Apuntes sobre la izquierda y las elecciones andaluzas

25 de marzo de 2015. Fuente: Bits Rojiverdes

Las redes sociales están que arden con el resultado electoral de la izquierda en Andalucía. Cabreo, decepción y atribuciones de culpabilidad vuelan alegremente por doquier. Estos sentimientos son directamente proporcionales a las expectativas vendidas o interiorizadas por cada cuál. Da la sensación de que ha estallado una burbuja, que el principio de realidad se ha impuesto al principio del placer, que muchos se han despertado sobresaltados de lo que creían un sueño húmedo y se han encontrado con que han miccionado sobre la cama. Me refiero, obviamente, a votantes y simpatizantes de Podemos, porque la militancia de Izquierda Unida se lo ha tomado de otra forma a pesar de haber sufrido una derrota sin paliativos. Por hacer un símil futbolístico, Podemos pensaba que con su equipo galáctico, sólo les esperaba el cielo, mientras que IU, que está acostumbrada a sufrir para lograr, sólo de vez en cuando, algunas metas menores, se lo ha tomado con mucha más deportividad.

Por Juanlu González

Son reacciones naturales y, hasta cierto punto, comprensibles, pero no se pueden perder los papeles ni atravesar ciertas líneas rojas. Quizá sea cosa de principiantes, de novatos en lides electorales, pero no se puede insultar a pueblos enteros porque hayan votado cosas que no nos gustan. Los andaluces y andaluzas no son más incultos que otros pueblos del estado, el analfabetismo está gratamente erradicado de nuestro país y, en ningún caso, puede explicar el resultado del domingo pasado.
Por definición, vale lo mismo un voto de un físico cuántico que el de un jornalero con estudios básicos. Descalificar a votantes por su nivel de formación es acercarse peligrosamente a postulados fascistoides. Si además se generaliza sobre pueblos entramos ya en el ámbito del racismo. Por eso no se pueden dejar pasar este tipo de actitudes ni contemporizar con ellas. Lógicamente, es necesario analizar qué sucedió el 22M y que factores han podido determinar un resultado tan descorazonador para algunos, pero con la mente fría y en modo raciocinio “on”. Vamos a ello:

  • Susana Díaz ha manejado los tiempos de manera magistral. Rompió el pacto de gobierno cuando más le convino, los pilló a todos con el paso cambiado, en especial a Podemos, que no tuvo tiempo de organizarse y presentar su alternativa con cierto grado de éxito. Nadie duda de que el adelanto electoral tenía, entre otros objetivos más de tipo estatal, evitar el fortalecimiento de Podemos aunque se disfrazara con un supuesto desacuerdo con IU.
  • Unas elecciones no se ganan en 15 días. El PSOE andaluz ha logrado trasladar la idea a la opinión pública de que los recortes (que los ha habido) que se han realizado para cumplir con el déficit público sea culpa exclusiva del gobierno del PP y que, a pesar de todo, la Junta de Andalucía ha mantenido determinadas políticas sociales que sí han desaparecido en otras comunidades gobernadas por la derecha. Ese ha sido buena parte de su mérito
  • El PSOE se ha apropiado de la gestión de Izquierda Unida. Muchas de las medidas más progresistas que venían con el sello de la coalición de izquierdas han sido realmente mejor rentabilizadas por los socialistas que por sus autores originales, logrando así ampliar el espectro de posibles votantes, algo que suele ser habitual en este tipo de coaliciones con tanta disparidad de peso.
  • Las redes clientelares funcionan a la perfección cuando has tenido más de 30 años para tejerlas. La mímesis entre la administración y el PSOE es algo hasta natural para centenares de miles de personas, especialmente las de cierta edad, que pueden creer que ese partido le arregló una paga no contributiva, le subvencionó el arreglo de su casa o le facilita el subsidio agrario.
  • El control de los medios de comunicación de la comunidad autónoma. Los informativos de Canal Sur TV suelen tener un share por encima del 20% y no se destacan precisamente por su ecuanimidad. Es fácil pensar su influencia en el voto y para que han servido esos tristemente famosos vetos.
  • La brutal campaña de demonización a que Podemos ha sido sometido en todos los mass media ha dado sus frutos, paralizando su tendencia ascendente. A ello no es ajena la creación de Ciudadanos y su apoyo incondicional durante el último mes. Pareciera que la oligarquía o el Ibex35 hubieran querido reconducir el voto de castigo contra la derecha y que ha logrado hacerlo con éxito alejándolo del partido de Iglesias.
  • Las redes sociales no son un buen pulso demoscópico para un proceso electoral. Aunque a algunos les cueste creerlo, muchas personas viven felices al margen de Facebook. No podemos pensar que nuestro círculo de amistades y seguidores es el mundo exterior. Hay vida más allá y, a veces, hasta muy diferente de lo que pensamos. Quien quiera ganar unas elecciones tiene que diversificar los medios de contacto con la ciudadanía, sobre todo con la que no empatiza con la política, que suele ser mayoritaria.
  • El sistema electoral es manifiestamente injusto y evita que todos los votos valgan lo mismo. La ley D’Hont es cualquier cosa menos democrática. Con una sola circunscripción Podemos e IU hubieran sacado bastantes más diputados y, sin las correcciones contra la proporcionalidad pura, estaríamos en una situación completamente distinta a la actual.
  • La visibilidad de la candidata de Podemos ha sido bastante escasa. Prácticamente se ha tenido que tirar de marca más que de otra cosa. Pero claro, eso es algo consustancial a los medios materiales de cada formación, e incluso al reparto de tiempos electorales en los medios públicos. Dijeran lo que dijeran las encuestas, es impensable poder competir contra un animal político como Susana Díaz con todo el aparato a su servicio.

En fin, probablemente se hayan quedado muchos más motivos en el tintero, pero los reduccionismos no son buenos consejeros, no hacen justicia, no se corresponden con la verdad y, lo que es más importante, no se pueden extraer de ellos lecciones para el futuro. El resultado electoral no ha sido tan malo como. Sumando ambas formaciones se igualan los resultados que la izquierda logró con el carismático Anguita y que era el techo alternativo al bipartidismo hasta el día de hoy. De nosotros depende que sea sólo un nuevo punto de partida. Pero por favor guarden los látigos, no nos autoflagelemos ni flagelemos a los demás, queda mucho por hacer.


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