE y viejo compañero de fatigas de Santiago Carrillo, decía que quería poner en marcha un periódico para la “izquierda transformadora”, que llegase donde a Público se le encoge la pluma. Era el legado cultural que Lagunero quería dejar y en el que él mismo participaría activamente. Pese a sus más de 80 años, aún le quedaban fuerzas para reclamar un despacho desde el que, como editor, dar forma a una aventura a la que sólo él daba respaldo económico, pero en la que le acompañarían algunos antiguos compañeros.

En este primer esbozo aparecieron apenas tres detalles más: la fecha de lanzamiento del 1 de abril y los subdirectores Rodrigo Vázquez de Prada y Eugenio Viejo, dos veteranos periodistas de su confianza que se encargarían del funcionamiento diario. También se definió más su línea política con un sanedrín de sabios de diferentes ámbitos. Y en la búsqueda de las condiciones objetivas que justificasen el lanzamiento de La Voz de la Calle, se argumentó el desapego social hacia la clase política y la ausencia de un discurso alternativo al del capitalismo, el enemigo paradójicamente reforzado tras la presente crisis económica. Es decir: se constataba la existencia de un espacio social y mediático que, aunque desarticulado, sería receptivo.

¿Los necesarios preparativos?

Con estas bases se busca una sede física y se acondiciona para empezar a funcionar. En este periodo, un accidente afecta, de forma notable, la salud de Lagunero, que se ve recluido en su domicilio malagueño y no llega a pisar su despacho. El 1 de marzo puede considerarse un punto de partida, en esa fecha se incorporan los redactores jefe que, durante los días siguientes, crean sus propios equipos. Casi todos los periodistas, mayoritariamente de entre 25 y 35 años y con distintos grados de experiencia, llegan dos semanas después.

A dos semanas para el lanzamiento

Lo que hasta ese momento habían sido definiciones más o menos teóricas deben convertirse entonces en una realidad. Y eso ya es más difícil. Porque un periódico diario es un producto que se hace cada día con la misma receta para que al cliente habitual le sepa igual que el día anterior y distinto a lo que ofrecen el resto. Pero cada día se hace con los ingredientes que hay en el mercado, ya sean una nueva guerra, otro partido del siglo o el dato del paro que llega cada principio de mes. Como tras la primera prueba el guiso puede saber a rayos, conviene depurar la receta por el sencillo proceso de ensayo-error.

El 1 de abril se acerca

A dos semanas de su lanzamiento La Voz de la Calle había de iniciar la elaboración de esas pruebas, lo que en el gremio se conoce como los números cero. Pero no fue verdad. Hubo muchos errores y pocos ensayos: el sistema informático no era estable; no se contaba con líneas fijas de teléfono, lo que se suplía con el uso de móviles de empresa y particulares; nada de llamadas internacionales; el programa de edición era de una versión en pruebas porque no se habían comprado las licencias para todos los puestos de trabajo; no había impresora en la redacción; el departamento de publicidad estaba formado por una persona; los responsables desconocían las rutinas de trabajo en una redacción profesional para un diario; nunca hubo hora de cierre; el precio de venta que se barajó duplicaba al del resto de diarios. Y muchas cosas más que los subdirectores no alcanzaron a ver.

Todos ellos son problemas subsanables a los que no se ponía remedio, y el nerviosismo crecía entre los periodistas. La aparición de un director, Lorenzo Contreras, ni resta ni aporta: este anciano era un mero figurante porque los que llevaban el control son Vázquez y Viejo. “Yo me quedo aquí en un rincón y no molesto”, llegó a decir Contreras. Así pasan los días, hasta que el miércoles 30 de marzo se decide retrasar el lanzamiento. Los subdirectores, los únicos con contacto directo con Lagunero, arguyen problemas en la herramienta informática. Una verdad a medias que obvia el resto de catástrofes diarias a la que se enfrenta el personal. Pero se pide calma: el 14 de abril La Voz de la Calle se presentará en sociedad exhibiendo republicanismo.

Y, finalmente, no salió

Pero para entonces, empezó a fallar también el motor que había puesto en marcha el barco y que pagaba, aunque sin contratos ni Seguridad Social, a la tripulación. Los subdirectores habían ido a Fuengirola a reunirse con Lagunero y, aunque el secretismo era ley, había demasiadas evidencias de que algo no iba bien. Menos de una semana después del anuncio del retraso, el 5 de abril, se sentencia el cierre en otra escena tragicómica en la que los subdirectores se desentienden de la decisión y comunican que la víspera ya habían dimitido. Lagunero informa en una carta de que, por la falta de un aval bancario que se le exige para la distribución del periódico, renuncia a su lanzamiento. Gracias y hasta siempre. O eso se suponía, porque el conflicto laboral no se resolvió tan fácilmente como esa carta daba a entender. Aunque resulta sorprendente que no se hubiese considerado el gasto en distribución antes de que se crease la sociedad, se comprase mobiliario y ordenadores y se pusiera a trabajar a medio centenar de personas, las condiciones objetivas que había en la sociedad, de puertas para dentro no llegaron a darse. Por eso La Voz de la Calle no podía salir. Por eso no salió.

Problemas laborales póstumos

Tras el final de La Voz de la Calle, la relación entre el editor, Teodulfo Lagunero, y los dos subdirectores que él había elegido, Vázquez y Viejo, se complicó por la atribución de culpas. Mientras, los trabajadores, pendientes de un contrato y un alta laboral que se les había prometido para el 1 de abril, se organizaron en una asamblea cuya primera petición fue un interlocutor de la empresa. El primer interlocutor fue, en su propia casa, Lagunero, acompañado de su familia. El abogado de Lagunero gestionó e hizo naufragar después el acuerdo, al ofrecer unas condiciones inferiores a las ya pactadas. El encierro de los trabajadores en la redacción, los apoyos recibidos y la relativa atención mediática que obtuvo el conflicto permitió que se resolviese. El 20 de abril cada trabajador firmó su finiquito y La Voz de la Calle puso el punto y final.

Fuente: David Rojo en Diagonal

La que iba a ser la web del periódico


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