Una tierra de nadie

15 de enero de 2009.

Albania es el paraíso de la desolación, arruinado, amargo. Recorremos algunas calles y carreteras hacia el sur y al avanzar tenemos la impresión de haber caído dentro de un agujero caliente. Es el agujero de Europa. Nos detenemos en un bar de Berat, a la sombra, es mediodía y a mi espalda cuatro hombres comparten unas salchichas crudas mientras llenan sus vasos con un vino tinto que electrocuta los nervios, es un puñetazo... Pasan los minutos y esperamos, sentados, con algunos libros sobre la mesa, pero esperar a qué?...

notas de un viaje a Albania

—Albania, muy señor mío, un asunto complicado.

— Complicado. Tú lo has dicho.
(Cronica de piedra, Kadaré.)

* * *

desde el avión habíamos sobrevolado las montañas del norte, míticas, desiertas, y minutos más tarde una llanura salpicada de casas de campo entre cultivos, tiradas al azar, algunas cubiertas de colores llamativos, verdes fluorescentes, amarillos brillantes, violetas, y contra esta orografía se estrelló la historia entera del siglo veinte, los otomanos, los italianos de la primera guerra, la monaquía de Zogu, Mussolini, Grecia más tarde en las regiones del sur, los nazis..., la dictadura del proletariado, la Dictadura del partido del trabajo, la guerra de propaganda contra las superpotencias, la lucha contra las corrientes liquidacionistas, las camarillas trotskistas, los titistas, el ataque inminente..., el miedo, y esta población introvertida, cansada... Encarcelada... Vaciada, se abraza sin más al sueño de las pirámides financieras y las antenas parabólicas, a los nuevos predicadores y la pobreza abierta, al capitalismo, a la diáspora...

* * *

el taxi gira a la izquierda por una barriada, luego a la derecha por la Bardhok Biba, nos detenemos. ¿Seguro que es aquí...? Hay edificios de cinco plantas mezclados con casas bajas, almacenes, patios abandonados, coches aparcados en cualquier sitio, calles sin acera donde se mezcla todo por igual sin otro sentido más que poner unas sillas ahí, o un almacén, o un gimnasio al final del callejón o un tenducho improvisado junto a la fachada, o nada... Llegamos a la plaza de Skanderbeg y se acercan los primeros muchachos de piel morena a pedir limosna mientras unos metros más allá un anciano ha encendido una lumbre junto al arbusto, luego desaparece... atravesamos el parque, y entre edificios con fachadas repintadas buscamos el Bloku siguiendo el cauce del río Erzen y deambulamos hasta llegar a un kafe entre edificios grotescos, los hoxha-building, donde algunas mujeres miran desde la ventana mientras abajo los hombres echan la partida... Domingo, la ciudad está desierta...

* * *

¿dónde está Tirana?..., ¿en estas barriadas deshechas, mal iluminadas, en estos campamentos destartalados, en los mercadillos medio improvisados sobre la arena...?, todo se desdibuja fuera de las avenidas..., hay cajas tiradas por el suelo con frutas y hortalizas, mesas donde se recargan mecheros o se reparan relojes, libros en venta sobre la acera..., hay pequeños negocios desesperados, y hay un barrio italiano y contenedores varados en parcelas olvidadas, semáforos inutilizados..., como una ciudad a medio construir y medio derrumbada, todo a la vez...

* * *

hace calor. Camino de Kruja hay agitación en la carretera. Paseamos luego por el bazar, la calle empedrada, entre recipientes metálicos, vasijas, cencerros, molinillos de café, aperos de labranza, alfombras, material militar de la segunda guerra, telégrafos, prismáticos... el esqueleto de alguna pistola, navajas de afeitar, viejas revistas de propaganda nazi. Tocadiscos, tabaqueras. Alguna postal, fotografías anónimas...

* * *

comemos en el Brasil piernas de carnero asadas, aceitunas rellenas, djathë, ensaladas, ternera en salsa..., una batalla campal, y en apenas media hora estamos como soldados tiroteados, nos levantamos de milagro... es la indigestión albanesa, ahora sólo queda esperar...

* * *

avanzamos hacia el sur, intentamos buscar algo que nos conecte a la historia de este pueblo a la deriva, preguntamos pero todo naufraga, las cordilleras, los puestos de venta ambulante, los trenes que no circulan, las lápidas junto a la carretera, las calles sin asfaltar, las garitas vacías sobre la acera, los casinos abiertos desde primeras horas... Un país a la deriva, el águila sobre fondo rojo preparando a su pequeño ejército de komandos listos para la guerra y sus centrales nucleares italianas mientras abajo, sobre los descampados, en la ciudad-cementerio... el chico-hiena no hace un solo gesto, no parpadea, merodea, va y viene, aparece de improviso entre las tumbas con una azada medio escondida, al acecho, en el baile de la pobreza desesperada... Oímos un llanto fúnebre tras el búnker...

* * *

desde lo alto habíamos visto la llanura humeante, Elbasán, la ciudad de hierro, y antes de llegar nos desviamos a la derecha, a la siderúrgica, al corazón oxidado del viejo régimen, y ya dentro recorremos algunos caminos de arena, dejamos atrás naves clausuradas y grandes artefactos metálicos hasta detenernos. Salimos a pasear, nos alejamos, y oigo “¡vámonos de aquí, rápido...!” y salgo corriendo bajo los tanques metálicos y unas voces a mi espalda se acercan y un manotazo me frena en seco, siguen los gritos, ¿pero qué demonios quiere este cabrón...! Un tipo ha salido entre las tuberías para trincarnos, nos enzarzamos..., intento llegar al coche saltando entre piedras y matojos..., veo más tiparracos ahí detrás y entramos en una amenaza real, ¿estamos en lamérica...?, ¿qué quieren...! siguen las amenazas, las voces... el amigo Salvatore se enreda de nuevo con ellos a empujones, discuten, se acerca un coche negro despacio, se detiene... y de pronto podemos irnos... nos hemos librado... Salvatore acelera el viejo mercedes mientras nos alejamos y me ofrece un trago de raki, camino de Pogradeç, la ciudad del lago...

* * *

las ciudades no recompensan al viajero, atrapado en estas grandes salas de espera. Campamentos destartalados, hoteles vacíos. En Pogradeç algunas mujeres lavan sus alfombras junto a la orilla, con parsimonia, o hacen tortas, los chicos se bañan y en torno a un edificio en ruinas, junto a los búnker, merodean hombres sucios... A esa misma hora los ancianos juegan sus partidas en el parque sobre un cartón cualquiera, el mercado de quesos se llena de moscas y al caer el sol las parrillas calientan mazorcas de maíz y los vecinos se dedican a un paseo interminable de ida y vuelta, se cruzan en pequeños grupos, algunos saludan..., es un ritual, también en Berat, nos sorprende el desfile, paseos sin más, y los hombres sentados en los kafés de Girokastra, ocupando las estrechas aceras mientras los coches colapsan la calle, un embudo, horas, días sentados en las terrazas dejando pasar por delante los gobiernos, los imperios, uno tras otro, no hay días laborables en Albania, toman café turco, fuman, esperan... Mirados así, a cierta distancia, parecen dibujos animados rotos, aquel muchacho subido al viejo tíovivo de Durres, el vendedor de la rruga Haxhi Dalliu, el guardia que pasea por la casa de Enver Hoxha, ensimismado..., dibujos animados rotos... No hay guión.

* * *

sin rastro del régimen. Hay niños que miran a un partisano ahorcado en las calles de Tirana, textos escritos en las paredes de las celdas, un turista golpeando el fuselaje del avión espía, algunos cuadros tirados por el suelo y un grupo de muchachos acercándose al pie de la pirámide, dejan sus bicicletas, se descalzan y comienzan a trepar por la pared de mármol, hasta el vértice, como una ceremonia de profanación, se deslizan lentamente..., cruzamos el río, preguntamos, vamos de un lado para otro, pedimos unas korças en el Bloku, el barrio de los dirigentes del Partido donde hoy los hijos de la nueva clase media zanganean bajo las sombrillas, copian el estilo occidental..., a nuestra espalda se detiene un furgón blindado, dos guardias agarran sus metralletas con fuerza, nos retiramos de vuelta a casa...

* * *

el viaje está en la carretera, sofocante, subidos a un minibús o a un viejo mercedes, recorriendo una llanura camino de Korça mientras suena el clarinete de Bilaj, la música del sur..., dejamos Grecia a la izquierda atravesando montañas, el conductor acelera y entramos en la cuerda nerviosa por sorpresa, en este país hay prisa por llegar a ninguna parte arriesgando de verdad, las curvas son un cementerio, escapamos... con las ventanillas bajadas, fumando..., cruzamos alguna pequeña ciudad y aparecen tenduchos salpicando las cunetas..., burros, algún pozo petrolífero, gomisterías, peatones cabizbajos..., almas en pena, grabamos algunas imágenes..., se venden ajo y esparto... Con Shpetim, en su viejo taxi sin licencia, mientras sube el volumen y aparta las manos del volante para dibujar unos garabatos en el aire...

fin

::Fuente:El tronco de Senegal


Versión PDF: Descargar artículo en PDF | Enlace permanente: https://info.nodo50.org/1298