Electoralismo, una enfermedad senil de la izquierda institucionalizada

9 de noviembre de 2013. Fuente: Rebelión

Uno puede estar de acuerdo o no con Julio Anguita pero no cabe duda alguna que su figura es reconocida por su valentía, honestidad y coherencia. En reciente artículo de Mundo Obrero Anguita lanza un dardo que da justo en la diana : “el problema en esta hora no estriba en poner los cinco sentidos en procesos electorales”.

Por Emilio Pizocaro en Rebelión

Lo relevante de esta opinión es que no se puede pretender seriamente que Anguita es anti-partido o anti-política electoral. Lo que dice es simplemente constatar la borrachera electoral que viven sus compañeros de IU.

A nadie medianamente informado se le escapa que el llamado bloque político-social de IU no es más que una delimitada estrategia para ganar los votos de los “indignados”. O que es lo mismo; juntar escaños en las Cortes para gobernar con el PSOE en la próxima legislatura.

Es un secreto a voces que la élite de la formación saca cuentas alegres. Por lo pronto, en los pasillos de sus reuniones federales se sueña con la formación de gobiernos tripartitos en las autonómicas.

La gran aspiración “estratégica” de IU es repetir a nivel estatal la experiencia de Andalucía. De ahí no pasan. ¡Que lejos está esta comportamiento político de la famosa consigna de Anguita “primero programa”!

En su tiempo Rossana Rossanda, denunció el oscuro destino de los partidos de izquierda que se transforman en “un comité electoral” . Simplemente desaparecen como el PC italiano o deviene en una frankestein social-demócrata.

Una izquierda transmutada en máquina electoralista abre irremediablemente un espacio para todo tipo de demagogias populistas de derechas.

El caso del partido comunista francés es un ejemplo de esta deriva. Desde que gobernaron con el “socialista” Jospin han perdido casi toda su influencia en la clase trabajadora. Y de paso han pavimentado el camino para que creciera en los sectores populares la ultraderecha del Frente Nacional que hoy amenaza con llegar al poder.

La patología electoralista es siempre una ilusión engañosa: sus partidarios creen que “tocando” el poder institucional se consigue un atajo que ahorra el largo camino de la lucha de masas. Lo que ocurre en realidad, tal como pasa en España, es que los partidos se transforman en agencias de empleo y sus dirigentes empiezan a gozar de los privilegios del sistema.

El electoralismo es una excrecencia del viejo pragmatismo estalinista. Es una política miope y coja, que no conduce a ninguna parte. Y en el actual escenario español puede llegar a ser letal para los demócratas de verdad.

Hay que ser muy ciego para no ver que el eje de la política española no pasa por las próximas elecciones. Lo que está en juego es mucho más trascendente, la sobrevivencia de la restauración borbónica.

Por el momento el eslabón mas débil para el régimen es el proceso independentista catalán. Porque las élites no tienen un pelo de tontas mueven ficha todos los días para seguir usufructuado del poder con les confirió la constitución del 78.

Los hechos están a la vista del que quiera ver.

  • El Príncipe empieza ejercer de hecho como Rey y se posesiona en defensa de una España mítica.
  • Rubalcaba se auto-declara embajador entre la Moncloa y la Generalitat Catalana y logra rápidamente abrir las conversaciones entre CIU, el PP y el PSOE.
  • Rosa Diez, figura de recambio, planta cara y exige con demagogia unas Cortes Constituyentes.

Todos estos movimientos tienen como objetivo salvar una institucionalidad agonizante. La clase política empieza a negociar una modificación de la actual constitución desde arriba. Un gatopardismo puro y duro cuyo objetivo es dejar a los pueblos de España mirando a la carnicería.

La “clase política-económica” trata de impedir que se ejerza la soberanía popular. Doce millones de pobres y una destrucción masiva del estado de bienestar es potencialmente un peligro muy grande.

¿Que dice IU ante en este escenario? No se oye padre.

Sus grises voceros olvidan reiteradamente que entre sus acuerdos está el compromiso de impulsar un proceso constituyente desde abajo.

Esta idea fundamental está fuera del discurso de sus lideres. De hecho no implementan ninguna política que movilice a sus militantes tras un objetivo de cambio revolucionario que podría ilusionar a todos los pueblos de España.

Pareciera que no comprenden que la realidad exige definiciones políticas de fondo.

La única alternativa real es cortar el nudo gordiano de las contradicciones del estado español con un proceso constituyente. Este no es otra cosa que la ruptura con el actual régimen y sus políticos corruptos. No es más ni menos que ejercer el sagrado derecho a decidir de todos los pueblos de España respecto de la forma de estado y los derechos sociales.

Por lo tanto, dice bien Julio Anguita cuando afirma " …la tarea más urgente, más dramáticamente urgente es ayudar a organizarse a la mayoría social, a la Nación, al Soberano como se quiera decir. La recompensa, si la hay, será mucho mayor: construir otra realidad…"

Otro gallo cantaría sí el esfuerzo de la izquierda institucionalizada se dirigiera a unir a los movimientos sociales y a los sindicatos tras un objetivo mayor que sacar unos cuantos parlamentarios. Peor aún, en unas elecciones que indefectiblemente empujaran la perpetuación del régimen y su secuela de corruptelas.

En medio de este verdadero páramo de mediocridad política los movimientos sociales sacan sus propias conclusiones. Movimientos y mareas ciudadanas se dan cuenta que las elecciones no están a la orden del día. Que lo fundamental es el trabajo anónimo para echar las bases de una nueva forma de hacer política.

Como ha ocurrido en los procesos latinoamericanos, llegará el momento en que los pueblos de España irán libremente a las urnas sin las ataduras que dejo el post-franquismo. Para lograrlo es necesario una revolución democrática que destierre a la política de los salones devolviéndola al verdaderamente soberano.


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