La fábrica vuelve a narrar

4 de mayo de 2010.

Silvia Avallone, Simona Baldanzi, Giusi Marchetta, Dora Albanese y Giorgio Fontana no habían nacido cuando la cuestión obrera era el culmen del programa de los grandes partidos y Berlinguer se plantaba ante las verjas de la Fiat. No han cantado nunca con orgullo y ligereza «La clase obrera, compañeros, está en marcha, ni el Estado ni el patrón la pueden detener» (himno del grupo Potere Operaio) ...

Serena Danna

... ni mucho menos han creído posible la conquista proletaria del mundo. Sin embargo, les toca a ellos, jóvenes escritores, hijos de la flexibilidad y del Internet de banda ancha, recordar que «hoy la clase obrera ha desaparecido, pero siguen existiendo los obreros, son incluso más numerosos que nunca en el mundo».

Son los herederos inconscientes de la «literatura industrial» posterior a los años sesenta que englobaba a los Ottieri , Volponi y Balestrini. [1] O quizás, más sencillamente, chicos criados en provincias y periferias donde los de «cuello azul» son una realidad tan viva como Facebook y el teletrabajo.

Silvia Avallone, nacida en 1984, que está escalando las listas de venta con su Acciaio [Acero] (Rizzoli), historia de dos adolescentes que se hacen mujeres en Piombino [en Toscana], emporio (todavía) de la siderurgia, lo explica muy bien: «El mundo que me rodea está ligado a la Lucchini [grupo siderúrgico italiano]: para mis compañeros de clase, la salida era la fábrica».

Piombino, la del acero omnipresente: «Ininterrumpidas cascadas de acero - leemos -, brillante fundición y luz viscosa». Y la de los deseos escondidos tras las máquinas: «Alessio le echó una mirada a la rubia del calendario Maxim. Perenne deseo de follar ahí dentro». Silvia conoce la realidad de la fábrica: «La palabra que usan todos para describirla es "jungla". El patrón ya no es el feo y malo reconocible, es un extranjero que, con suerte, habla inglés». A la falta de representación política se ha unido al vacío cultural: «Los últimos años se han visto marcados por los que no trabajan o que trabajan poco, los precarios. ¿Dónde han ido a parar los obreros, los enseñantes, los artesanos?».

Giusi Marchetta, 26 años, autora de Napoli ore 11 (que aparece en Terre di Mezzo Editore), lo llama «efecto Banlieue»: «Se habla de la periferia sólo cuando explota y de la fábrica cuando muere gente en el trabajo». En el libro relata las realidades en los márgenes. El barrio-cárcel de Poggioreale, por ejemplo, donde a propósito del protagonista escribe:«La prima vez pensaba que la cárcel comenzaba detrás del portón. Se imaginaba un largo pasillo con todas las celdas, por en medio de las cuales debían pasar ellos. Pero no: el patio es feo, pero todavía no es una cárcel».

Simona Baldanzi, nacida y crecida en Mugello, está de acuerdo con su colega: «Cuando se cuenta algo de los obreros se habla sólo de muerte, y yo quiero contar sus vidas». En Bancone verde menta [Mostrador verde menta] (Elliott 2009), la protagonista, Monica, percibe en el Corso Regina Margherita de Turín un intenso aroma a caramelos: descubrirá que proviene de la fábrica de dulces Leone. «Así es cómo se da cuenta de que existe todavía la producción industrial».

No han vivido las luchas obreras, pero la cultura de aquellos años impregna sus obras. La protagonista de Bancone verde menta recuerda la prima vez que vio Le mani sulla città, de Francesco Rosi:«A mí de aquella pelicula me impactó la frase final. Que esos personajes son fruto de la fantasía, pero no lo es el contexto social que los ha producido».

De la Nápoles "imaginaria" de los años sesenta al Milán de hoy, en Babele 56 [Terre di Mezzo, 2008, ocho novelas cortas realistas sobre los inmigrantes de Milán], Giorgio Fontana escribía sobre el viale Padova antes de que el barrio acabase siendo centro de las crónicas: «Se habla de inmigración de manera "leghista" [de la Lega Nord] o buenista cuando bastaría con un poco de realismo, con bajar a la calle a mirar». Abrir los ojos, como nos invita a hacer Dora Albanese, nacida en 1985. En uno de los cuentos de Non dire Madre (Hacca edizioni) describe el viaje de una pareja por la autovía Salerno-Reggio Calabria. Se cruzan con un camión con un cartel que dice: «En las curvas piensa Dios, en las mujeres pienso yo. Me llaman Alfonso Trinità» «Andrea sonríe -escribe- y yo le propongo mirar a Trinità a la cara». Un anciano que «no tiene, la verdad, aspecto de tener ganas de mujeres». Tras esa inscripción, «tan animosa», hay una desesperación infinita: «la de aquellos que deben llegar al final del día sin tener ganas de nada».

Nota del t.: [1] Ottiero Ottieri (1924-2002), Paolo Volponi (1924-1994) y Nanni Ballestrini (1935) se encuentran entre los representantes más cualificados de la llamada "literaura industrial", en la que se describen los traumas sociales y psicológicos del llamado milagro económico sobre la clase obrera. La experiencia de la Olivetti aparece, por ejemplo, en las novelas Donnarumma all’assalto (1959), de Ottieri, y Memoriale (1962), de Volponi, con personajes neuróticos que observan el fenómeno desde abajo con una perspectiva obrera. En Vogliamo tutto, (1971)[Lo queremos todo, traducción española en Traficantes de sueños, 2006], de Balestrini, la fábrica (sobre todo, la Fiat) se convierte en lugar de conflicto durante el "otoño caliente" de 1969, en el que las luchas obreras precedieron al descenso al terrorismo.

Serena Danna es periodista de la sección cultural de Il Sole-24 Ore, el más prestigioso de los diarios económicos italianos.

Traducción para www. sinpermiso.info: Lucas Antón

:: Fuente: SinPermiso


Versión PDF: Descargar artículo en PDF | Enlace permanente: https://info.nodo50.org/2938