La teoría crítica junto al fuego de la rebelión

9 de abril de 2009.

Sin emociones reales, sin sentimientos, sin sueños y fantasías, la vida sería sumamente aburrida y la lucha de clases sería apenas un teatro negro del absurdo, repleto de autómatas, marionetas o burócratas racionales ... Así aparece, en primer plano, la importancia insustituible de la cultura revolucionaria, de la voluntad organizada de lucha, de la ética de la rebelión, de la creación ininterrumpida de conciencia socialista y de subjetividad insurrecta. La necesidad de una concepción del mundo y de una ideología propia, no ajena. La necesidad de la formación teórica para poder elaborar –colectivamente- una estrategia.

Nestor Kohan

Un libro de estas características tiene, desde su inicio, pretensiones que van más allá de la coyuntura inmediata. No es un volante ni tampoco un documento para sentar posición frente a una movilización. Intenta repensar algunos de los problemas principales de la teoría crítica de Carlos Marx y de sus discípulos. Por lo tanto, se propone mirar más allá del día a día.

Sin embargo, en el fondo de toda producción teórica está presente, de modo abierto o implícito, el horizonte de sentido de una época y los proyectos políticos que disputan en su seno. Ya es hora de abandonar aquellos dogmas estructuralistas según los cuales “la obra se independiza de toda subjetividad y de toda historia” y puede comprenderse haciendo tabla rasa con las coordenadas sociales que le dieron origen. ¿Puede acaso leerse El Capital de Marx sin política, sin historia, sin proyectos, sin subjetividad, sin ideología? Creemos que no. En este libro intentamos demostrar las razones de esa negativa.La principal obra teórica de Marx, que es crítica y por eso mismo científica, sobrevivió largamente al siglo XIX que la vio nacer. Eso explica porqué la estudiamos hoy en día. Pero no puede comprenderse al margen o en forma independiente del proyecto político y de la ideología que inspiraba a su autor.

Exactamente lo mismo vale para este libro que estamos prologando. Si perdurará más allá de nuestros días o agonizará en un cajón de ofertas de libros usados, entre saldos inservibles, nadie lo sabe. Queda a juicio de los lectores. Pero lo que sí es seguro es que estas clases del “Seminario de Lectura Crítica y Metodológica de El Capital de Marx” correspondientes al año 2000, están inscriptas en un horizonte histórico de sentido. Aunque ya desde su primera edición el texto estuvo dedicado a “aquellos y aquellas que resisten, que cortan rutas, que toman fábricas, colegios y universidades...”, por ese entonces, todavía no se había producido la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre del 2001.

Tampoco se había extendido el movimiento de obreros y obreras que toman las fábricas y las ponen a producir sin patrones. En la Argentina todo parecía “tranquilo”. Todo parecía “normal”. No había maremotos. La protesta popular subía y bajaba con la cadencia de la marea, pausadamente, sin perturbar el orden establecido ni sus instituciones. En ese contexto social, intentar leer El Capital a partir del eje metodológico de la lucha de clases sonaba inmediatamente a “voluntarismo” (al menos esa era la acusación siempre amenazante). Según ese criterio impugnador, tan afín a la lectura academicista del marxismo y a la supuesta ortodoxia doctrinaria con que suele autolegitimarse, El Capital nos habla de “equilibrios de mercado”, de “leyes imperturbables”, de una “lógica de hierro”, de una “correlación absoluta entre fuerzas productivas y relaciones de producción” y de “necesidades ineluctables y predeterminadas”. En suma: de “una economía autónoma e independiente que marcha por sí misma”, en forma completamente ajena a la voluntad, a la conciencia y a la lucha política desarrollada por los sujetos sociales a lo largo de la historia.

La aparentemente “mansa” realidad argentina del año 2000 permitía, e incluso auspiciaba, esas habituales interpretaciones fetichistas. Un registro de lectura que goza de cierta aceptación en determinados cenáculos académicos, dedicados a transitar El Capital de modo lineal y unidimensional, de manera fría y descafeínada, en forma completamente ajena a cualquier conflicto político y a cualquier organización popular.

Algunos de estos círculos esotéricos de iniciados se (auto)complacen en citar, con voz grave, una frase de Marx mientras afuera del aula donde están sentados la policía está reprimiendo a trabajadores o estudiantes. ¡Ni se inmutan! Siguen sentados, relajados, tranquilos, pausados, dedo en alto, voz engolada, ceño fruncido, con la cita de Marx. Pero se produjo la rebelión del 19 y 20 de diciembre. Todo se trastocó. El fetichismo de la pretendida “economía pura” sin relaciones de poder y la cosificación del supuesto “automatismo de las leyes de mercado” entraron rápidamente en combustión con el fuego callejero. Afortunadamente, hemos tenido la suerte de compartir colectivamente ese instante de libertad plena, donde el pueblo se apropia de la ciudad, de sus grandes avenidas, de sus calles y sus plazas. Ese instante maravilloso donde lo “normal” deja de serlo, donde un semáforo sigue cambiando disciplinadamente sus colores –como si nada sucediese- pero ya nadie le hace caso. Ese momento sublime donde el Obelisco – símbolo máximo de la ciudad de Buenos Aires- ya no se puede ver por el humo de los incendios de locales pertenecientes a las grandes multinacionales imperialistas o a la burguesía local. Es la rebelión popular de masas. Es el momento de máximo develamiento donde todas las ficciones jurídicas, todas las apariencias cosificadas del mercado y todas las máscaras “democráticas” e institucionales comienzan a perder eficacia y a girar en el vacío. Los aparatos de represión desnudan su rostro auténtico y se muestran, entonces, tal cual son: instrumentos organizados para la dominación, el terror y la muerte. La vieja sociedad oficial cruje. El enemigo delimita, sin sus antiguos simulacros de tolerancia o amplitud, las fronteras insalvables entre la “oposición” permitida y el campo revolucionario.

¿Por qué hacemos referencia a estos hechos de la lucha política cotidiana cuando se supone que la introducción a esta segunda edición debe tener un carácter filosófico y metodológico (como todo el libro)? Pues porque jamás concebimos a la teoría filosófica divorciada de la vida, como alguna vez nos quisieron hacer creer los tristes profesores de la Academia argentina. Para nosotros, la reflexión teórica ni empieza ni termina cuando abrimos y cerramos los libros. (Para dar un buen ejemplo de esa actitud intelectual, en esta nueva edición incluimos como apéndice una entrevista al compañero Orlando Borrego, titulada “Che Guevara lector de El Capital”). Creemos que para todo marxista latinoamericano que realmente viva y sienta y no sólo piense la filosofía de la praxis, debe ser igual. Su propia subjetividad está inserta en el horizonte histórico de sentido. El mundo de la vida, que no es otro que el mundo de la praxis histórica, de las relaciones sociales y de las luchas políticas, es lo primordial. Los libros y la teoría deben intentar expresarlo y no al revés. Cuando un libro está escrito con pasión, no sólo reúne un conjunto de hojas de papel en blanco cubiertas de tinta. Además, pretende condensar la voluntad de vivir de otra manera. El capitalismo jamás lo puede permitir. A través de mil mecanismos hegemónicos, burocráticos y represivos -cuya descripción extendería innecesariamente esta introducción- el sistema intenta, día a día, neutralizar y cooptar a la oposición más radical (incluyendo a sus intelectuales) y quebrar esa voluntad. Ante cada una de sus frustraciones, de sus sinsabores y de sus amarguras cotidianas, el autor se va convenciendo, cada vez más, de que solamente un libro o varios libros no alcanzan para modificar la realidad. Va abandonando, dolorosamente, toda pretensión de omnipotencia iluminista. Los libros (los debates teóricos) y la letra escrita constituyen un arma fundamental para impulsar y fundamentar los cambios radicales.

Pero solos, no alcanzan. Son insuficientes. Jamás deben girar sobre sí mismos. La lucha por la hegemonía debe tener siempre por horizonte la lucha por el poder. La teoría crítica debe plantearse tareas más allá de sí misma. El sujeto no es la crítica, sino la revolución (aunque la revolución necesita imperiosamente de la crítica). La filosofía de la praxis debe aspirar a prolongarse en el cuerpo colectivo de los explotados y explotadas. Ellas y ellos son sus auténticos realizadores y “herederos”, si es que de herencia se trata. Junto con ellas y ellos se debe encarar la (auto)formación política. Los educadores también deben ser reeducados. Aquí tiene su lugar la pedagogía del ejemplo. Los libros escritos forman parte de ese proceso. No están al margen.

Ese proceso de autoaprendizaje se nutre de la rebelión popular. Pero, lamentablemente, la rebelión no es eterna. Ese momento explosivo, de verdad descarnada y sin tapujos, dura tan sólo un instante. ¿Cómo perpetuar en un proceso ininterrumpido y permanente lo que sólo emerge como espasmo “espontáneo”? (Aunque, a decir verdad, jamás es absolutamente “espontáneo”..., sino el punto de llegada de toda una acumulación de rebeliones previas y de múltiples militancias anónimas que, hasta que se produce la explosión, pasan desapercibidas para la mirada cristalizada de la sociedad oficial). ¿Cómo prolongar a lo largo del tiempo la indisciplina y la rebeldía, más allá del momento puntual de catarsis donde se le pone el cuerpo a la represión en la calle?

Cuando no se cuenta con una estrategia política y con una ideología que a largo plazo marquen el camino, terminamos dependiendo del humor y de las emociones del momento. Las emociones son fundamentales en la lucha. Nadie estaría dispuesto a arriesgar su vida y a perderla, si fuera necesario, única y exclusivamente por haber comprendido teóricamente los conceptos de plusvalor o de trabajo abstracto. Sin emociones reales, sin sentimientos, sin sueños y fantasías, la vida sería sumamente aburrida y la lucha de clases sería apenas un teatro negro del absurdo, repleto de autómatas, marionetas o burócratas racionales. Pero la política revolucionaria no puede subordinarse a los altibajos erráticos de los estados de ánimo. Se nos impone el desafío de mirar un poquito más allá de la coyuntura inmediata y del vaivén de nuestras emociones diarias. Allí aparece, en primer plano, la importancia insustituible de la cultura revolucionaria, de la voluntad organizada de lucha, de la ética de la rebelión, de la creación ininterrumpida de conciencia socialista y de subjetividad insurrecta. La necesidad de una concepción del mundo y de una ideología propia, no ajena. La necesidad de la formación teórica para poder elaborar –colectivamente- una estrategia. Lograr superar el posterior apaciguamiento –y el peligro de cooptación...- que sigue a la rebelión de masas implica una tarea dura, anónima, persistente y a largo plazo. Un trabajo de hormiga o, en los términos preferidos por Carlos Marx, un trabajo de topo.La revolución –ni siquiera en las estrategias insurreccionalistas más desenfrenadas- jamás se logra de un día para otro ni se produce, espontáneamente, por un espasmo instantáneo y repentino. Aunque hoy estén de moda –principalmente en los saberes universitarios, aunque también en una que otra organización popular- mil y una narrativas espontaneístas y pretendidamente “horizontalistas”, la conciencia revolucionaria jamás nace automáticamente. Hay que conquistarla. Hay que crearla.

Nada crece espontáneamente, excepto las malas hierbas. Sin una lucha por la conciencia y por la hegemonía socialista, el sentido común queda pasivo alimentándose de la ideología enemiga. ¡No nos olvidemos de la DICTADURA de los medios de comunicación en la que vivimos! Sin un trabajo político y social a largo plazo la conciencia puede llegar, a lo sumo , hasta el límite del... enojo visceral y la furia pasajera contra los patrones. ¡Pero nada más!. Para pasar de la ira y de la bronca a la acción política, hay que sembrar, hay que abonar y hay que regar el sentido común todos los días. Es el único camino para que en su seno florezcan la conciencia socialista y los valores de hombres nuevos y mujeres nuevas. La construcción de esta nueva subjetividad, antiautoritaria, antiburguesa, antipatriarcal, anticapitalista y antimperialista, es decir, socialista, jamás fue ni será fruto de un decreto administrativo (aunque ese decreto tenga el sello prestigioso del postestructuralismo francés o del multiculturalismo norteamericano, ambos a la moda...). Por más heroica que entonces haya sido, la rebelión del 19 y 20 de diciembre no duró para siempre. Después vino, una vez más, como suele suceder, el trabajo de pinzas. El garrote y la zanahoria. El león y la zorra, como decía Maquiavelo. La combinación de la represión (la masacre del Puente Pueyrredón contra el movimiento piquetero, la represión en la fábrica recuperada Brukman contra sus obreras, etc.) y los intentos de cooptación (las apelaciones del nuevo gobierno al “capitalismo nacional”, sus mesas de diálogo, los subsidios, etc.).

Lo que sucede es que toda rebelión es pasajera si no logra sedimentarse a lo largo del tiempo. Sin una lucha sistemática y organizada por la hegemonía socialista en el seno de nuestro pueblo, jamás lograremos cambios duraderos. Que nuestros muertos y el 19 y 20 de diciembre no se olviden depende, también, de nosotros. La conciencia, la cultura política, la subjetividad popular y el sentido común de las clases subalternas y explotadas se presentan como ámbitos de disputa. No están cristalizados, están abiertos y en movimiento. La batalla teórica y cultural en todos esos terrenos se convierte, entonces, en una tarea colectiva impostergable y a largo plazo. Este libro sobre Marx y sobre El Capital pretende aportar su pequeñísimo granito de arena en esa dirección.

Buenos Aires, julio de 2003

El texto de Nestor Kohan que reproducimos es el prólogo a la segunda edición de El Capital: historia y método. Una introducción , compilación de sesiones impartidas por N. K. en los Seminarios de Lectura Crítica de El Capital que se llevaron a cabo en el año 2000 y 2001 en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, en Buenos Aires


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