Historia de las movidas en banca, años 80

11 de mayo de 2012.

Recuperamos este artículo sobre las luchas sindicales en el sector de la banca desde los años 80, recogido en el libro ZARAGOZA REBELDE: GUÍA DE MOVIMIENTOS SOCIALES Y ANTAGONISMOS

Organizado como una guía de la ciudad de Zaragoza, este libro cuenta la historia de movimientos sociales y fuerzas antagonistas que han latido en esta ciudad durante el último cuarto del siglo XX.
Y lo hace a través de los textos y de las imágenes de quienes lo vivieron. Mas de ciento cincuenta autores, mujeres y hombres, sin afán de protagonismo, que fueron motores y son ahora correa de transmisión de la Zaragoza Rebelde, y que se prestan a ser los hilos de la memoria que van tejiendo las redes entre los movimientos y antagonismos sociales de Unas épocas y otras.
Guía para callejearla, para elegir rutas y paradas, para pasar de largo o detenernos en los lugares propuestos, relatos honestos, subjetivos, contradictorios…
Cada lector/a está invitado a hacer su camino a través de estas historias, y a disfrutarlo, porque, como versó Kavafis, la rebeldía nos ha dado este hermoso viaje, sin ella no habríamos zarpado.

Mi incorporación al mundo laboral se produce en 1976: entro a trabajar en uno de los bancos históricos de este país. En aquel entonces en la banca existían multitud de categorías (botones, ordenanzas, subconserjes, conserjes, limpiadoras, telefonistas, chóferes, administrativos, técnicos, etc.). La inflación en aquellos años era galopante, como ejemplo recordar que en 1979, ante la imposibilidad de llegar a algún acuerdo entre la patronal bancaria y los sindicatos, se produce un laudo de obligado cumplimiento para las entidades bancarias de carácter privado, donde la Dirección General de Trabajo resolvió incrementar un 14 por 100 los salarios.

A principios de los años ochenta, la plantilla bancaria la formaban unas 165.000 personas y la estructura era de un setenta por ciento de administrativos y un treinta por ciento de técnicos, lo que suponía mayores posibilidades para que las movidas laborales salieran adelante. Hoy en día esto ha cambiado, ya solo hay unas 110.000 personas en la banca y ahora los técnicos suponen el setenta por ciento de las plantillas.

En marzo de 1983 se convoca huelga de tres días en vísperas de las vacaciones de Semana Santa (qué malos eran los sindicatos mayoritarios en esos tiempos) por el convenio colectivo. Entonces éramos más luchadores y reivindicativos; nuestra función era quedar la noche anterior a la huelga e inutilizar las cerraduras de las oficinas bancarias y cajeros automáticos (con palillos, silicona, etc.), además de pintar con spray las fachadas llamando a la huelga. Muchas noches la policía nos seguía discretamente y hacía bastante la vista gorda. Por la mañana, a madrugar e intentar impedir que entraran los esquiroles al curro. El seguimiento de la huelga era bastante aceptable para lo que hay hoy en día en el sector.

A finales de abril del 83 se convoca una nueva huelga de siete días. Los presidentes de los siete grandes bancos de entonces (Banesto, Central, Bilbao, Vizcaya, Santander, Hispano Americano y Popular) se reúnen para intentar evitarla, cosa que logran dado que se desconvoca y venden a los sindicatos mayoritarios el caramelo envenenado del acuerdo, incluyendo la jornada partida y la movilidad geográfica y funcional en el sector. CCOO, que ya por aquel entonces daba muestras de sus enormes tragaderas, acepta convocar un referéndum para la jornada partida que se celebra en el mes de julio. Esta consulta fracasa. UGT (que propugnó la abstención) se alía con el FITC (sindicato amarillo) cuyos dirigentes esgrimían como principal bagaje sindical el haber firmado la jornada continuada en tiempos del sindicato vertical.
Veinticinco años después, la jornada partida (que siempre persigue la patronal bancaria) todavía no existe. Este proceso supuso una ruptura muy importante en las relaciones entre los dos grandes sindicatos.

En noviembre de 1987 se produce una gran eclosión en la banca, el Banco Bilbao lanza una opa sobre Banesto que no logra su objetivo. Sin embargo supone el pistoletazo de salida para un proceso que ha condicionado el sector en los últimos veinte años. Comienza la era de las fusiones bancarias, que consigue hacer desaparecer la figura de las familias como referentes de las entidades. De siete grandes bancos, hoy han quedado reducidos a cuatro. En 1988 se produce la fusión entre el Bilbao y el Vizcaya, luego seguirán otras como todos recordamos. En diciembre de 1993 se produce otro terremoto en la banca española, la intervención del Banco de España en el Banesto del yuppi Mario Conde; esto supone además el gran salto, al menos en tamaño, del Santander de la familia Botín. Este banco desencadena la guerra del pasivo y del activo, consiguiendo inaugurar con esas decisiones una nueva forma de hacer banca que supone agresividad comercial en la red, competencia a muerte, operaciones a corto plazo con notables beneficios y compras en Latinoamérica, marcando el ritmo a la competencia, aprovechando esa posición de privilegio para hacer con el Central Hispano la primera fusión de la era del euro.

Los grandes perjudicados de esta nueva forma de hacer banca son los trabajadores, que a partir de entonces ven como la agresividad por la consecución de más beneficios, les llevan a unas dosis de presión y agobio en el trabajo que ha llegado hasta nuestros días.

A comienzos de los noventa, los problemas para conseguir firmar convenios aceptables eran una constante, los trabajadores nos volvemos a ver abocados a convocar movilizaciones, pero los tiempos han cambiado, la composición de las plantillas bancarias es distinta (muchos más jefes) y las huelgas no son tan secundadas; los sindicatos mayoritarios pasan a desempeñar un papel mucho más institucional, comienzan a forrarse de dinero con temas como la formación continua y los pactos con los bancos. En Zaragoza, recuerdo con nostalgia las últimas huelgas en la banca (año 1990) que, estoy convencido, no volverán. Entonces teníamos más imaginación. Me viene a la memoria una gran pancarta en forma de puerta de entrada a una jaima (hasta con palmeras dibujadas) donde se leía “Cueva de Alí-Ba-Bank”, que colocábamos a la entrada de los principales bancos del entorno de la Plaza de España, y con este simpático detalle recuerdo que éramos felicitados por muchos ciudadanos que compartían con nosotros su malestar con los bancos. Dábamos octavillas con nuestras reivindicaciones y los datos escandalosos de los beneficios bancarios que además salían del bolsillo de los sufridos clientes. También montábamos vermús populares, recuerdo uno en especial en la misma fachada del Banco de España que fue todo un éxito de público. Qué tiempos aquellos, desde entonces no se han vuelto a convocar huelgas en la banca ni se convocarán. Los sindicatos mayoritarios se convirtieron desde esos años en máquinas de ganar dinero y pasaron a ser empresas de servicios, incluso algunos dirigentes sindicales (como está publicado) se han hecho verdaderos millonarios a costa de tragar con lo que el capital les demanda y de vender a los trabajadores.

No puedo ser optimista, la situación actual es mucho peor, las presiones laborales en la banca están a la orden del día, se siguen haciendo miles y miles de horas extras fraudulentas, crecen las subcontrataciones, se siguen perdiendo miles de empleos, ha caído muchísimo el poder adquisitivo en los últimos años gracias a los nefastos convenios firmados por los sindicatos mayoritarios. El futuro no es halagüeño sino al contrario: los trabajadores están totalmente desmovilizados, resignados, apáticos, conformados y, lamentablemente, amparados en el peligroso sálvese quien pueda. Los bancos tienen futuro (se seguirán forrando) pero para los trabajadores es incierto.

José Antonio Martínez Ferrando

Artículo publicado en ZaragozaRebelde 1975-2000


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