Grecia y lo que de verdad cuenta: un gobierno europeo antiausteridad

14 de abril de 2015. Fuente: Sin permiso

“La cosa va más allá de esa gravísima situación, visible en cada calle y en cada muro de la ciudad de Atenas. Va más allá, y apunta al futuro mismo de Europa, y más allá incluso del futuro de Europa, al significado propiamente dicho de la palabra “democracia” en nuestra época.”

Por James K. Galbraith

Acabo de volver de Atenas, en donde durante los últimos días he tenido el privilegio de trabajar con el gobierno de Grecia, particularmente con el Ministro de Finanzas y buen amigo mío, Yanis Varoufakis. Son dos ya, por el momento, las ocasiones en que he podido ser testigo directo del drama europeo desde una atalaya de privilegio.

La primera fue durante la semana de negociaciones en que se forjó el acuerdo histórico del 20 de febrero [Véase en SinPermiso: AQUÍ y AQUÍ.] La segunda, ahora, durante estas últimas semanas en Atenas, que han sido también interesantes porque han precedido a una serie de pagos, entre ellos uno harto copioso al Fondo Monetario Internacional. Ambos momentos han gozado –digámoslo así— de gran seguimiento y han despertado interés en todo el mundo, señaladamente en los círculos financieros.

Lo que anda en juego en Grecia va mucho más allá de cuestiones meramente financieras. Va más allá de la situación de un país pequeño e históricamente mal gobernado que tiene unas instituciones débiles y que ha sufrido abominablemente a raíz de la crisis de los últimos cinco años: ha perdido más o menos el 27% de su PIB, registra unas tasas de desempleo comparables a las de Estados Unidos durante el peor momento de la Gran Depresión, sus tasas de desempleo juvenil superan el 50%, y no hay ámbito de su vida pública y social que no esté transido de graves tensiones.

Pero, como digo, la cosa va más allá de esa gravísima situación, visible en cada calle y en cada muro de la ciudad de Atenas. Va más allá, y apunta al futuro mismo de Europa, y más allá incluso del futuro de Europa, al significado propiamente dicho de la palabra “democracia” en nuestra época.

Lo que los griegos han hecho estos últimos meses resulta sencillamente asombroso; de aquí mi decisión de involucrarme en la situación hasta donde me ha resultado posible. Digámoslo claro: lo que han hecho es desmantelar –yo creo que definitivamente— toda la clase política política del país.

Han puesto fin a un duopolio bipartidista podrido y corrupto y han establecido un gobierno de disidentes, activistas y profesores, entre los que se encuentra, por supuesto, el actual Ministro de Finanzas, a quien, durante años, hasta hace bien poco, las anteriores autoridades no dejaban aparecer en la televisión griega. Yanis Varoufakis es ahora el Ministro de Finanzas de la República Helénica.

Y dicho sea de pasada, el pueblo griego ha hecho esto a contrapelo de los medios de comunicación griegos y a contrapelo de la renuente incredulidad de sus socios europeos, una renuencia que todavía perdura. Yo podría decir que probablemente no ha sucedido nada comparable en Europa desde la elección de Solidarnosc en Polonia a finales de los años ochenta. Además, obviamente, ha tenido un efecto catalizador en la atmósfera política fuera de Grecia, señaladamente en tantas y tantas plazas europeas, comunicando por doquiera una sensación de factibilidad inexistente hasta ahora y abriendo una ventana de oportunidad política. Me parece que la palabra española que expresa esta atmósfera emergente es, precisamente, “Podemos”. Una brisa que trae aire fresco a todo el escenario europeo.

Huelga decir que he venido observando el escenario europeo con cierto detenimiento, sobre todo en los cinco últimos años. La transformación, el cambio psicológico ya se puede percibir fuera de Grecia. En la misma Grecia, es un hecho fundamental que cualquiera puede observar en todo momento.

Al mismo tiempo, también es cierto que el nuevo gobierno hace frente a una trampa económica y políticamente bien urdida. De hecho, es más que una trampa. Asemeja más a un campo de minas, o a una carrera de obstáculos que, sin duda, trae causa en una construcción humana: es puramente artificial.

El campo de minas está armado con los plazos de vencimiento, con los plazos de vencimiento de las revisiones, con los plazos de vencimiento de los calendarios de pago y con la carrera de obstáculos de los flujos de efectivo. Todas esas minas son anteriores a las elecciones del pasado 25 de enero, pero en algunos casos fueron colocadas precisamente en previsión de un resultado electoral como el que se dio. Obstáculos-trampa de este género son también las limitaciones a las facilidades de liquidez para el sistema bancario, a la emisión de bonos del tesoro y a la posibilidad de descontar esos bonos en el Banco Central Europeo (este último obstáculo, claro está, entró en juego después de las elecciones).

Cada una de esas medidas puede ser, y ha sido, justificada como una medida de supervisión, vigilancia o precaución. Podríamos discutir si estas son justificaciones legítimas o no. Tengo mis dudas. Pero lo cierto es que el conjunto de esos obstáculos y –dígase así— medidas financieras preventivas es, desde un punto de vista macroeconómico y psicológico, esencialmente contraproducente. Aumentan significativamente la inestabilidad percibida en relación a la economía griega, la inestabilidad del sistema financiero. Incrementan la fuga de capitales y las presiones políticas al gobierno, presiones a las que ni el gobierno ni la población griega han mostrado le menor intención de allanarse.

Para superar la trampa y atravesar este campo de minas han sido necesarias maniobras habilidosas en al menos tres etapas. La primera fue la de establecer, en principio, el abandono del anterior acuerdo, el Memorandum de Entendimiento, que había puesto a Grecia bajo algo parecido a un gobierno colonial (puesto que prácticamente todo lo que el gobierno hacía obedecía al dictado de agentes externos, las instituciones conocidas como “la Troika”). Es decir, establecer el fin del anterior acuerdo y dar forma así al rechazo de la población griega, expresado en unas elecciones abiertas y decisivas, a ser gobernada de este modo. Al menos en principio, esta propuesta quedaba aceptada después de unas negociaciones, desarrolladas en un clima de gran hostilidad, que desembocaron en el comunicado del 20 de febrero. Fue un gran paso adelante, aunque ha costado el aplazamiento de algunas medidas del programa electoral de SYRIZA, como el aumento del salario mínimo, la reversión de algunas privatizaciones en marcha y la aceptación de un objetivo de superávit fiscal que, aunque es menor que el anterior –totalmente imposible de cumplir—, sigue suponiendo una restricción para el gobierno griego.

La segunda etapa, todavía en marcha, implica la puesta por obra de esta nueva realidad. Es decir, la construcción de una relación de trabajo profesional y aceptable con los grupos internacionales que desempeñen un papel legítimo. Este papel es el de determinar los hechos y convencer a los socios europeos de la buena voluntad del gobierno griego. Para eso ha sido necesario un cambio por parte de de los grupos internacionales que fueron a Atenas pensando, creo yo, que podían conducir la situación del mismo modo que habían hecho anteriormente, es decir, básicamente bajo los mismos criterios operativos que había con el Memorandum de Entendimiento. Sin embargo, se encontraron con un gobierno griego muy distinto, un descubrimiento que no se dió sin agudas fricciones.

Creo que es justo decir que en los últimos días se han hecho algunos progresos. Las discusiones técnicas fueron suspendidas por un tiempo por la propuesta de que los grupos presentasen sus peticiones de documentos del gobierno griego por escrito. Y ahora están haciendo esto, están trabajando para presentar una lista de los documentos que solicitan, y les responderán. El Ministro de Finanzas griego ha lanzado una declaración diciendo que ven esto como algo constructivo. Esto es así porque sitúa la relación entre ambas partes en una lógica correcta de petición e intercambio regular de documentos.

La tercera etapa del proceso habrá de resolverse a nivel político. Lo que implica que el gobierno griego recupere su liquidez y que el sistema bancario tenga suficiente estabilidad financiera para que la actividad económica pueda proseguir. Este ha sido uno de los principales problemas, especialmente en estos últimos dos meses, debido al clima de miedo que envolvió las elecciones y al posterior ambiente de incertidumbre. Lo que ha ocurrido, en substancia, es que los bancos han suspendido gran parte de su actividad y buena parte del capital ha salido del país. Hacer frente a eso, requiere, como dicho, que aumentos intermitentes y no muy cuantiosos de ayudas a la liquidez, a fin de mantener el sistema en funcionamiento.

Pero esto no es suficiente para que el gobierno tenga el margen de maniobra necesario, para desarrollar su plan de regforma, ni para empezar a abrir vías de recuperación de la economía. Y la decisión de dejar atrás este mecanismo de desestabilización deberá tomarse tomarse a nivel político, aunque es posible que esto se lograra ya, al menos en parcialmente en Berlín (el pasado 29 de marzo).

Y en este caso, como en el del acuerdo del 20 de febrero, creo yo que hay que reconocer la prágmatica intervención de alguien a quien no suelo elogiar efusivamente, la Canciller de la República Federal Alemana. Es un paso pragmático que puede significar la superación y el relajamiento de las presiones del Banco Central Europeo que han resultado extremadamente problemáticas en los últimos días.

Así que, a medida que maduran estas maniobras, como yo las llamo, se dibuja una posibilidad interesante. La posibilidad de un gobierno europeo antiausteridad políticamente estable y liderado, como ya debéis haber observado, por personalidades vigorosas capaces de gobernar una economía que ha caído ya tan bajo que no puede hacer ya otra cosa prácticamente que volver a subir. Lo cual bien podría darse, dentro de un corto periodo de tiempo, mediante una vía hacia una cierta recuperación, una mejoría en el empleo y una estabilización de la situación de la deuda externa.

Todo esto, en la estela de una crisis que fue provocada por las políticas financieras neoliberales de principios de este siglo, agravada y prolongada, además, por la ideología de la austeridad y las consiguientes políticas, profundamente contraproductivas, con las que Europa ha reaccionado a la crisis. Así pues, la posibilidad de que un gobierno anti-austeridad pueda liderar el comienzo de una recuperación de la situación generada por el régimen de la austeridad es, en mi opinión, una realidad presente y –ni que decir tiene— una pesadilla para ciertos sectores.

Por supuesto, esto es lo peor que les podría pasar a aquellos que están vinculados con el sistema político y la política económica que Europa ha venido aplicando. De hecho, hay muchas personas asociadas con esta ideología y con estas políticas, y hemos podido ver sus reacciones en los últimos días.

Son ellos quienes han arrojado otra batería de minas y obstáculos a la vista de todo el mundo. En mi opinión, merecen algún comentario, aunque este no verse estrictamente de política económica. Se trata de una campaña de difamación que ha estado específicamente dirigida hacia uno de los pilares de la potencial recuperación griega, mi amigo el Ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis.

Esta parte del jueguecito nos resulta familiar, al menos a los norteamericanos. Los norteamericanos de mi generación hemos tenido muchas veces ocasión de ver ese juego practicado contra figuras políticas progresistas, o presumiblmenete progresistas: el caso de Gary Hart, que se remonta a los años ochenta, o el de Bill Clinton en varias ocasiones durante los noventa, son algunos de los ejemplos. Ha habido intentos del mismo tipo dirigidos a nuestro actual Presidente, Barack Obama.

Hay dos factores que andan siempre por detrás del éxito de ataques de este tipo. Uno de ellos es el gran principio de que la libertad de prensa es un concepto que vale del modo más particular para quienes la poseen, que son, en este caso, ultraderichistas propietarios de bancos propietarios de las empresas de medios de comunicación.

Y el segundo factor esencial es la respuesta de todo punto esperale, especialmente en las grandes audiencias, cuando se hacen referencias públicas al hecho de que los varones están normalmente dotados de un órgano reproductivo. ¿Lo he dicho con suficiente delicadeza para que se entienda?

Por supuesto, en los casos de mi amigo Gary Hart y del Presidente Clinton hay problemas que deberían plantearse, si uno se preocupa por estas cosas. En el caso del Presidente Obama, tenemos un hombre cuya vida familiar visible es más pura que la de cualquiera desde Ozzie y Harriet. Por tanto, en su caso este segundo elemento esencial ha estado completamente ausente, razón por la cual el Presidente Obama se ha librado de este tipo de acoso mediático.

Y en el caso de Yanis Varoufakis, quienes se aprestan a acosarle tienen esencialmente el mismo problema. La vida real no les da suficiente pie, ni siquiera mano, ni siquiera dedo. De manera que todo ha tenido que montarse sobre ela supuesta peineta que pretendidamente hizo hace mucho tiempo en una conferencia casi académica. La consigna es aquí: rebañar el plato hasta el final.

Pero eso ha formado parte de la dinámica política y mediática, dirigida específicamente contra la figura que más ha hecho en estos últimos meses para transformar el clima político del debate mundial, y particularmente europeo, sobre política económica. Y su actual posición es la resultante de muchos años y de millones de palabras empleados en un análisis harto certero de lo que estaba pasando.

Tenemos, pues, que estar atentos y procurar no pasar por alto o minusvalorar estos asuntos, que pueden parecer triviales o fáciles de descartar, pero que con conscientemente construidos con el propósito de obterenr un objetivo de todo punto político.

Yo creo que esto pasará. Y pasará porque el líder del gobierno griego, el Primer Ministro Alexis Tsipras, es la pieza capital. He tenido ocasión de conocerlo, aunque no tan bien como conozco a Yanis. Pues bien; debo decir, que aunque he conocido a muchos líderes políticos en mi vida, nunca he conocido a ninguno que tuviera la habilidad de Alexis para evaluar una situación política con la mirada fría y extraer de ella una valoración sólida. Por eso, en cuatro años –en realidad en año y medio—, ha pasado de no ser nadie a ser ahora el Primer Ministro de un país europeo.

El pueblo griego eligió a su gobierno en abierto desafío a sus propios medios de comunicación, y lo viene apoyando en la crisis que ha seguido a las elecciones con un margen de respaldo rayano en el 80%. Lo que significa que la mitad aproximadamente de aquellos que votaron en contra de ellos en las elecciones han pasado a apoyarlos: si más no, en el algún momento del periodo.

Hay un espíritu de dignidad en Atenas que vale mucho más que el dinero. Hay aquí algo muy profundo digno de ser observado. Yo sólo lo he visto en dos o tres ocasiones a lo largo de mi vida. Es un espíritu contagioso, que bien podría empezar a sentirse muy pronto en España, en Portugal o en Irlanda.

Espero, pues, no resulatrles a ustedes demasiado estupendo, si cierro este artículo diciendo con palabras de Zola lo que ha representado para mí en este momento la posibilidad de participar en este proceso: Zola: la vérité est en marche et rien ne l’arrêtera. [La verdad se ha puesto en marcha, y nada la detendrá.] Merci.


Notas:
James K. Galbraith es profesor de gobierno y relaciones empresariales en la Escuela Lyndon B. Johnson de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas. Presidente de la Association for Evolutionary Economics, su último libro publicado es "Inequality and Instability" , una soberbia investigación empírica y teórica sobre el capitalismo de nuestros días. Está actualmente terminando de escribir un libro intitulado The End of Normal (El final de la normalidad).
Traducción para www.sinpermiso.info: Laura de la Villa y Mínima Estrella

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