La Ideología Californiana
26 de enero de 2012. Fuente: La Ideología Californiana
En esta crucial coyuntura, una alianza espontánea de escritores, hackers, capitalistas y artistas de la Costa Oeste de los Estados Unidos ha conseguido definir una ortodoxia heterogénea para la naciente era de la información: la Ideología Californiana. Esta nueva fe ha emergido de una extraña fusión entre la bohemia cultural de San Francisco y la industria de tecnología punta del Silicon Valley. (...) la Ideología Californiana combina, de forma promiscua, el espíritu despreocupado de los hippies y el ardor empresarial de los yuppies. Esta amalgama de realidades opuestas ha sido posible gracias a una profunda fe en el potencial emancipatorio de las nuevas tecnologías de la información. En la utopía digital, todos seremos alegres y ricos.
Richard Barbrook y Andy Cameron
Traducción: Javier Villate
URL del documento original: ma.hrc.wmin.ac.uk/kids/ma.theory.4.2.1.db
Fecha del documento original: 18 de septiembre de 1998
Introducción
"No mentir sobre el futuro es imposible y uno puede mentir sobre
ello a voluntad". Naum Gabo (1)
Cuando la presa de rompe...
A finales del siglo XX, la muchas veces anunciada convergencia de los
medios de comunicación, la informática y las telecomunicaciones en un conglomerado
hipermedia está, finalmente, teniendo lugar (2). Una vez más, la
implacable dirección del capitalismo hacia la diversificación y la intensificación de
los poderes creativos del trabajo humano está a punto de transformar cualitativamente la
forma en que trabajamos, jugamos y vivimos. Gracias a la integración de diferentes
tecnologías en torno a protocolos comunes, se está creando algo que es más que la suma
de sus partes. Cuando la capacidad de producir y recibir cantidades ilimitadas de
información en cualquier forma es combinada con el alcance de las redes telefónicas
globales, las formas actuales de trabajo y ocio pueden ser modificadas radicalmente.
Nacerán nuevas industrias y los principales rubros del mercado serán barridos. En
momentos de un cambio social tan profundo, cualquiera que pueda ofrecer una explicación
sencilla de lo que está sucediendo será escuchado con gran interés. En esta crucial
coyuntura, una alianza espontánea de escritores, hackers, capitalistas y
artistas de la Costa Oeste de los Estados Unidos ha conseguido definir una ortodoxia
heterogénea para la naciente era de la información: la Ideología Californiana.
Esta nueva fe ha emergido de una extraña fusión entre la bohemia
cultural de San Francisco y la industria de tecnología punta del Valle del Silicio.
Promovida en revistas, libros, programas de televisión, sitios web, grupos de discusión
de Usenet y conferencias de la Red, la Ideología Californiana combina, de forma
promiscua, el espíritu despreocupado de los hippies y el ardor empresarial de
los yuppies. Esta amalgama de realidades opuestas ha sido posible gracias a una
profunda fe en el potencial emancipatorio de las nuevas tecnologías de la información.
En la utopía digital, todos seremos alegres y ricos. No es extraño, pues, que esta
visión optimista del futuro haya sido abrazada de forma entusiasta por informáticos
tecnófilos (nerds), estudiantes holgazanes, capitalistas innovadores, activistas
sociales, académicos modernos, burócratas futuristas y políticos oportunistas a lo
largo y ancho de los Estados Unidos. Como de costumbre, los europeos no han tardado en
copiar la última novedad del otro lado del Atlántico. Mientras un reciente informe de la
Comisión Europea recomienda seguir el modelo californiano de "libre mercado"
para construir la "superautopista de la información", artistas y académicos de
vanguardia imitan atentamente a los filósofos "post-humanos" del culto
extrópico de la Costa Oeste (3). Sin rivales aparentes, el triunfo
de la Ideología Californiana parece absoluto.
El irresistible atractivo de estos ideólogos de la Costa Oeste no es
simplemente el resultado de su contagioso optimismo. Sobre todo, son apasionados
defensores de lo que parece ser una forma impecablemente libertaria de hacer política:
quieren que las tecnologías de la información se utilicen para crear una nueva
"democracia jeffersoniana" en la que todos los individuos puedan expresarse
libremente en el ciberespacio (4). Sin embargo, al abanderar esta
ideal aparentemente admirable, estos tecnófilos están reproduciendo, al mismo tiempo,
algunas de las características más atávicas de la sociedad norteamericana,
especialmente las derivadas del amargo legado de la esclavitud. Su visión utópica de
California depende de una obstinada ceguera hacia las otras características —mucho menos
positivas— de la vida en la Costa Oeste: el racismo, la pobreza y la degradación
ambiental (5). Irónicamente, en un pasado no muy lejano, los
intelectuales y artistas del Area de la Bahía se interesaron apasionadamente por estos
temas.
Ronald Reagan contra los hippies
El 15 de mayo de 1969, el gobernador Ronald Reagan ordenó a la
policía que cargara contra una concentración hippie que había ocupado People’s
Park, cerca del campus de Berkeley de la Universidad de California. En la
subsiguiente batalla, un hombre resultó muerto por un disparo y 128 personas fueron
hospitalizadas (6). Ese día, la gente "de orden" y la
contracultura aparecieron como dos mundo implacablemente opuestos. A un lado de las
barricadas, el gobernador Reagan y sus seguidores defendían la empresa privada libre de
restricciones y apoyaban la invasión de Vietnam. En el otro lado, los hippies abanderaban una revolución social en el interior del país y se oponían a la expansión
imperialista en el extranjero. El año de la masacre de People’s Park parecía
que la alternativa histórica entre estas dos visiones opuestas del futuro de Estados
Unidos sólo podía ser resuelta mediante un conflicto violento. Como dijo Jerry Rubin,
uno de los líderes yippie: "nuestro afán de aventura y heroísmo nos
lleva, fuera de Estados Unidos, a una vida de autocreación y rebelión. En respuesta,
Estados Unidos está dispuesto a destruirnos..." (7).
Durante los años 60, los radicales del Area de la Bahía abrieron el
camino de las ideas políticas y el modo de vida cultural de la Nueva Izquierda en todo el
mundo. Rompiendo los estrechos moldes de la política de la posguerra, organizaron
campañas contra el militarismo, el racismo, la discriminación sexual, la homofobia, el
consumismo irresponsable y la polución. En lugar de las rígidas jerarquías de la
izquierda tradicional, crearon estructuras colectivas y democráticas que, supuestamente,
prefiguraban la sociedad libertaria del futuro. Sobre todo, la Nueva Izquierda
Californiana combinó la lucha política y la rebelión cultural. A diferencia de sus
padres, los hippies rechazaron adaptarse a las rígidas convenciones sociales
impuestas por el ejército, las universidades, las empresas e incluso los partidos
políticos de izquierda, que configuraban al "hombre de organización". En su
lugar, declararon abiertamente su rechazo del "orden" exhibiendo ropa deportiva,
practicando la promiscuidad sexual, escuchando música a toda pastilla y consumiendo
drogas estimulantes (8).
Los hippies radicales eran liberales en el sentido social del
término. Profesaban ideales universalistas, racionales y progresistas, como la
democracia, la tolerancia, la autorrealización y la justicia social. Alentados por más
de veinte años de crecimiento económico, creían que la historia estaba de su lado. En
las novelas de ciencia-ficción, soñaban con la "ecotopía": una futura
California donde los coches habrían desaparecido, la producción industrial sería
ecológicamente viable, las relaciones sexuales serían igualitarias y la vida cotidiana
se desarrollaría en grupos comunitarios (9). Para algunos hippies,
esta visión sólo podría ser realizada mediante el rechazo del progreso científico como
un falso Dios y el retorno a la naturaleza. Otros, por el contrario, creían que el
progreso tecnológico acarrearía, de forma inevitable, que sus principios libertarios se
plasmaran en la práctica social. Influenciados de forma determinante por las teorías de
Marshall McLuhan, estos tecnófilos pensaban que la convergencia de los medios de
comunicación, la informática y las telecomunicaciones crearía inevitablemente el ágora
electrónico: un lugar virtual en el que todos podrían expresar sus opiniones sin
temor a la censura (10). A pesar de ser un profesor inglés maduro,
McLuhan predicaba el mensaje radical de que el poder de las grandes empresas y los grandes
gobiernos sería destronado, de forma inminente, por los efectos intrínsecamente
beneficiosos de la nueva tecnología sobre los individuos.
"Los medios electrónicos [...] eliminan la dimensión espacial
[...] Gracias a la electricidad, podemos reanudar en todas partes las relaciones
persona-a-persona como se dan a escala de los pueblos más pequeños. Es una relación en
profundidad y sin delegación de funciones o poderes [...] El diálogo desbanca a la
lectura" (11).
Animados por las predicciones de McLuhan, los radicales de la Costa
Oeste se implicaron en el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información
aplicándolas a la prensa alternativa, las radios comunitarias, los clubs informáticos de
fabricación casera y los vídeos comunitarios. Estos activistas de medios comunitarios
creían que estaban en la vanguardia de la lucha por construir una nueva América. La
creación del ágora electrónico era el primer paso hacia la implementación de la
democracia directa dentro de las instituciones sociales (12). La
lucha sería dura, pero "ecotopía" estaba al alcance de la mano.
El auge de la "clase virtual"
¿Quién hubiera predicho que, menos de 30 años después de la batalla
de People’s Park, carrozas y hippies crearían juntos la
Ideología Californiana? ¿Quién habría pensado que esta mezcla contradictoria de
determinismo tecnológico e individualismo libertario se convertiría en la híbrida
ortodoxia de la era de la información? ¿Y quién podría haber sospechado que, a medida
que la tecnología y la libertad eran cada vez más veneradas, sería cada vez menos
posible decir algo sensato sobre la sociedad en la que ambas se desarrollaban?
La Ideología Californiana obtiene su popularidad de la ambigüedad
misma de sus preceptos. En las últimas décadas, el trabajo pionero de los activistas de
los medios comunitarios ha sido ampliamente recuperado por las industrias de tecnología
punta y de los medios de comunicación. Aunque las empresas de estos sectores pueden
mecanizar y subcontratar buena parte de la fuerza de trabajo que necesitan, siguen siendo
dependientes de personas clave que investigan y crean productos originales, desde
programas informáticos y chips hasta libros y programas de televisión. Junto
con algunos empresarios de tecnología punta, estos habilidosos trabajadores constituyen
la llamada "clase virtual": "[...] la tecno-intelectualidad de los
científicos del conocimiento, ingenieros, informáticos, desarrolladores de videojuegos y
el resto de especialistas en comunicaciones" (13). Incapaces
de someterles a la disciplina de la cadena de trabajo o de remplazarles con máquinas, los
empresarios han organizado a estos trabajadores intelectuales mediante contratos a tiempo
determinado. Al igual que la "aristrocracia obrera" del siglo pasado, el
personal central de las industrias de los medios de comunicación, informática y
telecomunicaciones experimentan las recompensas y las inseguridades del mercado. Por un
lado, estos artesanos de tecnología punta no sólo suelen estar bien pagados, sino que
también tienen una considerable autonomía para determinar su ritmo y su lugar de
trabajo. En consecuencia, la división cultural entre el hippie y el "hombre
de organización" se ha vuelto bastante borrosa. Pero, por otro lado, estos
trabajadores están vinculados por los términos de sus contratos y no tienen garantía
alguna de un trabajo continuado. Al carecer del tiempo libre de los hippies, el
trabajo se ha convertido en la principal vía para la autorrealización para buena parte
de la "clase virtual" (14).
La Ideología Californiana ofrece un método para comprender la
realidad vivida por estos artesanos de tecnología punta. Por una parte, estos
trabajadores constituyen una parte privilegiada de la fuerza de trabajo. Por otra parte,
son los herederos de las ideas radicales de los activistas de los medios comunitarios. Por
tanto, la Ideología Californiana refleja simultáneamente las disciplinas de la economía
de mercado y las libertades del artesanado hippie. Este extraño híbrido sólo
ha sido posible gracias a la creencia casi universal en el determinismo tecnológico.
Desde los años 60, los liberales —en el sentido social del término— han esperado que
las nuevas tecnologías de la información realicen sus ideales. En respuesta al desafío
de la Nueva Izquierda, la Nueva Derecha ha resucitado una vieja forma de liberalismo: el
liberalismo económico (15). En lugar de la libertad colectiva
buscada por los hippies radicales, la Nueva Derecha ha abanderado la libertad
individual dentro del mercado. Pero ni siquiera estos conservadores han podido resistirse
al encanto de las nuevas tecnologías de la información. Las profecías de McLuhan de los
años 60 han sido reinterpretadas como un anuncio de nuevos medios de comunicación,
informática y telecomunicaciones desarrolladas por el sector privado. Desde los años 70
en adelante, Toffler, de Sola Pool y otros gurús han intentado demostrar que el
advenimiento de los hipermedia implicaría, paradójicamente, un retorno al liberalismo
económico del pasado (16). Esta retro-utopía se ha hecho eco de
las predicciones de Asimov, Heinlein y otros novelistas machistas de ciencia-ficción
cuyos mundos futuros están llenos de traficantes del espacio, vendedores astutos, genios
científicos, capitanes corsarios y otros despiadados individualistas (17).
El ritmo del progreso tecnológico no conduce siempre a "ecotopía"; también
puede devolvernos a los Estados Unidos de los Padres Fundadores.
¿Agora o mercado?
La ambigüedad de la Ideología Californiana es más pronunciada en sus
visiones contradictorias del futuro digital. El desarrollo de los hipermedia es un
componente clave de la siguiete fase del capitalismo. Como señala Zuboff, la
introducción en la fábrica y la oficina de las tecnologías de los medios de
comunicación, de la informática y de las telecomunicaciones es la culminación de un
largo proceso de separación de la fuerza de trabajo de su participación directa en la
producción (18). Aunque sólo sea por razones de competitividad,
todas las principales economías industriales se verán forzadas a conectar a sus
poblaciones para aprovechar los beneficios de productividad del trabajo digital. Lo que
aún se desconoce son las consecuencias sociales y culturales derivadas del hecho de
permitir que las personas produzcan e intercambien cantidades casi ilimitadas de
información a una escala global. Sobre todo, ¿realizará el advenimiento de los
hipermedia las utopías de la Nueva Izquierda o de la Nueva Derecha? En tanto que fe
híbrida, la Ideología Californiana responde felizmente este enigma creyendo en ambas
visiones al mismo tiempo, y sin criticar ninguna de ellas.
Por una parte, el carácter anticapitalista de la Nueva Izquierda ha
sido preservado por los defensores de la "comunidad virtual". Según uno de sus
gurús, Howard Rheingold, los valores de los nacidos en la época de la contracultura
están modelando el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información. En
consecuencia, los activistas comunitarios podrán utilizar los hipermedia para remplazar
el capitalismo corporativo y el gran gobierno con una "economía de trueque"
basada en la tecnología punta. Ya en estos momentos, los BBSs, las conferencias en tiempo
real y los canales de chat dependen del intercambio voluntario de información y
conocimiento entre sus participantes. En opinión de Rheingold, los miembros de la
"clase virtual" están aún en la vanguardia de la lucha por la liberación
social. A pesar de la frenética participación comercial y política en la construcción
de la "superautopista de la información", el ágora electrónica triunfará
inevitablemente sobre sus enemigos empresariales y burocráticos (19).
Por otra parte, otros ideólogos de la Costa Oeste han abrazado la
ideología del laissez-faire de sus en otro momento enemigos conservadores. Por
ejemplo, Wired —la biblia mensual de la "clase virtual"— ha
reproducido sin crítica las opiniones de Newt Gingrich, el líder republicano de extrema
derecha en el Congreso, y los Tofflers, que son consejeros de aquel (20).
Ignorando sus políticas de recortes en gastos sociales de bienestar, la revista está
hipnotizada por el entusiasmo que muestran ante las posibilidades libertarias que ofrecen
las nuevas tecnologías de la información. Sin embargo, aunque toman prestado el
determinismo tecnológico de McLuhan, Gingrich y los Tofflers no defienden el ágora
electrónica. Por el contrario, dicen que la convergencia de los medios de comunicación,
la informática y las telecomunicaciones producirá un mercado electrónico:
"En el ciberespacio [...], un mercado tras otro está siendo transformado por el
progreso tecnológico desde un ’monopolio natural’ a otro en el que la competencia es la
regla" (21).
En esta versión de la Ideología Californiana, a cada miembro de la
"clase virtual" se le promete la oportunidad de llegar a ser un empresario de
tecnología punta de éxito. Las tecnologías de la información, sigue diciendo el
argumento, capacitan al individuo, amplían la libertad personal y reducen radicalmente el
poder del estado-nación. Las estructuras de poder social, político y legal existentes se
irán debilitando para ser remplazadas por las interacciones libres entre individuos
autónomos y su software. Estos mcluhanistas de nuevo tipo argumentan vigorosamente que el
gran gobierno debería dejar vía libre a los empresarios con recursos, que son las
únicas personas lo bastante serenas y audaces para correr riesgos. En lugar de
regulaciones contraproducentes, los ingenieros visionarios están inventando las
herramientas necesarias para crear un "mercado libre" en el ciberespacio, como
la criptografía, el dinero digital y procedimientos de verificación. En realidad, los
intentos de intervenir en las propiedades emergentes de estas fuerzas tecnológicas y
económicas, en particular por parte del gobierno, no harían más que colocarnos en
situación de dependencia respecto de aquellos que son lo bastante necios como para
desafiar las leyes primarias de la naturaleza. Según el editor ejecutivo de Wired,
la "mano invisible" del mercado y las fuerzas ciegas de la evolución darwiniana
son realmente una sola y misma cosa (22). Como en las novelas de
ciencia-ficción de Heinlein y Asimov, el camino hacia el futuro parece llevarnos al
pasado. La era de la información del siglo XXI será la realización de los ideales
liberales del siglo XVIII de Thomas Jefferson: la "creación de una nueva
civilización, basada en las verdades eternas de la Idea Americana" (23).
El mito del "mercado libre"
Tras la victoria del partido de Gingrich en las elecciones legislativas
de 1994, esta versión de derechas de la Ideología Californiana está ahora en auge. Sin
embargo, los dogmas sagrados del liberalismo económico son desautorizados por la historia
real de los hipermedia. Por ejemplo, las tecnologías icónicas empleadas en informática
y en la Red sólo pudieron ser inventadas con la ayuda de masivos subsidios estatales y la
entusiasta participación de voluntarios. La empresa privada ha jugado un papel
importante, pero sólo como parte de una economía mixta.
Por ejemplo, el primer ordenador —el Difference Engine— fue
diseñado y construido por compañías privadas, pero su desarrollo sólo fue posible a
través de una subvención de 17.470 libras del gobierno británico, que en 1834 era una
pequeña fortuna (24). De Colossus a EDVAC, de
los simuladores aéreos a la realidad virtual, el desarrollo de la informática ha
dependido, en momentos clave, de la financiación pública de la investigación o de
lucrativos contratos realizados con instituciones públicas. La compañía IBM sólo
fabricó el primer ordenador digital programable después de que se lo solicitara el
Departamento de Defensa norteamericano durante la Guerra de Corea. Desde entonces, el
desarrollo de las sucesivas generaciones de ordenadores ha sido directa o indirectamente
subvencionado por el presupuesto de defensa norteamericano (25).
Además de la ayuda estatal, la evolución de la informática ha dependido, también, de
la cultura DIY. Por ejemplo, el ordenador personal fue inventado por informáticos
aficionados que querían construir sus propias máquinas de bajo coste. La existencia de
una "economía de trueque" entre estos aficionados fue una precondición
necesaria para el subsiguiente éxito de los productos realizados por Apple y Microsoft.
Incluso ahora, los programas shareware juegan todavía un papel vital en el
avance del diseño del software.
La historia de Internet también contradice los dogmas de los
ideólogos del "mercado libre". Durante los veinte primeros años de su
existencia, el desarrollo de la Red fue casi completamente dependiente del frecuentemente
vilipendiado gobierno federal de Estados Unidos. A través del ejército o de las
universidades norteamericanos, se invirtieron grandes cantidades de dólares de los
contribuyentes en la construcción de la infraestructura de la Red y se financió el coste
que representaba el uso de sus servicios. Al mismo tiempo, muchos de los programas y
aplicaciones claves de la Red fueron inventados por aficionados o profesionales que
trabajaban en su tiempo libre. Por ejemplo, el programa MUD, que permite el
establecimiento de conferencias en tiempo real, fue inventado por un grupo de estudiantes
que querían disfrutar de juegos fantásticos en una red informática (26).
Una de las cosas más extrañas sobre la deriva derechista de la
Ideología Californiana es que la misma Costa Oeste es un producto de la economía mixta.
Se han utilizado los dólares del gobierno para construir los sistemas de irrigación,
autopistas, escuelas, universidades y otros proyectos de infraestructuras que han hecho
posible el nivel de vida actual de California. En la cúspide de estos subsidios
públicos, el complejo industrial de tecnología punta de la Costa Oeste ha venido
festejando la mayor corriente de la historia, durante décadas, de fondos públicos
asignados a proyectos locales con fines electorales. El gobierno de Estados Unidos ha
repartido a mansalva miles de millones de dólares en la compra de aviones, misiles,
productos electrónicos y bombas nucleares a compañías californianas. Para quienes no
están cegados por los dogmas del "mercado libre", era evidente que los
norteamericanos han tenido siempre un estado planificador: ellos se refieren, sin más, al
presupuesto de defensa (27). Al mismo tiempo, elementos clave del
modo de vida de la Costa Oeste tienen su origen en su larga tradición de la bohemia
cultural. Aunque posteriormente fueron comercializados, los medios comunitarios, el
espiritualismo de la "nueva era", el surfing, la alimentación sana,
las drogas estimulantes, la música pop y muchas otras expresiones de heterodoxia
cultural emergieron de contextos decididamente no comerciales que se desarrollaron en los
campus universitarios, las comunidades artísticas y las comunas rurales. Sin su cultura
DIY, los mitos de California no habrían tenido la resonancia mundial que tienen en la
actualidad (28).
Toda esta financiación pública y participación voluntaria de
ciudadanos ha resultado ser enormemente beneficiosa —aunque no haya sido reconocida ni se
haya realizado sin costes— para el desarrollo del Valle del Silicio y otras industrias de
tecnología punta. Los empresarios capitalistas tienen, a menudo, una idea exagerada de
sus propios recursos para desarrollar nuevos proyectos y dan escaso reconocimiento a las
contribuciones hechas por el estado, por su propia fuerza de trabajo o por la comunidad.
Todo progreso tecnológico es acumulativo: depende de los resultados de un proceso
histórico colectivo y debe ser considerado, al menos en parte, como un logro colectivo.
Por eso, como en cualquier otro país industrializado, los empresarios norteamericanos han
dependido, inevitablemente, de la intervención estatal y de iniciativas DIY para
alimentar y desarrollar sus empresas. Cuando unas compañías japonesas amenazaron con
invadir el mercado norteamericano de microchips, los capitalistas informáticos
libertarios de California no tuvieron reparos ideológicos al unirse en un cártel
patrocinado por el gobierno para luchar contra los invasores del Este. Hasta que los
programas de la Red que permiten la participación de la comunidad en el ciberespacio
pudieron ser incluidos, Bill Gates creyó que Microsoft no tenía más opción que
retrasar el lanzamiento de Windows 95 (29). Como en otros sectores
de la economía moderna, la cuestión con que se enfrenta la industria emergente de los
hipermedia no es si será organizada como una economía mixta, sino qué tipo de economía
mixta será la que se desarrollará.
Libertad es esclavitud
Si sus santos preceptos son refutados por la historia profana, ¿por
qué los mitos del "mercado libre" han influido tanto a los teóricos de la
Ideología Californiana? El hecho de vivir en el seno de una cultura contractual ha
conducido a los artesanos de la tecnología punta a una existencia esquizofrénica. Por
una parte, no pueden desafiar la preponderancia que ostenta el mercado en sus vidas. Por
otra parte, se ofenden por los intentos de las autoridades de inmiscuirse en su autonomía
individual. Combinando la Nueva Izquierda y la Nueva Derecha, la Ideología Californiana
proporciona una resolución mística de las actitudes contradictorias mantenidas por los
miembros de la "clase virtual". Básicamente, el anti-estatismo ofrece los
medios para reconciliar ideas radicales y reaccionarias sobre el progreso tecnológico.
Mientras a la Nueva Izquierda le sienta mal que el gobierno financie el complejo
militar-industrial, la Nueva Derecha ataca al estado por interferir en la difusión
espontánea de las nuevas tecnologías a través de la libre competencia. A pesar del
papel central que juega la intervención pública en el desarrollo de los hipermedia, los
ideólogos californianos predican un evangelio antiestatista de corte libertario y
partidario de la tecnología punta: un extraño revoltijo de anarquismo hippie y
liberalismo económico reforzado con dosis de determinismo tecnológico. En lugar de
comprender el capitalismo realmente existente, los gurús de la Nueva Izquierda y de la
Nueva Derecha prefieren defender versiones rivales de una "democracia
jeffersoniana" digital. Por ejemplo, desde la Nueva Izquierda, Howard Rheingold cree
que el ágora electrónica permitirá a los individuos ejercer el tipo de libertad de
comunicación propuesto por los Padres Fundadores. De forma similar, la Nueva Derecha
afirma que la eliminación de las restricciones que regulan el funcionamiento de la
empresa privada creará una libertad de comunicación digna de una "democracia
jeffersoniana" (30).
El triunfo de este retro-futurismo es una consecuencia del fracaso de
la renovación que tuvo lugar en los Estados Unidos durante los últimos años 60 y
primeros 70. Después del enfrentamiento de People’s Park, la lucha entre el establishment
y la contracultura entró en una espiral de confrontación violenta. Mientras los
vietnamitas consiguieron expulsar de su país a los invasores norteamericanos —a costa de
un gran sufrimiento humano—, los hippies y sus aliados del movimiento negro por
los derechos civiles fueron eventualmente aplastados por una combinación de represión
estatal y cooptación cultural.
La Ideología Californiana refleja perfectamente las consecuencias que
esta derrota ha tenido para los miembros de la "clase virtual". Aunque disfrutan
de las libertades culturales conquistadas por los hippies, la mayor parte de esa
"clase" ya no está activamente implicada en la lucha por construir la
"ecotopía". En lugar de rebelarse abiertamente contra el sistema, estos
artesanos de la tecnología punta aceptan que la libertad individual sólo puede
alcanzarse trabajando dentro de los límites del progreso tecnológico y del "mercado
libre". En muchas novelas ciberpunks, este libertarismo asocial es
personificado por el personaje central del hacker, que es un individuo solitario
que lucha por sobrevivir en el mundo virtual de la información (31).
El desplazamiento hacia la derecha de los ideólogos californianos
resulta facilitado por su aceptación acrítica del ideal liberal de la autosuficiencia
individual. Según la cultura tradicional norteamericana, la nación fue construida, desde
el salvajismo, por individuos autodidactas —los tramperos, los vaqueros, los predicadores
y los ganaderos de la frontera. El objetivo de la revolución americana fue proteger las
libertades y la propiedades de los individuos contra las leyes opresivas y los impuestos
injustos impuestos por un monarca extranjero. Tanto para la Nueva Izquierda como para la
Nueva Derecha, los primeros años de la república norteamericana suministraron un
poderoso modelo para sus respectivas y rivales versiones de la libertad individual. Pero
hay una profunda contradicción en el centro de este sueño americano: los individuos de
este periodo sólo prosperaron gracias al sufrimiento de otros. En ninguna parte está
esto tan claro como en la vida de Thomas Jefferson, el jefe simbólico de la Ideología
Californiana. Thomas Jefferson fue el hombre que escribió la inspirada proclamación en
favor de la democracia y la libertad de la Declaración de Independencia de Norteámerica
y, al mismo tiempo, fue propietario de 200 esclavos. Como político, abanderó el derecho
de los granjeros y artesanos norteamericanos a determinar sus propios destinos sin
sujeciones a las restricciones de la Europa feudal. Como otros liberales de la época,
pensó que las libertades políticas sólo podían ser protegidas frente a los gobiernos
autoritarios mediante la difusión de la propiedad privada individual. Los derechos de los
ciudadanos se derivaban de este derecho natural fundamental. Con el fin de promover la
autosuficiencia, propuso que se entregara a cada americano 50 acres de tierra para
garantizar su independencia económica. Sin embargo, mientras idealizaba a los pequeños
granjeros y hombres de negocios de la frontera, Jefferson poseía una gran plantación
virginiana que trabajaban sus esclavos. Aunque esta "peculiar institución" del
Sur le resultaba incómoda para su conciencia, seguía creyendo que los derechos naturales
del hombre incluían el derecho de poseer seres humanos como propiedad privada. En la
"democracia jeffersoniana", la libertad de los blancos se basó en la esclavitud
de los negros (32).
Avanzando hacia el pasado
A pesar de la eventual emancipación de los esclavos y de las victorias
del movimiento pro derechos civiles, la segregación racial todavía subsiste en el centro
de la política norteamericana, especialmente en la Costa Oeste. En las elecciones para
gobernador de California de 1994, el candidato republicano, Pete Wilson, ganó después de
una campaña demencial contra los inmigrantes. A nivel nacional, el triunfo del Partido
Republicano de Gingrich en las elecciones legislativas se basó en la movilización de los
"hombres blancos descontentos" contra la supuesta amenaza de los negros que
gorronean de los presupuestos destinados al bienestar, los inmigrantes de México y otras
minorías arrogantes. Estos políticos han cosechado los beneficios electorales de la
creciente polarización entre los suburbios opulentos, mayoritariamente blancos —que
votaron principalmente a los republicanos—, y los habitantes, fundamentalmente no
blancos, de los barrios pobres de las ciudades, que mayoritariamente no votaron (33).
Aunque retienen algunos ideales hippies, muchos ideólogos
californianos no han tomado una postura clara contra las políticas divisoras de los
republicanos. Esto se debe a que las industrias de tecnología punta y medios de
comunicación son un elemento clave de la coalición electoral de la Nueva Derecha. En
parte, capitalistas y trabajadores con altos ingresos temen que el reconocimiento abierto
de la financiación pública de sus empresas pueda justificar incrementos fiscales
destinados a cubrir los gastos en salud, protección ambiental, vivienda, transporte
público y educación. Más importante todavía, muchos miembros de la "clase
virtual" quieren ser seducidos por la retórica libertaria y el entusiasmo
tecnológico de la Nueva Derecha. Al trabajar en empresas de tecnología punta y medios de
comunicación, les gustaría creer que el mercado electrónico puede resolver, de alguna
forma, los problemas sociales y económicos que acucian a Estados Unidos sin apenas
sacrificios por su parte. Atrapado en las contradicciones de la Ideología Californiana,
Gingrich es —como ha escrito un colaborador de Wired— su "amigo y
enemigo" (34).
En los Estados Unidos, se necesita urgentemente una importante
redistribución de la riqueza en beneficio, a largo plazo, de la mayoría de la
población. Sin embargo, esto va en contra de los intereses a corto plazo de los blancos
ricos, incluidos muchos miembros de la "clase virtual". En lugar de compartir la
riqueza con sus vecinos pobres negros e hispanos, los yuppies se refugian en sus
suburbios opulentos, protegidos por guardias armados y satisfechos con sus servicios
privados de bienestar (35). Los desheredados sólo participan en la
era de la información proporcionando mano de obra barata no sindicada para las empresas
de los productores de chips del Valle del Silicio (36).
Incluso la construcción del ciberespacio podría convertirse en parte integral de la
fragmentación de la sociedad norteamericana en clases sociales antagónicas y
determinadas por su pertenencia racial. Marginados por las compañías telefónicas
hambrientas de beneficios, los habitantes de los barrios pobres de las ciudades están
amenazados, debido a sus bajo poder adquisitivo, con su exclusión de los nuevos servicios
en línea (37). Por el contrario, los miembros de la "clase
virtual" y otros profesionales pueden jugar a ser ciberpunks dentro de la
hiper-realidad sin tener que encontrarse con sus vecinos depauperados. Al lado de las
siempre crecientes divisiones sociales, se está creando otro apartheid entre los
"ricos en información" y los "pobres en información". En esta
"democracia jeffersoniana" de tecnología punta, la relación entre amos y
esclavos se perpetúa bajo una nueva forma.
Amos cyborg y esclavos robots
El temor a la "subclase" rebelde ha corrompido el dogma más
fundamental de la Ideología Californiana: su creencia en el potencial emancipatorio de
las nuevas tecnologías de la información. Aunque los teóricos del ágora y el mercado
electrónicos prometen liberar a los individuos de las jerarquías del estado y los
monopolios privados, la polarización social de la sociedad norteamericana está
produciendo una visión más opresiva del futuro digital. Las tecnologías de la libertad
se están convirtiendo en máquinas de dominación.
En su finca de Monticello, Jefferson inventó muchos artilugios
ingeniosos para su casa, como un "camarero mudo" que llevaba la comida desde la
cocina hasta el comedor. Mediatizando sus relaciones con sus esclavos a través de la
tecnología, este individualista revolucionario se guardó de enfrentarse con la realidad
de su dependencia del trabajo forzado de sus congéneres (38). A
finales del siglo XX, la tecnología está siendo utilizada, otra vez, para reforzar la
diferencia entre amos y esclavos.
Según algunos visionarios, la búsqueda de la perfección de la mente,
el cuerpo y el espíritu conducirá, inevitablemente, a la emergencia del
"post-humano": una manifestación biotecnológica de los privilegios sociales de
la "clase virtual". Mientras los hippies vieron el autodesarrollo como
parte de la liberación social, es más probable que los artesanos de tecnología punta de
la California contemporánea busquen la autorrealización individual a través de
terapias, espiritualismo, ejercicio u otros pasatiempos narcisistas. Su deseo de escapar
al suburbio vallado de lo hiper-real es sólo un aspecto de esta profunda obsesión
egocéntrica (39). Estimulados por los supuestos avances en
"inteligencia artificial" y en las ciencias médicas, el culto extrópico
fantasea con abandonar el estado "húmedo" propio del ser humano para
convertirse en máquinas vivientes (40). Como los personajes Virek
y Tessier-Ashpools de las novelas de Gibson, creen que el privilegio social les dotará,
eventualmente, de inmortalidad (41). En lugar de predecir la
emancipación de la humanidad, esta forma de determinismo tecnológico solamente puede
vislumbrar una profundización de la segregación social.
A pesar de estas fantasías, los blancos de California siguen siendo
dependientes de sus congéneres de piel más oscura para trabajar en sus fábricas,
recoger sus cosechas, cuidar de sus hijos y ocuparse de sus jardines. Tras los disturbios
de Los Angeles, temen cada vez más que esta "subclase" pida algún día su
liberación. Si los esclavos humanos no son, en última instancia, dignos de confianza,
entonces habrá que inventar unos sustitutos mecánicos. La búsqueda del santo grial de
la "inteligencia artificial" revela este deseo del Golem: un esclavo fuerte y
leal cuya piel sea del color de la tierra y cuyas entrañas estén hechas de arena. Como
en las novelas de robots de Asimov, los tecnoutópicos imaginan que es posible que las
máquinas inanimadas realicen los trabajos de los esclavos de hoy (42).
Sin embargo, aunque la tecnología puede almacenar o amplificar el trabajo, nunca podrá
eliminar la necesidad de que los humanos inventen, construyan y mantengan estas máquinas.
El trabajo esclavo no puede conseguirse sin que alguien siga siendo esclavizado.
La Ideología Californiana ha sido abrazada por todo el mundo como una
forma optimista y emancipatoria de determinismo tecnológico. Pero esta fantasía utópica
de la Costa Oeste depende de su ceguera hacia —y dependencia de— la polarización social
y racial de la sociedad en la que ha nacido. A pesar de su retórica radical, la
Ideología Californiana es, en última instancia, pesimista sobre el cambio social
fundamental. A diferencia de los hippies, sus defensores no están luchando para
construir una "ecotopía", ni siquiera para intentar reconstruir el New Deal.
Por el contrario, el liberalismo social de la Nueva Izquierda y el liberalismo económico
de la Nueva Derecha han convergido en el ambiguo sueño de una "democracia
jeffersoniana" de tecnología punta. Interpretado generosamente, este retro-futurismo
podría ser una concepción de una frontera cibernética donde los artesanos de
tecnología punta descubren su autorrealización individual en el ágora electrónico o en
el mercado electrónico. Sin embargo, como el zeitgeist de la "clase
virtual", la Ideología Californiana es, al mismo tiempo, una fe excluyente. Si sólo
algunas personas tienen acceso a las nuevas tecnologías de la información, la
"democracia jeffersoniana" puede convertirse en una versión tecnológicamente
puntera de la economía de plantación del Viejo Sur. Reflejando su profunda ambigüedad,
el determinismo tecnológico de la Ideología Californiana no es simplemente optimista y
emancipatoria. Es, simultáneamente, una visión profundamente pesimista y represiva del
futuro.
Hay alternativas
A pesar de sus profundas contradicciones, gentes de todo el mundo creen
todavía que la Ideología Californiana expresa la única forma de avance hacia el futuro.
Con la globalización creciente de la economía mundial, muchos miembros de la "clase
virtual" de Europa y Asia sienten más afinidad con sus pares californianos que con
otros trabajadores de sus respectivos países. Pero, en realidad, el debate nunca ha sido
más posible y más necesario. La Ideología Californiana fue desarrollada por un grupo de
personas que vivían en un país concreto con una combinación concreta de opciones
socioeconómicas y tecnológicas. Su mezcla ecléctica y contradictoria de economía
conservadora y radicalismo hippie refleja la historia de la Costa Oeste, y no el
inevitable futuro del resto del mundo. Por ejemplo, las premisas antiestatistas de los
ideólogos californianos son bastante localistas. En Singapur, el gobierno no sólo está
organizando la construcción de una red de fibra óptica, sino que también está
intentando controlar el contenido ideológico de la información que circula por ella.
Dadas las mucho más rápidas tasas de crecimiento de los "tigres" asiáticos,
el futuro digital no llegará necesariamente primero a California (43).
A pesar de las recomendaciones neoliberales del Informe Bangemann, la
mayoría de las autoridades europeas están decididas a colaborar estrechamente en el
desarrollo de las nuevas tecnologías de la información. Minitel —la primera red en
línea exitosa del mundo— fue una creación deliberada del estado francés. En respuesta
a un informe oficial sobre el impacto potencial de los hipermedia, el gobierno decidió
dedicar recursos al desarrollo de tecnologías de vanguardia. En 1981, France Telecom
lanzó el sistema Minitel, que proporcionó una mezcla de información textual y
herramientas de comunicación. Esta compañía telefónica nacionalizada, que detentaba el
monopolio en Francia, consiguió una masa crítica de usuarios para su pionero sistema en
línea regalando terminales a todo el que quisiera renunciar a los directorios
telefónicos de papel. Una vez que se desarrolló un mercado, los proveedores comerciales
y comunitarios pudieron encontrar los usuarios suficientes para crecer dentro del sistema.
Desde entonces, millones de franceses de todas las extracciones sociales han reservado
cómodamente billetes, han conversado entre sí y se han organizado políticamente en
línea sin darse cuenta de que estaban rompiendo los esquemas libertarios de la Ideología
Californiana (44).
Lejos de demonizar el estado, la aplastante mayoría de la población
francesa cree que se necesita más intervención pública para desarrollar una sociedad
más eficiente y sana (45). En las recientes elecciones
presidenciales, casi todos los candidatos tuvieron que defender —por lo menos de forma
retórica— una mayor intervención estatal para terminar con la exclusión social de los
desempleados y los "sin techo". A diferencia de su equivalente americana, la
revolución francesa fue más allá del liberalismo económico y construyó una democracia
popular. Tras la victoria de los jacobinos sobre sus oponentes liberales en 1972, la
república democrática en Francia se ha convertido en la encarnación de la
"voluntad general". Como tal, el estado debía defender los intereses de todos
los ciudadanos y no limitarse a proteger los derechos de los propietarios individuales. El
discurso político francés permite que la acción colectiva desplegada por el estado
mitigue —o incluso elimine— los problemas con que se encuentra la sociedad. Mientras los
ideólogos californianos intentan ignorar que los dólares de los contribuyentes
subvencionan el desarrollo de los hipermedia, el gobierno francés puede intervenir
abiertamente en este sector de la economía (46).
Aunque su tecnología está ya trasnochada, la historia de Minitel
refuta claramente los prejuicios antiestatistas de los ideólogos californianos, y del
comité Bangemann. El futuro digital será un híbrido de intervención estatal,
iniciativa privada capitalista y cultura DIY. Esencialmente, si el estado puede fomentar
el desarrollo de los hipermedia, podría también emprenderse acciones conscientes para
impedir la emergencia del apartheid social entre "ricos en
información" y "pobres en información". Sin dejar nada al azar de los
caprichos de las fuerzas del mercado, la Unión Europea y sus estados miembros podría
asegurar que cada ciudadano tiene la oportunidad de estar conectado a una red de banda
ancha de fibra óptica al menor precio posible.
En el primer ejemplo, esto sería un plan de creación de empleo para
la fuerza de trabajo semiespecializada en un periodo de desempleo masivo. En tanto que
medida keynesiana de creación de empleo, nada impide pagar a la gente para que cave
agujeros en la carretera y los rellene de nuevo (47). Pero, más
importante aún, la construcción de una red de fibra óptica hasta los hogares y las
empresas podría dar a todos acceso a los nuevos servicios en línea y crear una comunidad
grande y vibrante de conocimientos compartidos. Los beneficios a largo plazo para la
economía y la sociedad derivados de la construcción de la "infopista" serían
inconmensurables. Permitiría a la industria trabajar más eficientemente y comercializar
nuevos productos. Aseguraría que la educación y los servicios de información fueran
accesibles a todos. No hay duda de que la "infopista" crearía un mercado de
masas para las empresas privadas que vendieran productos de información —películas,
programas de televisión, música y libros— a través de la Red. Al mismo tiempo, una vez
que la gente pudiera distribuir, y recibir, hipermedia, surgiría rápidamente una gran
cantidad de medios de comunicación y grupos cívicos. Para que todo esto suceda, será
necesaria la intervención colectiva que garantice que todos los ciudadanos van a estar
incluidos en el futuro digital.
El renacimiento de lo Moderno
Aunque no sea bajo circunstancias que puedan elegir, es necesario que
los europeos afirmen su propia visión del futuro. Hay varios caminos de avance hacia la
sociedad de la información, y algunos son más deseables que otros. Con el fin de tomar
una decisión informada, los artesanos digitales europeos tienen que desarrollar un
análisis más coherente del impacto de los hipermedia que el que se encuentra en las
ambigüedades de la Ideología Californiana. Los miembros de la "clase virtual"
europea deben crear su propia identidad específica.
Esta comprensión alternativa del futuro empieza desde el rechazo de
cualquier forma de apartheid social, tanto dentro como fuera del ciberespacio.
Cualquier programa de desarrollo de los hipermedia debe garantizar que el conjunto de la
población tenga acceso a los nuevos servicios en línea. En lugar del anarquismo de la
Nueva Izquierda o de la Nueva Derecha, una estrategia europea para el desarrollo de las
nuevas tecnologías de la información debe reconocer abiertamente la inevitabilidad de
alguna forma de economía mixta, la creativa y antagónica combinación de estado, mercado
e iniciativas DIY. La indeterminación del futuro digital es una consecuencia de la
ubicuidad de esta economía mixta dentro del mundo moderno. Nadie sabe exactamente cuál
será la fuerza relativa de cada componente, pero la acción colectiva puede garantizar
que ningún grupo social es deliberadamente excluido del ciberespacio.
Una estrategia europea para la era de la información debe, también,
celebrar los poderes creativos de los artesanos digitales. Puesto que su trabajo no puede
ser descualificado ni mecanizado, los miembros de la "clase virtual" ejercen un
gran control sobre su propio trabajo. En lugar de sucumbir al fatalismo de la Ideología
Californiana, debemos abrazar las posibilidades prometeicas de los hipermedia. Dentro de
las limitaciones de la economía mixta, los artesanos digitales pueden inventar algo
completamente nuevo, algo que no haya sido profetizado en ninguna novela de
ciencia-ficción. Estas formas innovadoras de conocimiento y comunicaciones pondrán a
prueba los logros de otros, incluidos algunos aspectos de la Ideología Californiana.
Ahora es imposible que cualquier movimiento serio de emancipación social no incluya las
demandas del feminismo, la cultura de las drogas, la liberación gay, la identidad étnica
y otros temas planteados por los radicales de la Costa Oeste. Asimismo, cualquier intento
de desarrollar los hipermedia dentro de Europa necesitará parte del ardor empresarial y
de la actitud emprendedora característicos de la Nueva Derecha californiana. Pero, al
mismo tiempo, el desarrollo de los hipermedia significa innovación, creatividad e
invención. No existen precedentes para todos los aspectos del futuro digital.
Como pioneros de algo nuevo, los artesanos digitales necesitan volver a
conectarse con la teoría y la práctica del arte productivo. No son sólo empleados de
otros o potenciales empresarios cibernéticos. Son, también, artistas-ingenieros,
diseñadores de la siguiente fase de la modernidad. Aprendiendo de la experiencia de los
saint-simonistas y de los constructivistas, los artesanos digitales pueden crear una nueva
estética de la máquina para la era de la información (48). Por
ejemplo, los músicos han utlizado los ordenadores para desarrollar formas musicales
puramente digitales, tales como el jungle y el techno (49). Los artistas interactivos han explorado las potencialidades de
las tecnologías CR-ROM, como se muestra en el trabajo de ANTI-rom. El Centro de
Investigación Hipermedia ha construido un espacio social virtual experimental llamado J’s
Joint (50). En cada caso, los artistas-ingenieros están
intentando ir más allá de las limitaciones de las tecnologías y de su propia
creatividad. Sobre todo, estas nuevas formas de expresión y de comunicación están
conectadas con una cultura más extensa. Los desarrolladores de los hipermedia deben
reafirmar la posibilidad de un control racional y consciente del diseño del futuro
digital. A diferencia del elitismo de la Ideología Californiana, los artistas-ingenieros
europeos deben construir un ciberespacio que sea incluyente y universal. Es el momento del
renacimiento de lo Moderno.
"Las circunstancias presentes favorecen hacer del lujo algo
nacional. El lujo se convertirá en algo útil y moral cuando sea disfrutado por toda la
nación. El honor y la ventaja de emplear directamente, en los acuerdos políticos, el
progreso de las ciencias exactas y las bellas artes [...] es algo reservado a nuestro
siglo" (51).
Richard Barbrook y Andy
Cameron son miembros del Hypermedia Research Centre
de la Universidad de Westminster de Londres.
Quisiéramos agradecer a Andrej Kerlep, Dick Pountain, Helen Barbrook,
Les Levidow, Jeremy Quinn, Jim McLellan, John Barker, John Wyver, Rhiannon Patterson y a
los miembros del HRC la ayuda que nos han brindado para escribir este artículo.
Notas
(1) Naum Gabo y Anton
Pevsner, "The Realistic Manifesto, 1920", en John E. Bowlt
(ed.), Russian Art of the Avant-Garde: Theory and Criticism, Thames
& Hudson, Londres, 1976, p. 214.
(2) Durante 25 años, los expertos
han estado prediciendo la inminente llegada de la era de la información. Ver Alain
Touraine, La Societè post-industrielle, Editions Denoïl, París, 1969;
Zbigniew Brzezinski, Between Two Ages: America’s role in the
Technetronic Era, Viking Press, Nueva York, 1970; Daniel Bell, The
Coming of the Post-Industrial Society, Basic Books, Nueva York, 1973; Alvin
Toffler, The Third Wave, Pan, Londres, 1980; Simon Nora y Alain
Minc, The Computerisation of Society, MIT Press, Cambridge,
Massachusetts, 1980; e Ithiel de Sola Pool, Technologies of Freedom,
Belknap Press, Harvard, 1983.
(3) Ver Martin Bangemann,
Europe and the Global Information Society, Bruselas, 1994; y el programa y resumen de la Conferencia sobre Futuros Virtuales de la Universidad de Warwick.
(4) Ver Mitch Kapor,
"Where is the Digital Highway Really Heading?", en Wired, julio-agosto
1993.
(5) Ver Mike Davis,
City of Quartz, Verso, Londres, 1990; Richard Walker,
"California Rages Against the Dying of the Light", New Left Review,
enero-febrero 1995; y los discos de Ice-T, Snoop Dog, Dr Dre, Ice Cube, NWA y muchos otros
"raperos" de la Costa Oeste.
(6) Ver George Katsiaficas,
The Imagination of the New Left: a Global Analysis of 1968, South End Press,
Boston, 1987, p. 124.
(7) Jerry Rubin,
"An Emergency Letter to my Brothers and Sisters in the Movement", en Peter
Stansill y David Zane Mairowitz (eds.), BAMN: Outlaw Manifestos and Ephemera
1965-70, Penguin, Londres, 1971, p. 244.
(8) Sobre el papel clave jugado por
la cultura popular en la autoidentidad de la Nueva Izquierda norteamericana, ver George
Katsiaficas, The Imagination of the New Left: a Global Analysis of 1968,
South End Press, Boston, 1987; y Charles Reich, The Greening of
America, Random House, Nueva York, 1970. Una descripción de las vidas de los
trabajadores de "cuello blanco" en la América de los 50 se encuentra en William
Whyte, The Organization Man, Simon & Schuster, Nueva York, 1956.
(9) En una novela de éxito de
mediados de los años 70, la mitad norte de la Costa Oeste se separaba del resto de los
Estados Unidos para constituir una utopía hippie. Ver Ernest Callenbach,
Ecotopia, Bantam, Nueva York, 1975. Esta idealización de la vida comunitaria
californiana también se puede encontrar en John Brunner, The
Shockwave Rider, Methuen, Londres, 1975; e, incluso, en trabajos posteriores, como el
de Kim Stanley Robinson, Pacific Edge, Grafton, Londres, 1990.
(10) Un análisis de los intentos
de crear una democracia directa a través de las tecnologías de los medios de
comunicación se encuentra en Richard Barbrook, Media Freedom: the
contradictions of communications in the age of modernity, Pluto, Londres, 1995.
(11) Marshall McLuhan,
Understanding Media, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1964, pp. 255-6. Ver
también Marshall McLuhan y Quentin Fiore, The Medium is the Message,
Penguin, Londres, 1967; y Gerald Emanuel Stern (ed.), McLuhan: Hot
& Cool, Penguin, Londres, 1968.
(12) Ver John Downing,
Radical Media, South End Press, Boston, 1984.
(13) Arthur Kroker y
Michael A. Weinstein, Data Trash: the theory of the virtual class, New
World Perspectives, Montreal, 1994, p. 15. Este análisis continúa el de aquellos
futurólogos que pensaron que los "trabajadores del conocimiento" eran el
embrión de una nueva clase dirigente. Ver Daniel Bell, The Coming of
the Post-Industrial Society, Basic Books, Nueva York, 1973; y de los economistas que
creen que los "analistas simbólicos" se convertirán en la fracción dominante
de la fuerza de trabajo en el capitalismo globalizado. Ver Robert Reich, The
Work of Nations: a blueprint for the future, Simon & Schuster, Londres, 1991. Por
el contrario, en los años 60 algunos teóricos de la Nueva Izquierda creyeron que estos
trabajadores científico-técnicos estaban conduciendo la lucha por la liberación social
a través de las ocupaciones de fábricas y las demandas de autogestión. Ver Serge
Mallet, The New Working Class, Spokesman Books, Nottingham, 1975.
(14) Ver Dennis Hayes,
Behind the Silicon Curtain, Free Association Books, Londres, 1989, donde se
encuentra una descripción de los contratos de trabajo en el Valle del Silicio; y para
conocer un tratamiento de ficción de este tema, ver Douglas Coupland, Microserfs,
Flamingo, Londres, 1995. Análisis más teóricos de la organización posfordista del
trabajo pueden consultarse en Alain Lipietz, L’audace ou l’enlisement,
Editions La Dècouverte, París, 1984, y Mirages and Miracles, Verso, Londres,
1987; Benjamin Coriat, L’atelier et le robot, Christian Bourgois
Editeur, París, 1990; y Toni Negri, Revolution Retrieved: Selected
Writings on Marx, Keynes, Capitalist Crisis & New Social Subjects 1967-83, Red
Notes, Londres, 1988.
(15) Existe gran confusión
política y semántica sobre el significado del término "liberalismo" a ambos
lados del Atlántico. Por ejemplo, los norteamericanos utilizan el término liberalismo
para describir cualquier política que sea apoyada por el partido Demócrata,
supuestamente de centro-izquierda. Sin embargo, como ha señalado Lipset, este sentido
restringido de la palabra esconde la casi universal aceptación en los Estados Unidos del
término liberalismo en su significado clásico. Dice Lipset: "Estos valores
[liberales] eran evidentes en el siglo XX en el hecho de que [...] los Estados Unidos no
sólo ha carecido de un partido socialista viable, sino que tampoco ha tenido jamás un
partido conservador al estilo británico o europeo". Ver Seymour Martin
Lipset, American Exceptionalism: a double-edged sword, W.W. Norton,
Nueva York, 1996, pp. 31-32. La convergencia de la Nueva Izquierda y la Nueva Derecha en
torno a la Ideología Californiana es, por lo tanto, un ejemplo concreto del amplio
consenso que existe en torno al liberalismo anti-estatista como discurso político en los
Estados Unidos.
(16) Sobre el éxito de McLuhan en
el mundo empresarial, ver Tom Wolfe, "What If He Is Right?", The
Pump House Gang, Bantam Books, Londres, 1968. Sobre el uso de sus ideas por parte de
pensadores conservadores, ver Zbigniew Brzezinski, Between Two Ages:
America’s role in the Technetronic Era, Viking Press, Nueva York, 1970; Daniel
Bell, The Coming of the Post-Industrial Society, Basic Books, Nueva
York, 1973; Alvin Toffler, The Third Wave, Pan, Londres, 1980; Ithiel
de Sola Pool, Technologies of Freedom, Belknap Press, Harvard, 1983.
(17) Los hombres heroicos son
habituales en las novelas clásicas de ciencia-ficción. Ver D. D. Harriman en Robert
Heinlein, The Man Who Sold the Moon, Signet, Nueva York, 1950; o los
líderes de novelas como las de Isaac Asimov, The Foundation Trilogy,
Gnome Press, Nueva York, 1953, I, Robot, Panther, Londres, 1968, y The Rest
of the Robots, Panther, Londres, 1968. Hagbard Celine —una versión más
psicodélica de este arquetipo masculino— es el carácter central en Robert Shea
y Robert Anton Wilson, The Illuminati Trilogy, Dell, Nueva York, 1975.
En la carta del tiempo de la "historia futura", en la novela de Robert Heinlein,
se predice que, después de un periodo de crisis social ocasionada por el rápido avance
tecnológico, se restaurará la estabilidad en los años 80 y 90 a través de "una
apertura de nuevas fronteras y un retorno a la economía del siglo XIX".
(18) Ver Shoshana Zuboff,
In the Age of the Smart Machine: the future of work and power, Heinemann, Nueva
York, 1988. Naturalmente, este análisis es deudor de Karl Marx, Grundrisse,
Penguin, Londres, 1973; y "Results of the Immediate Process of Production", en Albert
Dragstedt (ed.), Value Studies by Marx, New Park, Londres, 1976.
(19) Ver Howard Rheingold,
Virtual Communities, Secker & Warburg, Londres, 1994, y sus páginas web.
(20) Ver la efusiva entrevista con
los Tofflers en Peter Schwartz, "Shock Wave (Anti) Warrior", Wired,
noviembre 1993; y sobre la característica ambigüedad de la revista sobre el programa
político reaccionario del portavoz del Congreso, ver la entrevista con Newt Gingrich en Esther
Dyson, "Friend and Foe", Wired, agosto 1995.
(21) Progress and Freedom
Foundation, Cyberspace and the American Dream: A Magna Carta for the
Knowledge Age, p. 5.
(22) Ver Kevin Kelly,
Out of Control: the New Biology of Machines, Fourth Estate, Londres, 1994. Una
crítica del libro se encuentra en Richard Barbrook, The
Pinnochio Theory.
(23) Progress and Freedom
Foundation, Cyberspace and the American Dream: A Magna Carta for the
Knowledge Age, p. 13. Toffler y sus amigos proclaman
también con orgullo que "América [...] sigue siendo la tierra de la libertad
individual, y esta libertad se extiende claramente al ciberespacio", Cybersapce
and the American Dream: A Magna Carta for the Knowledge Age, p. 6. Ver también Mitch Kapor, "Where is the Digital
Highway Really Heading?", en Wired, julio-agosto 1993.
(24) Ver Simon Schaffer,
Babbage’s Intelligence: Calculating Engines and the Factory
System.
(25) Ver Jonathan
Palfreman y Doron Swade, The Dream Machine, BBC, Londres, 1991,
pp. 32-36, para una explicación de cómo la ausencia de intervención estatal supuso que
la Alemania nazi perdiera la oportunidad de construir el primer ordenador electrónico del
mundo. En 1941, el Alto Mando Alemán rechazó financiar a Konrad Zuze, que había
iniciado el uso del código binario y otros desarrollos informáticos.
(26) Ver Howard Rheingold,
Virtual Communities, Secker & Warburg, Londres, 1994.
(27) Como ha dicho el Secretario
de Trabajo del presidente Clinton, "Recordad que durante la posguerra el Pentágono
ha estado ayudando silenciosamente a las empresas norteamericanas a adoptar tecnologías
como los reactores, transistores, circuitos integrados, nuevos materiales, láser, fibras
ópticas [...] El Pentágono y los 600 laboratorios nacionales que trabajan con él y con
el Departamento de Energía son lo más parecido que hay en Estados Unidos al conocido
Ministerio de Comercio e Industria del Japón". Ver Robert Reich, The
Work of Nations: a blueprint for the future, Simon & Schuster, Londres, 1991, p.
159.
(28) Para saber cómo surgieron
estas innovaciones culturales de las primeras experiencias alucinógenas, ver Tom
Wolfe, The Electric Kool-Aid Acid Test, Bantam Books, Nueva York, 1968.
Es interesante señalar que uno de los conductores del famoso autobús fue Stewart Brand,
en la actualidad colaborador de Wired.
(29) Dennis Hayes,
Behind the Silicon Curtain, Free Association Books, Londres, 1989, pp. 21-22,
señala que el Pentágono ha exhortado a la industria informática norteamericana para que
constituya cárteles para hacer frente a la competencia. Gates admite que sólo
recientemente se ha dado cuenta del "cambio estructural masivo" que está siendo
causado por la Red. Ver "The Bill Gates Column", The Guardian, 20 julio
1995.
(30) Ver el sitio web de Howard Rheingold, y
Mitch Kapor, "Where is the Digital Highway Really Heading?", en
Wired, julio-agosto 1993. A pesar de los instintos libertarios de estos dos
autores, su idilio con la era de los Padres Fundadores es compartido por los movimientos
neofascistas Militia y Patriot. Ver Chip Berlet, Armed
Militias, Right Wing Populism & Scapegoating.
(31) Ver los héroes hackers
de William Gibson, Neuromancer, Grafton, Londres, 1984, Count
Zero, Grafton, Londres, 1986, y Mona Lisa Overdrive, Grafton, Londres, 1989;
o en Bruce Sterling (ed.), Mirrorshades, Paladin, Londres, 1988.
Un prototipo de este tipo de antihéroe es Deckard, el cazador existencial de los
replicantes del Bladerunner de Ridley Scott.
(32) Según Miller, Thomas
Jefferson creía que los negros no podían ser miembros del contrato social lockeano que
vinculaba a todos los ciudadanos de la república americana. "Los derechos del hombre
[...] aunque son teórica e idealmente derechos naturales de todo ser humano, se aplican
en la práctica en los Estados Unidos sólo a los hombres blancos: los esclavos negros
fueron excluidos porque, aunque son seres humanos, eran también propiedad, y donde los
derechos del hombre entraban en conflicto con los derechos de propiedad, estos tenían
preferencia", ver John Miller, The Wolf by the Ears: Thomas
Jefferson and Slavery, Free Press, Nueva York, 1977, p. 13. La oposición de
Jefferson a la esclavitud fue exclusivamente retórica. En una carta escrita el 22 de
abril de 1820, sugería cínicamente que la mejor forma de promover la abolición de la
esclavitud sería ¡legalizar la posesión privada de seres humanos en todos los estados
de la Unión y territorios de la frontera! Afirmaba que "[...] su distribución por
una superficie mayor les haría más felices individualmente y facilitaría, en
proporción, el logro de su emancipación repartiendo la responsabilidad entre un mayor
número de coadjutores [es decir, propietarios de esclavos]". Ver Merill
Peterson (ed.), The Portable Thomas Jefferson, The Viking Press, Nueva
York, 1975, p. 568. Una descripción de la vida en su plantación se encuentra en Paul
Wilstach, Jefferson and Monticello, William Heinemann, Londres, 1925.
(33) Sobre el giro a la derecha de
la sociedad californiana, ver Richard Walker, "California Rages
Against the Dying of the Light", New Left Review, enero-febrero 1995.
(34) Ver Esther Dyson,
"Friend and Foe", Wired, agosto 1995. Esther Dyson colaboró con los
Tofflers en la redacción del documento Cyberspace
and the American Dream de la Progress and Freedom
Foundation, que es un manifiesto futurista concebido para captar los votos de los miembros
de la "clase virtual" al servicio del candidato Gingrich.
(35) Sobre el auge de los
suburbios fortificados, ver Mike Davis, City of Quartz, Verso,
Londres, 1990, y Urban Control: the Ecology of Fear, Open Magazine, Nueva Jersey,
1992. Estos "suburbios vallados" han servido de inspiración al contexto
alienado de muchas novelas ciberpunks de ciencia-ficción, como la de Neal
Stephenson, Snow Crash, Roc, Nueva York, 1992.
(36) Ver Dennis Hayes,
Behind the Silicon Curtain, Free Association Books, Londres, 1989.
(37) Ver Reginald Stuart,
"High-Tech Redlining", Utne Reader 68, marzo-abril 1995.
(38) Ver Paul Wilstach,
Jefferson and Monticello, William Heinemann, Londres, 1925.
(39) Ver Dennis Hayes,
Behind the Silicon Curtain, Free Association Books, Londres, 1989.
(40) Una exposición del programa
retro-futurista se encuentra en Extropian FAQ.
(41) Ver William Gibson,
Neuromancer, Grafton, Londres, 1984, y Count Zero, Grafton, Londres,
1986.
(42) Ver Isaac Asimov,
I, Robot, Panther, Londres, 1968, y The Rest of the Robots, Panther,
Londres, 1968.
(43) Ver William Gibson y
Sandy Sandfort, "Disneyland with the Death Penalty", Wired,
septiembre-octubre 1993. Puesto que estos artículos se refieren a Singapur, es una
ironía que la Disneylandia real esté en California, ¡cuyo represivo código penal
incluye la pena de muerte!
(44) Información sobre el informe
que condujo a la creación de Minitel se encuentra en Simon Nora y Alain Minc,
The Computerisation of Society, MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1980. Sobre
los primeros años de Minitel puede encontrarse información en Michel Marchand,
The Minitel Saga: A French Success Story, Larousse, París, 1988.
(45) Según una encuesta efectuada
durante las elecciones presidenciales de 1995, el 67 por ciento de la población francesa
apoyaba la propuesta de que "el estado debe intervenir más en la vida económica de
nuestro país". Ver "Une majorité de Français souhaitent un vrai ’chef’ pour
un vrai ’Etat’", Le Monde, 11 abril 1995, p. 6.
(46) Sobre la influencia del
jacobinismo en las concepciones francesas de los derechos democráticos, ver Richard
Barbrook, Media Freedom: the contradictions of communications in the age of
modernity, Pluto, Londres, 1995. Algunos economistas franceses creen que la peculiar
historia de Europa ha creado un modelo específico —y socialmente superior— de
capitalismo. Ver Michel Albert, Capitalism v. Capitalism, Four
Wall Eight Windows, Nueva York, 1993, y Philip Delmas, Le Maïtre des
Horloges, Editions Odile Jacob, París, 1991.
(47) Como dijo el mismo Keynes,
"’Cavar agujeros en la tierra’ incrementará no sólo el empleo, sino el dividendo
nacional real de bienes y servicios útiles". Ver J. M. Keynes, The
General Theory of Employment, Interest and Money, Macmillan, Londres, 1964, p. 220.
(48) Ver Keith Taylor
(ed.), Henri Saint-Simon 1760-1825: Selected Writings on Science, Industry
and Social Organisation, Croom Helm, Londres 1975; y John E. Bowlt, Russian
Art of the Avant-Garde: Theory and Criticism, Thames & Hudson, Londres, 1976.
(49) Como ha dicho Goldie, un
músico jungle: "Tenemos que seguir adelante, coger los tambores y el
contrabajo y seguir adelante. Recuerdo cuando decíamos que no podíamos seguir. Lo hemos
hecho diez veces desde entonces...". Ver Tony Marcus, "The War
is Over", Mixmag, agosto 1995, p. 46.
(50) Para obtener más
información sobre ANTI-rom y J’s Joint, ver sus contribuciones al sitio
web del Hypermedia Research Centre.
(51) Henri Saint-Simon,
"Sketch of the New Political System", en Keith Taylor (ed.), Henri
Saint-Simon 1760-1825: Selected Writings on Science, Industry and Social Organisation,
Croom Helm, Londres, 1975, p. 203.
Ultima actualización: 1 febrero 1999
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