El día en que Madrid dejó de serlo

31 de mayo de 2011.

“La calle puede equivocarse, pero nunca miente” lema escrito en un muro de la puerta del Sol.

Madrid, capital administrativa del estado; tres millones y medio de habitantes, casi seis millones en su región metropolitana. Capital del cabreo, la mala leche, la frustración, los puños apretados y el mordisqueo en el labio. Hogar y habitual punto de reunión de la derecha más rancia y reaccionaria. Enemiga de las autonomías con aspiraciones soberanistas, y valuarte del españolismo y el centralismo administrativo e ideológico.

VVAA

Centro de convergencia de los grandes intereses económicos, tanto bancarios como empresariales, que determinan nuestras vidas. Ciudad escaparate, ciudad museizada que se dice adalid de vanguardias urbanísticas, artísticas y organizativas. Ciudad ficción, asentada sobre la propaganda institucional que pretende atraer el turismo y las inversiones de los especuladores financieros, mientras que a la gran mayoría de sus ciudadanos les resulta insufrible en el desarrollo de su vida cotidiana. Capital del “y a mi qué”, el pasotismo, la burla chulesca y el comentario hiriente. Ciudad hostil por antonomasia, con parques para no ser disfrutados y casas para no ser habitadas; un decorado perfectamente instalado, para albergar la gran obra de la negación de la vida. Madrid, ¿qué te ha pasado en los últimos días, que apenas te reconocemos?.

La última semana Madrid ha cambiado completamente, y en un abrir y cerrar de ojos, esta imagen que de sí misma llevaba décadas proyectando hacia el exterior. El masivo movimiento conocido como 15M, que ha recorrido todas las capitales y rincones del Estado, ha llenado de una nueva sangre el corazón de la capital, que ahora palpita de entusiasmo, generosidad y autoconfianza. El cambio histórico que ha realizado el pueblo madrileño al sacudirse el yugo de la sumisión al poderoso, y redirigir su legendaria chulería contra banqueros, élites políticas, mafias urbanísticas y medios desinformadores, ha sido tan inesperado y repentino como rico en sus consecuencias políticas y sociales para la ciudad.

Por lo pronto, Madrid, al ocupar Sol, ha derribado violentamente el muro de la apatía que encerraba a sus habitantes en un cinismo que pretende dar a entender que la protesta y la lucha no sirven, y que es mejor optar por la picaresca y la búsqueda de soluciones individuales ante los problemas colectivos. La fuerza de la indignación popular marca ahora el sentido común político y del “nada sirve para nada”, se ha pasado a la consigna del “ya estamos hartos, no nos representan”. También ha dejado de ser Madrid el epicentro de la búsqueda de chivos expiatorios y víctimas propiciatorias entre aquellos que se encuentran en mayor riesgo de vulnerabilidad social o en otras identidades nacionales. Madrid no señala a los migrantes como responsables de la ausencia de empleo, ni culpabiliza a los parados de la situación que nadie más que ell@s sufren; por el contrario, grita sin miedo y con una sola voz a la cara de los verdaderos responsables de la crisis y del malestar social: los grandes oligarcas políticos y económicos.

Una ciudad encerrada en la lógica de la competitividad y del “yo primero”, ha creado por primera vez en muchísimos años una forma de articular la protesta capaz de sumar a un sinnúmero de sensibilidades políticas, sociales y culturales. El movimiento que ha transformado las fachadas de la Puerta del Sol y las conciencias de miles de madrileños y madrileñas, es tremendamente heterogéneo en su pensamiento y propuestas, pero ello no quiere decir como afirman algunos, que no existan sintonías y un sustrato social básico, pues se trata de los principales afectados por la crisis y por el sistema político: trabajadores precarios, parados, estudiantes y familias enteras que han visto devaluadas en los últimos años sus condiciones de vida. Y por supuesto, esa heterogeneidad no implica que no haya una firme voluntad unitaria de transformación social, de superación del hartazgo a través de proposiciones políticas y económicas, surgidas del debate entre aquell@s que se reconocen como iguales, en favor de una democracia real y efectiva puesta al servicio de la satisfacción de las necesidades de la población, y no de los intereses que definan un pequeño grupo de privilegiados.

Madrid se reinventa a sí misma. Y al hacerlo ha subvertido importantes lógicas. En Sol se ha suspendido la legalidad de la ilegítima Junta Electoral, sustituyéndola por la ilegalidad de la legítima indignación popular, demostrando que lo legal es frecuentemente injusto, y que las instituciones también con frecuencia, convierten la injusticia en ley. De igual manera, se han suspendido las leyes del mercado, cuando la solidaridad vecinal, una solidaridad genuina y real, ha pasado a constituir el principal soporte tanto económico como moral de la acampada y la movilización. En Madrid (como en tantos otros lugares del estado),se ha desarrollado un proceso de resignificación de espacios y prácticas sociales, transformando el Sol yermo, hostil y gallardoniano, en un enclave de solidaridad, creatividad y comunicación.

Y que nadie se llame a engaño ni caiga en el desánimo. A pesar de las pasadas elecciones y con independencia de su resultado, las posibilidades de cambio político y justicia social, y los canales para realizarlo, ya se han abierto, en Sol, en Madrid y más allá. El movimiento continúa, la transformación de lo real es posible, y la recuperación de una identidad madrileña digna, valiente y libre, es ya una realidad. Lo queremos todo y lo queremos ahora. Sólo basta con que recordemos lo que nos enseño aquella sabia indignada llamada Emma Goldman: “A los osados pertenece el futuro, cuando no podemos soñar más, morimos.”

Jesús Ángel Blanco es miembro del equipo de La Tuerka CMI; Sara Ferrero Gutierrez es Socióloga; Alberto Astudillo es miembro de la asamblea de Fotogracción; Antonio Márquez es miembro de la Fundación CEPS.


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