Los antecedentes directos de WikiLeaks y Anonymous

La desobediencia civil electrónica, la simulación y la esfera pública

28 de diciembre de 2010. Fuente: http://aleph-arts.org/pens/dec_simu...

Reproducimos una traducción de un texto del Critical Art Ensemble de 1999, que creemos es verdaderamente sorprendente. Y lo es porque anticipa en gran medida lo que ha sucedido con WikiLeaks ("el CAE observó que existía una creciente paranoia entre las agencias de seguridad de los Estados Unidos que deseaban controlar la resistencia electrónica"), con el modelo Anonymous (desde CAE se impulsaron los primeros ataques DoS a webs), con usos "activistas" del software (FloodNet como antecesor del LOIC utilizado por Anonymous) y con Julian Assange (un miembro de CAE, Steve Kurtz, fue detenido gracias a la Patriot Act estadounidense acusado de "terrorismo").

Texto de Critical Art Ensemble - CAE

Mute Magazine presentaba en un texto de 1998 (“Vector Block on Telecoms Avenue” ) al CAE anunciando "called them Legion, for they are many". En 2010, el grupo Anonymous anuncia “We are Anonymous. We are Legion. We do not forgive. We do not forget. Expect us".

El siguiente texto situa le contexto y ayuda comprender de donde salen las ideas y prácticas de las comunidades de "hackers" en sentido amplio, aquellas que han posibilitado la explosión de WikiLeaks por un lado y Anonymous por otro.


Bibliografía recomendada:

Desobediencia civil electrónica (Laura Baigorri)

Digital Anarchy and Wikileaks. (Or, Skynet doesn’t look anything like we thought it did.)

CAE: Critical Art Ensemble

Terrorismo y pizza

FloodNet


Documental sobre el CAE


"Lo que cuenta, en última instancia, es el uso que hacemos de
una teoría... Debemos tomar las prácticas existentes como
punto de partida para buscar los errores fundamentales."

Felix Guattari, Por qué Marx y Freud ya no molestan a nadie 

En 1994, cuando el Critical Art Ensemble (CAE) introdujo por primera
vez la idea y posible modelo de la desobediencia civil electrónica
(DCE) -electronic civil disobedience (ECD)- como otra alternativa dentro
de la resistencia digital, el colectivo no tenía forma de saber
qué elementos resultarían más prácticos, ni
sabía sobre cuáles serían necesarias más explicaciones.
Tras casi cinco años de trabajo sobre el terreno en torno a la DCE
llevado a cabo tanto por colectivos como por personas que trabajan aisladamente,
las lagunas de información han ido quedado algo más patentes
y podemos al fin ocuparnos de ellas. Este ensayo examina con especial atención
el giro que se ha producido en la situación y que ha generado un 
modelo de DCE en el que predomina el espectáculo público
frente a la subversión clandestina de políticas y que da
mayor importancia a la acción simulada frente a la acción
directa. El Critical Art Ensemble (CAE) sostiene que este tipo de tendencias
dentro de la investigación general sobre DCE son poco oportunas.
El CAE sigue creyendo que la DCE es una actividad underground que (al igual
que la tradición hacker) debe permanecer al margen de la esfera
pública o popular y de la mirada de los medios. El Ensemble también
mantiene que las tácticas de simulación que están
utilizando las fuerzas de resistencia son sólo parcialmente efectivas,
cuando no contraproducentes.
 

La desobediencia civil en la esfera pública

Aquellos que estén familiarizados con el modelo de DCE planteado
por el Critical Art Ensemble* sabrán que se trata de una inversión
del modelo de desobediencia civil (DC). En lugar de intentar crear un movimiento
de masas de elementos públicos de oposición, el CAE sugirió
la idea de un flujo descentralizado de microorganizaciones diferenciadas
(células) que produjesen múltiples corrientes y trayectorias
con el fin de frenar la velocidad de la economía política
capitalista. Esta sugerencia nunca fue del agrado de los activistas más
tradicionales, y recientemente el modelo ha sido criticado incluso por
Mark Dery (en Mute y World Art). Dery arguyó que este modelo
provocaría conflictos entre los objetivos y actividades de las diversas
células. La CAE sigue manteniendo que, por el contrario, los conflictos
derivados de la diversidad de las células no debilitarán
el proyecto sino que lo fortalecerán. Esta diversidad daría
pie a un diálogo entre diversas manifestaciones que se resistirían
a la estructura burocrática a la vez que abrirían un espacio
para accidentes afortunados e invenciones revolucionarias. Si la cultura
de la resistencia ha aprendido algo a lo largo de los últimos 150
años, es que "el pueblo unido" es una falacia que sólo sirve
para construir nuevas plataformas de exclusión. Esto sucede al crear
monolitos de burocracia y regímenes semióticos que no pueden
representar ni actuar en nombre de los distintos deseos y necesidades de
los individuos dentro de segmentos sociales complejos y en proceso de hibridación.

La segunda inversión clave en el modelo de desobediencia civil
era la de perseguir directamente un cambio de política, en vez de
hacerlo de forma indirecta a través de la manipulación de
los medios. El Ensemble sigue considerando la estrategia directa como la
más efectiva. La estrategia indirecta, la de la manipulación
de los medios a través de un espectáculo de desobediencia
destinado a conseguir la aprobación y el respaldo de la opinión
pública es una propuesta destinada al fracaso. La década
de los sesenta terminó ya, y no hay una sola agencia corporativa
o gubernamental que no esté en condiciones de librar la batalla
de los medios. Se trata sencillamente de una cuestión práctica
de inversión, de capital. Los medios de masas tienden a ponerse
del lado de lo establecido, las ondas radiofónicas y la prensa pertenecen
a entidades corporativas y las estructuras capitalistas disponen de gran
cantidad de fondos destinados a las relaciones públicas. Por eso,
no hay manera de que los grupos de activistas puedan superarles en ese
terreno. Fragmentos aislados de información no pueden subvertir
el proceso de creación de políticas ni alterar la opinión
pública cuando todos los demás medios de masas están
transmitiendo el mensaje contrario. Toda opinión subversiva se pierde
en el bombardeo de los medios, si es que la oposición no la tergiversa
para sacarle provecho. En otro tiempo, la combinación de desobediencia
civil con manipulación de medios conseguía desestabilizar
y dar la vuelta a los regímenes semióticos autoritarios.
Un ejemplo excelente es el caso del Movimiento de los Derechos Civiles.
Los participantes en el movimiento se dieron cuenta de que la Guerra Civil
seguía librándose a nivel ideológico, de manera que
podía ponerse a una región social, política y geográfica
en contra de otra. En las regiones del norte y el oeste de los EE. UU.
no sólo se había producido un desarrollo industrial, sino
también un desarrollo en los métodos de control de la población
y en particular de las minorías. La Guerra Civil había acabado
con la retrógrada economía política del sur pero no
había logrado alterar su estructura ideológica (un elemento
mucho más difícil de modificar) y por lo tanto no había
alterado sus mecanismos simbólicos de control. Lo único que
necesitaba hacer el movimiento de los derechos civiles era hacer evidente
este fracaso y las plenamente modernizadas regiones del norte se encargarían
de obligar al sur a adoptar una postura ideológica más compatible
con las necesidades socioeconómicas del capitalismo avanzado. Las
imágenes que surgían en los actos de desobediencia civil
lograron suscitar la indignación del norte ante la ideología
retrógrada del sur y que se declarase de nuevo el estado de guerra
entre las regiones. Estudiantes voluntarios, asistentes sociales, y eventualmente
el cuerpo de la policía federal y el ejército (movilizados
por el gabinete ejecutivo) se aliaron y lucharon en favor del movimiento.

A pesar de todo, los dirigentes del Movimiento de los Derechos Civiles
no pecaban de ingenuos. Sabían que las únicas leyes racistas
que se eliminarían serían las que no estaban vigentes en
el norte, que no se iba a acabar con el racismo. Este simplemente se transformaría
en una manifestación más sutil de la endocolonización
que contrastaría con el racismo de la época, que se manifestaba
de forma explícita en una serie de leyes segregacionistas. De hecho,
la convicción compartida por todos los afroamericanos de que existía
un barrera sólida más allá de la cual la política
no podía avanzar fue clave en la rápida decadencia del movimiento
y en la rápida ascensión del movimiento del Poder Negro (Black
Power). Por desgracia, este último movimiento no sacó más
partido de su campaña mediática que el primero, quizás
por carecer de la infraestructura para cubrir sus propias necesidades materiales.
En el caso del movimiento de los derechos civiles, la desobediencia civil
como método de manipulación de los medios obtuvo resultados
porque la dinámica histórica del capitalismo actuó
de plataforma para su éxito. La historia era todavía heterogénea
y la manifestación normativa de la ideología capitalista
era aún un espacio irregular, tanto a nivel nacional como internacional.
Pero, ¿qué podemos hacer ahora que hemos llegado a un punto
en que las ideologías visibles y diferenciadas de occidente han
dejado de existir, y en que la historia no es más que una ficción
uniforme que repite una y otra vez las victorias capitalistas? ¿De
dónde surgirá la indignación del público? ¿Qué
ejército, qué gobierno, qué corporación, qué
poder apoyará a los desposeídos cuando las explotadoras relaciones
endocoloniales son precisamente lo que permite a estas agencias florecer?
Por ello el CAE defiende el enfrentamiento directo utilizando un impulso
económico obtenido gracias al bloqueo de información privatizada
(filón de oro del capitalismo tardío).

Hacerse con los medios no ayuda a socavar el régimen semiótico
autoritario ya que ninguna base de poder se beneficia de escuchar un mensaje
alternativo. Sin embargo, hacerse con los beneficios bloqueando la información
constituye un mensaje claro para las instituciones capitalistas, a las
que les puede resultar más barato cambiar de política que
defender militarmente un régimen semiótico en apuros. Lograr
este objetivo es posible en el ámbito virtual y sólo es precisa
la más modesta de las inversiones (si lo comparamos con organizar
un ejército). Sin embargo, para que esta resistencia perdure son
necesarias actividades clandestinas.

Actualmente, la única, tenue excepción en que la DCE puede
utilizarse para manipular los medios es en casos en que la historia y la
ideología no han sido homogeneizadas. Por lo general, en estas situaciones
el movimiento de resistencia está en conflicto con un poder dominante
que el pancapitalismo sigue considerando como algo ajeno a sí mismo.
Por ejemplo, el movimiento democrático chino empleó la desobediencia
civil y la manipulación de los medios con relativo éxito.
Se despertó la indignación. Sin embargo, las rígidas
barreras nacionales impidieron que ésta tuviera resultados más
provechosos para el movimiento que la concesión de asilo de los
países occidentales a quienes habían tenido que huir de las
autoridades chinas, o que una tímida presión diplomática
contra China. Incluso en la más favorable de las situaciones (como
ocurrió con el movimiento en favor de los derechos civiles), a pesar
de que el orden ideológico del pancapitalismo se sintió ofendido,
el orden económico occidental consideró que mantenía
más parecidos que diferencias con China y por tanto, poco hizo -
el indignado - occidente para apoyar al movimiento democrático o
para dañar materialmente la infraestructura China.
 

Desobediencia Civil Electrónica y Simulación **

Muy pronto en la historia del desarrollo de los medios electrónicos,
Orson Welles demostró (quizás por accidente) los efectos
materiales de la simulación. La simulación de un boletín
de noticias en que se anunciaba que unos alienígenas habían
invadido la tierra provocó un leve pánico en las personas
que quedaron atrapadas en la sala de los espejos que se formó con
la implosión de la ficción y no ficción provocada
por el anuncio. Sólo había cierto grado de credibilidad en
lo que a la verdad de la historia se refiere. Simultáneamente, toda
la información era verdad y toda la información era mentira
en aquel momento histórico en que hizo erupción lo hiperreal.
Hemos visto cómo se reproduce esta narrativa en la década
de los 90 en el marco de la cultura de resistencia electrónica,
pero con algunas peculiares diferencias.

En un apéndice a ECD and Other Unpopular Ideas escrito en 1995,
el CAE observó que existía una creciente paranoia entre las
agencias de seguridad de los Estados Unidos que deseaban controlar la resistencia
electrónica. Resulta curioso que estas agencias se metieran miedo
a sí mismas con sus concepciones de lo que es la criminalidad electrónica.
Es como si Welles se hubiese asustado con su propio anuncio. En ese momento
cómico, el CAE propuso con cierta ironía que la DCE había
sido un éxito sin esforzarse demasiado, y que, solo la advertencia
de que iba a producirse algún tipo de resistencia electrónica
provocaría el pánico en las agencias de seguridad, hasta
tal punto que su objetivo principal quedaría atrapado en la hiperrealidad
de las ficciones criminales y de la catástrofe virtual. Este es
un comentario que el CAE desearía no haber hecho nunca, ya que algunos
activistas han empezado a tomárselo en serio y están intentando
actuar de acuerdo con él, principalmente utilizando la red para
producir amenazas de activismo hiperreales con el fin de azuzar el fuego
de la paranoia de los estados-corporación. Una vez más se
trata de una batalla mediática destinada a ser perdida. El pánico
y la paranoia del estado se transformarán a través de los
medios de masas en paranoia pública, y esta, por su parte, no hará
sino reforzar el poder estatal. En los Estados Unidos, el público
con derecho a voto apoya de forma invariable penas más duras para
"criminales", más cárceles, más policía, y
es esta paranoia hiperreal la que consigue los votos que los políticos
paladines de la ley y el orden necesitan para convertir estas corrientes
de opinión en legislación o en directrices del gobierno.
¿Cuántas veces hemos sido testigos de ello? Del maccartismo,
al temor de Reagan por el Imperio del Mal, a la guerra contra las drogas:
en todos estos casos el resultado ha sido la cesión de más
fondos al ejército, a las agencias de seguridad y las instituciones
disciplinarias (con la plena connivencia de un público de votantes
atemorizado y paranoico). Así se aprieta más el cinturón
endocolonial. Teniendo en cuenta que los Estados Unidos se están
ocupando de la rápida creación y expansión de agencias
de seguridad destinadas a controlar la criminalidad electrónica
(y dado que estas agencias no hacen distinciones entre acciones motivadas
por convicciones políticas y las motivadas por beneficio) parece
un error facilitar a los vectores de poder medios de conseguir el apoyo
del público para este desarrollo militar, así como una base
para aumentar la legislación nacional e internacional en lo que
al control político de los medios electrónicos se refiere.

Es difícil decir si se podrían emplear las tácticas
de simulación de modo más persuasivo. Ya que tanto la CIA
como el FBI han estado empleando estas tácticas durante décadas,
no es difícil encontrar ejemplos que se podrían invertir.
Uno de los casos clásicos es el derrocamiento del gobierno de Arbenz
en Guatemala con el fin de apoyar a la United Fruit, proteger los intereses
petrolíferos y minar una democracia con tendencias tan izquierdistas
que legitimó el partido comunista aún estando dentro del
campo de influencia de los Estados Unidos. Desde luego, la CIA construyó
una buena infraestructura operacional utilizando el sabotaje económico
para provocar inestabilidad, pero el acto final fue el de la subversión
electrónica. La CIA simuló transmisiones radiofónicas
de movimientos de tropas antigubernamentales en torno a la capital. Al
interceptar estos mensajes, el gobierno guatemalteco no dudó que
un ejército rebelde se había reunido y estaba preparándose
para el ataque. Nada más lejos de la realidad: el pueblo apoyaba
masivamente al gobierno y sólo existía una pequeña
facción rebelde. Por desgracia, algunas autoridades del gobierno
se dejaron llevar por el temor y en cundió el caos en su seno. El
FBI utilizó un método de subversión similar en el
ataque contra las Panteras Negras en el que utilizaron comunicaciones hiperreales.
Igual que la intervención de la CIA en Guatemala, la infoguerra
del FBI contó con una fuerte infraestructura. La organización
estaba infiltrada en el Partido de las Panteras Negras (Black Panther Party,
BPP) y había llegado cerca del alto mando. Así conocía
la naturaleza (y los protagonistas) de las luchas internas del partido.
También había conseguido el apoyo de las fuerzas locales
de seguridad con el fin de hostigar a secciones en todo el país.
La tesorería del partido estaba siempre vacía por las constantes
detenciones practicadas por miembros de la policía que intencionadamente
abusaban de su poder con el fin de drenar las arcas del partido al forzar
a los miembros a pagar fianzas para los detenidos. En estas condiciones,
la paranoia estaba a la orden del día entre los Panteras Negras
y cuando se produjo la ruptura entre la sección de San Francisco
y la de Nueva York, el FBI vio la oportunidad perfecta para provocar la
implosión del partido. Como resultado de una sencilla campaña
de envío de cartas que avivó las llamas de la desconfianza
entre los cabecillas del este y los del oeste, el partido se desmoronó,
víctima de las luchas internas. (La campaña del FBI consistió
en crear y enviar documentos que parecían venir de una facción
de oposición dentro del partido y en que se criticaba a líderes
específicos y sus políticas de partido).

Se podría invertir el método y volverlo contra las agencias
de la autoridad. Las luchas internas que ya tienen lugar dentro del gobierno
y entre este y las instituciones corporativas hacen de ellos sus propias
víctimas. El ejército y la infraestructura económica
que fueron necesarias para las operaciones en los ejemplos citados no son
precisos para las operaciones de DCE, ya que la guerra interna ya está
en marcha (dado que la tendencia natural del capital hacia la depredación,
el miedo y la paranoia forman parte de la experiencia cotidiana de los
que entran dentro de las coordenadas del poder, y por lo tanto no es necesario
gasto alguno para provocarlo, como el que fue necesario en el caso del
Partido de las Panteras Negras). Sin duda, cartas o mensajes por correo
electrónico cautamente redactados y enviados podrían tener
un efecto implosivo (aunque dudo que provocasen un colapso total);
sin embargo, hemos de asimilar y aplicar las lecciones aprendidas de estos
casos clásicos de tácticas de simulación. Lo primero
y más evidente es que esta forma de resistencia debería hacerse
de forma encubierta. Además, es necesaria información interna
fidedigna. Este es el área más problemática dentro
de este tipo de maniobra táctica, aunque no es imposible encontrar
una solución. Para lograr una utilización eficaz de las tácticas
de simulación, deben desarrollarse métodos y medios de investigación,
obtención de información y reclutamiento de informadores.
(El CAE está dispuesto a apostar que el próximo escrito revolucionario
sobre resistencia tratará de este problema, el de la generación
de inteligencia amateur). Hasta que esto ocurra, la acción subjetiva-subversiva
será poco eficaz. De momento, quienes no cuenten con una estrategia
encubierta plenamente desarrollada sólo pueden actuar tácticamente
contra los principios estratégicos de una institución, no
contra situaciones y relaciones específicas. Evidentemente, una
respuesta táctica a una iniciativa estratégica no tiene sentido.
Resulta muy probable que una acción de este tipo no tenga los resultados
deseados y sólo alerte a la agencia víctima de la acción
para prepararse contra posibles presiones externas.

Debemos también recordar que la infoguerra simulacionista es
sólo una táctica destructiva: es una forma de causar una
implosión institucional, y tiene poco valor productivo en cuanto
a la reconstrucción de políticas. Volviendo al ejemplo del
racismo, agencias que han institucionalizado políticas racistas
(y en esto se incluyen casi todas las instituciones del régimen
pancapitalista) no cambiarán por una infoguerra de desgaste institucional.
El régimen semiótico de políticas racistas continuará
intocable dentro de otras instituciones interrelacionadas mediante los
beneficios comunes que consiguen manteniendo estas políticas. El
CAE aún insiste en que instituciones que desafíen el status
quo y sean productivas no se conseguirán a través de gestos
nihilistas, sino a través de introducir cambios en el régimen
semiótico sobre una base institucional al par que se mantiene intacta
la infraestructura material para la reinscripción.
 

El problema de la contención

Controlar las materialmente destructivas tendencias de la hiperrealidad
tiene otras consecuencias problemáticas cuando se aplican estos
códigos de destrucción al espectáculo. Muy llamativo
resulta el problema de contención. Si una agencia autoritaria cree
ser víctima de un ataque o estar amenazada (catástrofe virtual
aplazada) y por ello pasa a ser el centro de atención de la opinión
pública, atacará de manera totalmente impredecible. Puede
actuar de una manera que le resulte perjudicial a sí misma, pero
también puede actuar de modo perjudicial para miembros desprevenidos
de la esfera pública. Al introducir al público en la ecuación,
las agencias amenazadas deben enfrentarse a una consecuencia de gran importancia:
para mantenerse al ritmo de la infoesfera debe actuar con celeridad. Vacilar
no es una opción, aunque sea para analizar racionalmente el problema
y reflexionar. En el actual mercado de relaciones públicas, el éxito
y el fracaso han sufrido una implosión, y toda acción, cuando
se representa bien, reside en la esfera de la victoria y el éxito
hiperreal. La única distinción útil que se puede hacerse
es entre acción y pasividad. La pasividad es el signo de la debilidad
y la ineptitud. Atrapada en este vector de alta velocidad, una agencia
amenazada emprenderá una acción explosiva (no implosiva).
Se escogerán los chivos expiatorios y seguidamente se emprenderá
una acción contra estos individuos o grupos poblacionales. (El macrocosmos
perfecto de esta secuencia de acontecimientos está representado
en la política exterior de los EE. UU. y las acciones que se realizan
en su nombre). En otras palabras, una vez la amenaza provoca la secuencia
de destrucción (ya sea la amenaza virtual o real), la fuerza de
resistencia no podría contener ni redirigir las fuerzas, a menudo
fuera de control, que se liberarían. Esta incapacidad para contener
la explosión hace de este modelo (sólo en sus efectos) algo
próximo al terrorismo. No es que los activistas estén dando
pie a una práctica terrorista (nadie muere en la hiperrealidad)
pero el efecto de estas acciones puede tener las mismas consecuencias que
el terrorismo, en cuanto que el estado y los vectores del poder corporativo
contraatacarán con armas cuyos efectos serán materialmente
destructivos e incluso mortales.

Lo extraño es que una acción de estas características
no estaría motivada por una preocupación por la infraestructura,
sino por el régimen semiótico y la imagen pública
de la entidad en la hiperrealidad. Sin embargo, cuando se saca al público
de la ecuación, la secuencia cambia radicalmente. La agencia bajo
presión no tendría que actuar con tanta precipitación.
Tendría tiempo de investigar y de lanzar un ataque más preciso,
porque las muestras de debilidad (la imagen pública de pasividad)
no tendrían el efecto perjudicial que tiene su representación
pública intencionada. En esta, la peor situación imaginable
para los activistas, la respuesta sería mucho más precisa,
y por tanto las consecuencias las pagarían aquellos que se arriesgaron
a emprender la acción. Si la agencia no se da cuenta de que está
amenaza de subversión y tuviera lugar la implosión, el público
no tendría noticia ni sentiría las consecuencias directas
(aunque sí cabría esperar consecuencias indirectas, como
un aumento del paro). En cualquier caso, la metralla de una explosión
violenta no alcanzaría el paisaje de la resistencia. En otras palabras,
la contención se actualizaría. También resulta interesante
que la agencia bajo presión financiará actividades de contención.
Ninguna agencia quiere hacer públicos sus problemas financieros,
una brecha en su sistema de seguridad, etc... Por lo tanto, construirá
sus propios diques. Sin embargo, si el público entra en la ecuación,
desaparecen todas las probabilidades de contención y las consecuencias
son menos que aceptables. Por esta razón el CAE sigue creyendo que
todos los modelos útiles de DCE (o a todos los efectos, casi cualquier
acción política que no sea de concienciación o pedagógica***)
dentro de las condiciones políticas actuales comparten su naturaleza
encubierta y la aversión hacia los medios de masas como escenario
de la acción.
 

Escribir el discurso sobre DCE

Dado el deseo de mantener a los medios de masas ajenos a la DCE, el
CAE consideró oportuno terminar con algunas sugerencias sobre cómo
hablar semipúblicamente sobre lo que debe debatirse entre compañeros
dignos de confianza. Este problema no es nada nuevo, por lo que, afortunadamente,
existen antecedentes (el más notable, el de la Escuela de Frankfurt).
Su estrategia consistía en redactar en el estilo más denso
y arcano que se pueda imaginar, de tal modo que sólo los iniciados
podían descifrarlo. De este modo el discurso permanecía fuera
de la esfera pública, donde no era imposible su asimilación
en el mercado. Afortunadamente no es necesario llegar a esos extremos.
La redacción puede ser clara y accesible, pero debe ponerse a salvo
de la mirada de los medios. Afortunadamente, esto es sencillo. Lo único
que hace falta es hacer de él una mala imitación. Por eso
el CAE habla en términos de modelos generales y casos hipotéticos
(sin hablar nunca de acciones concretas). No sólo no queremos hacer
públicos datos específicos, por razones evidentes, sino que,
para la mayor parte del público de los medios populares, las generalidades
y lo modelos no son de mucho interés. Los modelos son lentos y librescos,
y en la veloz vorágine de imágenes del espectáculo
popular resultan sencillamente aburridos.

El CAE también sugiere estudiar acciones estratégicas
históricas análogas, en particular las que han sido provocadas
por vectores de poder autoritario. A ninguno de los medios populares le
interesa especialmente hablar más de ellos, de los tiempo de antaño,
ni les interesan las atrocidades del pasado (excepto las perpetradas por
los Nazis). El análisis de estos temas deja a los medios sin nada
interesante para el público. Esta estrategia se refiere a temas
de constelaciones, desviaciones, apropiación, etc. Utiliza lo que
ya está disponible, no des nada a los buitres mediáticos,
y lo único que les quedará para la apropiación será
el canibalismo (de ahí la proliferación de lo retro). A estas
alturas ya casi no se puede evitar el que los medios se apoderen de la
DCE. Ya se ha vendido a cambio de 15 minutos de fama y está potenciando
una nueva ola de auge cibernético, pero los activistas electrónicos
pueden suspender este acontecimiento mediático dejando de suministrar
material. Podemos estar agradecidos por que el DCE y otras formas de resistencia
electrónica que se han desmaterializado dentro del mundillo de hiperreal
del hacktivismo sean cibermodas que desaparecerán rápidamente
en el tecnohorizonte y dejarán a los comprometidos que sigan con
su trabajo como de costumbre.

 
 


Notas

* Para más información: Todos los libros del CAE, entre
otros Electronic Civil Disobedience, disponibles en Autonomedia (NYC) o
se pueden descargar gratis en http://mailer.fsu.edu/ sbarnes.
Versiones en alemán (Passagen Verlag), francés (l eclat)
e italiano (Castelvecchi) también se pueden obtener aunque no en
la red. Contactar con el CAE para más información

ACTUALIZACIÓN: el link anterior no funciona, todos los textos del CAE accesibles en su web, en http://www.critical-art.net/books.html

** CAE quisiera agradecer a Heath Bunting su valiosa contribución
al desarrollo del modelo de CAE para la subversión simulacionista.

*** Una situación o acción pedagógica da a los
participantes la oportunidad de huir de algún tipo de autoridad
que se daba por supuesto. En ese momento de liberación pueden pensar
en alternativas con respecto al tema específico o general que se
trata. Este tipo de labor entra dentro de la acción cultural politizada.
Pero esta acción es sólo pedagógica, no política.
Prepara las conciencias de los individuos para nuevas posibilidades, y
en el mejor de los casos les induce a la acción política.
La actividad inspirada por situaciones pedagógicas se considera
acción política. Cuando habla de acción política,
el CAE se refiere a la redistribución o reconfiguración temporal
o permanente de las relaciones de poder (material o semiótico).
También queremos comentar que la distinción entre estas categorías
no debe considerarse integral sino como una representación de la
tendencia general en la tipología de la acción activista.



[ Traducción: Carolina Díaz ]

 


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