Boceto de un posible anarquismo vasco

2 de enero de 2012. Fuente: Ekintza Zuzena nº 37 (marzo 2010)

Últimamente le estoy dando cada vez mas vueltas a un tema: a la grieta existente entre palabras como “vasco” y “anarquista”. No porque no existan ni hayan existidos anarquistas vascos. Ahí tenemos al mismo Likiniano. Los anarquistas guiados por él fueron los primeros que hicieron frente a las tropas de Franco sublevadas en Gipuzkoa. La cuestión es que desde entonces el anarquismo y el “ser vasco” no han sabido fusionarse como es debido, y hoy en día las ideas anarquistas son grandes desconocidas en Euskal Herria, arrinconadas por muchos prejuicios y falsas ideas. Mientras que la democracia cristiana, las ideas socialdemócratas y marxistas han sabido unirse a la identidad vasca (o en algunos casos desfigurarla en beneficio propio), parece que el anarquismo y la identidad vasca no han llegado nunca a hacer ese camino. Por lo menos no como movimiento. Y con esto no quiero decir que el anarquismo tenga que portar una ikurriña. No creo que ayudar a crear un nuevo estado sea trabajo del anarquismo, ni pensarlo, y no le echo la “culpa” de esa grieta al anarquismo. Pero se me hace curioso ver, en el tiempo que he estado en Argentina y Chile, que los anarquistas uruguayos, argentinos y chilenos que se mueven alrededor de grupos como la FORA, el Frente Popular Darío Santillán y otros (o por lo menos los que yo he conocido) expresan más solidaridad -en algunos casos lo hacen suyo- en el conflicto que tienen los vascos (o muchos vascos) con España -entendiéndola dentro de la lucha contra el capitalismo e imperialismo- que los principales grupos anarquistas constituidos en Euskal Herria (o yo mismo). Es más, en los conflictos autóctonos, en todas las luchas donde los indígenas se levantan contra el gobierno colonial no faltan anarquistas, y muchos movimientos anarquistas las reivindicaciones indígenas son de las primeras que defienden.

Por Asel Luzarraga

Está claro: no se pueden comparar las situaciones de los vascos y los indígenas, y la diferencia entre el estatus que tienen los indígenas en sus tierras y el que tienen los vascos es una de las bases de esa grieta.

De hecho, tenemos que ir hasta los comienzos de las reivindicaciones de independencia de Euskal Herria para entender la grieta que hay entre las palabras “vasco” y “anarquista”.

¿Quién creó esa reivindicación a favor de la independencia? La burguesía vasca del siglo XIX, al igual que en otros movimientos nacionalistas de Europa. No es casualidad que lo que desde el principio se defendió (y en eso estaban de acuerdo los que estaban a favor de unirse a España) fueran las diputaciones, es decir, la recaudación de impuestos. En esa época, los enemigos de los vascos, de aquellos que querían la independencia eran los “maquetos”. Pero ¿quiénes eran esos maquetos? Los inmigrantes llegados desde Castilla, Andalucía, Extremadura... Y esos inmigrantes, como los que hoy en día vienen de más al sur, llegaron a Euskal Herria para ser explotados. Fue un doble choque entre las dos sociedades: a nivel cultural y de clase. Porque los nuevos “ocupantes”, además de ser de otra cultura, también eran de otro nivel económico, y morían como moscas en las fábricas y minas de los burgueses vascos.

Si en el caso de América del Sur los explotados y los ocupados son los mismos pueblos indígenas, si les han robado todas las tierras (y entre esos ladrones hay muchos vascos), en Euskal Herria los explotados eran los mismos “ocupantes”. De hecho, los vascos prefirieron huir a América y ser amos y explotadores allí que ser esclavos de otros o humildes obreros. Por lo tanto, en mucho tiempo no hubo clase trabajadora vasca. Difícil, pues, que las reivindicaciones de los obreros y las de los vascos se unieran. La culpa no era de los vascos en general (por un lado, todos los burgueses vascos no estaban a favor de la independencia, y por otro, todos los vascos no eran explotadores o no tenían una clara conciencia de esa explotación), y menos de los trabajadores traídos de fuera. El cimiento de ese abismo fue el mismo estatismo. Los vascos, de la mano de Sabino Arana, abrazaron el estatismo y, así, no supieron ver que aquellos trabajadores inmigrantes eran doblemente víctimas: por un lado, eran víctimas del Estado español del que los vascos querían liberarse, ya que eran pasto de la burguesía española en sus pueblos, y por otro, mientras explotaban su fuerza de trabajo, también eran víctimas de la burguesía vasca que los consideraba invasores en su lucha por un nuevo Estado. A eso hay que añadir el catolicismo que tenía interiorizado hasta los huesos la sociedad vasca, ya que toda idea izquierdista era tomada como herejía. Así, en la época de la República, mientras en Catalunya, Aragón, Asturies... los anarquistas estaban a la cabeza de la revolución social, Euskal Herria, cómo pueblo, quedó fuera de ese movimiento.

En el siglo XX, sin embargo, se creó la clase obrera vasca. Surgió la conciencia de clase también entre los vascos. En ese momento el movimiento obrero vasco podría haberse dirigido hacia el anarquismo, pero entonces también, las principales reivindicaciones de independencia decidieron apostar por un Estado (un Estado socialista, si se quiere, pero un Estado al fin y al cabo) y abrazaron el marxismo. El anarquismo tampoco supo unirse a las reivindicaciones vascas o no quiso. Puede ser que no se viera posible luchar a favor de una independencia sin Estado, o quizá no se quiso mezclar con reivindicaciones que nada tienen que ver con el anarquismo. Tal vez, el purismo tuvo que ver algo en ambos lados: “El anarquismo es el mundo de los que no quieren una Euskal Herria, una nación”; “la independencia no es más que una preocupación burguesa que no trae ningún bien a los trabajadores”. Está claro, el anarquismo no puede soñar con la nación, si la palabra nación quiere decir Estado, enemistad entre pueblos, fronteras, nuevos ejércitos, coto de caza de los capitalistas. Los independentistas difícilmente soñaran con la anarquía, si esto quiere decir tener dependencia y características culturales o relaciones impuestas. Pero ¿la independencia necesita forzosamente un nuevo Estado? ¿Son sinónimos nación y Estado? La nación puede ser una comunidad creada por ciertas características culturales y cercanía o afinidad de voluntades. Así, los independentistas no tienen porqué tener miedo al anarquismo (al contrario que los estatalistas de cualquier país) y los anarquistas no tienen porqué temer a lo vasco.

Podía haber sido de otra manera, ya que en los textos de Proudhon y Bakunin, es decir, en los principios del anarquismo, las manifestaciones contra los grandes Estados centralistas y a favor de los pequeños pueblos que quieren su independencia son incesantes, a la par de las ideas que están en contra del patriotismo que acarrea la explotación de la clase trabajadora. Proudhon expresaba claramente que estaba en contra del proceso de unión de Italia y del mismo Garibaldi, y también del modo centralista de unir Francia (en el libro El principio federativo por ejemplo), apostando en su lugar a favor de una federación libre entre los pueblos. Bakunin también estaba en contra del paneslavismo y pangermanismo, defendía la misma federación entre pueblos (en el trabajo Estatismo y Anarquía sobre todo), y concretamente, en el texto Patria y nacionalidad escribió esto: “La nacionalidad no es un principio; es una hecho verificado, como la individualidad. Es el derecho indiscutible de que cada pueblo, grande o pequeño, sea él mismo y viva según su naturaleza. Ese derecho no es más que el fruto del principio general de libertad”. Por lo tanto, en los principios del anarquismo existía una vía para unirse con la independencia vasca y a su vez, para que el independentismo se uniera con el anarquismo, o para caminar juntos sin desconfianzas, por lo menos, manteniendo cada cual sus reivindicaciones.

Observemos el caso de la India. No quiero compararlo con Euskal Herria, pues no hay por dónde comparar, pero sí quiero examinar el camino de Gandhi (y no justamente para hacer apología a la no-violencia, puesto que el mismo Gandhi dijo que si tuviese que elegir entre cobardía y violencia, prefería la violencia). Gandhi venía de Europa cuando hizo suya la lucha a favor de la independencia de la India. En Europa aprendió nuevas ideas, sobre todo ideas de los movimientos contra el capitalismo y el imperialismo, y más exactamente, las del anarquista ruso Tolstoy. Fue el anarquismo de Tolstoy lo que le enseñó el camino de la resistencia pacífica. Lo que hizo Gandhi al volver a casa fue pasar lo aprendido por el filtro de la identidad india. En casa se dio cuenta de que ciertas ideas anarquistas se podían también encontrar en la cultura india, y así, dio a lucha contra el capitalismo una forma que el pueblo pudiera entender. Siendo él hinduista, es decir, creyente como Tolstoy (pues Tolstoy era cristiano), le pidió al Reino Unido que dejara a la India en “la anarquía de Dios”. Lo que se consideró un nuevo modelo de lucha fue la unión de las ideas anarquistas y la cultura india. Por desgracia, es mejor no mirar a la India de hoy, pues aún habiendo conseguido la independencia, las consecuencias del capitalismo son más duras que nunca (podemos mencionar las semillas transgénicas entre otras cuestiones) y porque el sistema de castas y otros males contra los que él luchó siguen aún en pie. Pero lo que quiero rescatar de ahí es el esfuerzo que Gandhi hizo para la realizar una síntesis entre las ideas teóricas y la realidad local.

La identidad vasca, la historia vasca también tenía cimientos para unirse a las ideas anarquistas. Observemos las características históricas de Euskal Herria, como nos las han contado. ¿Cuál fue la estructura política de los vascos hasta que desde oriente llegaron las primeras grandes invasiones? Eran pequeñas comunidades donde no había dirigentes que se unían solamente para defender su territorio. Sólo entonces elegían un jefe, y éste desaparecía tan pronto como desaparecía el peligro. Tan sólo cuando los peligros de invasiones fueron incesantes, empezaron los vascos a crear estructuras más estables. Pero ¿cuáles fueron las principales características de esas estructuras? Los territorios vascos independientes eran, utilizando el léxico de hoy, territorios federados. Aunque en un momento se convirtieron en Reino de Navarra, el cimiento fue la autonomía de los territorios. El funcionamiento diario era muy parecido al del municipalismo libertario: cada pueblo tomaba sus propias decisiones, con la participación de todos los habitantes (participaciones obligatorias en algunos casos), y elegían y enviaban a las Juntas Generales representantes que informaban de esas decisiones pero que no tenían ningún poder para tomar decisiones sin antes debatir con el pueblo. Todo se basaba en un contrato oral mutuo, pues hasta muy tarde rechazaron los contratos escritos. No voy a entrar en los vicios que con el tiempo se crearon en ese sistema, lo que me interesa es el natural carácter “libre” de los vascos que se suele pregonar. Se habla también muchas veces del modelo de trabajo comunal creado por los agricultores sin esperar la ayuda de ningún Estado. Ahí tenemos también la hipotética sociedad matriarcal (si alguna vez la hubo está claro que debió ser antes de que entrara el cristianismo), o el cooperativismo que en nuestros tiempos está prostituido. Estos rasgos, aunque sea raro, han sido idealizados por la burguesía vasca. Pero aunque los reivindiquen sin creer realmente en su valor, y aunque utilicen estas características para darles una visión romántica y reivindicar el “carácter extraordinario” de los vascos o para demostrar su orgullo (o soberbia), esto también tiene su lado positivo. Los mismos burgueses saben que la gente del pueblo da por buenas esas características, que muy dentro de ellos aman la libertad y la igualdad. Precisamente lo que suelen callar es esto: lo que pudrió desde dentro el sistema foral fue el hambre de dinero, la codicia. Por un lado, muchas tierras se quedaron en manos de muy pocos, empezó a imponerse la lógica del dinero y, cómo esos dueños tenían tierras que no podían trabajar con sus propias manos, es más, como no tenían intención de hacer ellos ese trabajo, empezaron a vivir del trabajo de los arrendatarios. Por otro, la corrupción de las Juntas Generales vino derivada de los intereses comerciales: cuando las antiguas leyes vascas, contrarias a las leyes romanas, se convirtieron en obstáculo, empezaron a surgir las núcleos urbanos, adhiriéndose a los fueros externos, como por ejemplo a de Logroño. Fueron esos villas, que empezaron a crecer por encima de las anteiglesias y acabaron tragándoselas. Así, empezaron a situar los intereses de los mercaderes, los nuevos burgueses, los intereses del dinero por delante de los intereses del pueblo, hasta nuestros días. Es decir, que los que empezaron a reivindicar esas características “extraordinarias” de Euskal Herria fueron justamente los herederos de los que destruyeron esas características. Por lo tanto, ¿por qué no utilizar esas innatas características vascas (si son de verdad o mitificadas es otra cosa) desde el punto de vista anarquista? ¿Por qué no beber de los aspectos más positivos que nos ha dado la tradición vasca, subrayarlos y reivindicarlos desde el anarquismo? ¿Por qué no utilizar la propia mística creada por el nacionalismo en favor favor de la gente del pueblo vasco y en contra de los burgueses, enseñando que lo que destruyó Euskal Herria como nación fue el propio estatismo? Los vascos solamente fueron libres cuando no tenían Estado, y el hecho de crear un Estado (crear el Reino de Navarra) puso la primera piedra para el exterminio de su identidad y sus principios de libertad. El movimiento anarquista debería ser vanguardia, pero desafortunadamente, en Euskal Herria llega tarde con frecuencia, y cuando llega, lo hace a la sombra de otros. Hemos dejado la iniciativa a otras ideologías, como si tuviésemos vergüenza de mostrarnos. Pero el carácter anarquista, el carácter libertario ha estado muy arraigado en la sociedad vasca humilde, aún sin saber que era libertario. El instinto de rebelión no ha muerto nunca. Quizá sea tiempo de que el anarquismo sea pionero en Euskal Herria. Ya es tiempo de dejar a un lado el dogmatismo, las estériles luchas internas, las pequeñeces que dividen diferentes tendencias, los orígenes, y de que el anarquismo vasco empiece a andar a la pare del anarquismo de otros pueblos, sin menospreciar a los otros y sobre todo a sí mismo. Nos uniremos a otrxs en muchas trincheras y barricadas, y en ellas también tenemos que dejar claro que esas luchas (TAV, autogestión, gaztetxes, antimilitarismo, anti-imperialismo, la libertad de los presos y todas las reivindicaciones que han estado siempre presentes en el anarquismo) nos son totalmente propias. En otros asuntos (el estatismo, el militarismo, el totalitarismo, el capitalismo, la traición de los sindicatos, la propiedad privada...) otros, también algunos que han sido compañeros de lucha, nos tendrán enfrente. Pero mientras que el anarquismo no se una a la realidad de la sociedad vasca, al sentimiento del pueblo o a las características naturales de los vascos, y mientras los vascos no se den cuenta de que los ecos de sus mejores características históricas están en el anarquismo, difícilmente se unirán las palabras “vasco” y “anarquista”. Y creo que hemos perdido muchos años sin poder encontrarnos.

Asel Luzarraga


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