Una sociedad amañada y II

24 de abril de 2013.

"Nada ha hecho tanto por convertir las principales profesiones en un coto cerrado de las clases medias como el auge del trabajo en prácticas. Las prácticas no remuneradas están prosperando, sobre todo en profesiones como la política, el derecho, los medios de comunicación y la moda. Según una encuesta reciente a 1.500 estudiantes y licenciados, dos tercios de los jóvenes se sienten obligados a trabajar gratis debido a la recesión. Muchos pueden encadenar un trabajo en prácticas tras otro, con empleos pagados prometidos pero nunca ofrecidos".

Fragmento de "Chavs: La demonización de la clase obrera", cortesía de Capitán Swing


La dominación de la clase media solo es uno de los modos en que los privilegiados protegen sus intereses. Los chicos de entornos privilegiados también se benefician desproporcionadamente de las redes y contactos de sus padres. Muchos consiguen tantos trabajos deseables por medio de recomendaciones y amigos de amigos como por medio de sus cualificaciones. ¿Podría un chico de clase trabajadora de Liverpool o Glasgow soñar siquiera con este tipo de ventaja?

Pero nada ha hecho tanto por convertir las principales profesiones en un coto cerrado de las clases medias como el auge del trabajo en prácticas. Las prácticas no remuneradas están prosperando, sobre todo en profesiones como la política, el derecho, los medios de comunicación y la moda. Según una encuesta reciente a 1.500 estudiantes y licenciados, dos tercios de los jóvenes se sienten obligados a trabajar gratis debido a la recesión. Muchos pueden encadenar un trabajo en prácticas tras otro, con empleos pagados prometidos pero nunca ofrecidos.

Esto no es solo explotación. Significa que solo los jóvenes forrados que viven de papá y mamá pueden dar este primer paso a la caza de un trabajo remunerado. Los diputados pueden hablar apasionadamente de «movilidad social» desde el podio, pero están entre los peores infractores. Los becarios del Parlamento suministran 18.000 horas de trabajo semanales gratuitas, lo que ahorra a los diputados 5 millones de libras al año en costes laborales. Según el sindicato de investigadores parlamentarios Unite, menos de uno de cada cien becarios cobra el sueldo mínimo, y casi la mitad tiene incluso que pagarse los gastos. Sé de un exministro laborista que había pronunciado muchos discursos defendiendo el salario mínimo y la importancia de cobrar por un día de trabajo, a la vez que empleaba a todo un ejército de becarios no remunerados.

El incremento del trabajo no retribuido es el motivo por el que, si eres un chico de clase trabajadora que sueñas con convertirte en abogado, más vale que te olvides de ello. Un informe del colectivo Jóvenes Abogados de Oficio publicado en 2010 reveló que, debido a que se exige experiencia laboral no remunerada y a las oportunidades de formación subvencionada, gran parte del derecho era una zona prohibida para la gente de clase trabajadora. Lo perverso de todo esto es que la asistencia jurídica existe para ayudar a gente que no puede permitirse pagar asesoramiento legal. «Ya es bastante raro encontrar abogados de oficio de entornos no privilegiados», dice Laura Jens, presidenta de Jóvenes Abogados de Oficio. «Existe el peligro de que la asistencia legal se convierta en un tipo de ocupación “benéfica”. Los abogados de oficio suelen representar a los menos privilegiados de la sociedad. Muchos de los jóvenes con los que trabajo no entienden lo que les dicen sus abogados porque vienen de entornos completamente diferentes.»

En definitiva, sorprende poco que muchas de las principales profesiones estén fuera del alcance de la clase trabajadora. Hoy en día, el profesional nacido en 1970 habría crecido disfrutando de unos ingresos familiares que estaban un 27% por encima de la media. Para los profesionales nacidos en 1958, la cifra es solo del 17%. Pero el caso de algunas profesiones aisladas es aún más inquietante. Véanse los medios de comunicación. Los periodistas y locutores nacidos en 1958 crecieron por regla general en familias con unos ingresos en torno al 5,5% por encima de la media. Pero, en el caso de la siguiente generación, nacida en 1970, la diferencia se ha ampliado un asombroso 42,4%.

Esto no quiere decir que la movilidad social sería la respuesta a todos los problemas de la clase trabajadora británica. Después de todo, aunque hubiera unos pocos cientos más de abogados de lugares como el Liverpool marginal, la inmensa mayoría de la gente seguiría teniendo empleos de clase trabajadora. Pero, además de ser manifiestamente injusta, la composición social escasamente representiva de las profesiones garantiza que Gran Bretaña siga dominada por una clase dirigente del más cerrado de los entornos. El resultado es una sociedad gobernada por y para la clase media.

Hemos visto algunos de los medios más sutiles con que se afianza el sistema de clases. Pero apuntalando todos estos factores está, naturalmente, la riqueza. Un estudio de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos de 2010 reveló que, en Gran Bretaña, los ingresos de un padre son más importantes a la hora de determinar cuánto ganará su hijo que en cualquier otro país desarrollado. De hecho, el vínculo entre el entorno del padre y el futuro de su hijo es tres veces mayor que en países socialdemócratas como Noruega o Dinamarca. De modo que, en Gran Bretaña, la mitad de la ventaja que un padre con altos ingresos tiene sobre otro con ingresos bajos se transmite a sus hijos. Si miramos a Canadá o a un país nórdico, la cifra es solo del 20%.

Nacer en una familia acomodada de clase media por lo general te dota de una red de seguridad vitalicia. Si no eres muy brillante por naturaleza, aun así tienes muchas probabilidades de llegar lejos y, como mínimo, nunca sufrirás pobreza de adulto. Una buena educación, acompañada del «capital cultural», el respaldo económico y los contactos de tus padres te ayudarán. Si eres un chico brillante nacido en una familia de clase trabajadora, no tienes nada de eso. Lo más probable es que no seas más rico que tus padres. El sistema de clases británico es como una cárcel invisible.

La demonización de la clase trabajadora es un modo implacablemente racional de justificar un sistema irracional. Demonízala, ignora sus preocupaciones y racionaliza una distribución enormemente desigual de la riqueza y el poder como justo reflejo de la valía y capacidades personales. Pero esta demonización tiene un fin aún más pernicioso. Se aplica una doctrina de responsabilidad personal a toda la gama de problemas sociales que afectan a ciertas comunidades de clase trabajadora, ya sea la pobreza, el paro o la delincuencia. En la Gran Bretaña rota, las víctimas solo pueden culparse a sí mismas.


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