Las abuelas de Plaza de Mayo recuperan a otro nieto

7 de noviembre de 2015.

Las Abuelas de Plaza de Mayo informamos con enorme alegría que hemos encontrado al hijo de Stella Maris Montesano y Jorge Oscar Ogando, y nieto de la Abuela Delia Giovanola de Califano, una de las doce fundadoras de nuestra Asociación, que hoy nos acompaña para compartir esta feliz noticia.

Virginia Ogando, hermana del nieto encontrado, también fue un actor clave en esta búsqueda. El 15 de agosto de 2011, la joven falleció, como una consecuencia más del terrorismo de Estado, pero su sangre albergada en el Banco Nacional de Datos Genéticos permitió determinar en un 99,99 por ciento el vínculo filiatorio.

La familia

Stella Maris nació en La Plata el 3 de septiembre de 1949 y Jorge, el 28 de noviembre de 1947 en Tornquist, provincia de Buenos Aires.

En 1973 nació su primera hija, Virginia. Ambos militaban en el PRT-ERP y el 16 de octubre de 1976 fueron secuestrados en su departamento por un grupo de tareas compuesto por militares y policías. Virginia quedó sola y una vecina se comunicó con Delia para avisarle lo que había ocurrido. Desde entonces, la Abuela se hizo cargo del cuidado de la niña, de apenas tres años.

Stella Maris estaba embarazada de ocho meses al momento del secuestro. Según testimonios de sobrevivientes, la pareja permaneció detenida en el centro clandestino de detención "Pozo de Banfield", donde la joven, el 5 de diciembre de 1976, dio a luz a un niño al que llamó Martín. Luego del parto, fue llevada al "Pozo de Quilmes".

Las búsquedas

Desde el momento de la desaparición, Delia emprendió la búsqueda de la pareja. Primero, en soledad; luego, junto a otras Madres que también habían sufrido la desaparición de sus hijos. En 1977, algunas de ellas advirtieron que además buscaban a los hijos de sus hijas o nueras embarazadas o a sus nietos secuestrados. Entonces, emprendieron juntas la búsqueda de esos niños y niñas. Recorrieron casas cuna, juzgados, comisarías e iglesias.

Delia fue una de estas doce mujeres fundadoras de lo que luego sería la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. De a poco, nos fuimos sumando muchas más para caminar codo a codo a lo largo de estos 38 años y creamos distintas estrategias para llegar tanto a jóvenes con dudas como a personas que pudieran aportar información sobre nuestros nietos apropiados.

Entre 2006 y 2008, Abuelas recibió tres denuncias anónimas, por teléfono y por mail, en las que se planteaba que quien hoy sabemos es el nieto de Delia había sido inscripto como hijo propio de quienes decían ser sus padres. También, se indicaba que en su familia circulaba el rumor de que había nacido en un centro clandestino de detención.

El 30 de marzo de este año, este hombre se acercó a Abuelas con fuertes sospechas de ser hijo de desaparecidos. Luego de ser entrevistado por el área de Presentación Espontánea, la consulta siguió los carriles correspondientes y fue derivado a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI), donde comenzó la investigación documental.

Como el nieto vive desde hace 15 años en el exterior, la extracción de sangre se produjo a través del Consulado del país en el que reside, el 15 de mayo de este año. Gracias al trabajo mancomunado de distintas instituciones del Estado, la muestra llegó a la Argentina y fue recibida por la dirección de Derechos Humanos de la Cancillería, que la remitió a la CoNaDI. En junio, fue derivada al Banco Nacional de Datos Genéticos para efectivizar el estudio.

Esta mañana, el Banco informó finalmente a la CoNaDI que el joven es hijo de Stella Maris Montesano y Jorge Oscar Ogando.

En esta larga búsqueda, Delia recorrió toda la Argentina con el anhelo de encontrar a Martín y a los cientos de jóvenes apropiados por el terrorismo de Estado. Hace menos de un mes viajó a Europa para difundir la lucha de la Asociación en el exterior, con la esperanza de llegar a algún hombre o mujer con dudas sobre su identidad.

Hoy, Delia se enteró de que su nieto vive fuera del país. La amplificación de esta búsqueda da resultados concretos: nuestros nietos pueden estar en cualquier lugar del mundo.

Aún falta restituir la identidad de casi 400 hombres y mujeres. Ellos son presente, porque sólo con Memoria, Verdad y Justicia se puede construir un futuro democrático. Sus Abuelas, hermanos, tíos, primos y familiares necesitamos saber qué pasó con ellos. Pero también, como sociedad, tenemos el deber de resolver su identidad, que es la identidad de nuestro pueblo.

Agradecemos a todos aquellos que se hacen eco de esta noticia y a quienes trabajan día a día para que estos abrazos postergados finalmente se hagan realidad.

La historia de Martín Ogando Montesano, el nieto número 118

Por testimonios de sobrevivientes del Pozo de Banfield, se sabe que nació el 5 de diciembre de 1976 en ese centro clandestino. Sus papás eran Stella Maris Montesano, y Jorge Oscar Ogando, ambos militantes del PRT-ERP. Su hermana Virginia tenía tres años cuando los secuestraron y quedó al cuidado de su abuela Delia Giovanola. Se suicidó en 2011, sin llegar a conocer a su hermano, a quien buscó sin cansancio.

Martín Ogando Montesano, el nieto 118, nació hace 38 años en el Pozo de Banfield, un centro clandestino regenteado por el general Ramón Camps, cuyo juicio empezará en poco tiempo. Los sobrevivientes contaron cómo su madre lo dio a luz en esa brigada de la policía de Buenos Aires. En octubre de ese año, una patota de militares y policías entró a su casa y se llevó a Stella Maris Montesano, embarazada de ocho meses, y a Jorge Oscar Ogando, empleado bancario. Ambos militaban en el PRT-ERP. Victoria Ogando, la hija de tres años, fue rescatada por una vecina la noche del secuestro. Quedó al cuidado de la abuela paterna, Delia Giovanola de Califano, que la crio. Delia fue una de las primeras Madres en marchar en la plaza. Fue después una de las fundadoras de Abuelas. Después del parto Stella Maris fue trasladada al Pozo de Quilmes. Los dos siguen desaparecidos.
Delia y el resto de la familia se enteró por un sobreviviente que había compartido el cautiverio con Stella, que ella les enviaba el mensaje de que se encontraba a punto de dar a luz y que si su hijo era varón lo llamaría Martín. Según el testimonio de Alicia Carminati, una sobrevivienrte, se supo que Stella estuvo detenida junto a su esposo Jorge en el Pozo de Banfield. Estuvieron en un pasillo de ese centro clandestino hasta que Stella fue trasladada a la celda donde estaba Alicia. Fue el 5 de diciembre de 1976, tres semanas después del traslado a esa celda, cuando Stella comenzó con el trabajo de parto. Después de que sus compañeros pidieron asistencia, fue trasladada a otro lugar del centro clandestino, no saben cuál, junto con la estudiante de Medicina Graciela Gladys Pujol, que también estaba detenida ilegalmente en Banfield.

El 15 de diciembre, Stella volvió a la celda que compartía con Alicia. Le describió el lugar precario donde había nacido Martín: apenas contaba con una cama y un colchón. No recordaba que hubiera habido médicos, pero sí que la había asistido su compañera de cautiverio, Graciela Pujol. Stella dio a luz a su hijo con los ojos vendados. Un militar lo arrancó inmediatamente de sus brazos para siempre. La madre de Martín conservó el cordón umbilical de su bebé, que sirvió como un recuerdo que pudo compartir con Jorge: se lo hizo llegar de mano en mano como prueba de su nacimiento.

Ahora, además de empezar a recorrer el largo camino para procesar su historia, Martín deberá enfrentar otra verdad pesada: en agosto de 2011, después de buscarlo sin respiro durante toda su vida, su hermana Virginia se suicidó en la ciudad de Mar del Plata. Tenía 38 años, la edad que ahora tiene su hermano. En la carta de despedida que dejó dijo que esperaba reunirse con sus padres.

"Ni el afecto de su abuela y demás familiares, compañeros y amigos, ni la asistencia psicológica, pudieron en su caso contra las huellas imborrables de aquel descenso a los infiernos del terrorismo de Estado", lamentaron durante esos días de tristeza desde la Secretaría de Derechos Humanos: “Su muerte es también un crimen imputable a los genocidas”. Victoria dejó dos hijos.

Vicky —como la llamaban todos—, se había unido a la búsqueda institucional de Abuelas desde los primeros años. Había militado en HIJOS y en Abuelas, y su abuela Delia fue durante largos años una de las referencias indispensables de Abuelas en La Plata. Regularmente, Vicky llegaba a la filial platense de la institución, en un sexto piso, para preguntar por las novedades o contar las pistas que llegaban hasta ella y luego se esfumaban sobre el destino de Martín. Se desvivía por encontrarlo: en sus últimos años, organizó una campaña de difusión en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, donde había trabajado su viejo. Logró que los salones frescos del edificio central, en pleno centro de la capital de la provincia, estuvieran sus fotos y la vida mutilada de sus padres; la búsqueda, o las búsquedas: la de Abuelas —que siempre acompañó— y la suya propia, asfixiante, incondicional, que trascendió a la otra. Hizo un blog y un perfil de Facebook para potenciar la búsqueda.

“Duele su ausencia, pero el dolor cede cuando miro a la abuela a los ojos y, al hacerlo, me envuelve su ternura y veo en sus pupilas sus sonrisas y en ellas me veo y, por ese milagro del amor, te presiento y te siento. Sé que estamos tan cerca que pronto, en esos mismos ojos, los veremos juntos y compartiremos esa ternura que tornará en felicidad”, escribió en mayo de 2010. Llegó a participar del programa “Gente que busca gente”, de Franco Bagnato, y contó su historia en el documental “Hermanos de sangre, la búsqueda continúa”, producido por área audiovisual de la Universidad Nacional de La Plata.

“Lo único que falta para que este contacto virtual se haga real, es que coincidamos en tiempo y espacio frente al monitor y que, entonces, aquel sentimiento de duda se haga realidad y el camino del encuentro se inicie”, había escrito Virginia. “Pronto –agregó– nos vamos a reunir en un abrazo cada vez más impostergable”. Una cita de Eduardo Galeano, en el blog, ayudaba a comprender la intensidad del deseo: “Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana”.

“Mi hermano fue una persona concebida con amor, querida por la familia, y que la realidad le hizo vivir otra historia. La consecuencia de la dictadura hizo que Martín no tuviera una crianza como la mía, y poder compartirla”, dijo ante las cámaras, al borde del llanto.

La lucha de Virginia Ogando Montesano por recuperar a su hermano Martín

Vicky tenía tres años en octubre de 1976 cuando se produjo el secuestro de su madre Stella Maris Montesano de Ogando, embarazada de ocho meses, y de su padre, Jorge Oscar Ogando.

La noche del operativo en su casa en La Plata, Vicky estaba durmiendo la cuna y cuando la patota compuesta por miembros de las fuerzas militares y policiales se retiró, una vecina buscó a Virginia y la puso en contacto con su abuela, Delia Giovanola de Califano, quien se encargó de la crianza y fue una de las doce fundadoras de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Según testimonios de sobrevivientes, Jorge, su papá, permaneció en el centro clandestino de detención "Pozo de Banfield", mientras que Stella Maris, su mamá, fue vista en el CCD "La Cacha" y luego fue llevada a parir a Pozo de Banfield, donde dio a luz a un niño el 5 de diciembre de 1976 al que llamó Martín.

Después del parto Stella Maris fue trasladada al CCD "Pozo de Quilmes", ambos continúan desaparecidos. Junto a Delia, Virginia buscó incansablemente a su hermano Martín.

Hoy (por el 15 de agosto de 2011) decidió poner fin a su vida. Tenía 38 años

Esta carta es la última que Virginia publicó en el blog dedicado a su hermano Martín, tal como los papás lo llamaron. Es del viernes 28 de mayo de 2010:

Y SIENTO QUE MAÑANA ESTÁ CADA VEZ MÁS CERCA DE AYER

Querido Hermano:

Me viene a la mente aquella frase de Galeano que dice "Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana." ¿Y sabes que? siento que ese mañana nuestro se aproxima.

En estos días, en ocasión de los festejos por el bicentenario, fui viendo los distintos eventos que se llevaban a cabo en Buenos Aires y me fui deteniendo, con particular interés en algunos, entre los que me llamaron la atención me detuvo la serie de canciones que conformaban el homenaje al rock nacional e inevitablemente, el tránsito que por ese derrotero se llevó a cabo me condujo al recuerdo de papá y mamá, los imaginé entonces jóvenes, alegres, esperanzados, asistiendo a marchas, actos o simplemente disfrutando de esos temas tan ricos en sus letras y me sentí transportada en el tiempo y los ví, y los oí cantar ese himno que es "La balsa", subiéndose a la locura de partir hacia la búsqueda de un mundo mejor, yendo a naufragar.

Y, por esas cosas que tiene la magia del pensamiento, al ver tanta y tanta gente festejando, me vi y nos vi, cantando entre esa multitud, y sentí que estaba junto a vos alegre y feliz y que, como consecuencia de tanta memoria acumulada, aquel naufragio se había transformado en dulce reencuentro.

Como me gustó mucho y sintiendo que, de alguna manera, habla de nosotros, te incluyo en esta carta el pensamiento que a mi amigo José le generó la actuación de Los Olimareños cuando cantaban "Hasta siempre Comandante". La copie de su perfil de Facebook y dice así:

"Y entonces... revivió de repente aquel tiempo de ideales compartidos, de sueños de un futuro de igualdades, de tanta palabra, canto y poesía proclamando una nueva era, y la tormenta se disipó, el río Olimar se hizo canción y una entrañable transparencia se hizo consistente presencia a través de 30.000 ausencias que, por un breve y mágico momento, reaparecieron, cobijadas en un manto de miles de pañuelos blancos cruzados por un cielo empecinadamente azul, y 400 esperanzas de reencuentro se percibieron un poco mas cercanas."

Creeme que cada una de estas cartas que escribo me provoca una profunda emoción y que resulta imposible evitar que las lágrimas bañen la costa de mis ojos, cuando las releo o cuando las comparto con los seres que más amo, pero no son lágrimas de dolor, ¡son de esperanza!, esa empecinada esperanza que me provoca la certeza de que pronto nos vamos a reunir en un abrazo cada vez más impostergable.

Te quiere mucho

Tu hermana Virginia.

Fuentes


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