"¿Qué es un Rey para ti?" o cómo la propaganda de la monarquía se cuela en las escuelas

14 de noviembre de 2014. Fuente: Infamias, ficciones y candela

"¿Qué es un Rey para ti?". Este es el nombre del conocido concurso infantil que hace unos días ha convocado la Fundación Institucional Española (FIES) con el patrocinio de la empresa de telefonía Orange y la colaboración servil de las consejerías y direcciones provinciales de Educación. Desde las instituciones públicas se promociona diligentemente la iniciativa en colegios e institutos de toda España, donde se anima a participar a alumnos de 3º de educación primaria a 2º de secundaria.

Los ganadores, tras el proceso de selección autonómico en el cual reciben sus galardones en un acto de entrega al que frecuentemente asisten los consejeros de Educación, son recibidos en audiencia por el rey, por supuesto todo con una amplia cobertura mediática cuyo enfoque va más por el lado de promocionar el concurso que por el de ofrecer una información objetiva e interesante sobre el asunto. Prueba de ello es cómo algunos periódicos se permiten calificar el evento de “cita ineludible en los programas educativos de los centros de enseñanza españoles” (copia y pega entre Europa Press, El Mundo, etc.), tratamiento similar que veíamos hace escasos días, al menos en los telediarios de la 1 y de la Sexta. Por supuesto, nunca les da por explicar cuáles son sus objetivos didácticos, por qué es ineludible y mucho menos se toman la molestia de contarnos quién está detrás de la fundación que lo convoca. La participación en el concurso, que va ya por su trigésima cuarta edición, comenzó siendo anecdótica, sin embargo hace ocho años Juan Carlos –se nota que muy preocupado por lo de la igualdad de oportunidades–, pidió que se ampliara a todo el territorio nacional “para que todos los niños de todas las Autonomías pudieran participar y tener su propia exposición en su tierra”, según se lee en la web de FIES. Ya han participado más de 700000 escolares y este año, nuevamente, esperan que varios miles de chavalines inducidos por sus maestros y profesores den rienda suelta a su creatividad para enseñarnos qué es para ellos “un Rey”.

Ni que decir tiene que los trabajos no van por el lado más oscuro de la historia, en plan “un rey es un fulano que folla con su prima, deja herederos hemofílicos y se da la vida padre con los impuestos de los campesinos”. No. Está claro que no se puede esperar eso de un niño. Ni siquiera, y la verdad es que siendo yo un poco tradicional me quedaría a gusto, muestran la típica imagen folclórica del rey bondadoso, apuesto y valiente; tan diferente de ese que cual miles gloriosus, durante una comida en el confortable comedor del Congreso afirmó ser un militar al que le gusta la guerra (Juan Carlos dixit a tenor de la última de Iraq, según apunta Iñaki Anasagasti) (1). No. Está claro que tampoco. Me conformaría con que vieran a un rey como a un tipo que a causa de una maldición fue convertido en sapo y el beso de una mujer preciosa le devolvió a su estado, gentil, y muy guapo y muy valiente. Pero tampoco es lo que se estila. Porque a pesar del nombre del concurso, resulta que “un Rey” es el rey, el de España, claro, tal como rezan sus bases: “el tema de los trabajos será la figura de S.M., y/o el papel de la Corona en España”. Y ahí se jodió el asunto. El carácter de los trabajos presentados orbita obscenamente entre la naturaleza candorosa del niño y la roída ideología del político, del adulto padre o maestro que le inculcan su idea de monarquía, según se infiere de las asociaciones que hacen los pequeñines en sus escritos y en sus dibujos: el corazón de todos los españoles, la figura que da unidad a España, el heraldo de nuestra democracia. Sin duda conceptos que los chavalines de diez años manejan con soltura. La cosa tiene un punto perverso. Está claro que los mismos niños con su misma inocencia podrían celebrar un año las bondades de la monarquía y otro las de la república, y cuando salieran al recreo con su bocadillo, el balón, su alegría y sus abrazos, sin duda fundamentos mucho más nobles, ya se habrían olvidado de la una y de la otra. Y si mal no recuerdo, a esto en mi casa se le llama comer la cabeza, conque personalmente preferiría que a mi hijo no le tocaran los cojones con esas mierdas, que son cosa de adultos. Luego resulta que todos se llenan la boca hablando de formar personas autónomas, con espíritu crítico, que piensen por sí mismas y bla bla bla. Ya. Que no digo yo que no se les deban transmitir unos valores, pero entiendo que estos han de ser universales –inexcusablemente en nuestro sistema educativo–, y la monarquía parece que dista bastante de ello. Claro que esto no les quita el sueño a nuestros queridos consejeros de Educación, los cuales dejan claro con su comportamiento y con declaraciones más propias de agentes de relaciones públicas que de responsables políticos de nuestro sistema educativo, para quién y para qué trabajan, caso del mandamás de Castilla La Mancha Marcial Marín, que en referencia a los niños que participan en el concurso nos dice que “tienen mucho más claro que los mayores que la monarquía sirve de paraguas para muchos problemas que les llueven a los ciudadanos”. Seguro que la gente que está en paro o hasta los huevos de la corrupción de sus compadres políticos se sentiría mucho más protegida del chaparrón si tuviera claro que anda el rey por ahí.

Qué es FIES

La Fundación Institucional Española se presenta como una entidad cultural privada que tiene como propósito “Hacer presente en la sociedad española el valor de la Monarquía como elemento integrador e impulsor de la convivencia. La promoción del estudio de la Monarquía como Institución y el fomento del conocimiento y respeto hacia las personas que la encarnan”. Y con estas se sirven o han servido del dinero público para realizar diversos panegíricos sobre el rey y la monarquía, publicar la revista España Real (ahora en formato web), organizar jornadas culturales y publicar memorias de las mismas en las que la corona suele resultar muy viene parada, y convocar anualmente el concurso que nos toca y el Premio FIES de Periodismo cuyos ganadores, entre otros, han sido Alfonso Ussía, Juan Manuel de Prada y la revista ¡Hola! Pero, ¿quién está detrás de las siglas?

Empecemos por el dinerín. Hasta hace unos ocho años su patrocinador era Amena, una de las empresas de telefonía móvil con más denuncias a nivel nacional en la FACUA, muchas de ellas por publicidad engañosa. Tras la absorción de Amena por la compañía Orange (antigua France Télécom), ha pasado esta a detentar el patrocinio y la promoción de nuestro concurso: http://fundacionorange.es/fundacionorange/patrocinios/reyparati.html. Esta compañía, que se las da de practicar la filantropía a través de su Fundación Orange en apoyo de personas con autismo y discapacidad visual y auditiva, conviene recordar también que es conocida por ser la empresa que ha tenido desde 2008 más de 60 casos de suicidios entre sus empleados debido a las presiones y los acosos sufridos. Cabe decir que la presidencia, tanto de Amena como actualmente de Orange España, la ejerce Luis Alberto de Salazar-Simpson, casualidades, miembro del patronato de la fundación.

Entre los benefactores de FIES, según señala el profesor de Derecho de la Información y la Publicidad de la Universidad de Vigo Ramos Fernández en su trabajo sobre la figura del rey y la publicidad (2), ha estado uno de los bancos más importantes de Portugal, el Espírito Santo, ese que recientemente ha tenido que ser rescatado con 4900 millones de euros. Su hasta hace poco presidente, Ricardo Espírito Santo Silva Salgado, fue llevado a juicio hace unos meses por su presunta relación con uno de los mayores casos de fraude fiscal y blanqueo de capital de la historia de Portugal. Pero las relaciones entre Juan Carlos y los Espírito Santo, una de las familias más ricas de Portugal y que se llevaba muy bien con la dictadura de Salazar, viene de lejos, como se apunta en Voz Populi. Fue en los duros tiempos del exilio de la monarquía en Estoril en los años sesenta cuando comenzó a labrarse su amistad entre fiestas y paseítos en barco, ya que compartían la misma pasión por la vela. En 2007 el Banco creó un consejo asesor en España presidido por Manuel Guerrero Pemán, que tenía experiencia como consejero ejecutivo de Fadesa, y aquí entramos en otra empresa benefactora de FIES. No creo que haga falta recordar que Fadesa fue uno de los mayores grupos inmobiliarios de España en los tiempos del ladrillazo, acumuló miles de denuncias por las chapuzas que empaquetó a sus compradores y en 2008, tras su fusión con Martinsa se declaró en quiebra, lo que la llevó a protagonizar la mayor suspensión de pagos de la historia de España hasta entonces. Otro de los benefactores de FIES ha venido siendo Marqués de Riscal, la marca de unas bodegas y un hotel del mismo nombre situados en Álava; hotel cuya placa inaugural tuvo la deferencia de descubrir en octubre de 2006 ni más ni menos que el propio rey Juan Carlos y cuya presidencia detenta, casualidades, Alejandro Aznar, otro de los miembros del patronato de la fundación del que hablaremos luego.

Entre sus donantes llama la atención que esté, entre otros, El Corte Inglés, esa tan conocida y reconocida empresa que tiene varias sentencias judiciales no tan conocidas en su contra por discriminar a las mujeres (es conocido lo que les cuesta alcanzar puestos superiores en comparación con los hombres, algo comprobable por cualquiera que se pasee –no es necesario comprar– por sus locales); y por ejercer presiones contra la libertad sindical. Así lo explica Enric Llopis en Rebelion.org. Esto, por supuesto, no es razón para hacerles ascos a los cheques regalo que entregan a los seleccionados en el concurso y quitar a la empresa una buena oportunidad de publicitarse.

En cuanto a los actuales catorce miembros que a título individual ejercen el patronato de FIES, tenemos entre otros al Commendatore della Estella de la República, el señor Santiago de Ybarra, de la conocida familia de empresarios vascos, con nobles incluidos. Hasta 2008 fue presidente de Vocento (ABC, El Diario Montañés, El Norte de Castilla, XL Semanal, Mujer Hoy, Mi cartera de inversión, etc.), grupo de medios de comunicación conocido por su tradicional ideario monárquico y por estar lejos de ser ejemplo de periodismo objetivo y libre, como señala el periodista Pascual Serrano, sobre todo cuando se trata de noticias que atañen al BBVA (cuyas oscuras ramificaciones son dignas de una primera plana). Claro, que este es el banco del que era presidente el hermano de Santiago, el señor Emilio Ybarra. A modo de anécdota decir que Santiago jubilado, según apunta el mencionado periodista (3), se mete en el bolsillo una pensión vitalicia de 300000 euros anuales.

Otro al que no veremos por la cocina económica es el Caballero de la Gran Cruz de la Justicia de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge y heredero del patrimonio económico y nobiliario de la Casa de Alba, ahí es nada, el señor Carlos Juan Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo.

También nos encontramos con Jaime Carvajal Hoyos, hijo de Jaime Carvajal y Urquijo (del Banco Urquijo, claro, marqués de Isasi y amiguete de la infancia del rey) y de María Isabel de Hoyos y Martínez de Irujo (duquesa de Almodóvar del Río); casado con Alejandra Falcó (marquesa de Mirabel). Jaime Carvajal ha sido currante en Lehman Brothers (los de somos un banco excelente y al día siguiente quiebran y montan la de dios es Cristo).

Alejandro Aznar Sainz (de otra rica familia vasca con nobles de por medio y otrora con importantes acciones en el Banco Urquijo), uno que gracias a sus negocios heredados de bodegas y navieras y otras tonterías acapara una fortuna estimada en algo más de un par de cientos de millones de euros. Cabe decir que posee el 41% de la empresa Seguriber, la empresa que llevaba el control del trágico Madrid Arena y de la que es presidenta su mujer, la señorísima Mónica de Oriol, esa que escupió perlas como que había que bajar el salario mínimo porque muchos jóvenes no valían para nada y que era un problema contratar a mujeres en edad de parir (por cierto, otra con urquijos, ybarras y marqueses en su árbol genealógico).

Alfonso Rodés Vila, alto cargo de la agencia de comunicación Havas-Media de la que es accionista en tanto que miembro del Grupo Rodés. El caso de esta familia es paradigmático. Mientras que Alfonso apoya la monarquía desde la fundación, su hermano Fernando Rodés es presidente de Ara, periódico amigo del nacionalismo catalán línea CIU. Está claro que los negocios son los negocios, y para triunfar conviene estar a bien con todos. Fernando Rodés se vio implicado hace un par de años en una denuncia hecha a raíz del proceso de privatización de la empresa pública de gestión de agua Aigües Ter Llobregat, según El Confidencial. Entonces Fernando era presidente del Consejo Asesor de Desarrollo Sostenible de la Generalitat al tiempo que miembro del Consejo de Administración de Acciona, a la sazón la empresa adjudicataria. Por cierto, que el patriarca Leopoldo Rodés fue presidente del Banco Urquijo.

Ya hablamos antes de Luis Alberto de Salazar-Simpson, consejero del Banco Santander, presidente de Orange España y de la Fundación Orange, y que entre los muchos cargos que ha desempeñado están los de gobernador civil de Vizcaya y director para la Seguridad del Estado. Cuando era presidente de Amena llegó a ser recibido en audiencia por el rey, como cualquier otro empresario del montón, y en el año 2000 recibió el Premio Tiépolo (galardón concedido por las cámaras de comercio de Madrid y de Italia en España) de la mano de su concuñado, el entonces ministro de Economía Rodrigo Rato, sí señor, el expresidente del FMI, experto en irse de rositas de la quiebra de Bankia y amigo de pagar fiestones con tarjetas opacas.

Esta infamia nos lleva a otro miembro del patronato, el afamado empresario y hasta hace unos días vicepresidente de la CEOE Arturo Fernández, amigo de cacería del rey y uno de tantos compañeros de foto del pequeño Nicolás. Arturo ha estado de actualidad estas semanas por ser el inocente usuario de una de esas tarjetas opacas; el muy vivales llegó a pagar cerca de 9000 euros en sus propios restaurantes del grupo Cantoblanco. Aparte de esto sus empresas acumulan denuncias por rebajar de forma improcedente el pago a sus empleados, pagar en negro y adeudar varias nóminas a un par de cientos de trabajadores de los que sudan.

Reflexión final

Toda monarquía precisa de un imaginario popular que la sostenga, y en el caso de la española lo encontramos en sus mismos orígenes. Ya en la Edad Media Fernando III encontró un buen propagandista en la figura de un arzobispo llamado Ximénez de Rada, el cual reelaboró legendarias historias y ligó la institución real a la figura del mítico Hércules, amén de vincular a los pobladores de la península con ascendientes bíblicos directamente emparentados nada menos que con Noé. Tales asociaciones debieron resultar interesantes a Alfonso X para su propósito de dar unidad a la península ibérica y avalar la monarquía, en cierto modo asentada en su día por el forzudo griego, ya que las recuperó para su historia oficial en la Estoria de Espanna (4). Con el paso de los siglos y la popularización del conocimiento y la cultura, evidentemente estas historias ya no cuelan, y la institución ha de echar mano de otros artificios, de diferentes instrumentos de propaganda, de nuevos mitos. Mucho más cerca en el tiempo, resulta llamativo cómo un estudio estadístico realizado en 1970 por la Fundación para el Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada (FOESSA) revelaba que la forma de gobierno preferida por los españoles era la república, con un 49%, frente a un 29´8 que prefería el franquismo y tan solo un 20´8 la monarquía (5). Por supuesto que entonces se realizó una campaña promocional de la institución para que los inmaduros españoles vieran con buenos ojos al monarca propuesto por el caudillo. Y resultó, esta vez gracias a Radiotelevisión Española, de la que entonces era director general el futuro presidente Adolfo Suárez. Con la democracia y la democratización –relativa– de los medios de comunicación la institución precisó de nuevos recursos. Ya no servían las historias de héroes griegos y Radiotelevisión Española no era suficiente. Vino lo de garante de la democracia con lo de Tejero –paradojas del destino, habiendo sido nombrado a dedo por un dictador–, lo de símbolo de la unidad de España, y para su promoción se subieron al carro FIES, los Premios Príncipe de Asturias. Que es evidente que nuestro concurso es una forma de propaganda lo reconoce hasta el mismo presidente del patronato de la fundación, Rafael Guardans, el cual ha declarado que “es una manera clara de acercar a la familia y a los colegios a la figura del Rey”; por supuesto el nuevo rey no es tonto y “se interesó por el concurso, asegurando que tenía mucha repercusión en los medios”. Pero es algo recíproco. Parece haber quedado demostrado que tanto se vale la institución monárquica de FIES como los miembros de su patronato y las empresas vinculadas con la fundación se benefician de la publicidad que supone su asociación con el rey.

Decía Foucault que “el poder político se ejerce también por mediación de un determinado número de instituciones que aparentemente no tienen nada en común con él, que aparecen como independientes cuando en realidad no lo son. Esto se podría aplicar a la familia, a la universidad y, en términos generales, al conjunto del sistema escolar que, en apariencia está hecho para distribuir el saber y en realidad para mantener en el poder a una determinada clase social y excluir de los instrumentos de poder a cualquier otra clase social” (6).

Habrá quien piense que las palabras del filósofo francés son los desvaríos de un izquierdista beligerante y trasnochado; a mi modo de ver, definen un poquitín al menos la realidad de nuestro sistema educativo. El empeño que ha tenido FIES en meterse en él y la servil diligencia con que políticos y funcionarios promocionan su concurso, desde los consejeros de educación hasta maestros y profesores, solo es un pequeño pero muy gráfico botón de muestra de cómo, retomando a Foucault, el poder se sirve del sistema educativo para realizar propaganda de sus adalides y sentar las bases de una elaborada fosilización de las estructuras sociales injustas que domina y de las que se alimenta, aquí a través de sus candorosas majestades los niños y bajo la apariencia de un inocente concurso infantil.

Por cierto, ya de tirar adelante, hay algo del concurso de lo que sí que se puede sacar algún provecho didáctico: enséñenles a los alumnos que la RAE recomienda escribir “rey” con minúscula, incluso si adquiere la respetabilidad que le otorga a uno ser nombrado de forma democrática.

Notas:


1. Iñaki Anasagasti, Una monarquía protegida por la censura, ed. Foca. “Cuando nos quedamos sin reporteros gráficos, hablamos de la guerra con D. Juan Carlos. Nos preocupó su simplona argumentación justificando aquella odiosa aventura […]. Nos dijo que a él como militar le gustaba la guerra, y fue entonces cuando le dije que por qué no se iba a Iraq o mandaba a su hijo a aquella locura”.
2. Fernando Ramos Fernández, “La utilización publicitaria de la imagen del rey y la familia real”. ÁMBITOS. Nº 11-12 – 1er y 2º Semestres de 2004, pp. 9-38. Interesante también: “El “tabú” periodístico de la monarquía en España. La crisis real y la crisis coyuntural”, en Revista latina de comunicación social: www.revistalatinacs.org/068/paper/975_Vigo/09_Ramos.html
3. Pascual Serrano en Traficantes de información, ed. Foca, realiza un detallado análisis sobre la propiedad de los medios de comunicación españoles.
4. Alfredo Vigo Trasancos “Tras las huellas de Hércules. La Estoria de Espanna, la Torre de Crunna y el Pórtico de la Gloria”, QUINTANA, Nº9 2010, pp. 217-233: www.usc.es/revistas/index.php/quintana/article/download/59/186
5. Patricia Sverlo en Un rey golpe a golpe, ed. Txalaparta, comenta esta y otras muchas “curiosidades” acerca del rey jubilado.
6. Michel Foucault, Estrategias de poder, Paidós.

Blog del autor: infamiasficcionesycandela.wordpress.com/


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