Hoy he vuelto a la cárcel y no estaba

27 de enero de 2016. Fuente: Blog Verdad Justicia Reparación

Desde la acera de enfrente el lugar se presenta en primer plano como un simple cerramiento liviano de un material plástico o cristal esmerilado, translúcido y liso. Detrás se asoma una fachada de ladrillo, antigua, entre neomudéjar y paleoindustrial, embutida en otros paramentos de ese mismo material nuevo y blanquecino, rematada en una cubierta como de láminas de plomo, que se nota también reciente.

Por Luis Suárez, miembro de La Comuna

Cruzo la calle, rehaciendo el trayecto que recuerdo haber repetido tantos días hace muchos años, al final de la jornada laboral. El trayecto de vuelta al hogar, por así decir.

Al entrar en el edificio, o más bien debería decir recinto, el espacio que me recibe no recuerda en nada al original, es este un espacio ‘de diseño’, nuevo, inmaculado. No hay pesados muros de fábrica de ladrillo, ni portones metálicos, garitas de vigilancia, rastrillo de seguridad,… ni guardias civiles. Esto es un centro cultural, y la primera sensación que transmite, al menos en este momento particular, es la de lugar deshabitado aunque cuidadosamente acondicionado.

Tras deambular brevemente entre instalaciones ‘artísticas’, encuentro, en el eje opuesto al de la entrada por la que acabo de acceder, lo que parece la transición hacia otro sector claramente diferenciado del conjunto, anunciado con un rótulo como Museo de la Policía Nacional.

El acceso conduce a un espacio circular del que salen en cruz 4 pasillos o galerías. En uno de los sectores del muro circular hay otro mostrador – recepción, en este caso atendido por un policía nacional uniformado el cual me indica que para visitar el museo debo anotar mis datos en su cuaderno, ofreciéndome amablemente su bolígrafo. Nombre, DNI, ciudad de residencia… Hay algo vagamente de déjà vu en la escena. Hiriente también.

Quizás convendría aclarar que en este momento estoy en lo que era el centro de la cárcel provincial de Palencia, en cuyas instalaciones pasé alrededor de un año entre el 74 y el 75, justamente hasta el indulto posterior a la muerte del Dictador, junto con otras decenas de presos políticos. La experiencia de volver a ese lugar 40 años más tarde y encontrarlo desfigurado, solo vagamente reconocible por su singular geometría, y ocupado por un museo policial, resulta francamente descorazonadora. El hecho, aparentemente banal, de requerirme la ‘filiación’, como se decía antes, para acceder a ese espacio, en el que igualmente pasábamos por controles policiales al ingresar como presos, le otorga a esa experiencia un plus de sarcasmo.

Aunque este ‘museo’ ocupe aproximadamente el 40% del espacio útil del centro, intentaré en vano descubrir sus valores culturales, científicos o recreativos: Unas vitrinas con uniformes y armas; algunas maquetas de escenas policiales; un breve recorrido de la historia policial,… o una sala con ordenadores que no funcionan flanqueados por metros de estantería ocupados con tomos encuadernados del BOE. No creo que entretenga ni al niño mejor dispuesto, aunque es imposible saberlo pues no encontraré ningún otro visitante en sus salas.

Triste destino para un edificio adquirido y rehabilitado a un coste considerable por el Ayuntamiento de Palencia para, según se proclamó, sería destinado a centro cultural y artístico, abierto a sus diversos colectivos, creadores y sectores sociales. En teoría, claro, porque cuando el director general de la policía, natural de Palencia, conoció de su existencia se puso de acuerdo con el equipo de gobierno municipal, del PP, para instalar en él su museo. Para ello ha ocupado precisamente el espacio que aún conserva, como decía, al menos la singular forma y volumetría carcelaria original, y en el que los presos además hacíamos nuestra vida.


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