La tradición militante de Howard Zinn

2 de febrero de 2010.

“El problema no es la desobediencia civil, sino la obediencia civil”, afirmó en un discurso en Baltimore en los años sesenta, durante un acto al cual acudió en lugar de presentarse ante un juez para ser sentenciado por sus acciones contra la guerra en Vietnam. Después, cuando regresó a la Universidad de Boston, un par de policías lo esperaban para arrestarlo (La Dinamo)

El historiador Howard Zinn falleció a los 87 años de edad


Muere Howard Zinn


Howard Zinn (Nueva York, 1923) es una figura crucial para comprender los
movimientos de izquierdas estadounidenses del último medio
siglo. Zinn nació en una familia de inmigrantes de clase
obrera y participó como bombardero en la Segunda Guerra
Mundial, donde pudo observar de primera mano los efectos de las
primeras bombas de napalm. Tras la Guerra, cursó con éxito
la carrera de historia y comenzó a enseñar en una
universidad negra del sur de EE UU. No tardó en convertirse en
una figura destacada del movimiento contra la segregación
racial al tiempo que se incrementaba su prestigio académico
como historiador, en especial, gracias a su celebérrima obra
La otra historia de los EE UU. Ya en los años sesenta
fue uno de los intelectuales más comprometidos en contra de la
Guerra de Vietnam no sólo con sus escritos a favor de la
desobediencia civil sino por su contribución activa a las
movilizaciones. Tras más de treinta años dedicado a la
enseñanza y la investigación, dejó la
universidad y se dedicó plena y exitosamente a su carrera como
dramaturgo, con obras como Emma o Marx en el Soho.

¿Cómo
comenzó su trayectoria como activista?

Cuando
tenía dieciocho años, justo antes de la Segunda Guerra
Mundial, comencé a trabajar en un astillero y, junto con otros
compañeros, organizamos un sindicato de trabajadores jóvenes.
Posteriormente, en el sur de Estados Unidos, participé en
organizaciones en contra de la segregación racial. Guardo un
excelente recuerdo de aquella lucha y otro tanto puedo decir del
movimiento contra la guerra de Vietnam.

En
alguna ocasión, ha dicho que el voto es una de las formas de
participación política más débiles. En su
opinión, ¿cuáles son las formas fuertes de
participación política?

La
forma más plena de acción política es lo que
Martin Luther King Jr. llamaba “acción directa
no-violenta”. Es decir, actuar directamente sobre la fuente de
opresión. Las huelgas son acción directa, las sentadas
para forzar que un dueño de una tienda sirva a todo el mundo
de la misma manera son acción directa. Un asunto distinto son
las tareas intelectuales que se desarrollan dentro de un movimiento y
que, en mi opinión, se pueden resumir en dos aspectos. Por un
lado, la comprensión de estructuras y procesos sociales
complejos para después explicarlas al público no
militante de una manera clara y, por otro lado, la reflexión
crítica sobre los propios movimientos. No obstante, estos dos
aspectos nunca están perfectamente
equilibrados. Por norma general se da más importancia a la
comprensión de las estructuras sociales, la reflexión
crítica sobre los movimientos suele quedar en un segundo
plano.

Para, en sus
propias palabras, “precipitar el cambio social”, usted ha
utilizado el análisis de los hechos históricos y la
escritura de ficción ¿Qué diferencias encuentra
en el uso político de ambos medios?

Tanto la ficción
como la historia pueden ser útiles políticamente. La
ficción tiene la cualidad de prestar a las ideas una
intensidad apasionada. En la ficción también se pueden
imaginar otros mundos diferentes, cuando uno se ciñe a los
datos no se puede permitir este tipo de imaginaciones. Por otra
parte, al utilizar el arte con intenciones políticas siempre
se corre el riesgo de incurrir en esquematismos. La mejor manera de
evitarlo es buscar formas de expresión lo más humanas
posibles, describir la realidad incluso si no se ajusta a lo que uno
cree que debería ser y narrar a través de personajes y
relaciones complejas.

Cuando
habla de su implicación en la Segunda Guerra Mundial, suele
decir que no era consciente de las atrocidades con las que estaba
colaborando.
¿Cree usted que este es el caso de los
soldados americanos en Irak?

En una situación
militar es prácticamente imposible mantener una independencia
de pensamiento que permita tomar la distancia suficiente para valorar
moralmente lo que se está haciendo. Se está prisionero
de un ambiente en el que se supone que sólo se debe obedecer
órdenes. Es muy posible que en Irak los soldados estén
cometiendo atrocidades sin valorarlas en términos morales.

¿Cree
que hay que hacer un trabajo político especial para introducir
nuevos puntos de vista dentro del ejército americano?

Sí, es una
labor importantísima. No es fácil pero es factible,
como demuestra el hecho de que de vez en cuando hay quien se rebela
contra las órdenes de sus superiores. Hay que tener en cuenta
que el acceso a fuentes alternativas de información es muy
difícil para los militares pero no imposible. Durante la
guerra de Vietnam se distribuyeron periódicos antimilitaristas
en las bases militares.

En su trabajo
como historiador usted ha intentado demostrar que hay una continuidad
en las situaciones de injusticia y violencia que el mundo ha sufrido
en los últimos siglos y una repetición de las
justificaciones que los poderosos dan a sus atrocidades ¿Cuál
es la razón de que la memoria política sea tan frágil
en nuestras sociedades?

La
memoria política es frágil porque necesita ser
mantenida por el sistema educativo y los medios de comunicación,
incluyendo las películas y la televisión. El pésimo
trabajo de los medios cuando hablan de historia tiene unas
consecuencias terribles. Y, sin embargo, creo que la buena acogida
que ha tenido La otra historia de los Estados Unidos prueba
que existe un amplio público interesado en recuperar esa
memoria. Esto se vio de un modo particularmente intenso en los años
sesenta, con el surgimiento de todos aquellos movimientos sociales.
Había un vacío en la educación histórica
americana y estos movimientos nos hicieron conscientes de ello y nos
empujaron hacia un nuevo tipo de historia capaz de cubrir este hueco.

¿Qué
nos puede contar del proyecto de filmar La otra historia de los
Estados Unidos
?

Durante varios años,
las grandes cadenas de televisión -Fox y HBO- estuvieron
considerando la posibilidad de hacer una película basada en mi
libro pero abandonaron la idea. Ahora hay un proyecto para hacer unas
series documentales sobre el libro que tiene muchas más
posibilidades de éxito. Es un proyecto sin ánimo de
lucro hecho por gente que cree en la idea del libro mientras que la
Fox pensaba sólo en los beneficios que la adaptación
podía reportarles.

En sus artículos
usted parece muy interesado en señalar que no hay ningún
problema en sentirse americano y no estar en absoluto de acuerdo con
el capitalismo y sus guerras ¿Por qué tienen los
estadounidenses tanto miedo a ser tachados de antiamericanos?

Porque les han
engañado haciéndoles creer que ser americano significa
apoyar al gobierno. No han aprendido el principio básico de la
Declaración de Independencia de 1776, que dice que los
gobiernos son artefactos creados por el pueblo para la consecución
de la igualdad de derechos y de la libertad y para la búsqueda
de la felicidad. Cuando los gobiernos no protegen estos derechos hay
que expulsarlos. El sentimiento patriótico consiste en apoyar
este principio democrático, no los edictos de un gobierno
concreto. El gobierno y el país –su gente, sus ideales–
no son lo mismo.

Howard
Zinn en castellano

Nadie
es neutral en un tren en marcha
(Hiru, 2001)

Resulta francamente difícil
encontrar una autobiografía en la que se describa en un tono
tan encantador y lleno de modestia una vida tan virtuosa y repleta de
logros. Zinn es la viva imagen del éxito, ya sea como
encarnación del sueño americano –el hijo de unos
emigrantes rusos que logra convertirse en un afamado profesor de
universidad– o como abnegado militante respetado por sus
compañeros. Y sin embargo, en su autobiografía, sus
logros y sacrificios apenas son una excusa fugaz para tratar lo que
de verdad le importa: la lucha, la batalla por la igualdad y en
contra de la injusticia. Aún así, sus memorias están
llenas de momentos emocionantes, divertidos o asombrosos como un
piquete con Noam Chomsky por Washington o un vuelo a Vietnam del
Norte en plena guerra para mediar en un intercambio de prisioneros.

La
otra historia de los Estados Unidos
(Hiru, 1999)

Un
texto clave para entender las falsedades que encierra el imaginario
(nunca mejor dicho) norteamericano y el modo en que los gobiernos de
EE UU utilizan una versión tergiversada de la historia para
justificar toda clase de atrocidades en medio mundo. Zinn repasa
algunos episodios significativos de la historia de su país que
la mitología oficial tiende a ocultar, desde Cristóbal
Colón a Ronald Reagan. Pero, además, La otra
historia de los EE UU
pretende ser un depósito de
utilidades intelectuales para los movimientos de izquierdas de todo
el mundo: “Si la historia tiene que ser creativa –para
así anticipar un posible futuro sin negar el pasado–
debería, creo yo, centrarse en las nuevas posibilidades
basándose en el descubrimiento de esos episodios olvidados del
pasado en los que, aunque sólo sea en breves pinceladas, la
gente mostró una capacidad para la resistencia, para la unidad
y, ocasionalmente, para la victoria”.

Marx
en el Soho
(Hiru, 2002)

Un error burocrático envía
a Karl Marx al Soho de Nueva York, en vez de a su casa del Soho
londinense. Marx se encuentra con un auditorio de norteamericanos del
siglo XX ante el que no duda en volver a disipar la niebla de la
ideología dominante. A Marx no le ha hecho ninguna gracia el
estalinismo y, como era de suponer, no le gusta el capitalismo
moderno, en el que ve una confirmación de sus pronósticos
más pesimistas. Zinn hace contar a Marx varios episodios
personales en los que dialoga sucesivamente con su hija Eleanor, con
su mujer Jenny y, en este caso se pelea, con Mijail Bakunin. Cada uno
de estos interlocutores representa un registro dramático
diferente, utilizado para dinamizar el discurso de Karl y darle una
traducción a los lenguajes de la falsa ingenuidad de Eleanor,
del sobrio sentido común de Jenny y de la impulsividad
libertaria de Bakunin. Para terminar, Marx da este consejo a los
neoyorquinos: “Recordad, ser radical no es más que
atacar los problemas por su raíz”.

Emma
(Hiru, 2001)

A
través de varios episodios de la vida de la vida de la
anarquista norteamericana Emma Goldman, Zinn trata temas clásicos
de la literatura sobre la revolución: la solidaridad, la
prisión, la lucha armada, la desobediencia civil y el
oportunismo. Por otro lado, la figura de Emma Goldman es perfecta
para hablar acerca de la íntima relación entre las
luchas obreras y las luchas feministas a principios del siglo pasado
y de la búsqueda, que adelanta los movimientos alternativos de
los años sesenta, de una nueva cultura más acorde con
la exigencia de libertad del movimiento anarquista. Todo ello dentro
del marco histórico de una de las épocas más
turbulentas que ha conocido Estados Unidos. Durante el período
que va de 1880 a 1929 se produjo la mayor crisis de legitimidad que
haya sufrido el capitalismo norteamericano: los grandes oligopolios,
los delitos financieros, la llegada de millones de inmigrantes
europeos, la militancia revolucionaria masiva y una brutal represión
estatal y privada, conforman el contexto en el que se desarrolla
Emma. El complemento dramático a Ragtime de
Doctorow.


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