¿Son incompatibles el feminismo y el humor?

14 de agosto de 2013.

El éxito del libro Cómo ser mujer, de Caitlin Moran, ha reabierto (y cuestionado) el tópico sobre la nula capacidad de humor del movimiento feminista. ¿Qué están aportando las comediantas, directoras, periodistas, críticas musicales y otras profesionales del mundo del entretenimiento a la lucha feminista?

Recopilación sobre el libro "Cómo ser mujer" y reflexiones sobre feminismo y humor.

Lo segundo mejor de Cómo ser mujer, el libro con el que la británica Catilin Moran está alcanzando un gran éxito, es su sinceridad y cercanía, su ausencia de academicismo, pero también de ese punto elitista de la gente que, como ella -crítica musical en prensa desde los 16 años- trabaja en el entorno del mundo del espectáculo. Moran, aunque ahora sea una famosísima columnista en Reino Unido, habla sin perder nunca de vista a la niña de 13 años creciendo en una familia numerosa de clase obrera. Supongo que, de existir una “mujer normal” (al menos una “mujer normal británica heterosexual blanca de treintatantos”), Caitlin Moran consigue hablarle directamente a ella.

Pero lo mejor, sin duda, es que se trata de un libro de humor feminista. Escrito por una mujer que se define como feminista desde el primer momento y que es, por encima de todo, una auténtica payasa, en el mejor sentido del término. Según Moran, “el feminismo es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de eruditos” y son innegables las ventajas de que una periodista popular escriba un superventas que en la página 15 cita a Simone de Beauvoir y en la 18 se declara como “feminista exaltada”.

Pero hay algunos puntos a los que me parece importante no renunciar, y Moran o ni siquiera los nombra o, directamente los contradice.
Me estoy refiriendo a que el feminismo:

a) Es una solución colectiva a un problema colectivo. La joven Caitlin tiene mucha suerte de no haberse topado con ninguna manifestación machista hasta los 16 años. Y de haber arreglado la mayoría de tensiones a las que nos somete el patriarcado compartiendo unos gintonics con las amigas. Pero, para mí y la mayoría de mujeres que conozco, el proceso ha sido algo más largo. Para pasar de ese malestar indefinido y omnipresente cuando vives en una sociedad que te considera inferior, fue imprescindible vivir largas (y no siempre divertidas ni alegres) charlas, debates, lecturas, asambleas, confrontaciones, puestas en común, etc. con otras muchas mujeres. Descubrir que no eres solo tú. Bueno, quizá esta crítica es injusta puesto que la autora sí señala en numerosas ocasiones la importancia de su hermana Caz o de su amiga Rachel pero la lucha con las diversas realidades que nombra (los pechos, la menstruación, el vello, el sexo, la descendencia…), aún estando pegados al cuerpo individual de cada una, no dejan de ser problemas estructurales y colectivos.

b) Es imprescindible cambios en la vida (actitudes, acciones, lenguaje, consideraciones…) tanto de hombres como de mujeres. Moran afirma tajante que “los hombres no tienen que cambiar ni una sola cosa. Por lo que a mí respecta, los hombres pueden seguir haciendo lo que quieran. No tienen que dejar nada.” Es perfectamente comprensible que en un libro dirigido a todos los públicos (y que, según dicen, está teniendo mucho éxito entre los hombres, a pesar -o gracias a- el título) quiera huir del tópico de la feminista-que-odia-a-los-hombres. Por supuesto que ellos también son víctimas del patriarcado y, de forma individual, la “culpa” en el sostenimiento de este sistema es generalmente bastante limitada. Pero eso no implica que, para lograr una sociedad más justa e igualitaria, sea necesario que los hombres, como conjunto e individualmente, renuncien a ciertos privilegios asociados, normalmente, con el poder.

Lo mejor y peor de ser mujer.


[Cómo ser mujer es] Un libro, sin duda feminista, más sostenido en el feminismo de la propia experiencia, no homologable con la de todas las mujeres, porque tampoco existe el estereotipo femenino, sino muchas mujeres, cada una dentro de su vida. Y eso se logra encarando los grandes o pequeños atropellos machistas. Por eso Cómo ser mujer es claramente un libro radical contra la misoginia, pero el feminismo de Caitlin Moran poco tiene que ver con el defendido por la mayoría de los movimientos feministas cuyo teorema central es que la mujer debe de salir del hogar para sentirse realizada y liberada del yugo patriarcal. Lo que propugna Caitlin Moran es un feminismo basado en su propia crónica biográfica. Por eso mismo es nada o muy poco académico y sí, hasta un cierto punto, televisivo. Pero con un postulado central indiscutible: la libertad de la mujer para ser ella quien decida si sale o no del hogar, con quién construye una familia, si es eso lo que decide, cuántos hijos quiere traer al mundo o incluso si opta por depilarse o ser peluda. En otras palabras: lo que realmente debe querer una mujer es ser lo que, con todas las consecuencias es: un ser humano.

Crítica completa en el blog Brújulas y espirales.


En abril, el blog Women aren’t funny de la revista Bitch hacía un recorrido por el tópico, que cada tanto alguien pone de actualidad, de que las mujeres no son capaces de hacer humor. El artículo incluía citas de intelectuales y cómicos, y hasta delirantes estudios “científicos” que trataban de demostrar la falta de gracia del género femenino basándose en cuestiones evolutivas. Basta con echar un vistazo a la espectacular irrupción desde hace unas décadas de mujeres cómicas para comprobar que el cliché hace aguas por todas partes.

Quizás el caso más representativo es el del programa televisivo de referencia en humor en EE UU, Saturday Night Live (SNL), en el que desde los años 70 se han forjado humoristas tan destacados como John Belushi, Eddie Murphy, Chevy Chase o Bill Murray. Este late show, protagonizado en su mayor parte por humoristas varones, con guionistas varones, fue haciendo sitio poco a poco a cómicas y guionistas. El punto de inflexión llegó en 1999 cuando Tina Fey, que entonces sólo se dedicaba a escribir, fue nombrada jefa de guionistas. De pronto, muchos de los guiones estaban escritos por mujeres, para ser interpretados por mujeres, y las grandes estrellas del programa eran cómicas como Maya Rudolph, Kristen Wiig o Amy Poehler. No sólo eso: los registros del humor se ampliaron considerablemente y las actrices tenían a su disposición una amplia gama de personajes; los papeles estereotípicos que en otras épocas habían interpretado iban quedando atrás.

(...)
Si el tópico dice que las mujeres no son graciosas, imagínense lo que dice de las feministas y el humor, esas señoras malhumoradas dispuestas a censurar cualquier chiste. Aquí, una vez más, nuestras amigas anglosajonas acuden al rescate. No sólo muchas de ellas se definen sin apuros como feministas, sino que incorporan en sus guiones temáticas que el feminismo ha puesto sobre la mesa, como el aborto, la conciliación, la maternidad, el placer sexual, la homosexualidad... El sketch que lanzó a la fama a Tina Fey y Amy Poehler consistía precisamente en una parodia de las candidatas Sarah Palin y Hillary Clinton quejándose del sexismo que sufren las mujeres políticas. Algunas como Sarah Haskins y Margaret Cho usan el humor como herramienta feminista. La primera se dedicaba a analizar con mucha guasa los anuncios dirigidos a mujeres en su sección Target Women del programa Infomania. La segunda cuenta con brillantes monólogos en los que reparte hostias dialécticas como panes a fundamentalistas antielección y antigays, dietas y demás presiones hacia el cuerpo femenino.

Mención especial merecen las parodias del feminismo, mucho más hilarantes y afiladas por su evidente conocimiento de causa. Portlandia tiene alguno de sus momentos más descacharrantes gracias a las dueñas de la librería feminista Women and Women First y la protagonista de Parks and Recreation es una convencida feminista de la igualdad. Nacho Moreno, crítico de cine y autor del blog Palomitas en los ojos, recuerda de esta última “ese maravilloso episodio en el que Leslie acaba en un bar de strippers y dice: “Si tuviera que buscarme un nombre de stripper sería ‘Igualdad’”.

Reportaje "Señoras que hacen ja ja" en Diagonal.


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