El mayor acto de desobediencia de los últimos 30 años

3 de octubre de 2017. Fuente: El Salto

Ya está. Ya lo vimos. Ya sabemos, por fin, a qué se refería aquello del "¡a por ellos oé!".
“Actuaremos con toda la inteligencia”, nos había alertado Rajoy. Menudo augurio.
Curioso retrato de la democracia española. En lugar que contar votos hemos estado contando heridos. Y llevamos más de 800. Una persona al borde de la muerte y un chico operado en el ojo por el impacto de una pelota de goma. Aquellos que venían a respetar las leyes, a defender la Constitución y el Estatut, se trajeron armamento prohibido en Catalunya para hacerlo.

Por Marc Almodóvar

Curioso retrato de la democracia española. Policías arrancando urnas.

Curioso retrato de la democracia española. La ley como cárcel. Las urnas como akelarre. Al Estado se le cayó toda careta.

No sé si hace falta resumir la operación policial. Si hace falta hablar de ese policía que salta tres escalones para caer encima de un peligroso hombre sentado en el suelo. O de ese otro que arrastra por las escaleras a una chica y le va rompiendo uno a uno los dedos mientras le mete mano y le lanza comentarios sexuales. O de ese otro que arranca cebollas jubiladas. O de ese grupo de antidisturbios que saltan la valla como poseídos para entrar en un colegio en Barcelona y empezar a repartir. Un avispado tuitero hablaba de “asalto a la valla de inmigrantes ilegales”. O de ese picoleto completamente desbocado que usa la cizalla durante cinco minutos para romper un cristal de una puerta en lugar de para cortar la cadena que impedía abrirla. Ante todas las cámaras.

En el pequeño pueblo de Fonollosa, 80 antidisturbios de la Civil arrasaron con los 70 votantes que hacían cola para entrar a votar. Con ellos y con el Ayuntamiento entero ya que les costó encontrar donde se ponían los peligrosos papelitos.

Ya no hablemos de la imagen de Puigdemont cambiando de coche en un túnel para evitar el seguimiento de los helicópteros policiales y poder votar mientras la civil arrasaba con todo en el colegio donde se le esperaba. Ante todas las cámaras. Con desfachatez. Imágenes de golpe de Estado, señores.

"Proporcionalidad", no paraban de repetir Soraya desde Madrid, y el delegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo, ejerciendo ya casi como de President interino, desde Barcelona. Proporcionalidad era reventar la cabeza a abuelos, aporrear a votantes estirados en el suelo y lanzar pelotas de goma a diestro y siniestro. Desde luego caló hondo entre las fuerzas policiales el discurso belicista de cierta brunete mediática que no paró de repetir aquello de "los escudos humanos de Puigdemont". Escudos humanos, repito, para proteger la peligrosa arma de destrucción masiva de unas urnas. De unas urnas cuya hipotética operatividad oficialista había ya sido desarticulada. O eso nos habían dicho.

Mientras tanto, cuando en Catalunya teníamos 800 heridos, una persona en la UCI y otra operada del ojo por el impacto de unas ilegales (estas sí) pelotas de goma, en la portada del ABC se hablaba de seis policías heridos. No es broma. En la portada. En Telecinco se obviaba la actuación policial. Y en RTVE, donde el Consejo de Informativos ha estallado en ira por el sesgo implantado, se repetía una y otra vez la única imagen en que un cordón policial reculaba y les caía una botella de plástico. No pude ver más. Supongo que esa era la cobertura que necesitaba el Estado para desplegarse. Obviaban, sin embargo, que cientos de medios internacionales estaban aquí. Para cubrir precisamente todo esto.

Y mientras Le Monde decía en Francia que esta era la derrota de Rajoy, la CNN hablaba de la vergüenza de Europa y The Guardian hablaba que el estado había perdido, sale Rajoy y dice que hemos sido un ejemplo para el mundo. Ese hombre, que sigue viviendo en una galaxia muy muy lejana es quien efectivamente vive independizado de Catalunya. Él.

Manifestantes por el derecho a decidir en una escuela de Barcelona el 1-0

No han sido millones de catalanes los que han independizado Catalunya. Ha sido un Estado que ha tratado como colonia a sus gentes. La brecha en la cabeza de muchos catalanes ya no es solo una herida con sangre, es una ruptura emocional y factible que no se arreglará con diez puntos de sutura. Ni mucho menos con los 23 puntos que Mas planteó a Rajoy en 2014 y que aún aguardan respuesta.

Pero no es solo el PP. No nos equivoquemos. El cheque en blanco del PSOE, la dualidad de Sanchez, con esa tacticista equiparación entre Puigdemont y Rajoy, lo hace igualmente responsable. Y lo convierte en estrategia de estado. No es Rajoy quien independiza Catalunya. Es España, su estado y su régimen del 78 sin careta ni cartón, quien lo están haciendo.

Corre por las redes un meme que pide un minuto de silencio por esos bipolares que odian los catalanes pero no quieren que se vayan.

Pues eso. Minuto de silencio. O un día entero, por favor.

Y el tema central es que, de hecho, ya lo tenían. Tenían su foto. Habían desarticulado por todos los lados posibles el operativo referéndum. Podían apelar, como hacían, a la falta de protocolos homologables, las famosas garantías. Ignorarlo. Atacar luego a los políticos si pensaban darle efectividad práctica, y secesionista, alguna. Tras semanas a la búsqueda de las armas de destrucción masiva, de haber intervenido miles de carteles, millones de papeletas, cerrado webs a diestro y siniestro, asaltado imprentas, redacciones de medios de comunicación, intervenido la economía y casi también la policía catalana. Tras todo eso, la benemérita ocupaba desde hacía 24 horas el CTTI y el CETICAT e impugnaba aparentemente todo acceso al censo o a los sistemas de recuento. Parecía el golpe definitivo. Seguramente les jodía no haber encontrado las urnas, vale. Pero Albiol ya lo había finiquitado con eso de que su mujer guardaba la ropa sucia en una caja muy parecida. ¿O no?

El Govern no sabemos todavía si improvisando o aplicando los planes B, Z u Omega, cambiaba las reglas del juego. A 45 minutos de abrir los colegios, implantaba el censo universal, es decir, votar en todos lados. Desconcierto en las considerables colas que, ya desde las 4:30h, esperaban defender la apertura de los centros de voto. Cuatro horas y media antes. Dispuestos a defender como fuera este akelarre satánico convocado. La gente se votaba, literalmente, encima.

Como decimos, el Estado había desarticulado el operativo del referéndum montado por el Govern. Y fue la gente quien lo defendió. Ocupando colegios por 48 horas, escondiendo urnas en sus casa, organizando las mesas electorales, coordinándose con los barrios, haciendo cordones humanos para garantizar el voto, chavales bajando sus equipos informáticos para sortear el hackeo al censo electrónico y permitir que la gente diese su voto. Y pese a la represión. Pese a los impactantes vídeos que iban llegando. Pese al nerviosismo. Pese a la lluvia. Pese al miedo desenfrenado por una caverna mediática harta de repetir que eso era ilegal. Pese a todo. La gente votó. Votó y se quedó a defender su voto.

Manifestantes muestran las papeletas del referendum en Barcelona

El hackeo constante al sistema de voto, así como el sabotaje a las líneas de wifi en algunos centros, ralentizó mucho el proceso. “Quitaos los datos de los móviles”, pedían desde un lado. A cada votante, una marea de aplausos y gritos de “votarem”. Y con la lluvia; impasibles. Y pese a las imágenes que llegaban, la gente se acercaba. “Yo no iba a votar”, me dice un hombre, “pero tras lo visto esta mañana, no podía quedarme en casa”.

Nonagenarios desafiando el miedo y alzando sus papeletas al aire. Éxtasis colectivo. Llamamientos a la paciencia y sobre todo a la calma ante la presencia de secretas. Una amalgama bestial de votantes en las colas. Ya lo he dicho, pero lo repito: que tengamos a miles de anarquistas defendiendo el voto es algo. Unos chavales que parecen más propios de MHYV ["Mujeres y hombres y viceversa", programa de TV] que de una mani indepe, lanzando gritos en la cola a cada vídeo que iban viendo de las cargas policiales. A su lado, grafiteros de barrio que han pasado la noche defendiendo el colegio y que han sido los primeros en echarse la foto con las urnas y los pies en la mesa. Al más puro estilo 36. Catalanes jienenses destacando la locura vivida los últimos días. A su lado, señoras bien peinadas de claro perfil ANCero. El pueblo, su gente, señores. Con todas sus contradicciones. Esas son las brujas satanistas dibujadas por algunos en la meseta.

Este no fue el referéndum del Govern, ni el referéndum de Puigdemont. Cada uno le dará la lectura que quiera. Cada uno lo contará como quiera. Pero la lección de poder popular, de desobediencia, vivido ayer pese a todo, es enorme. Quizás hayamos visto, estemos viviendo, la mayor acción de desobediencia civil de los últimos 30 años en este rincón de mundo. Porque esto, señores, no va de Catalunya. No va de independencia. Al menos no independencia de los pueblos de la península.


Fotos de Jone Arzoz

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