Lo social es la vida Entrevista a Mabel Cañadas, miembro de la comuna de Lakabe (y II)

27 de octubre de 2009.

Me sorprende la determinación con que el ser
humano apoya cualquier poder, parece que piense que el
poder tiene que darle la libertad, cuando es algo que le
pertenece. Cada uno de nuestros sueños, en lugar de realizarlo,
lo trasladamos como reivindicación al Poder, con lo
que se establece un juego en el que éste sale fortalecido. Es la persona la que tiene que ponerse en movimiento siguiendo
su propio impulso, en ese movimiento se establece
un diálogo con la vida y con el resto de la sociedad, una
relación que no es de poder.

Segunda parte de la entrevista, y material extra sobre las luchas aludidas en ella

Segunda parte de la entrevista

LP: Sigue con el desarrollo de lo aprendido con la experiencia
de Lakabe

Mabel: Un momento importante fue la aparición de los
hijos e hijas y la educación que les tratábamos de dar. Pensábamos
poder crear una escuela e impartir una educación
que crearía niños felices per se, sin problemas. Pero
la realidad fue otra. Un día te descubres diciéndole a tu hija “no te ensucies” y te preguntas de dónde te ha salido
eso y te das cuenta de todo lo que llevas dentro, incorporado,
de lo socialmente predominante. Educar es difícil,
transmitir unos valores y criterios no patriarcales requiere
un trabajo previo contigo misma y un redescubrimiento
de las formas de educar, del vocabulario necesario
para que esa transmisión funcione. Por suerte este espacio
aislado de Lakabe, permite la existencia de tiempo,
da opción a esa reconstrucción personal, a esa adecuación
a lo que quiero, y desde ahí es más fácil transmitir una forma
más global e inclusiva de ver la vida.

Otro tema importante fue el del consumo. Desde el
principio teníamos claro que la conquista de la propia autonomía
requiere unos niveles importantes de autosuficiencia.
Pero hubo que ir tomando opciones, por ejemplo
la de decidir no trabajar en otros sitios ( y no era fácil pues
el haber podido disponer del dinero de algún salario habría
acelerado el proyecto), lo que nos obligó a vivir con menos
y a aferrarnos a lo cercano y primario, venciendo la incultura
total que teníamos al respecto, y a desarrollar el proyecto
con mayor lentitud, optando por empezar por unas cosas y dejando otras para cuando se pudiera. Fue aceptar
otra forma de hacer y de vivir, porque las que teníamos
aprendidas no nos servían. Viviendo con poco valoras lo que
hay, descubres la cantidad de productos que la naturaleza
oferta de forma espontánea, que el optar por lo cercano
puede reducir la variedad de sabores pero no reduce la de
nutrientes. Llegamos a lo ecológico cuando todavía no
existía esa palabra, y a la idea de decrecimiento, que hoy
empieza a estar vigente, por estar fuera de la carrera de
creación de necesidades, por descubrir que se puede prescindir
de mucho y vivir con poco sin vivir peor.

No hace falta ser ermitaño ni extraterrestre, me gusta
el calor y cierto grado de comodidad, pero no a cualquier
precio. En este camino hemos pasado por fases distintas
y ahora tenemos luz propia sin estar enganchados
a la red, lo que es un grado de autonomía. Compramos lo
justo y necesario, pero siempre procuramos autoabastecernos
al máximo. Cultivamos mucho, al principio éramos
vegetarianos, ahora comemos carne, pero siempre de
nuestros propios animales, a los que criamos y queremos,
pero sabemos que hay que matar para comer; es una relación
menos fría y menos inconsciente que la de ir a
comprar un filete a la carnicería. En la salud hemos pasado
de curar la enfermedad a intentar mantener el cuerpo
en buen estado físico y emocional. También esto segundo
es importante; no se puede hacer una estrategia política
en base a las emociones, pero sí hay que prestarles
atención en esos procesos.

LP: Estáis prefigurando una sociedad sin Poder, ¿qué
idea tienes sobre él?

Mabel: Me sorprende la determinación con que el ser
humano apoya cualquier poder, parece que piense que el
poder tiene que darle la libertad, cuando es algo que le
pertenece. Cada uno de nuestros sueños, en lugar de realizarlo,
lo trasladamos como reivindicación al Poder, con lo
que se establece un juego en el que éste sale fortalecido. Es la persona la que tiene que ponerse en movimiento siguiendo
su propio impulso, en ese movimiento se establece
un diálogo con la vida y con el resto de la sociedad, una
relación que no es de poder.
La delegación está íntimamente ligada a la estructura
social que tenemos. En las estructuras grandes la persona
pierde capacidad de actuar en lo inmediato y tiende a delegar.
Los autogestionarios lo tenemos crudo en el actual
tipo de sociedad. Pero también nuestras formas de vida
son un impedimento para la participación.

Recuerdo de la
época de Bilbao que a veces decidíamos determinada actuación,
pero el uno no podía porque tenía que ir a trabajar,
la otra por un asunto familiar, la otra... te das cuenta
de lo pillada que está y eso me decidió a buscar otras formas
de vida. También está ligada al objetivo, que más que
al desarrollo material tiene que estar en relación con el
arte o la belleza o algún otro impulso de índole superior.
La participación es casi imposible en ese mundo sobredimensionado
y atrapante, está ligada a lo colectivo en
dimensiones aceptables, grupos no demasiado grandes interconectados,
que se respetan y apoyan. La base de esa
estructura no va a ser la familia, suelo hablar de clan o de
tribu, por recuperar algo no desconocido y porque la palabra
comuna parece que tenga otras connotaciones, pero
el vínculo debe ser de opción, no de sangre. El trabajo
debe hacerse en igualdad, la división de trabajos es abrir
la puerta al poder. Igualdad de género, sobre todo, la presencia
de lo femenino en la construcción social y en la política
es imprescindible.

LP: ¿Ese vivir por encima o paralelamente al poder supone,
en algún grado, desentenderse de él y dejarle las manos
libres para su actuación?

Mabel: No lo veo así, porque el tema es más complejo.
Hay que darse cuenta, por ejemplo, de la relación que se
establece entre el Poder y los elementos de rebeldía, hoy
demasiado referidos a él: por un lado le son útiles para el desarrollo de las estructuras represivas, manipulando el
miedo; por otro lado es capaz de absorber y redefinir buena
parte de sus componentes. El Poder es capaz e reciclar
y aprovechar todo.
La experiencia de Lakabe ha sido una ocasión de investigación
sobre cómo gestionamos internamente nuestro
propio poder de una forma horizontal, compartida y
circulante. También de nuestra relación con ese Poder
externo: lo primero que hay que hacer es no darle más
importancia de la que tiene, mantener con él una relación
de igualdad, no de dependencia. Pasa por conquistar
tu propia libertad, por perder los miedos. Nuestra libertad
nos permite enfrentarnos incluso a situaciones límite
manteniendo en ellas nuestras herramientas disponibles
y nuestras cualidades alerta. Conseguir eso ayuda a
tratar al Poder en ese plano de igualdad.

LP: Un inciso, ¿cómo ves el feminismo?

Mabel: Inicialmente me sorprendió el retroceso del movimiento
feminista, muy potente y vital en su momentos.
Creo que el sistema jugó muy hábilmente: abrió, ciertamente,
la puerta a la incorporación de la mujer, pero no
dejaba de ser la incorporación a un mundo masculinizado,
y en la medida en que la mujer adoptase comportamientos
masculinos. El feminismo entró a ese trapo y se dedicó
a reivindicar y a expandir esa puerta que se le abría, pero
olvidando lo que es ser mujer y lo que queremos. Hoy, aunque
se hable en femenino, las estructuras siguen siendo
machistas y el feminismo, no ha aportado cambios en profundidad
sino que ha quedado atrapado en lo existente,
en lo masculino. Así es como lo veo

LP: Y otro inciso que me interesa, perdona, ¿cómo ves el
movimiento antiglobalización?

Mabel: La globalización se entiende como mercado
único y global y como apropiación de la riqueza por unos
pocos, para nada se habla de la globalización de derechos
o del reparto. La oposición a la globalización tiene
que seguir una línea de la que no conviene desviarse. En sus tiempos lo definíamos como “pensar globalmente,
actuar localmente”. Frente a esa globalización del mercado
nuestro consumo tiene que apostar por lo cercano
y sólo desde ahí se puede ampliar en arcos para aquellas
necesidades que lo local no es capaz de satisfacer. Consumir
un algodón elaborado en la India, con tintes peruanos,
por muy ecológico que sea no es alternativo. Lo
alternativo es utilizar nuestro algodón, aunque sea de
peor calidad y aun sacrificando en parte nuestro aspecto
externo.
El movimiento antiglobalización tuvo una lucidez inicial
para recoger eso y servir de escaparate a una rebeldía
muy fresca, pujante y variopinta. La impresión es que posteriormente
quedó atrapado por unas élites más políticas,
perdiendo parte de esa puesta en escena y esa implementación
de realidades concretas y diversas fuera del
marco de la globalización, que son en sí antiglobalización.
De todas formas es un movimiento todavía joven que tendrá
que definir su rumbo.

El movimiento de ekoaldeas es un intento interesante
que trata de implementar las pequeñas realidades locales,
abordar la relación y lo regional, pero siempre buscando
la cercanía.

LP: Sigue con lo que estabas diciendo sobre el Poder

Mabel: Esas comunidades anarquistas o autogestionarias
de las que estaba hablando requieren acabar con
el actual modelo de desarrollo. Hay que cambiar hasta
la palabra, prefiero hablar de crecimiento, que incluye
el crecimiento personal y el colectivo, el poder elegir, y
que desde esa elección se cuestiona en qué y cómo crecer.
Los humanos tenemos capacidad de vivir de maneras
distinta. La persona es libre, sus derechos son suyos.
Necesitamos cambiar el lenguaje, la forma de expresarnos
y de relacionarnos. Hay que fomentar, sobre
todo la escucha.

El Poder no existe, y se desvanece en cuanto le dejamos
de prestar nuestra adhesión, existen poderes que nos
pertenecen y tenemos que asumir.

A veces creo que nos da miedo, que nos da miedo nuestro poder y que no sabemos
ejercerlo de manera horizontal, en la igualdad, circular
y fluyente, compartido.
Los grupos alternativos tenemos que ponernos a esa
tarea, conscientes de que no se trata de reproducir lo
existente. Otras formas de tomar decisiones y de abolir el
autoritarismo requiere el desarrollo y el hacer preponderantes
otras capacidades que están en nosotros: el respeto,
el diálogo, la búsqueda de acuerdos, la escucha... y
eso requiere otro concepto de eficacia, otro ritmo en el
que no pueda existir la prisa y lo urgente. Eso lo tenemos
que poner en práctica, todo requiere un aprendizaje y la
práctica es fundamental; si no lo hacemos ahora, no lo haremos
nunca. Lo importante no es lo que hacemos sino el
cómo lo hacemos.
Una gran transformación social es imprevisible salvo
un nada imposible acontecimiento tipo catástrofe. Dudo
de que ese momento nos encuentre preparados para desarrollar otro tipo de sociedad y no reproducir lo
ahora existente.

LP. ¿Significa la opción por Lakabe una forma de renuncia
a la actuación social?

Mabel: Si la actuación social me hubiera llenado plenamente
y hubiera permitido el desarrollo de mis capacidades
seguramente la existencia de Lakabe no tuviera
sentido. Pero no es fruto del descreimiento ni supone
una renuncia, sino la búsqueda de una forma distinta
de abordarlo.
Por un lado veía que 2.000 años de oposición al poder
no habían logrado ni debilitarlo, esto me empuja a pensar
que lo que nos falla es la práctica y es lo que buscaba con
esta experiencia.
También me daba cuenta de que en nuestra actuación
de oposición al poder estábamos muy limitados por todos los condicionantes con los que la sociedad actual nos
atrapa. Había que buscar autonomía, lo que sólo se consigue
viviendo colectivamente, y sólo desde esa autonomía
nuestra oposición al poder puede ejercerse con un grado
suficiente de contundencia.
Por último consideraba que todos los personalismos y
los egos se trasladaban a la actuación social, impregnándola
de sectarismos, de protagonismos, de pugnas y escisiones
muchas veces absurdas. También esos aspectos
personales había que trabajarlos, darnos cuenta de que
somos personas únicas y que lo que está en juego es esa
nuestra vida única. Se requiere un proceso personal, que a
la vez es colectivo, que es lento y largo.
No existía un desencanto de los colectivos sociales, pero
sí el intuir que no estábamos a la altura, que estábamos
a la expectativa, pero sin acabar de creérnoslo, que no estábamos
preparados para lo que se nos avecina o puede
avecinársenos, y que tampoco hacíamos el esfuerzo para
prepararnos con la suficiente seriedad.

LP: ¿Te mantienes unida a esos movimientos sociales?

Mabel: Sí en la medida en que puedo y según las circunstancias.
Sé que mi aportación hoy es muy distinta. No
buscas estar en todo por que “hay que estar”, ni esa agitación
excesivamente apariencial, lo que trato de aportar
es solidez y esa necesidad de implicación de la totalidad
de nuestras vidas en lo que hagamos.
Creo que es necesario buscar nuevas formas de rebeldía.
A veces en circunstancias especiales, un poco límites,
se produce una especie de fogonazo de autenticidad.
Recuerdo el desalojo del pueblo de Artozquiz en
la lucha contra el pantano de Itoiz. Funcionábamos en
asamblea, pero más que asamblea era que estábamos
atrapadas por una especie de sintonía, movidas por una
fuerza que era algo más que las fuerzas individuales y
que atraía a todo el que se acercaba. Era una convicción
de que podíamos ganar, de que íbamos a ganar; y todas
las personas que estábamos ahí la sentíamos. La decisión
era el quedarnos ahí a vivir.

Pero llegó un momento de desinfle, cuando los condicionantes
de cada uno empezaron a resquebrajar esa corriente
y esa decisión colectiva. No fue un tomar una decisión
contraria, fue una no decisión. Impelidas por esos
condicionantes de cada uno y de cada una, se empezó a
plantear que si relevos, que si turnos..., empezaron a entrar
otras energías, no la colectiva que nos había atrapado.
Naturalmente lo que acabó entrando fue la policía foral.
Son esa luz, esas sensaciones y esas certezas que se
nos presentan en algunas situaciones límite, las que tenemos
que recoger, verbalizar y cultivar para trasladarlas
a lo cotidiano y a cada una de las actuaciones que emprendemos,
para no caer en hacer “lo que hay que hacer”.
Creo que eso se refuerza con la puesta en práctica más
que con la reivindicación al Poder.

LP: ¿Reivindicación o realización?, una disyuntiva nada
fácil.

Mabel: Sí, no es sencillo. Mi impresión es que la reivindicación
es débil y nos hace débiles, dependientes de
quien tiene que concedérnosla, arrastrándonos a vericuetos
que nos alejan del camino. Tiene el valor de plasmar
en una imagen lo que aquí y ahora no está bien, pero
el que se resuelva depende de nosotros mismos, de nuestra
actuación.
Recuerdo de mi actuación en los grupos feministas las
campañas contra la utilización del cuerpo de la mujer en
la propaganda. Está bien, embadurnas un escaparate para
reivindicar que retiren esa propaganda, pero no pasa de
ser un acto propagandístico que nos ayude a entrarle al
tema de fondo, el de la dignidad de las mujeres y de los
hombres. Eso no se puede reivindicar.

Algo similar pasa con las guerras (el antimilitarismo era
el otro campo en que desarrollé mi actividad en aquellos
tiempos). Cierto que la guerra es un negocio, pero también
es la expresión de la incapacidad de resolver las situaciones
mediante el diálogo y de recurrir como solución
a la aniquilación del contrario. Es una barbaridad, pero es
una barbaridad cuya lógica impregna todas las relaciones
sociales y está interiorizada en las personas: el ganar o
perder, la jerarquía, la imposición... Eso no se resuelve reivindicándolo.

LP: ¿Cómo consideras a ese ser humano, capaz de interiorizar
todos esos aspectos negativos?

Mabel: Es cierto que la persona es capaz de lo peor y
creo que el tipo de sociedad en la que estamos montados:
las ciudades, los trabajos, los ritmos y estilos de vida,
etc. fomentan muchos de nuestros aspectos negativos.
Pero también es cierto que las personas pueden
cambiar el mundo. Puede ser que la humanidad diga
basta; puede ser que lo existente no aguante, que se
produzca un aldabonazo o llamada de atención que nos
obligue a decir basta. Creo que estamos en una situación
muy delicada. No sé lo que va a venir, ni si va a venir de un acto de decisión propia o a través de un proceso
de caos y sufrimiento. Lo que más me preocupa es que
no estemos preparados para aprovechar ese momento
y volvamos a reproducir lo existente.
Creo que la persona tiene capacidades increíbles tanto
mentales como corporales, que desarrollamos si somos
capaces de vivirnos en totalidad, de ser lo máximo de lo
que podemos ser, de vivir cada segundo como si fuera el
último. Es lo que me llega de mis mitos históricos, un Che
o un Ghandi, una especie de grandeza, que conjuga una
confianza absoluta con la sencillez del estar. Esa sencillez,
esa naturalidad de vivir el momento nos capacita para vivir
situaciones límite o muy densas.

Esas capacidades se nos mueren si nos dejamos atrapar
en este modelo de desarrollo. Ni podemos cederle espacio,
ni tampoco la palabra. El desarrollo no es lo que me
proponen sino mi desarrollo, el desarrollo de mis capacidades,
el que yo elijo y dirijo. El problema es nuestro propio
miedo. El miedo es incompatible con la libertad.
Mantengo la esperanza en la cantidad de gentes que,
de formas muy diferentes, trabajan a favor de ese cambio,
que cultivan su personalidad para ese cambio, en las personas
que viven en África cuidando cabras en el más absoluto
anonimato, en el movimiento indigenista que abre
una línea política, no sé si espiritual, pero por lo menos
más rica y abarcante. Mantener la esperanza es mantenerse
abierta, dispuesta a responder.
Nuestro cuerpo nos da una infinidad de información. La
naturaleza , el universo, los astros y cualquier persona nos
transmiten sus señales, nosotras debemos de encontrarnos
en disposición de responder a su llamada.
Ghandi no es sólo la persona de Ghandi, es el momento
adecuado recogido por una sociedad y simbolizado
en esa persona. Nuestra situación puede aparecer oscura,
pero la situación no encierra el momento. Si no vivimos
cada uno de los momentos de nuestra vida como
si fuera el último, no aprovecharemos el que pudiera resultar
adecuado.

Eso es lo que pienso y a eso procuro adecuar mi vida.


La Comunidad de Lakabe

EL AMOR Y LA TRANSFORMACION SOCIAL

Entrevista a Mabel cañada de la Ecoaldea de Lakabe: "Si el Gobierno quisiera echarnos, pelearíamos"

La lucha de Itoiz y Artozki:


Fuente: Libre Pensamiento nº 60


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