¿Por qué no lo reivindican?

17 de enero de 2015. Fuente: Borroka garaia da!

Hace poco escribía del porqué el estado español no tiene el valor de decir a su propia gente sus propias motivaciones y lo que hacen, intentando mantener en la ignorancia política a su supuesto pueblo. La creación de fanatismo, que blinda al estado, es un motivo también de esa falta de valor.

Borroka garaia da!

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Ese fanatismo irracional que crea una realidad virtual donde el monopolio del sufrimiento se cree en posesión única. Desde esa atalaya, los culpables de la situación que ha vivido y vive Euskal Herria hacen sus cálculos y negocios, mientras se regocijan de la ignorancia que han podido inocular en un pueblo al que han amaestrado para que se sienta con derecho a todo sobre el pueblo vasco y libre de toda culpa.

Esclavizarlos en la ignorancia política es uno de los pasaportes para esa hegemonía del poderoso. La opresión nacional y social vasca es la propia opresión del pueblo español. Y nunca ese pueblo podrá poner las bases para su libertad hasta que no deje definitivamente en paz a Euskal Herria para que recorra su propio camino tras tantos siglos de imposición estúpida e injusta. Pues el conflicto, no es un “conflicto vasco”, sino sobre todo español y francés.

Las cárceles españolas son auténticas máquinas para destrozar al ser humano. Fueron levantadas para mantener la injusticia de un régimen que solo defiende al poderoso y al ladrón. Por eso están llenas de pobres y de los que se enfrentan a la injusticia. Como los abogados vascos que recientemente han sido encarcelados.

No dicen a su supuesto pueblo la verdad. No dicen que la política penitenciaria diseñada contra la disidencia vasca juega calculada y conscientemente con variables de tortura, muerte, y conculcación de derechos todos los días. Todo ello con el mero interés de algo que nunca han explicado porque les pondría en su lugar.

Josu Uribetxeberria no se ha muerto. Lo ha matado la política penitenciaria, la tortura, la desasistencia sanitaria y la dispersión. Pero no lo reivindican. Le fue diagnosticada metástasis tras 7 años de habérsele detectado cáncer de riñón y no haber sido hospitalizado. Se vio obligado a realizar una huelga de hambre para según sus palabras en el caso de morir hacerlo con dignidad. Porque pese a que se le ha arrebatado todo, eso nunca pudieron.

En estos momentos también hay presos políticos que se encuentran al borde de la muerte con enfermedades gravísimas. Cuando se está en libertad, intentar salir adelante con una grave enfermedad es algo durísimo de llevar para el que lo padece, además de para familiares y entorno cercano, cuando una situación de extrema gravedad se malvive entre las cuatro paredes de la cárcel, sin tratamiento médico adecuado, en unas condiciones insufribles, con medidas políticas diseñadas para quebrar al preso y que incluso se extienden a familiares mediante la dispersión, no tiene nombre esa situación. Eso no es “morirse”.

Hasta en los peores conflictos más descarnados existen unas leyes y reglas que de ser sobrepasadas nos llevan a los últimos peldaños de la miseria humana. La tortura entraría en esa oscura clasificación, el tratamiento degradante y exterminador de presos y presas también. El estado español debería de dejar inmediatamente de caminar por esos peldaños.


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