Venezuela: Punto de inflexión y retoma del camino

3 de febrero de 2016.

Mucho se ha opinado sobre el significado del 6D para la continuidad y/o perspectivas del Proceso Bolivariano. Se ubica este momento como el punto donde la sociedad venezolana, su proceso político, entra en una nueva etapa.

Por: Amílcar J. Figueroa S.

En verdad, esto es así para quienes sólo ven el fin de la política en la hegemonía electoral, el control del Gobierno; empero, si nos ubicamos en las posibilidades o no de avanzar en la construcción de una sociedad Socialista, es fácil identificar otro momento como punto de inflexión del proceso, nos referimos al 26 de febrero de 2014, fecha cuando se hace público el diálogo con la burguesía. Lejos había quedado la posibilidad de alcanzar el punto de no retorno, necesidad que con tanta insistencia señalara Hugo Chávez, por el contrario, la “guarimba”, de la cual repetimos hasta el cansancio, a manera de auto engaño, había sido derrotada, lograba imponer la Conferencia Nacional por la Paz.

Ese 26 de febrero de 2014 el más conspicuo representante de la burguesía, Lorenzo Mendoza, se dirige al país en cadena nacional facilitada por el Gobierno Popular, exponiendo, sin vacilaciones, el decálogo de la economía capitalista, contraponiendo abiertamente al modelo en desarrollo y, contrario lo que pudiera esperarse, desde la dirección del proceso sólo se rebatió la guarimba -método político-criminal empleado por la sedición contrarrevolucionaria- mas no se dijo una sola palabra en contra de los planteamientos que en materia económica estaba presentando el adversario de clase; más aún, el Presidente exclamó: “estamos listos para arribar a acuerdos con el empresariado”. Desde ese momento quedaba diferida en el tiempo la posibilidad de seguir intentando transitar un camino a una sociedad superadora del capitalismo. El Gobierno había asumido sin reservas una postura reformista, y pensó erróneamente que era posible seguir conciliando la implementación de reformas sociales progresivas, de búsquedas transformadoras, con el orden burgués. De ahí en adelante quedó en la cabeza de la mayoría –oposición y parte del chavismo- que quienes podían manejar la economía era el empresariado; en la mediática oficial se empezó a llamar a la clase calificada por Marx como clase apropiadora con la equivoca denominación de “sector productivo”, calificativo que en verdad corresponde a las y los trabajadores. En la subjetividad, se diluían las diferencias entre los dos modelos contrapuestos.

Optar por la reforma no fue un camino lineal, es bien sabido que la pugna entre posiciones reformistas y propuestas revolucionarias siempre ha estado presente al interior del proceso bolivariano, fenómeno que por mucho tiempo pasó inadvertido ya que en definitiva la línea marcaba el rumbo que le diera Hugo Chávez, quien lo condujo por un camino de radicalidad ascendente. Sin embargo, una serie de condiciones se fueron acumulando para que aceleradamente, en especial, a partir de mediados de 2011 –cuando por razones de salud empieza a declinar la presencia física del Comandante- el llamado “Estado Mayor Político Militar de la Revolución” se plantease, como la posición más viable, la moderación de metas, implementar sólo una especie de Estado Benefactor, pensando que con ello iba a amainar el ataque de la derecha, desconociendo que en su decadencia histórica el sistema capitalista se ha tornado cada vez más agresivo y que no está dispuesto a aceptar, ni siquiera, gobiernos reformistas, sino que por el contrario, impone gobiernos que apliquen el liberalismo económico en su expresión más voraz y legislaciones y gobiernos de naturaleza fascista para poder aplicar tales medidas en la economía y, por consiguiente, no concilia, cuestión fehacientemente demostrada en su aptitud frente a otros gobiernos populares y cuyo ejemplo más contundente vendría a ser el caso griego.

Ahora bien, una lectura correcta del avance de la contrarrevolución en Venezuela pasa por entenderla como parte de la ofensiva del sistema capitalista global por recomponer su hegemonía, de su esfuerzo por someter a cualquier pueblo del mundo donde su dominación esté en cuestión y, en particular, situarla en el contexto de la ofensiva recolonizadora que sobre América Latina y El Caribe despliega los Estados Unidos de Norteamérica. Es así como, apoyándose en sus inconmensurables recursos mediáticos, dicha ofensiva ha reposicionado en un importante segmento de la población los valores del individualismo, la búsqueda de la riqueza fácil y rápida, el fetiche del dólar y, en general, su paradigma civilizatorio. Sobre este sustrato irrumpe por primera vez en nuestra historia política una fracción fascista mientras, extrema la lógica mercantil, eso que se ha dado en llamar “Guerra Económica” y ésta, al cabo de poco tiempo, logra alcanzar su objetivo: que una gran parte de la nación piense que la dolarización de la economía, la escasez motivada, básicamente, por el acaparamiento, la carestía, sean de absoluta responsabilidad del Gobierno y, con ello, incide en el cambio de la correlación de fuerzas.

Desde luego, el ascenso de la reacción que se venía expresando antes, dio una primera señal en las elecciones parlamentarias de 2010, cuando ciertamente logramos una mayoría parlamentaria, pero la oposición había obtenido más votos en los grandes centros urbanos, con ventaja en la totalización respecto al Gran Polo Patriótico. Este hecho, lejos de provocar una rectificación a fondo, más bien aceleró la rebaja del programa revolucionario. Se volcó la mirada hacia la clase media -ideologizada y numéricamente fortalecida por la gran movilidad social, generada por las propias políticas del proceso-; fue el tiempo en que se tomó el concepto del Vivir Bien del pueblo Aymara, tergiversándolo por el Buen Vivir de la cultura petrolera. Una visión populista-clientelar transversalizó la mayoría de los programas de gestión, al tiempo que retrocede la búsqueda de soluciones colectivas, de construcción de espacios económicos crecientemente cumunitarizados.

De tal forma, el pensamiento reformista se va apoderando de la conducción del Proceso Bolivariano. Dos hitos sellan dicha hegemonía: -primero: luego de haberse tenido un contundente éxito electoral en las elecciones regionales para gobernaciones del 16 de diciembre 2012, se reúne un Consejo Federal de Gobierno donde se instruye hacer énfasis en que vivíamos un Estado Social de Justicia y de Derecho, en detrimento a que avanzábamos hacia la construcción de Comunas y al Estado Comunal; y segundo: -el 4 de diciembre de 2013 la Gaceta Oficial 40.308-Extraordinario 6.118 publica la resolución de la Asamblea Nacional dónde el Plan de la Patria 2013-2019 pasa a ser Ley de la República; en dicho texto al referirse al Objetivo Dos, se suprimió una idea sustantiva incorporada por Hugo Chávez en la versión original, nos referimos a: “…Impulsar nuevas formas de organización de la producción que ponga al servicio de la sociedad los medios de producción e impulsen la generación de tejido productivo, bajo un nuevo metabolismo para la transición socialista”. En estos dos momentos aparecen sutilezas, reflejando que en el Estado se expresaba una correlación de fuerzas donde tenían presencia sectores no interesados en la ruptura con el sistema del capital, más concretamente, sectores cooptados por la burguesía importadora y financiera.

Por su parte, la derecha interna e internacional en el llamado al diálogo de febrero de 2014, en cuya mesa de concertación le fueron aprobadas casi todas sus propuestas y otorgados nuevos subsidios, reconoció la flaqueza de la dirección política que no se decidía a confrontar, menos aún a profundizar la Revolución. Se acumulaban, además, condiciones para escalar en su ofensiva, de las cuales son fácilmente identificables: el vacío dejado por la desaparición física del líder del proceso e indiscutible factor de unidad de las fuerzas populares, el incremento de la inseguridad, en buena medida promovido desde la propia conspiración; el serio bache ético que deja la presencia de la corrupción en muchas instancias del aparato estatal; pero, sobre todo, la caída de los precios del barril de petróleo que redujo sensiblemente la capacidad de maniobra del Estado, mostraba la imposibilidad de seguir desarrollando el nuevo modelo en medio de la conciliación de clases. Con plena conciencia de sus posibilidades, la derecha arrecia su ofensiva en múltiples direcciones, que va desde la Orden Ejecutiva de Obama donde se declara a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y política exterior de los Estados Unidos”, emitida el 9 de marzo de 2015, hasta provocaciones y acciones contra la soberanía, como el caso de las iniciativas del Gobierno de Guyana o las reiteradas intromisiones de la derecha internacional en nuestra política interna y, por supuesto, desatando ese binomio acaparamiento-carestía que, apalancado en una apabullante mediática, en la experiencia desestabilizadora acumulada en distintos conflictos en el mundo, logra penetrar el llamado “sentido común” de la gente. Mientras todo ello acontecía, tanto desde las instituciones como desde el campo popular, hubo un descuido del trabajo en el seno del pueblo, una desconexión con la base popular y/o el bloqueo desde la dirección política del proceso del protagonismo del sujeto histórico llamado a dirigir la Revolución; la visión estatista se impuso sobre “los poderes creadores del pueblo” y reposicionó la democracia liberal para dirimir la política. El resultado no debió sorprendernos.

¿Qué hacer en las actuales circunstancias? ¿Cuáles tareas corresponden al movimiento revolucionario?

No será fácil salir con éxito del momento por el cual atraviesa la Revolución en Venezuela, supone en primer lugar caracterizarlo correctamente y emprender una profunda rectificación que pasa por reconocer nuestros errores, saber de nuestras fuerzas para emprender la tarea de contener y neutralizar la reacción e impulsar un programa que permita superar déficits históricos que, como sociedad, arrastramos. A la vez, empujar las tareas estratégicas que la superación del capitalismo reclama. Tener en todo momento presente que aspiramos a una Revolución radical, que luchamos por el Socialismo, la comunitarización, el Comunismo y, por tanto, cualquier política coyuntural, si es revolucionaria, debe estar signada por fundamentos teóricos.

Han asomado los primeros signos esperanzadores. Con apenas horas de conocerse el resultado electoral, factores de vanguardia del movimiento popular tocaron las puertas de Miraflores reclamando un golpe de timón a la izquierda, llamando a la defensa revolucionaria del proceso, validando el papel protagónico del Poder Popular como condición necesaria para la continuidad del proceso. Esta acción impactó el discurso del Presidente quien prometió mandar con el pueblo. En tales circunstancias el camarada Nicolás hace pública una confesión: “La burguesía parasitaria nos engañó… no ha respetado nunca las reglas del juego”… . Evidentemente, hizo referencia a la violación que los saqueadores de siempre han hecho de los acuerdos arribados en la Mesa de Negociación Económica. Acuerdos que, por cierto, nunca fueron de conocimiento público. Reconoció el Presidente además, que el Gobierno Bolivariano había entregado 60 mil millones de dólares, a precio preferencial, a la burguesía importadora para que trajese al país los productos que nunca llegaron a la población, hecho en que se apalancó la oposición para su ascenso electoral y del cual se puede extraer muchas lecciones, pero una fundamental: abandonar el campo de la reforma y decidirse a transitar el camino revolucionario no es posible en armonía con el opresor.

Superado el momento de impacto de los resultados del 6D, el Presidente ha propuesto un plan de emergencia y ha procedido a reestructurar el gabinete a efectos de encarar la difícil situación económica. Luego de conocer el Plan de Reactivación Agrícola presentado por Wilmar Castro Soteldo, Ministro del Poder Popular para la Producción Agrícola y Tierras; los Decretos Presidenciales sobre materia tributaria, las ideas esbozadas en distintos escritos por el Vicepresidente de Economía Productiva, Luis Salas; el Decreto de Estado de Emergencia Económica, y la alocución del Presidente Maduro en acto de Redición Anual de Cuentas ante la Asamblea Nacional, concluimos que el enfoque de la nueva política económica busca recuperar las finanzas de la nación con un próximo aumento de la gasolina, una mayor eficiencia en la recaudación fiscal que incluye impuestos al capital y con ello mantener las Misiones Sociales, aumentar la productividad -en especial en agricultura y pesca- en el corto y mediano plazo, dejando abiertas posibilidades a los distintos tipos de economía que garantiza la Constitución, para lo cual se crea el Consejo Nacional de Economía Productiva. Urgidos por la emergencia nacional y bajo el yugo de la correlación de fuerzas actuales, de nuevo se intenta conciliar los dos modelos económicos. Se dan facilidades a la importación a fin de resolver lo inmediato, todo ello a sabiendas, tal como expresa el propio Ministro de Economía Productiva que “…la derecha económica local y mundial no hará sino arreciar su guerra…”. Desde el Estado se desecha la propuesta de centralización de las importaciones y se rebaja la apuesta a la generación de circuitos productivos controlados por las y los trabajadores, no se contempla comunitarizar la distribución de alimentos y productos básicos, cuestión previsible, ya que la dirección política no visibilizó aquellas experiencias donde el control de la producción por las y los trabajadores ha sido exitosa y, por el contrario, se sumó a las matrices elaboradas por los “tanques pensantes” del capitalismo, en el sentido de que toda experiencia económica de naturaleza socialista se torna improductiva.

Por su parte, el Poder Popular ha de seguir adelante desarrollando tareas que le son propias. De entrada, debe desechar el derrotismo y la claudicación, aunque con objetividad reconozcamos que hemos sufrido una severa derrota táctica. Nos debe animar el convencimiento de la justeza de nuestra causa y la certeza de que la derecha se desinflará en la misma medida que la gente conozca su programa, el que durante la campaña y, hasta ahora, han sabido ocultarle al país, pero claramente expresado en documentos como: -Resolución de la Conferencia Episcopal, Carta de los 60 economistas, Declaración de la Asamblea Anual de Fedecámaras, carta de Juan Fernández a la MUD etc., donde sus contenidos no son distintos a los que han aplicado en todos los países donde controlan el poder y que podrían resumirse, tal como lo hace Joseba Pérez: “Una vez alcanzada la meta de hacerse con el control de los principales resortes del poder político en cada Estado, los objetivos que persiguen son:

a) En el plano internacional reinsertar al país en cuestión en los mecanismos de financiación del capital (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo), abandono o debilitamiento de los mecanismos de integración latinoamericana creados en la última década (Alba-Petrocaribe, Mercosur, Unasur, Celac); adhesión a los tratados o zonas de libre comercio ya existentes (Alianza del Pacífico, con la Unión Europea) o con los que se encuentran en fase de elaboración (Transpacífico-TTIP o Transatlántico-TTP, o de servicios-TIS). Todo ello supone una enorme cesión de soberanía por parte de los Estados que quedan sujetos a reglamentaciones y tribunales internacionales controlados por las grandes empresas multinacionales. Un retorno amplificado al Alca impulsado por la principal potencia regional EE.UU. y la UE.

b) En lo interno, tratarán de crear las condiciones para la apertura a la entrada del capital internacional financiero-especulativo mediante la privatización a precios de saldo de empresas y servicios públicos o del Estado; “independizando” los Bancos Centrales para ponerlos bajo control de Directorios en manos de la banca privada; unificando y liberalizando los sistemas cambiarios (dolarizando) alentando la fuga de divisas; desmontando las conquistas en materia de políticas sociales y reglamentación laboral, bajo el objetivo de la “competitividad”. Las consecuencias en cuanto a la disminución de la calidad de vida de las clases populares y el aumento de la desigualdad social serán demoledoras. En un contexto de hegemonía del capital financiero-especulativo a nivel mundial la expectativa de llegada (o retorno) de capital extranjero para la inversión productiva es una falsedad: su planteamiento de inversión es cortoplacista (elevado y rápido rendimiento) basado en la reducción al extremo de los costes laborales (explotación intensiva) y elevados precios de productos o servicios. Su apuesta por los Tratados de Libre Comercio indica su escaso interés por el desarrollo de la economía productiva”.

Por supuesto, un programa de tal naturaleza no podrá ser puesto en marcha en un momento como éste donde la reacción no controla aún toda la trama del Estado, por lo cual, la lucha política llegará al clímax en los días que corren; tampoco podrá ser aplicado en sana paz, ya que afectará a gran parte de la población venezolana que ha recibido grandes beneficios sociales durante el Gobierno Bolivariano. Necesitaría, entonces, la derecha para la aplicación de su verdadera propuesta completar el cuadro de control político, de ahí actitudes provocativas como la asumida por el prototipo de cuarto republicanismo, Henry Ramos Allup, en la Asamblea Nacional, irrespetando a Simón Bolívar y a Hugo Chávez, iconos fundamentales del pueblo chavista, con la pretensión de minar su moral, desvalorizando un elemento en el cual puso énfasis el Proceso Bolivariano: el rescate de los valores identitarios de la Patria.

Ahora bien, la movilización popular a fin de impedir el avance de la contrarrevolución ha de empezar levantando legítimas banderas como: la defensa intransigente de la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, de las Leyes del Poder Popular, de las conquistas sociales alcanzadas durante estos años; volver al ejercicio de la Democracia Participativa y Protagónica, establecida en la Constitución del 99. Esta tarea supone volver a las bases, tal como ha dicho Maduro, replicando al Comandante Chávez: “hay que volver a las catacumbas”. Cuestión que no ha de tomarse como una frase lanzada al aire, debe ser la comprensión que cualquier política revolucionaria solo tendrá éxito si se impulsa desde, en y con la gente. Meterse en las bases, de donde nunca hemos debido salir, es un paso imprescindible para la rectificación; reconocer el sujeto político surgido al calor de este proceso; él está llamado a asumir la hegemonía y conducción del mismo y, ese sujeto está en los Consejos de Trabajadoras y Trabajadores, en las Comunas, en todas las instancias del Poder Popular; esas son las verdaderas catacumbas y/o fortalezas de la Revolución. Desechar cualquier tipo de aventurerismo, cualquier atajo, y desde el pueblo trabajador como sujeto protagónico emprender la tarea de contener y neutralizar al fascismo, es una de las claves para nuestra recuperación.

Desde una perspectiva revolucionaria, mantener movilizado al sujeto garante del proceso debe combinarse con múltiples tareas que van desde consolidar espacios, hasta elevar su formación política. Buena parte de nuestros problemas tiene que ver con nuestra inconsecuencia en la elaboración teórica que no nos permite dar una lectura apropiada a las características del capitalismo en su etapa de decadencia histórica; como tampoco conocer su desarrollo en Venezuela, ni los problemas de la economía y la cultura de la sociedad que queremos transformar. Esta tarea no puede, ni debe, ser encargada por el pueblo trabajador a intelectuales divorciados de la realidad, ni a partidos temerosos del arma del conocimiento en manos de las mayorías. Dar el debate de las ideas, combatir el pensamiento burgués deslindando, a la vez, con el reformismo que termina por no cambiar nada en profundidad, será obra de los proletarios en lucha.

Por último, entendemos que ninguna correlación de fuerzas es inamovible y en la base de la sociedad venezolana existe un contingente, contabilizado en millones, tocado por la idea de la transformación revolucionaria, por la predica socialista de Hugo Chávez; además, se viene gestando algo cualitativamente importante: núcleos que emprendieron una búsqueda colectiva que apunta a la superación del capitalismo. Sujeto con direccionalidad política en construcción pero con importante experiencia y extraordinaria voluntad de lucha y que, sin duda, puede revertir en favor del pueblo trabajador la actual situación.

Enero 2016.


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