Bellamy Foster: Hay que negarse “jugar el juego del imperio”

6 de noviembre de 2018. Fuente: Krítica

Entrevista al director de la revista Monthly Review, John Bellamy Foster , realizada por el diario de Turquía “BirGün”.

Hace 10 años que se inició la crisis en EE.UU. ¿Cómo resume sus consecuencias diez años después ?

La gran crisis financiera (o crisis financiera global) que comenzó en los Estados Unidos en 2007 y que luego se extendió a la economía mundial (después del colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008) fue obviamente un punto de inflexión para la economía mundial capitalista.

El estancamiento económico y la financiarización de la economía fue una respuesta estructural del sistema a un anterior estallido financiero de mediados de los años ochenta producido en los Estados Unidos y en las demás economías capitalistas avanzadas. Pero no fue hasta el 2008 que las consecuencias de esta crisis se hicieron completamente evidentes. Este es un tema que hemos abordado en dos libros, La gran crisis financiera(2009), escrito junto con Fred Magdoff, y The Endless Crisis (2012), con Robert W. Mc Chesney como coautor.

Las contradicciones de la acumulación en el capitalismo monopolista-financiero descritas en su momento (creciente monopolización, estancamiento económico y financiarización de la economía mundial) han continuado desarrollándose durante la última década.

Lo que ha crecido velozmente es un nuevo imperialismo económico que involucra la re-ubicación, de una proporción cada vez mayor , del empleo industrial en un Sur Global con bajos salarios, y con la apropiación del excedente económico resultante, por parte del capital multinacional y financiero internacional.

Lo que estamos viendo es una enorme acumulación de riqueza en los centros de las finanzas mundiales, que controlan también los medios, el poder tecnológico, el poder militar y los términos de intercambio. Mientras tanto, la mayor parte del empleo industrial mundial se proletariza desplazándose a las periferias.

En la actualidad, los Estados Unidos y la economía mundial se encuentran al final de una larga y lenta recuperación de la última Gran Crisis Financiera. En los Estados Unidos y en otros lugares, la economía está en la cima de un ciclo económico. Esto es consecuencia de un largo y lento repunte. Sin embargo durante esta recuperación las tasas de crecimiento (en los países centrales del capitalismo) se han mantenido bajas, generalmente por debajo del promedio histórico,.

La economía estadounidense tiene actualmente una tasa de crecimiento moderado, no más del 3 por ciento, la Unión Europea todavía está por debajo del 2 por ciento. Esto apunta a una esclerosis continua del capitalismo. Y a pesar que el capitalismo occidental tienen una producción y acumulación doméstica prácticamente estancada, sigue concentrando riqueza y poder porque controlan las finanzas mundiales. Hoy la desigualdad global ha alcanzado niveles récord.

La deuda global ha aumentado como una nube de hongo atómico. Según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), en un informe que se publicó este año, el índice de deuda global ha aumentado de $ 247 billones a 318 por ciento del PIB mundial. Impulsada por las bajas tasas de interés tras la Gran crisis financiera, la deuda mundial ha aumentado un 40 por ciento en la última década.

Todo esto tiene a los capitalista profundamente preocupados. En los mercados de valores, se hacen visibles una seguidilla de temblores y el pánico a gran escala está justo debajo de la superficie.

En este momento, se espera un vuelco a la baja en el ciclo económico para evitar el colapso financiero en proceso. La Reserva Federal está intentando iniciar una desaceleración controlada de la economía. Esta política tendrá como resultado despedir a la gente del trabajo, mantener bajos los salarios y disminuir una posible inflación.

Mientras tanto, el Informe de Finanzas Internacionales (IIF) ha suscitado preocupaciones sobre las economías emergentes que se cree que no podrán pagar su deuda. El IIF ha señalado a Turquía, Sudáfrica, Brasil y Argentina, como las economías emergentes de alto riesgo.

Estos países, que solo hace unos años, eran aplaudidos por el capital internacional como los nuevos centros emergentes de acumulación global, ahora serán sometidos a una nueva doctrina de choque, con el fin de garantizar los flujos continuos de riqueza hacia el Norte global. Por lo tanto, no es casual que cada uno de estos países esté experimentando una gran inestabilidad político-económica.

Una de las principales novedades después de la crisis son los movimientos radicales de derecha, con Trump en Estados Unidos y con formas diversas en países de Europa, Asia y América Latina. Usted se opone a la designación de estos como movimientos populistas y declara que deben ser considerados como neofascistas. ¿Cuál es la diferencia entre populismo y neofascismo?

La crítica teórica del fascismo clásico fue desarrollada principalmente por los teóricos marxistas. Figuras tan variadas como León Trotsky y Franz Neumann ( el autor de Behemoth) estuvieron de acuerdo en que el fascismo tenía sus raíces en una alianza entre la clase media baja (o pequeña burguesía) y el capital monopolista, en un contexto militarista y racista de lucha por la hegemonía entre los estados capitalistas.

Lo que distinguió al fascismo fue la alianza de clase entre la clase media-baja y los escalones superiores del gran capital y una intensa hostilidad contra el estado liberal. Surgió históricamente en un momento que la izquierda ha sufrido grandes derrotas, está desprestigiada la política parlamentaria y la derecha económica es incapaz de obtener sus objetivos dentro de la estructura existente. Los enemigos del fascismo no solo es el grueso de la clase obrera sino también sectores de las clases medias, particularmente la fracción más educada de la población y las élites gubernamentales.

El fascismo, invariablemente, utiliza diversos chivos expiatorios. Es una ideología nacionalista-racista que aplica una implacable represión contra sus enemigos de clase.

Lo que los nazis denominaron “modelo de estado totalitario” (no confundir con el concepto “totalitarismo” de la Guerra Fría) es la concentración del poder (en última instancia en manos del líder fascista) eliminando la separación de poderes. A esto hay que agregar que, especialmente en Alemania, la concentración del poder político se combinó con la privatización de la economía (el término privatización fue introducido por los nazis en la década de 1930 con la venta de propiedades estatales a grandes empresas).

El fascismo también se organizó mediante fuerzas paramilitares (camisas negras y camisas pardas) que posteriormente se incorporaron al estado. Una vez en el poder, los movimientos fascistas se propusieron transformar las principales instituciones del estado y de la sociedad civil, mediante un proceso de Gleichschaltung (alineación): una línea de ataque que fue respaldada por la clase capitalista dentro de las estructuras institucionales existentes. El teórico nazi Carl Schmitt lo llamo “terminar con la heterogeneidad”; un constructo ideológico destinado a provocar terror en la población “diferente”. Con el fascismo gobernando se terminó con cualquier “radicalismo residual” que existía entre sus adherentes de clase media baja, mientras se robustecía el discurso racista y nacionalista.

Todo esto parece estar olvidado, incluso en la izquierda. Décadas de dominio político liberal han diluido el verdadero carácter de clase del fascismo reduciendo su noción a un racismo de derecha. De esta manera se ha disfrazado su realidad estructural y su enorme peligro. Mi libro “Trump en la Casa Blanca” explica estas incoherencias e incomprensiones

Aunque en nuestro tiempo no existe una réplica exacta del fascismo clásico, el fenómeno de Trump en los Estados Unidos es una suerte de semi-fascismo o neofascismo. El núcleo de los apoyos a Trump está no sólo en los grandes poderes económicos también está en la población en la clase media-baja (pequeña burguesía) principalmente en individuos blancos, trabajadores autónomos y directivos de nivel mediano y alto, a menudo con fuertes identificaciones nacionalistas y religiosas.

La ideología y práctica política de Trump es una combinación de nacionalismo, racismo y chovinismo que atrae a la clase media baja, que C. Wright Mills llamó la “retaguardia” del sistema capitalista.

En este sentido el neofascismo es una poderosa corriente política, y una vez que ha despertado no desaparecerá fácilmente. En los Estados Unidos está estrechamente relacionado con temores generalizados por declive de la hegemonía estadounidense.

Muchos gente de esta órbita social creen que los liberales, los empleados del gobierno, las personas de color, los inmigrantes y las mujeres han “traicionado” al país, y explican de esta manera la difícil situación económica de “los americanos medios”.

El término “populismo”, tal como lo promueven hoy los medios corporativos, es principalmente una distracción, dirigida a prevenir el análisis de clase y evitar así una explicación de la estructura de la sociedad. El establishment considera al “populismo”, ya sea de izquierda o de derecha, como una amenaza para el llamado extremo centro liberal.

Ahora estamos viendo surgir movimientos neo-fascistas en los llamados países emergentes. El mejor análisis de este fenómeno sigue siendo “El retorno del fascismo en el capitalismo contemporáneo” de Samir Amin ( publicado por Monthly Review en septiembre de 2014).

El artículo describe el crecimiento de las tendencias fascistas en el sur global y en Europa. Modi en la India, Duterte en Filipinas y ahora Bolsonaro en Brasil son ejemplos de los adelantado por Amin. Al respecto, el escritor Bernard D’Mello recientemente ha descrito al movimiento nacionalista “Hindutva” de la India como “semi-fascismo”, en un país en el que todavía hay considerables fuerzas partidarias de un cambio revolucionario.

Turquía también es un país en desarrollo y ahora enfrenta una crisis, como Argentina. Ambos se ven obligados a acudir al FMI. ¿Cómo valoras la crisis en Argentina y en Turquía?

Tanto Turquía como Argentina están experimentando graves problemas de deuda externa que amenaza sus monedas y genera inestabilidad político-económica. El capital global considera que representan “riesgos de renovación”. El elevado endeudamiento externo a corto plazo ha colocado a estos países en una situación subordinada dada la subida de los tipos de interés introducida por los Estados Unidos.

Los síntomas de esta crisis económica son la desaceleración del crecimiento, el aumento de los déficits en cuenta corriente, la inflación fuera de control, el debilitamiento de las monedas y las guerras comerciales emergentes. Tanto Argentina como Turquía han hecho algunos esfuerzos para mantener bajas las tasas de interés, pero las finanzas internacionales han respondido atacando sus monedas.

Casi todas las llamadas economías emergentes (excepto Rusia con su petróleo y China y las economías de su esfera de influencia) se están tambaleando ante las nuevas presiones financieras. La respuesta del FMI es que estos Estados deben hacer que sus poblaciones paguen el costo de los préstamos en condiciones tremendamente desfavorables; exigen recortar el gasto estatal, los servicios sociales, los subsidios a la electricidad, en fin reducir todo lo relacionado con las necesidades vitales de la población.

Turquía se encuentra en una posición algo diferente a otras economías emergentes, ya que la mayor parte de su deuda externa está en manos de empresas e instituciones financieras turcas, no del Estado. Más de la mitad de sus 220 mil millones de dólares en deuda externa está denominada en monedas extranjeras, lo que significa que cuando la lira turca cae, las compañías turcas sufren porque su deuda se eleva considerablemente.

Después de la crisis del 2008 se produjo una gran ola de resistencia ciudadana, sin embargo ninguno de estos movimientos se ha convertido en un centro político capaz de cambiar el sistema. ¿Cómo valoras las experiencias de estos movimientos?

Estos movimientos son la prueba material del deseo de los pueblos de defenderse. Al mismo tiempo, representan las debilidades organizativas, estratégicas e ideológicas de la izquierda después de una serie de derrotas, asociadas al desmantelamiento de economías de tipo soviético y a las reiteradas traiciones de la socialdemocracia internacional.

En respuesta a la austeridad neoliberal, que empeoró después de 2008, surgieron movimientos amorfos y populistas de izquierda que representaban la indignación y los deseos de cambio.

Pero, aquellos movimientos que evitaron la organización de los trabajadores, que no se dieron estrategias anticapitalistas (promoviendo una vaga ideología anti-elitista) y que auparon a líderes indeterminados políticamente, cuando llegaron al poder las conquistas sociales que han llevado a la práctica son casi nulas, se han evaporado entre día y la noche..

Detrás de estos movimientos están las ideas de algunos posmarxistas como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe que han promovido una visión “populista de izquierda” , cuyas desdichas han sido estudiadas por Ellen Meiksins Wood en el libro “La supresión de la lucha de clases” .

El capitalismo es un sistema de poder, no puede ser superado materialmente y mucho menos depuesto por una simple agregación de individuos que se unen en un partido o mediante el simple ejercicio de un voto popular. Tiene que existir una organización y una estrategia política de izquierdas. Hoy se trata de construir un movimiento hacia el socialismo que lucha por las diversas necesidades de la clase trabajadora. La lucha es horizontal y debe adaptarse a las diversas necesidades de los trabajadores y combatir por la igualdad para enfrentar un orden capitalista jerárquico y patriarcal.

Aunque las primeras experiencias se vivieron en América Latina, con Lula a Chávez , hoy prosigue la búsqueda de nuevos caminos con Sanders y Corbyn. ¿Qué piensa de las experiencias del llamado socialismo del siglo 21?

Todos estos nuevos desarrollos nos recuerdan que la lucha de clases es posible y que se pueden romper las diversas cadenas que nos retienen, y sin embargo, también apuntan a las profundas dificultades que debemos enfrentar. Como dijo Marx, los seres humanos hacen su historia, pero no eligen las condiciones del combate, porque las condiciones se heredan del pasado.

Sanders demostró, en los Estados Unidos, que sí apelamos directamente a la clase trabajadora habría un efecto receptivo. Sus éxitos han inspirado un movimiento político más amplio que ya ha asegurado unos cuantos de socialistas democráticos en la lista demócrata para las elecciones al Congreso. Sin embargo, el Partido Demócrata sigue siendo un partido de la clase dominante, mientras que Estados Unidos permanece en el centro del sistema mundial imperialista. Sanders ha evitado desafiar al imperialismo y al militarismo estadounidense. Esto significa que es probable que el movimiento de Sanders este muy limitado desde el principio y que no produzca ningún cambio político real.

En este sentido, Corbyn como líder del Partido Laborista en el Reino Unido es totalmente diferente. Ha sido un opositor constante del imperialismo a lo largo de su carrera política y no se ha movido de estas posiciones como líder del partido. Su ascenso a líder del Partido Laborista en Gran Bretaña, por lo tanto, representa un cambio histórico en el nivel de la ideología y de la práctica.

Lula que nunca ha sido socialista ahora trágicamente está en prisión como resultado de un golpe político de la derecha. Peor aún, con el triunfo del abiertamente fascista Bolosonaro se ha materializado el fracaso de toda la estrategia del Partido de los Trabajadores, que intentó adaptarse al sistema y que confió en la clase capitalista brasileña.

Es distinto con Chávez. A él debemos la idea de un socialismo para el siglo XXI. A través de la Revolución Bolivariana en Venezuela hemos visto otra forma de librar la revolución. Desde su victoria Chávez se propuso trasladar el poder al pueblo y combatir al capital internacional. El resultado es que la revolución ha perdurado a pesar de su muerte y de los implacables golpes del orden imperial liderado por Estados Unidos.

Es un modelo de revolución con una nueva constitución, con comunas, consejos territoriales, círculos bolivarianos y otras formas de organización popular de la comunidad política. Es un esfuerzo por instituir el protagonismo del pueblo. (Ha tenido menos éxito en el área de sindicatos de orientación socialista y en la transformación de las relaciones en el lugar de trabajo. )

Lo que es sorprendente y totalmente admirable, en el actual contexto, es el grado de resistencia del pueblo venezolano, que hasta ahora ha combatido una contrarrevolución global dirigida por Estados Unidos con todas las probabilidades en su contra. Esta resistencia demuestra claramente la autenticidad de la experiencia revolucionaria venezolana.

Los movimientos hacen una distinción entre las organizaciones del Partido por un lado y las organizaciones horizontales por el otro. ¿Cómo valoras este debate? ¿Cómo pueden los movimientos de oposición avanzar hacia una política y organización más efectiva?

No tengo respuesta mágica sobre esto, ya que las formas de organización varian según las circunstancias. Se requieren iniciativas organizativas tanto en dirección horizontal como vertical (vertical porque la lucha de clases emprendida desde abajo requiere este tipo de organización contra un sistema jerárquico y represivo). Los partidos políticos son esenciales en cualquier movimiento hacia el socialismo, pero no son la única forma posible de organización.

Los partidos socialistas no pueden ser simplemente partidos electorales. La lucha extraparlamentaria dirigida a fortalecer el poder de la clase trabajadora, así como todas las luchas de las mujeres, las razas y grupos étnicos, los defensores de la Tierra, los LBGTQ, y muchos otros, son vitales. Todos estos movimientos deben ser parte de la lucha de clases. Si no lo entendemos de esta manera la lucha de clases pierde sentido, carece de contenido real.

De la misma manera, cuando los movimientos sociales se divorcian estructuralmente de la lucha de clases terminan dividiendo en lugar de unir al movimiento, incluso cuando persiguen fines similares. Debemos construir constante el movimiento de la clase trabajadora a nivel de las comunidades territoriales. La clase y la comunidad son una combinación poderosa y conducen a la formación de alianzas poderosas.

Los movimientos sindicales fuertes y de base que buscan controlar el proceso laboral y el lugar de trabajo son también esenciales. Combatir el imperialismo es otro desafío aún mayor. Esta acción debe extenderse a la defensa de las poblaciones oprimidas dondequiera que se encuentren, incluidos los inmigrantes y los refugiados.

Las principales revoluciones de los siglos veinte y veintiuno han surgido en el Sur global y demandan de todo nuestro apoyo. Se requiere la creación de una Nueva Internacional para el siglo XXI. Por encima de todo, necesitamos de audacia para lanzar ataques permanentes contra el capitalismo, utilizando todo el ingenio que tenemos a nuestra disposición, negándonos a “jugar el juego del poder ” y forjando nuevos terrenos estratégicos fuera de las leyes del imperio.

Junto con sus investigaciones sobre la crisis económica, está llevando a cabo estudios en profundidad sobre la crisis ecológica. ¿Se salvará la humanidad de esta crisis ecológica, en un punto donde la crisis social y económica se está profundizando?

Por lo general, se considera que las crisis económicas y las crisis ecológicas están separadas y requieren soluciones opuestas. Sin embargo, ambos tienen su origen en diferentes formas en el proceso de acumulación de capital.

No debería sorprendernos que el capitalismo muestre tanto contradicciones internas como contradicciones con su entorno externo, ambas insuperables. La noción que la economía y el medio ambiente están completamente separados entre sí , es simplemente un producto de la alienación que constituye el sistema capitalista.

Es seguro que el carácter abrumador de la crisis ecológica, que hoy en día no conoce límites, terminará por despertar las conciencias alienadas , y los trabajadores comprenderán, al igual que en la primera revolución industrial, que las condiciones materiales que determinan sus vidas son tanto económicas como ambientales, y que estas últimas son de mayor alcance.

En este momento, ya estamos viendo algunos signos de esto, particularmente en el Sur global, donde surge un proletariado ambientalista. Esta surgiendo una clase trabajadora que es capaz de reconocer que nuestros problemas materiales son producto del proceso de acumulación del capital, y que la solución es una re-constitución revolucionaria de la sociedad en general, dirigida a crear un mundo de igualdad sustantiva y de sostenibilidad ecológica.


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